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martes, 6 de octubre de 2020

CUANDO DON PEDRO ABATIÓ AL PUERCO.

La presencia de una presunta pantera negra en un pueblo granadino ha sido noticia estos días pasados y ha traído de cabeza a los vecinos de Ventas de Huelma. No es un caso nuevo. Otro felino avistado hace dos años en la serranía de Guadalajara resultó ser un perro asilvestrado. En otro pueblo más próximo a nuestro entorno, fue muy comentada la presencia de otro animal foráneo de grandes dimensiones en los pinares de Montemayor de Pililla. En enero de 2017, el alcalde prevenía en un bando a sus vecinos de la posible presencia en su término de un felino jaguar, lo que a la postre resultó ser un bulo, luego descontrolado en las redes sociales. Hasta se ha avistado y se sigue pendiente de la presencia de un cocodrilo a sus anchas por el río Pisuerga.

Aprovechando que hasta un cocodrilo ha surcado las aguas del Pisuerga, traeremos a colación que, si alguna vez las amenazas se han concretado en algo real, estas han venido por animales autóctonos y no tan exóticos como los referidos. Tenemos dos ejemplos documentados en la Tierra de Cuéllar de los que, aunque lejanos en el tiempo, se ha conservado alguna memoria.

El primero, el protagonizado por Pero González Dávila, caballero de armas al servicio del infante Don Juan Manuel de cuya mano se estableció en Cuéllar y le concedió la tenencia y alcaldía de la villa. Su memoria se ha perpetuado más por haber sido quien lanceó al puerco espín o jabalí, que causaba mucho daño en las cosechas y atacaba a los viajeros, que por los servicios que prestó al infante. Don Pero abatió a lanzadas al verraco salvaje que atemorizaba a los vecinos y se le conoció desde entonces como el del Puerco por esta razón. Tomando asimismo alguna de las ramas de los Velázquez, de los que don Pero fue tronco en Cuéllar, el puerco para añadirlo a los trece roeles propios del escudo de la familia. Esto ocurría en la segunda década del siglo XIV, cuando Don Juan Manuel instaló su cuartel general en Cuéllar para estar más cerca de los resortes del poder y presentar sus pretensiones a la tutoría del rey niño, Alfonso XI.


 La caza del jabalí en una viga mudéjar del siglo XIV procedente del castillo de Curiel de Duero (Valladolid). Museo Arqueológico Nacional.

Sabido el cuándo, intentemos precisar el dónde. Sin duda, en la Tierra de Cuéllar. Pero hay una pista en la toponimia para precisarlo más. En el año 1438 fray Pedro de Toro, abad del monasterio premostratense de Retuerta, acudió a Gomezserracín para cotear el Prado de Santa Olaya, también llamado Soto del Monje. Dentro del mismo, en dicho apeo, se alude a otro prado denominado de don Pero Puerco. Estando este incluido en una propiedad mayor bien determinada, se le pudo dar este nombre en relación a la proeza del caballero medieval. Aunque hoy el topónimo haya quedado solo en Prado Puerco, por la tendencia natural a acortar los nombres. El escenario cumple las características a las que aluden las memorias, principalmente porque era zona de paso para los viajeros que hacían el camino entre Cuéllar y Segovia (Carrasegovia).

Hacían uso del prado de los monjes los vecinos de Gomezserracín, para pasto de sus ganados mayores y menores, en él cortaban leña seca y verde y era muy apto para la caza. Por ello lo tenían vedado a forasteros, a los que prendaban las armas si entraban en el prado. En tiempos de Carlos I, habían confiscado sendas ballestas al cura de Sanchonuño, que se creía con algún derecho a entrar a cazar por haber sido antes sacristán en Gomezserracín, o al hidalgo Figueroa, escribano del número en la villa de Cuéllar. Por el usufructo del prado de Santa Olaya, el concejo del pueblo pagaba cada año 1.200 maravedíes y seis pares de gallinas al monasterio de Santa María de Retuerta, en dos pagas, que llevaban hasta Sardón de Duero (municipio vallisoletano donde estaba el monasterio)  por Navidad y Pascua de Flores. Un claro ejemplo de arrendamiento perpetuo o censo enfitéutico.

La eliminación del verraco agresivo debió de ser una obra colectiva, aunque Pero González Dávila se llevara el mérito. Sería necesaria la colaboración de los vecinos de los pueblos más afectados por la presencia del jabalí los que participarían a pie en la montería, con los perros, para localizar al animal y conducirlo desde el pinar hacia un pradejón o zona franca. Allí los hombres a caballo abatieron al puerco, habiendo sido don Pero quien lo atravesó con su lanza.


                                             Escudo de los Velázquez del Puerco en Cuéllar.

El segundo caso del que queremos hacer memoria es el del lobo rabioso abatido por Francisco Cabrero, labrador de la villa de Cuéllar. Lo rescata del anonimato Melchor Manuel de Rojas, autor de una temprana historia de la villa en el siglo XVIII, destacando el valor heroico de su proeza. Nos dice que en el año 1701 vagaba por las proximidades del pueblo un lobo rabioso y disforme, causando horribles daños y sustos, sin que hubiese valor para salir a su encuentro. Francisco Cabrero rompió la cuarentena para ir a arar al pago La Fuente que Llueve mirase bien lo que hacía porque tendría al lobo allí seguro, pero siguió su camino desoyendo el aviso. Sin haber llegado al tajo, le salió al encuentro desesperado el animal hidrofóbico. Al lanzarse sobre Francisco, este le esperó sin miedo con la aguijada en la mano, metiéndole por la boca los gavilanes y sujetándolo de este modo, dejó destrozado al animal. Fue la suya una hazaña, individual y valerosa, muy celebrada en su día en Cuéllar y su contorno.

Hallamos un paralelismo entre la imagen que nos podemos hacer de Francisco Cabrero contra el lobo, enfrentándose a él a pie y con las herramientas de arar, con la de Pero Puerco, a caballo y lanceando al jabalí. Cada clase social, cada hombre, enfrentándose a su destino con los medios de los que dispone. La historia del labrador estuvo condenada a ser olvidada con el tiempo, la de don Pero a ser proyectada, esculpida incluso en piedra, en el escudo de los Velázquez del Puerco.






sábado, 1 de agosto de 2020

HERÁLDICA EN LA CAPILLA DE FRANCISCO SANZ DE LA CUEVA O DE LOS AYALA EN LA IGLESIA DE SAN MIGUEL (CUÉLLAR)

No hemos obviado el estudio de estos escudos como prueba (por más que se diga lo contrario por pseudohistoriadores asiduos a ponencias sobre historia local) de que la heráldica sí que nos importa. Hemos relacionado uno de los escudos con el de Juan Sanz de Tamayo Velasco y Medinilla, segundo poseedor del mayorazgo, que plasma en él la heráldica de sus abuelos paternos y maternos. Los Velasco, Velázquez de Medinilla, Figueroa, Orozco, además del escudo del fundador (Sanz) y el de la familia Tamayo, aparecen allí representados.i Por debajo de este escudo asoman los extremos de los brazos de una cruz de Malta; no consta que Juan Sanz de Tamayo Velasco y Medinilla fuera caballero de esta orden.ii La fecha de 1641, que aparece en el centro del retablo, es perfectamente compatible con la asignación que proponemos.


HERÁLDICA EN LA CAPILLA DE SANZ DE LA CUEVA



Escudo de la derecha del retablo (izquierda según se mira).

Sanz: En campo de plata una banda de azur de tres piezas.

Velasco: Escudo jaquelado de quince piezas, ocho de oro y siete de veros.

Tamayo: En plata, una banda de gules engolada en dragantes de oro.

Medinilla: En plata, castillo mamposteado de oro.

Velázquez: Algunos Velázquez de Cuéllar usaron cruz hueca roja (de gules) en campo de oro.

Figueroa: En campo de oro cinco hojas de higuera en sotuer (aspa).

Orozco: Cruz de gules con cuatro aspas y cuatro lobos en sable (negro).


Por debajo asoman los extremos de una cruz blanca de Malta.

Atribución de este escudo: Juan Sanz Tamayo de Velasco y Medinilla, hijo de Juan Tamayo Sanz y de Ana María de Velasco Medinilla. Segundo poseedor de la fundación de Francisco Sanz de la Cueva y sobrino nieto de este. Activo en 1641.


Escudo de la izquierda.


Escudo partido.

Primero, Velázquez: En campo de oro, cruz hueca de gules.

Segundo, Tamayo: De azur, una estrella de oro acostada por cinco moharras (puntas de lanza) de plata. Bordura de gules con cuatro armiños blancos.


Por debajo del escudo asoman las aspas de una cruz de Santiago y otra de Malta.


Frontal de la gradilla del altar de la capilla:

Ayala: En plata, dos lobos de sable. Bordura de gules con ocho aspas de oro.

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i Todos estos nombres figuran en un listado de apellidos de origen converso por lo que nos planteamos si no se buscaban de alguna manera los cristianos nuevos para concertar matrimonios entre ellos.

ii Sí consta que fuera caballero de San Juan en 1627 su cuñado Diego Velasco Velázquez de Medinilla Orozco de la Serna y Figueroa, nacido en Cuéllar en el año 1603. Con 10 años fue mandado por sus padres como criado o paje del arzobispo de México Juan Pérez de la Serna. Todos estos apellidos están recogidos en la heráldica de la capilla, salvo el de Serna, que posiblemente Diego Velasco tomara de su padrino el arzobispo.

J. Ramón Criado.



jueves, 2 de abril de 2020

ACTIVIDADES LA PALOMA V


HERMANOS DE LECHE (V)

Continuación.
Resumen de lo publicado. Juan Velázquez y Antonio Gil eran hermanos de leche por haber sido amamantados por la misma madre y este lazo los había unido en su infancia. Sin embargo, el destino les marcaba caminos separados y diferentes por ser miembros de grupos sociales distintos.


D. JUAN VELÁZQUEZ DE ATIENZA, CABALLERO: A LAS INDIAS.

Con catorce años, vestido con sus mejores galas, de negro y con golilla blanca que resaltaba su rostro adolescente, subió el día de Reyes hasta la iglesia de Santiago para ser inscrito en el libro de la Casa de los Linajes, seña de los caballeros hijosdalgo de Cuéllar. De los ocho linajes, eligió el de Pero Puerco, como llave para en el futuro optar a ser hombre del regimiento de la villa. Le apadrinó en la ceremonia su padre, don Gómez Velázquez de Atienza. Se formó en el Estudio de Gramática de su villa natal y realizó algunos estudios más en Valladolid; pensaba en ser más caballero de capa que de espada.
Tenía veinte años la última vez que lo vieron. Pidió informes con testigos para pasar a las Indias. Iba como criado del marqués de Sofraga, marido de una prima, y a cuyo servicio estaba desde que el noble fuera corregidor de Segovia. Fueron llamados como testigos de su limpieza de sangre, de su nobleza y de sus buenas costumbres, hidalgos y clérigos de la villa. Dijeron que Juan Velázquez era hijo legitimado de don Gómez Velázquez de Atienza y de Dña. Isabel de Lorenzana. Incluso la matrona y su ama de cría fueron llamadas a testificar y contaron los pormenores del parto y de su bautismo en la pila de una aldea.
Cruzó el Atlántico en un galeón camino de las Indias en el séquito de su pariente el marqués. Era este un noble compensado con un destino en América, no por sus méritos propios, sino por los que había hecho su tío, el primer marqués, al servicio de la corona. Primero en Flandes, luego en Italia y hasta había librado a Cádiz del asedio del inglés.
Entró así Juan Velázquez en Santa Fe de Bogotá, en la numerosa servidumbre del gobernador, su pariente el marqués, del que era, más que criado, guarda de su persona y paniaguado. Era el gobernador, además de advenedizo, un sujeto de carácter levantisco e iracundo, engreído en sus títulos de nobleza y amante del dinero ajeno. Recién llegado a Santa Fe, el ego del marqués chocó ya con el del arzobispo y con la nobleza de la ciudad colonial. Siete años sirvió Juan Velázquez a don Sancho Girón, hasta que un fiscal del rey destituyó al marqués de su cargo por corrupción.
Juan Velázquez no regresó a su patria, se mudó a Cartagena de Indias, donde fijó su residencia y optó a cargos de república, llegando a ser alguacil de la Santa Inquisición. Casó y tuvo descendencia, nombrando a su primer hijo como al abuelo, Gómez Velázquez de Atienza, siguiendo la tradición.



...su tío, el primer marqués, al servicio de la corona. Primero en Flandes, luego en Italia y hasta había librado a Cádiz del asedio del inglés.



ANTONIO GIL, PEGUJALERO: A LA GUERRA DE CATALUÑA.

En los padrones* del concejo, Antonio Gil figuraba como pegujalero*. Labrador de media yunta que completaba con otra media de un vecino, coyuntero con él. Cumplía en los repartos de impuestos del rey, del duque y del municipio, con lo que le tocaba, puntualmente. Entró a labrar una suerte de tierra escarida* en lo de Palomares y con lo que le producía esta y alguna otra, más alguna caza furtiva y otro tanto de tozas* de madera del pinar de Torre*, tenía suficiente para vivir. No necesitaba mucho más. Conoció a una joven en otra de las aldeas de El Carracillo*, con la que se casó en la iglesia del pueblo de la novia. Le dio tres hijos, de los que se murieron dos.
Andaba Felipe IV agobiado de dineros y soldados para sus guerras, en las que se le multiplicaban los frentes. Ahora las tenía también en casa, con las revueltas de Portugal y Cataluña. Solo Castilla sufragaba esos gastos bélicos y ahora, además, se pedía un tributo de sangre. Fueron convocados los varones de Arroyo, como los demás en sus aldeas, entre los dieciocho y los cincuenta años, para sortear los dos soldados que les tocaba en la leva. Metieron las papeletas con los nombres de los candidatos en un cántaro y en otro tantas papeletas en blanco, menos dos que decían soldado; les tocó, por mala suerte, sacar el papel que decía soldado a Antonio Gil, hijo de Blas Gil y de Ana Serrana, y a Gregorio de Arqueros, mozo soltero.
Fueron entregados en Segovia con los otros quintados* del sexmo*, para ir a servir a su majestad en la campaña de Cataluña. Dividieron a los cien de la Tierra de Cuéllar en dos grupos de cincuenta, para evitar motines y deserciones, que los dos primeros quintados del lugar de Olombrada se habían fugado y tuvo el concejo que repetir el sorteo. Fueron desde Segovia a Madrid y desde la capital, por el camino de Aragón, partieron para Tarragona. Los repartieron entre los tercios de veteranos para completar las bajas de estos cuerpos. Eran soldados recios, curtidos en cien batallas, incluida la de Rocroi, y con los vicios del mercenario. Los recién incorporados, bisoños que tuvieron que sobrevivir entre la guerra y su propia soldadesca. Les prometieron que solo estarían sirviendo en filas el tiempo que durara esta guerra, pero la campaña se prolongaba y Antonio trataba de sobrevivir en el día a día con el único objetivo de regresar a su casa. Tenía porte de buen soldado de infantería, con aquel uniforme del tercio, pero sin el espíritu del militar y siempre en su mente puesta en volver con su mujer y su hijo.
No fue un hecho heroico de armas. Cubría un puesto de guardia y una bala de un arcabuz enemigo le partió el pecho. Cayó herido de muerte y fue retirado al campamento. Se le iba la vida en manos de Gregorio, que le confortaba para seguir viviendo. Pasaron por su mente todos los recuerdos de lo vivido, en tromba: su infancia, el pueblo, el pinar, el rostro de su madre, el de su mujer, el de su hijo, el último abrazo con Juan Velázquez, esa despedida.... Nada le iba en aquella guerra y era alto el precio que pagaba. En el último estertor, abrió los ojos y miró a su paisano para volver a cerrarlos para siempre. En el mismo instante que una ráfaga intensa de viento surgió de los pinares, sobrevoló la aldea y chocó contra la iglesia, arrancándole a la torre un tañido de campana.

FIN

*pegujalero: Perteneciente al grupo social por debajo del labrador en las aldeas. Este suele tener por lo menos dos animales de tiro (yunta) y el pegujalero solo uno y menos tierras de labor.
*Escarida: Tierra comunal que los vecinos individualmente pueden labrar bajo algunas condiciones recogidas en las ordenanzas.
*Padrón: Listado que recoge por ejemplo todos los vecinos de un pueblo para un determinado fin (impuestos, derramas, sorteo de quintos....)
*Toza: Así se dice en la Tierra de Cuéllar a los troncos de los pinos ya cortados y desramados y listos para ser serrados.
*quintado/quinto: Se dice del que entra en un sorteo para elegir soldados y como resultado quintado es el que sale como tal soldado en ese sorteo.
*sexmo: Cada una de las divisiones de un territorio en seis partes.
*Topónimos: Topónimos son los nombres que le damos a los lugares, desde el más pequeño al más grande. Son topónimos en el texto Pinar de Torre, Palomares, Olombrada, El Carracillo.... son nombres de términos, pueblos y comarca (para el caso de Carracillo). También Tierra de Cuéllar.

ACTIVIDADES.

*Vocabulario: Coleccionamos palabras. Busca en el diccionario las palabras que aparecen en letra negrita en el texto.
Elige cuatro y escribe una oración con cada una de ellas.

*Comprensión lectora:
1- ¿Dónde hizo sus estudios Juan Velázquez?
2- ¿Para qué pidió informes sobre su persona en la villa de Cuéllar?
3- ¿Al servicio de qué personaje había entrado Juan Velázquez?
4- ¿Cómo se dice que era el carácter del marqués de Sofraga?
5- ¿En qué ciudad acabó estableciéndose Juan Velázquez?
6- ¿Sabes en qué país actual está esa ciudad?
7- Escribe el nombre de seis países de América en los que se hable español.
8- ¿Quién reinaba en España en la época de este relato?

Redacción: Escribe tu propio resumen de todo el relato señalando lo más importante.

martes, 24 de marzo de 2020

ACTIVIDADES LA PALOMA IV


HERMANOS DE LECHE (IV)

(Para evitar la vergüenza a la familia del recién nacido, Juana de la Torre, la comadrona que había asistido al parto, busca un ama de cría para la criatura en una aldea distante de la villa).

LOS HERMANOS DE LECHE.
Crió y le dio su leche el ama a Juan Velázquez más de veinte meses en su casa de la aldea. Así surgieron los lazos que le unían con su hijo, fueron hermanos de leche por haber compartido el mismo pecho.
En Cuéllar, algún tiempo más tarde, subió una mañana Gómez Velázquez, padre de la criatura, a entrevistarse con Francisco de la Cueva en sus casas. Tenemos que arreglar esto, le dijo. Lo había hablado con Isabel y estaban dispuestos a casarse y a legitimar su situación y al hijo habido entre ellos. No opuso muchos obstáculos el cuñado, salvo en lo que les tocaría de los bienes que compartían entre ellos, y en el mes de julio se casaron en la iglesia de San Miguel de la villa.
Dejó la madre natural que Ana Serrana terminara de amamantar al niño, pero en cuanto pudo lo requirió a su lado. Sin embargo, no se cortaron los lazos de hermanos de leche entre Juan Velázquez y el hijo del ama, Antonio Gil. Dejaban al de Cuéllar bajar en junio a pasar algunos días en la aldea y Antonio, en el arroyo que daba nombre al pueblo, le enseñó a pescar renacuajos. Juan soportó los ritos de iniciación que le aplicaron los otros chicos, que le dieron hasta los galguillos. Aprendió también a pescar ranas en la laguna Adobera. Buscaban el cebo en las toperas donde, arrodillados, dirigían una abundante meada directa a la entrada de la cueva del grillo, hasta inundar la galería del insecto que acababa saliendo a la hierba para no morir ahogado y luego ser atado en la caña. Cuando no tenían grillos, sujetaban en el hilo de la caña un trocito rojo de tela a por el que se lanzaban, inexplicablemente, los batracios con toda su bocaza abierta. Después las desollaban para llevarlas de vuelta a casa donde la madre se las guisaba, descubriendo de esta manera el de Cuéllar el valor culinario de aquel manjar.
La hora de la siesta era el momento de escapar al otro punto de encuentro con los muchachos del pueblo. Era en la laguna Lagartera, escuela de de nadadores primerizos, donde había un bodón* muy apto para probadillas* y aguadillas, entre juegos.
Tenían en casa de Antonio una galga que cortaba el aire con su carrera ágil. Su piel era parda y jaspeada y le pusieron por nombre Culebra, por recordar a la de una serpiente. A la caída de la tarde, los hermanos de leche salían con el perro a las tierras entre pinares, burlando al guarda de los panes. De cada cinco años, uno era de muy buena cosecha. Aquel lo había sido y el viento mecía los sembrados de trigo y centeno, ya casi listos para ser segados, entre el verde y el amarillo. Liberaban a Culebra del tanganillo que colgaba de su cuello y comenzaba la caza furtiva. La galga desaparecía en el laberinto de las espigas para volver al poco con una codorniz en la boca. El cascalé* que se oía de estas aves era la señal de que sería también un buen año de caza. Con cuatro o seis piezas se daban por conformes y con ese premio, que escondían en un morral, regresaban de nuevo al pueblo.
Cuando Antonio subía a la villa con su madre, entraban en la casa de los Velázquez con toda la confianza y eran bien recibidos, como de la familia. Juan guiaba luego a su hermano, para el que aquello era un laberinto, por las calles de la villa. Entre Santa Cruz y la calle de Carchena, hasta salir por la puerta de San Juan. Sastres, zapateros, cabestreros... trabajando en sus tiendas y talleres. Las casonas con escudos de las familias ilustres...
Por la tarde, don Gómez les aparejaba el caballo trotón y, subidos los dos en la grupa, recorrían las lomas de Cuéllar, hasta asomarse en el mirador de Castilviejo. Juan ponía su mirada en las torres esbeltas de las iglesias de la villa: San Esteban, San Miguel, Santa María de la Cuesta, Santa Marina.... Y en la Casa de la Torre, propiedad y casa solar de la rama principal de su familia, los Velázquez de Cuéllar; tan fuerte como todos sus antepasados. Antonio miraba a su izquierda, trataba de localizar, en el mar de pinares, el caserío de su aldea. Habían dormido en la misma cuna, tomado la misma leche, pero su sangre y el futuro marcaban para cada uno un destino diferente.

(Continuará)

bodón: Zona más profunda de agua en un río o laguna.
Cascalé: Onomatopeya para referirse al canto que emiten las codornices.
Probadilla: Prueba o reto que se ha de superar en algún juego.

ACTIVIDADES

*Colecciono palabras. Busca en el diccionario las palabras destacadas en negrita que aparecen en el texto y copia su significado en tu cuaderno.
Elige cuatro de ellas y escribe sus oraciones correspondientes.

*Casona es una palabra derivada de casa. Escribe tú otras cinco palabras derivadas de casa.

*Redacción.
El texto carece de diálogos entre los personajes. Escribe tú un diálogo entre los hermanos de leche (Juan y Antonio) referido a alguna de las situaciones que aparecen en la lectura. No olvides usar correctamente la raya como hemos estudiado en clase. Entre ocho o diez renglones, cuatro intervenciones para cada uno.

lunes, 23 de marzo de 2020

ACTIVIDADES DE LA PALOMA III


HERMANOS DE LECHE III

(Este será solo un ejercicio de lectura. Habrá actividades para el cuaderno en la próxima entrega)

(Resumen de lo publicado. Para evitar la vergüenza a la familia del recién nacido, Juana de la Torre, la comadrona que había asistido al parto, busca un ama de cría para la criatura en una aldea distante de la villa).

ANA SERRANA, EL AMA DE CRÍA
Hacia la aldea, un día después.

No demoraron la entrega del niño para que lo amamantara Ana Serrana, una aldeana que hacía diez días había parido a un niño en un lugar a dos leguas de la villa. La conocía y confiaba en que era ella la mejor opción para el encargo de criar al retoño y darle su leche, más con el incentivo de los dineros que ganaría.
Engancharon la mula parda a la pequeña carreta de varas. Había envuelto a la criatura en una manta corta de lana y se lo sujetó Juana pegado al calor de su pecho. A media mañana, con Andrés Vázquez, su marido, salieron por la puerta de la Trinidad para tomar la carrera de Arévalo. Había parado el viento y eso trajo aquella niebla de la mañana que, desde la tarde anterior, se aferraba pertinaz, como sujeta por la copa de los pinos, desde el río Cerquilla hasta el infinito. A la primera legua, cruzando el Cega por el puente de Gómez Sancho, la criatura rompió a llorar. Pararon por ello en el molino de Vellosillo para hacer un descanso y limpiar a la criatura. Era el hambre el que desquiciaba al niño.
Prosiguieron el camino y a la segunda legua, rayando el mediodía, la niebla empezó a abrirse dejando que un rayo imponente de sol se abriera hueco, ahuyentándola, e iluminara la torre de Arroyo, que se erguía segura, como un baluarte, la hermana menor de los campanarios de la villa. Les indicaron una casa de adobes, de ventanas diminutas, gris como aquella niebla que despejaba, hacia donde partía el camino para Sanchonuño, entre otras casas de tejado pajizo y tenadas de ramera, en los atrases.
Ana Serrana era una mujer imponente, de veintitrés años, toda vitalidad. Sus pechos, voluptuosos de por sí, eran la señal de que estaba criando a aquel niño que dormía en una cuna de mimbre, con sábanas de estameña. Se acercó a la comadre y tomó al niño en sus brazos y desde ese momento lo hizo suyo. Descubrió en un gesto hábil el primero de sus pechos y el infante enganchó su boca a él con todas sus fuerzas, mamando de aquella fuente de vida. Después le ofreció el segundo, hasta que el niño quedó saciado y lo tumbó en la misma cuna, contrapuesto a su hijo.
Buscaron después al cura de la aldea. Vivía en un espacio habilitado en el segundo cuerpo de la torre. Tenía su cuarto ventanas geminadas a imitación de las de la villa. Le expusieron el caso porque el niño estaba sin cristianar y, a pesar de algunas reticencias del párroco, se concertaron para a la semana siguiente bautizar al niño. Dando así tiempo para ver que realmente la criatura salía adelante, para que se escagazara*, según palabras del clérigo.
Según lo convenido, regresó el matrimonio a la aldea a los ocho días a bautizarlo sin más demora. Se cristianó Juan Velázquez en la iglesia de Santa Lucía, del lugar del Arroyo, en la pila bautismal, junto al primer cuerpo del campanario del templo. Fueron los padrinos Andrés Vàzquez, marido de la comadre, vecino de Cuéllar, y Ana Serrana, mujer de Blas Gil, el ama que le criaba y daba leche. Don Manuel, el párroco, apañó la partida de bautismo y dejó inscrito este hecho en el libro de sacramentos.

(Continuará)


viernes, 20 de marzo de 2020

ACTIVIDADES LA PALOMA (II)


HERMANOS DE LECHE (II)

Continuamos con nuestro relato. Ya hemos comentado alguna vez que nos encontraremos textos cuya lectura presenta mayor dificultad. Esta segunda parte puede ser un ejemplo de ello, así que en este caso la culpa es mía. Por eso ajustaremos las actividades al vocabulario para seguir coleccionando palabras nuevas y a realizar la biografía de un personaje histórico poco conocido salvo en Toro (Zamora).


HERMANOS DE LECHE (II)

(Resumen de lo publicado: Juana de la Torre, partera, cruza las calles de Cuéllar una tarde-noche de invierno para asistir al nacimiento en secreto del niño de una madre viuda)

DOÑA ISABEL DE LORENZANA (Y MONROY)

La parturienta era una señora de clase hidalga, de tez blanca y ojos verdes que brillaban, en aquel dolor contenido, como la lumbre de la chimenea baja, con ascuas de leña de encina. No era primeriza. Había llegado desde Olmedo a Cuéllar, con trece años, ofrecida en su pureza de pubertad para casarse con un burgués, maduro y cristiano nuevo, decían. Fue Juan de la Cueva su marido, que vivía de las rentas de las tierras que le había comprado al rey y de producir vino en Vallelado, todo en sociedad con su hermano, Francisco de la Cueva. Llevaba este el mismo e ilustre nombre que había tomado su antepasado del segundo duque de Alburquerque, señor de Cuéllar, que lo apadrinó cuando decidió bautizarse para no abandonar con los de su raza las tierras de Castilla. Ese nombre lo habían mantenido de abuelos a nietos como una garantía de su cristiandad y como un sello de clase.
El matrimonio de Juan de la Cueva con Isabel de Lorenzana había sido, además de un casamiento, una inversión. Descendía la madre de Antona García y Monroy, la heroina de Toro, muerta en la horca por ser partidaria de los reyes, Isabel y Fernando, y por organizar con otros la entrada de las tropas isabelinas en la villa zamorana durante la guerra de sucesión al trono. Descubierta la conspiración, fue ejecutada y los reyes, para premiar la lealtad de esta mujer, le dieron a título póstumo el grado de hidalguía y exención de impuestos a todos sus descendientes, incluso por línea femenina por considerar que se le daba esta merced a una mujer. Muy pronto reclamó e hizo valer el marido sus derechos y promocionó de esta manera en la escala social de la villa.
Casaron en Olmedo, en la parroquia de la novia como era la costumbre, y se la trajeron para Cuéllar a vivir en ella. La trajeron, porque su cuñado Francisco, soltero, compartía los negocios y las casas de la Morería con Juan de la Cueva donde vivirían ahora los tres.
De aquel matrimonio nacieron dos hijos, el segundo ya póstumo, y doña Isabel quedó viuda pronto al cargo de esos hijos a los que también perdió en plena mocedad. Los enterraron en la iglesia de San Miguel, en una capilla, que ahora llaman de los Ayala, y que su cuñado Francisco había comprado, y habilitado como cripta familiar, a los curas de la parroquia. Era lo que le faltaba para competir e igualarse a la más florida hidalguía y nobleza de Cuéllar, esto y ser caballero de la cofradía de la Cruz.
Sola Isabel con su cuñado, Francisco de la Cueva, en aquellas casas que habitaban, le quedaba el remedio de retirarse a un convento de clausura. En las monjas de Santa Clara en Cuéllar, o en el de Rapariegos, que le salía más a cuenta porque la dote que desembolsaría su cuñado sería menos abultada. Pero en este tiempo la había cortejado un apuesto joven, que aprovechaba las salidas de Francisco a sus negocios para visitarla a escondidas. Era don Gómez, de la familia de los Velázquez de Atienza, de las de más solera de la villa. Fruto de esos encuentros resultaba ahora este parto de un hijo natural, al que asistía la comadre que nunca se cuestionaba la legitimidad del recién nacido y sí el hacer su trabajo, fuera la madre casada, soltera o viuda, como ahora era el caso.
Había mandado subir a su habitación un lienzo con la Virgen del Populo para que la protegiera en el parto. El niño nació en las manos de la partera y lo sudó ella misma en la cama. La madre ahogó sus gritos para no dar escándalo. Con toda su pericia, Juana de la Torre intervino para atajar la hemorragia y estimuló con masajes el vientre de la parturienta para ponerlo todo en su sitio. Doña Isabel alumbró la placenta y recibió al niño en su pecho, pero pronto le fue retirado para disimular la vergüenza de aquel nacimiento fuera de un legítimo matrimonio y, por ello, fruto de un pecado.
Buscaron en Cuéllar un ama de cría que amamantase a la criatura, pero el hambre y la peste del noventa y nueve habían dejado a las candidatas mermadas de fuerzas. Insistió el cuñado, además, en que sería mejor alejar al niño de la villa, buscarle sustento en alguna de las aldeas. Juana la partera lo organizó todo, como si le correspondiera a ella aquella tarea como parte de su labor. No era la primera vez que lo hacía, por ello sabía lo que le que tendría que desembolsar Francisco de la Cueva para sufragar los gastos de un ama de cría.

(Continuará)

ACTIVIDADES

*Busca en el diccionario las palabras del texto destacadas en letra negrita y copia en tu cuaderno su significado.



*Quién es quién. Une con flechas.

Juana de la Torre Amante de doña Isabel, padre de la criatura.

Isabel de Lorenzana Había sido el marido de Isabel de Lorenzana

Juan de la Cueva La comadrona o partera de Cuéllar

Francisco de la Cueva El cuñado de Isabel que vive con ella.

Gómez Velázquez de Atienza La madre del recién nacido, viuda.


*Define qué es una BIOGRAFÍA y busca datos biográficos sobre Antona García Monroy, la heroina de Toro. Wikipedia los trae, pero para estos casos son mejores las biografías que tiene la Real Academia de Historia en su página web.
(Para que os ayuden aquí vuestros padres).





lunes, 16 de marzo de 2020

ACTIVIDADES PARA LA PALOMA 5º EP.


LA COMADRE
Cuéllar, jueves 26 de febrero de 1609

Cada jueves en la villa era un día especial. Desde tiempo inmemorial se celebraba el mercado sin faltar a su cita, en la plaza de San Miguel y en las calles adyacentes. El bullicio* de mercaderes y las voces del pregonero inundaban el ambiente en una sonoridad que rompía la monotonía de los otros días y se mezclaba con aquellos olores particulares de las especias.* Gentes de todo el alfoz* llegaban a la cabecera para vender e intercambiar sus productos y hacerse con otros que necesitaban en las aldeas. Incluso en un día tan frío y ventoso como aquel no faltaron a la cita. Era un punto de encuentro casi obligado. Los cinco años que la corte* había estado establecida en Valladolid habían dinamizado* los intercambios en este mercado de una manera trepidante*; ahora volvía a lo que siempre fue. El jaleo en la plaza se fue disipando arrastrado por aquel aire gélido* que bajaba por la calle de la Morería. El mercado volvió al silencio del invierno, dormitando. El humo denso de las chimeneas era arrastrado por el viento cierzo* inundando toda la villa.

En Cuéllar había buenas comadres con buen aparejo* para los partos. Juana de la Torre era una de esas mujeres que ejercía esa tarea casi de caridad y muy comprometida en su cometido. Había aprendido su oficio desde joven con una partera reconocida, María Hernández, que vivía en el Corral del Cura, el la calle de la Librería. Ahora, a sus cuarenta y cinco años, Juana asumía los partos con destreza y casi sin ayuda. Incluso bajaba a algunas aldeas a enseñar a las comadres de parir. Empezaba a oscurecer y se anunciaba la temprana noche del invierno que inundaba el caserío* de sombras. Subiendo por la empinada calle de San Pedro, llegó la comadre a la plaza del mercado, dejando a su derecha la fuente redonda que con el agua de sus caños armonizaba aquel silencio, y enfiló la calle de la Morería, ahora desierta. Llevaba el manteo* echado sobre su cabeza y el atillo* del instrumental y los ungüentos que necesitaba. Llegó a unas casas principales, una sólida construcción de dos plantas, en piedra blanca de Campaspero. Golpeó el aldabón* de su portón de madera. La estaban esperando y una criada abrió rauda y la condujo por la escalera hasta la habitación de su ama.

(Continuará)
...la fuente redonda que con el agua de sus caños armonizaba aquel silencio


ACTIVIDADES
-El texto que has leído es narrativo. Indica por qué y en qué persona gramatical está escrito.

Comprensión lectora. Contesta en tu cuaderno.
*¿Dónde se desarrollan los hechos que se narran?
*¿Quién es el personaje principal que aparece?
*¿Dónde tenía lugar el mercado de los jueves?
*¿A qué estación del año se cita en el texto? Escribe una oración que lo demuestre.
*¿A qué se dedicaba Juana de la Torre? ¿Qué llevaba en su atillo?

Completa:
Comadre, partera y comadrona son palabras que tienen el mismo significado, son por ello palabras ….................
Vocabulario: Busca en el diccionario las palabras destacadas en negrita en el texto y copia su significado. Elige cuatro de esas palabras y escribe cuatro oraciones con ellas.

Opinión: ¿Te parece importante la función de las comadronas? Pregunta a tus padres qué recuerdan de la comadrona que te asistió en tu nacimiento y exprésalo tú por escrito.
Redacción: El retrato de la comadre Juana de la Torre queda en el texto algo incompleto. Haz tú su descripción, según te la imagines, en cinco renglones.

Actividades optativas para vosotros y obligatorias para los padres:
Explicar qué quiere decir la oración Los cinco años que la corte* había estado establecida en Valladolid.
Comprobar si los topónimos que aparecen en el texto son originales o inventados.



sábado, 18 de enero de 2020

TESTAMENTO DE GUTIERRE VELÁZQUEZ DE CUÉLLAR (1491)


No tenemos otra noticia de las acciones de Gutierre Velázquez desde el año de 1481 hasta el del 1491, en que a 4 de agosto otorgó testamento en Arévalo, ante Sancho de Villalpando, cuya copia por lo que después he de decir me ha parecido poner aquí, y es ésta:
Sepan cuantos esta carta de Testamento vieren, como yo, Gutierre Velázquez de Cuéllar, del Consejo de la Reina Doña Isabel, nuestra señora estando en mi seso y entendimiento, cual Dios nuestro Señor me lo quiso dar, e sano del cuerpo, a Él infinitas gracias por siempre. Temiendo la muerte como cualquier ome cristiano debe temer, a loor y honra de nuestro Redentor e Salvador Jesucristo, y de la gloriosísima y muy bien aventurada Nuestra Señora Santa María, su Madre; e de los bienaventurados santos San Sebastián e San Francisco, mis abogados, e de todos los otros santos e santas de la Corte Celestial; otorgo e conozco que fago e establezco este mi testamento e postrimera voluntad.
*Primeramente, mando mi ánima a Nuestro Redentor y Salvador Jesucristo que la crió y la redimió por la su Pasión e preciosa sangre.
*E porque fasta agora estaba determinado de me enterrar en el Monasterio del Señor San Francisco de Cuéllar en la Capilla Mayor, donde mis padres que Santa Gloria hayan están enterrados; los cuales enterramientos e Capilla ha tomado el Duque de Alburquerque, señor de la dicha villa, no determino agora mi sepultura fasta que mediante la Gracia de Nuestro Señor más en ello vea. Pero si acaso fuere que yo falleciera sin elegir sepultura quiero e me place que me entierren donde mi mujer quisiere e Juan Velázquez mi hijo.
*Mando que a mi enterramiento e a todas las otras obsequias acostumbradas fagan por mí sin pompa ni vanidad del mundo lo que se suele e acostumbra hacer, de manera que quitadas las dichas vanidades y pompas mundanas que me place e quiero e debiendo por mí, no se fagan por ninguna manera; digan por mí misas y oraciones e ofrezcan aquello que mi mujer e mi fijo, a quien yo dejo por mis testamentarios, vieren e acordaren.
*Ítem, por cuanto pude haber veinte e cuatro años, poco más o menos, que seyendo guardián en el Convento del Señor San Francisco de la Villa de Cuéllar Fray Pedro de la Vega, yo di e fice donación de ciertos libros míos al dicho Guardián e Flayres e Convento; e luego de ellos le entregué un Inocencio en pergamino sobre todas las Decretales; e dos partes del Enrique quinto e cuarto; e los otros. Yo los recibí emprestrados del dicho guardián del Convento, e les di un conoscimiento en forma para se los dar e tornar e entregar cada e cuando y en cualquier tiempo que me fuesen demandados por el Guardián e Flayres e Convento del dicho Monasterio; e habrá año y medio, poco más o menos, que siendo guardián del dicho Monasterio Fray Francisco Tenorio; porque yo había dicho antes de esto cómo tenía fecha esta donación de estos libros a aquel dicho Monasterio, e tenía de ellos un conoscimiento cómo los había rescibido emprestados, e me habíe respondido que él no sabía cosa de ello pero que él lo buscaría; e me dijo que lo había buscado e que no lo fallaba. E todavía le torné a encargar lo buscase con diligencia e este mes pasado que aquí en este Monasterio se hizo Provincial en este año, vino aquí el dicho Fray Francisco Tenorio Guardián e me dijo cómo mucho lo había buscado e con asaz diligencia e que no había fallado ni podía fallar los dichos donación ni consentimiento. E luego, casi en fin del Capítulo yo rogué e fice venir aquí, al Palacio de la reina nuestra señora donde yo poso, al dicho Fray Francisco Tenorio, Guardián, que entonces fue hecho de la villa de Navarret, e a Fray Pedro del Campo Guardián que ansí mismo entonces se hizo del Convento del Señor San Francisco de Cuéllar, e les di un conoscimiento escripto de mi mano e firmado de mi nombre e de los nombres de los dichos guardianes, de los libros que yo les había dado, que ya eran e son suyos, e encargando a mis herederos y testamentarios se los diesen y entregasen cuando a Nuestro Señor pugliese de llevarme de esta vida, según más largamente en el dicho conoscimiento e escriptura se contiene. Por ende, si no se los hubiere dado antes que Dios Nuestro Señor me lleve de esta vida, se los den y entreguen luego que yo fallesciere al dicho Guardián, Flayres e Convento del dicho Monasterio de la villa de Cuéllar, pues que eran e son suyos.
*Ítem, mando a la Iglesia de Santo Esteban de Cuéllar donde mis padres, que hayan santa gloria, e yo fuimos parrochianos, dos mil maravedíes para reparo de ella; e al clérigo e clérigos que residieren de contino e sirvieren la dicha Iglesia, seiscientos maravedíes porque rueguen a Dios por mi Ánima.
*Mando todas las mandas acostumbradas e lugares piadosos a cada uno veinte maravedíes.
*Ítem, yo tengo del Licenciado Martín Fernández Moreno, que haya Santa Gloria, un Esforzado y un Baldo e dos partes del Bártulo sobre él; e otra parte del Bártulo sobre el Digesto Nuevo, e tres Salicetos, quinto y octavo en un volumen y el nono por sí; e un Repertorio de Ludovico, e una Suma de Aço, e otros libros que recibí de la señora Mari Fernández Morena, su mujer, después de él fallescido; algunos de ellos rogándome que los quitase, que estaban empeñados por diez mil maravedíes en poder de Fernán García Sevillano, vecino de la dicha villa de Cuéllar, que los quería vender, según que todos están nombrados, ante Pedro de Amaya, escribano público de la villa de Cuéllar, en una obligación que sobre esto ella otorgó ante él.
Pero el dicho Martín Fernández Moreno me debía ocho mil maravedíes de una obligación que me tenía fecha ante Fernando de Montemayor, mi criado que fue; e allende de los diez mil maravedíes porque quité los libros porque la dicha su mujer me envió a rogar que por muchas necesidades que tenía le prestase algunos dineros e yo le envié con Fray Sancho de Espinosa, flayre de la dicha Orden de San Francisco, morador que era entonces en la Orden e Monasterio de la villa de Cuéllar, e con su compañero, flayre de la dicha Orden, hijo de Alonso Núñez, vecino de la villa de Cuéllar, treinta doblas e quince florines, los cuales llevó un mozo lego hermano del dicho flayre, hijo de dicho Alonso Núñez, según más largamente se contiene en una obligación que la dicha Mari Fernández Morena, ante el dicho Pedro de Amaya otorgó. Ansí que me debe sobre todos los libros diez y ocho mil maravedíes, e treinta doblas e quince florines. Es cierto ellos con mucho no valen tanto. E más por ruego de la dicha Mari Fernández Morena yo di a Antonio, su hijo, e fijo de Martín Fernández Moreno los Decretales, que son muy especiales e valen tanto e más que la mitad de los otros libros. E estas dichas Decretales le di para que aprendiese. Pero si por caso quisiere quitar los dichos librosn e pagar los dichos maravedíes a mis herederos, que se los den. E sino porque la dicha Mari Fernández Morena e los dichos sus hijos están agora pobres no les demanden cosa alguna de lo más que yo les di e presté e me deben, que valen los dichos libros; pero que no le den los dichos libros, salvo que se queden para mis herederos.
*Ítem mando que como Nuestro Señor me llevare, lo más presto que ser pudiere, mis Hermandades que tengo de algunas Órdenes, sean a ellos notificadas porque rueguen a Dios por mí.
*Ítem porque yo rescibí con mi mujer en Dote cien mil maravedíes, e yo le di en arras ciertos maravedíes ante Juan de Baeza, secretario de la reina nuestra señora, e aquellos por ser él fallescido, no podían perescer; pero ciertamente en mi conciencia es la verdad que yo se los prometí e me obligué en forma ante el dicho Juan de Baeza de se los dar e pagar; e porque las mercedes que yo he rescibido de la Reina Nuestra Señora e dineros que su Alteza nos ha dado habemos comprado cuatro horas de molino en el Molino de Gallocanta, ansí de estas cuatro horas como de todo lo que yo tengo en dinero e plata e muebles, e aún de lo poco que ya tengo en Cuéllar, aunque son bienes que yo heredé de mis padres, que hayan santa gloria, para en pago también de la dicha dote e arras, e ansí de ellos como de todo cuanto yo enteramente tengo e dejo de dejare al tiempo de mi fallescimiento, haya enteramente la mitad, pues que es razón e justicia ansí facer, e ella lo ha ganado e servido aquí a su Alteza, e merecido también como yo.
E a mis hijos mando y encargo ansí hayan la bendición de Dios Nuestro Señor e la mía, que en esto no la pongan embargo ni embarazo alguno, pues que para ello no tienen razón ni derecho alguno que sea; antes les mando e encargo que la sirvan e acaben e honren muy mucho como es razón; e por buena fe son mucho obligados, según que ella siempre fue e es.
*Ítem quiero y es mi voluntad que porque mi hijo Juan Velázquez de Cuéllar mejor pueda servir a nuestro señor e cumplir e sostener las cosas del mundo, como mejor puedo e debo le mejoro e quiero que haya por mejoría e le mando e dejo el tercio de todos mis bienes y cumplida mi ánima el remanente del quinto de todos ellos que agora yo tengo e tuviera al tiempo de mi fallescimiento. E que todos los otros mis bienes partan igualmente con todas sus hermanas.
*E pagado y cumplido este mi testamento e todas las mandas e legados en él contenidas, dexo y establezco e constituyo por mis legítimos herederos en todos los dichos mis bienes muebles e raíces habidos y por haber al dicho mi fijo Juan Velázquez e Doña Isabel Velázquez e a Constanza e a Francisca e a Berenguela e María mis fijas.
E porque a la dicha Doña Isabel, mi hija, cuando casó allende los ochocientes mil maravedíes que las reinas nuestras señoras la dieron en casamiento, le di yo en ajuar cient mil maravedíes, que fue estimado ante Juan de Baeza, secretario de la reina nuestra señora, que si la dicha Doña Isabel quisiere heredar de mis bienes que sean primero entregados a los otros mis hijos e hijas, de otras cada cient mil maravedíes; e después que partan todos como dicho es igualmente.
*E porque yo di a Berenguela, mi hija, cuando entró monja en el Monasterio de Señora Santa María de Gracia cincuenta doblas e una cama de ropa, e otras cosas; e porque cuando entró monja ya la reina nuestra señora la había recibido por suya, su Alteza me mandó pagar todo aquello que di al dicho Monasterio e gasté con ella cuando entró e hizo profesión, según que está todo asentado e pasó ante el dicho Juan de Baeza, secretario e contador de la reina nuestra señora; que estas cincuenta doblas ni cosa alguna de las que yo di al dicho Monasterio con ella, al tiempo que entró e fizo profesión que no se lo cuenten en herencia. Porque verdaderamente se me pagó a mí por mandado de su alteza, según está asentado en sus libros.
*E por cuanto yo di al dicho Monasterio para en cuenta e pago de lo que de mí habían de heredar cuando Dios de este mundo me llevare mil reales para hacer las sillas de los coros del dicho Monasterio; e otros mil y quinientos maravedíes que yo pagué cuando el rey Don Alonso, que haya gloria, murió por una copa e un plato que les dieron, que había en ello ciertos marcos de plata, para que rogasen a Dios por su ánima; que yo procuré se les diesen de los bienes de su alteza, que había más los dichos mil quinientos maravedíes en el valor de la dicha plata de lo que se acordó se les diese en limosna; que estos con los mil reales, se les cuente en su herencia, e que de lo que oviere de haber de mis bienes.
*Ítem que la dicha mi mujer y mi fijo tengan mucho en cargo mi ánima, e que la encomiendo e dejo mucho encomendada.
*E que de los servidores e servidoras que habemos tenido, e aún yo tuve antes que casase, a todo mi conoscimiento, no tenemos ni tengo cargo alguno que sea. E que de los que agora tenemos, que la dicha mi mujer e mi fijo, según que se entendieren, que me han servido e somos obligados los satisfagan; e cumplan todos los otros cargos que ellos supieren que yo debo e soy obligado, que a mí no se acuerda agora más.
*E para cumplir este mi testamento e las mandas alegadas en él contenidas, dexo e establezco por mis testamentarios y executores de este mi testamento a la dicha mi mujer, e al dicho mi fixo, a los cuales doy e otorgo todo mi poder cumplido, para que puedan entrar e tomar los dichos mis bienes, e pagar e cumplir todo lo en él contenido.
*E revoco todos e cualquier testamentos, codicilos e mandas que yo fasta aquí he fecho e ordenado, en cualquier manera, que no valgan, ni hayan vigor ni fuerça alguna que sea, salvo este que agora fago e ordeno: el cual quiero que valga por mi testamento e postrimera voluntad.
*E porque esto sea cierto e non venga en duda, firmé aquí mi nombre; e por mayor corroboración e firmeça lo otorgué ante el escribano e notario público de yuso escripto, al cual rogué que lo escribiese e ficiese escribir e lo signase de su signo; e a los presentes rogué que fuesen de ello testigos.
*Que fue fecha e otorgada esta carta de testamento en la villa de Arévalo a cuatro días del mes de agosto, año del nascimiento e Nuestro Señor Jesucristo de mil e cuatrocientos e noventa e un años.
*Testigos que fueron presentes a todo lo que dicho es, e vieron firmar este su nombre al dicho Licenciado GUTIERRE VELÁZQUEZ DE CUÉLLAR, el tesorero Nuño Rodríguez Castaño; e Pedro González e Alonso Dalva, clérigos e capellanes de la reina nuestra señora, y el bachiller Luis Zapata, corregidor de esta villa de Arévalo, e Juan de Cabrera, criado de la reina nuestra señora. GUTERIUS LICENCIATUS.
E yo, Sancho de Villalpando, escribano de cámara del rey e de la reina, nuestros señores, e su notario público en la su Corte y en todos sus reinos y señoríos de Castilla; e secretario de nuestra señora la reina Doña Isabel, madre de sus altezas, fui presente en uno con los dichos testigos al otorgamiento de esta carta de testamento, e por pedimento del dicho señor Licenciado la fiz escribir. E va escripto en cuatro planas de este papel de pliego entero, con esta en que va mi signo. E por otorgamiento del dicho señor Licenciado, en presencia de los dichos testigos e mía firmó aquí éste su nombre, e fiz aquí este mi acostumbrado signo, a tal testimonio. Sancho de Villalpando.

La demencia de la reina Juana de Portugal, viuda de Juan II de Castilla. Por Pelegrín Clavé. Aparece la reina postrada en el lecho junto a su hijo Alfonso de Castilla y su hija Isabel, la futura Católica. Entre otros personajes de su pequeña corte en Arévalo entre los que hallaríamos a su mayordomo: Gutierre Velázquez de Cuéllar.

Hasta aquí el testamento de Gutierre Velázquez. De él se deducen muchas circunstancias que todas inducen y vienen a consecuencia a favor de la calidad de este caballero y del mucho lugar que ocupó. (...)
Se colige del testamento es la estimación en que hace siglo y medio estaban los libros, pues tan pocos como nombra se valuaban en tanta suma; y los suyos los dejó al Monasterio de San Francisco. Ponderación que se me debe perdonar por el amor que siempre me han debido los libros, y con razón, pues puedo afirmar que en treinta años, no se ha pasado día que no haya leído en alguno, aunque haya sido caminando o estando enfermo. Porque desde los once de mi edad en que empecé a estudiar la Filosofía, observé aquel gran sentir de Cicerón por Arquías… (…)
No debía hacer poca estimación de sus libros Gutierre Velázquez pues los consagró a Dios después de su muerte dejando en vida por herederos de ellos al Monasterio de San Francisco de Cuéllar, y tomándolos prestados de él en cuanto viviese. (…)
Y no debió de ser legado de pequeña estimación por el aprecio que de los libros se hacía entonces. A lo menos no pagaban alcabala, como en nuestros días se ha ventilado; pues desde el año 1480 mandaron los Reyes Católicos en Toledo por ley que no pagasen los libros ningún derecho, por mar ni por tierra, que es la ley 22 del libro cuarto Título del Ordenamiento Real, y la 21 del título séptimo del primer libro de la Nueva Recopilación.
Dedúcese otrosí del testamento de Gutierre Velázquez otra particularidad de honor, y es que posaba dentro del Palacio de la reina Doña Isabel, que los que saben los estilos de la casa real conocerán cuan gran preeminencia es; pues en la de la reina solo puede vivir el que tiene el título de Mayordomo Mayor, que ha sido y es tan grande en todos los reinos y siglos, que de sus prerrogativas hay libros enteros. (…) Este es el oficio que ejerció Gutierre Velázquez en la casa de la reina Doña Isabel, ora le llamemos Mayordomo al uso de Castilla, o Gobernador de la casa conforme al estilo de Portugal. (…) Entra en el cuarto de la reina, aún estándose tocando y cuando está enferma en la cama, y por todos los aposentos de las damas. Con que asienta bien la autoridad que Gutierre Velázquez tuvo en la casa de la reina Doña Isabel; y debe entenderse lo mismo de Doña Catalina França, su mujer, que la sirvió de Camarera Mayor, y tanto, como puede colegirse de su testamento.

martes, 7 de enero de 2020

BILLETE ANÓNIMO PARA ANTONIA DE FIGUEROA (1791)


Los delitos de injurias verbales (ya fueran estas dichas de viva voz o escritas) constituyeron una de las realidades más habituales en las salas del crimen de los tribunales españoles en el Antiguo Régimen. Las víctimas de estos ataques se veían obligadas a defender su inocencia frente a las faltas imputadas, que, muchas veces no eran más que infundados rumores que no se sostenían. Ese fue el caso de doña Antonia de Figueroa, una viuda de la villa de Cuéllar, que tuvo que ver cómo se le imputaba una relación carnal con un religioso del convento de la Trinidad. El vergonzante “delito” fue publicado mediante dos anónimos (más otro que se lanzó suelto y no llegó a ser leído) que se pegaron con engrudo, uno en las puertas carreteras de su vivienda y el otro en el arco de la Trinidad. Así doña Antonia hubo de defender su honra y aclaró que las supuestas visitas amorosas del fraile se habían producido a raíz de la enfermedad de una de sus criadas, quien había recibido la extremaunción de manos del religioso. No solo se aclaró este malentendido, sino que doña Antonia pudo ver cómo la justicia desentrañaba la identidad de los autores de los pasquines, así como su pago ante la justicia.

Este es el contenido injurioso de uno de los dos pasquines:

Aquí bibe la puta y la zorra del Minis-
tro de la Trinidad, la escandalosa altanera,
la muger soberbia que es preciso que
aiga un exemplar para que esa banidad sea
batida, esa Muger borracha que despues
de bebida no sabe lo que se hace. Esa zorro-
na que da entrada al fraile por la puerta
(…) la par a las doce de la noche. Desde que la
comunidad lo recoge él se sale y a
ella la an encontrado con la capa de su
hijo arrebujada zerca del espolón y esta es
la muger que fue de Don Melchor de Rojas.

(Archivo de la Real Chancillería de Valladolid. Sala de lo Criminal. Pleitos criminales. Caja 73, Expediente 3. Fol. 1r)


Dimos cuenta de este incidente en la entrada titulada Los mentideros de la villa. Ahora, por su interés para ilustrar este tipo de delito, ha sido dado a conocer este pasquín en la recién publicada obra Huellas de tinta y papel (Laura Martínez Martín, Guadalupe Adámez Castro y Elisa García Prieto). Se recogen en este libro, de formato original (por fichas), 106 cartas escritas por la gente del común durante la Edad Moderna (1500-1833). De entre las más de tres mil que han hallado, han elegido este boleto difamatorio para doña Antonia de Figueroa entre las cien seleccionadas.