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lunes, 31 de enero de 2022

LOS PAPAGAYOS DE DIEGO VELÁZQUEZ.

En el año 1519 el cuellarano Diego Velázquez, adelantado de Cuba, hizo llegar desde la isla del caribe dos papagayos. Según hizo constar, uno era para el rey Carlos I y el otro para el obispo de Burgos, que a la sazón era Juan Rodríguez de Fonseca. ¿Qué relación hubo entre el prelado burgalés y el conquistador para que este lo tuviera presente con este regalo? Juan Rodríguez de Fonseca había sido miembro del consejo de los Reyes Católicos y fue el primer organizador de la política colonial castellana en Indias. Se encargó de la logística que, con mucha eficiencia, ejecutó para el segundo viaje de Cristóbal Colón, en el año 1493. Este viaje lo conformaban 17 navíos y 1.200 hombres, entre ellos embarcaba Diego Velázquez de Cuéllar.
Fonseca defendía el protagonismo único y directo del rey en la empresa de las Indias, por encima de los derechos que a Cristóbal Colón se le habían reconocido en las capitulaciones con los monarcas. Igual que el cuellarano Diego Velázquez, Juan Rodríguez de Fonseca murió en el año 1524 y se mandó enterrar en la iglesia de Santa María de Coca, villa que era señorío de su familia.
Los papagayos que envió en su día el adelantado Diego Velázquez se corresponden con el llamado guacamayo cubano (Ara tricolor), pájaro exótico de vistosos colores. La captura de estas aves fue habitual y se incrementó, pues eran hermosos regalos para los reyes, siendo por esto diezmada su colonia. La deforestación que se llevó a cabo durante la etapa colonial, eliminando sus últimos hábitats, exterminó a los últimos ejemplares. El último ejemplar conocido fue abatido en 1864.

sábado, 1 de enero de 2022

EL COBRO DEL VOTO DE SANTIAGO EN EL CARRACILLO.

Chañe, 1706 

La tranquilidad habitual de aquella mañana en Chañe quedó rota con la llegada al lugar de dos hombres a caballo. Eran nada menos que los representantes del arzobispo de Santiago de Compostela. Venían al pueblo para hacer diligencias por haberse falseado el padrón para el cobro del llamado Voto de Santiago, evitando con ello que muchos vecinos lo pagasen. Era este método una de las pocas maneras de aliviar el pago de este impuesto considerado injusto desde sus orígenes. Para evitar que otros lugares imitaran la artimaña de los chañeros, los hombres del arzobispo habían venido al pueblo para denunciar y castigar a los que figuraban como firmantes de aquel padrón: Antonio Pedriza y el fiel de los hechos Dionisio de Andrés. Cuando los forasteros requirieron la colaboración de Dionisio en las diligencias a llevar a cabo, éste se puso a la defensiva y les preguntó, con palabras alteradas, que para qué efecto y al saber que se actuaba contra él y sus vecinos se negó a colaborar. Este desacato hizo que el representante del arzobispo le amenazara con la excomunión, al tiempo que reclamaba la presencia de la justicia del pueblo para poner al fiel de hechos en la cárcel, pero el alcalde y los regidores, que eran los que tenían las llaves, ya se habían ausentado del pueblo. Le dijeron entonces al escribano rebelde que tuviera su casa por cárcel, bajo pena de cincuenta ducados. Fue entonces cuando Dionisio de Andrés aún se alteró más diciéndole al juez que no lo obedecía y, manoteando, llegó a zarandearlo. Para que la escena fuera, si cabe, más cervantina, mediaron para aplacar los ánimos el señor cura y un trinitario calzado, de los de Cuéllar, que andaba por el pueblo. Finalmente, el juez pudo leer la orden que traía. Por ella se comunicaba el pleito interpuesto en la Chancillería de Valladolid a los vecinos de Chañe. Era una denuncia de tantas por razón presunta de impagos y fraude en el Voto de Santiago. Los dos jinetes salieron después del pueblo en dirección al Arroyo.
El Voto 

El pago de aquella contribución que se pedía tenía sus orígenes en los años más oscuros de la Edad Media. Se basaba en una doble patraña, a saber, por un lado en una batalla que nunca tuvo lugar, la de Clavijo, y por otro en la supuesta intervención sobrenatural del apóstol en la misma para decantar la victoria a favor del rey Ramiro. En agradecimiento al apóstol, este rey habría dictado el voto de Santiago, comprometiendo a todos los cristianos de la Península, al pago de una medida de trigo por cada pareja de bueyes o yunta de labor. Se establecía así un impuesto extra a pagar a la iglesia, cuyo beneficiario sería el arzobispado de Santiago y que era lineal, porque no tenía en cuenta si la cosecha había sido mala o buena, o si la tierra era más o menos productiva. El valeroso ataque le valió al apóstol para los restos el sobrenombre de Santiago Matamoros, convirtiéndose en símbolo del combate contra el Islam. En Pinarejos hallamos en el atrio de su iglesia una pintura, del primer tercio del siglo XV, que representa esta escena. El Santiago de esta obra se adapta al modelo tradicional: monta un caballo blanco, blande una espada con su mano derecha, sujeta las bridas del animal con la mano izquierda, la misma en la que también enarbola el estandarte que simboliza su victoria sobre los infieles. Le falta, sin embargo, la épica y el dramatismo de la representación de la batalla de Clavijo en siglos posteriores, sobre todo en los cuadros barrocos. Durante los primeros siglos desde su invención no supuso el Voto un pago obligatorio, sino más bien una tradición de limosna, por eso no estaba penado no pagarlo. Este aspecto cambió en 1492 cuando los Reyes Católicos, con la euforia por la conquista de Granada, decidieron poner al día el Voto en agradecimiento personal al Apóstol Santiago y lo hicieron obligatorio per secula seculorum. En los tres siglos siguientes a su implantación como obligado, la rebeldía, las trampas y las ocultaciones fueron constantes. Campesinos y concejos protestaron durante todo el siglo XVI, oponiéndose a la injusticia de un impuesto más. Recurrieron a los tribunales de apelación y en las Chancillerías de Valladolid y Granada se sucedieron más de tres mil pleitos de otros tantos villas y pueblos. Pero estos pleitos eran sistemáticamente ganados por los procuradores de la Catedral de Santiago que había dispuesto un aparato de letrados en las Chancillerías que defendían sus intereses.
Los testigos hablan

En el siglo XVIII la catedral de Santiago había puesto mayor celo en el control del pago de la contribución en las tierras al norte del Tajo, las que dependían de la Chancillería de Valladolid. De la lectura del pleito, que presentamos aquí, deducimos que el delito del que se acusaba a los de Chañe no era tal como lo planteaban los encargados de cobrar el Voto. Habían realizado los chañeros un padrón recogiendo los labradores de yunta y media yunta para su pago. No habían usado el padrón del guarda del campo porque las bestias llamadas de huelga o de ayuda no cotizaban. No habían incluido a los que labraban con yuntas prestadas o alquiladas porque supondría pagar por ellas dos veces. Como el asunto afectaba a los demás lugares comarcanos, el pleito quedó establecido, y así consta en la documentación, entre los lugares de la Tierra de Cuéllar que llaman El Carracillo con el señor arzobispo, deán y cabildo de la santa Iglesia del señor Santiago sobre la forma y modo de pagar el Voto del Apóstol. Para preparar sus alegaciones contra los denunciados, la maquinaria de letrados de la Catedral de Santiago siguió su curso y realizó un interrogatorio a diferentes vecinos de la comarca para recabar los detalles de cómo se había cobrado de siempre el Voto de Santiago en El Carracillo. El apoderado del arzobispo, Juan Antonio Montenegro, acompañado de un escribano receptor, inició los interrogatorios el 29 de febrero de 1708 en el lugar de Arroyo. El primer testigo preguntado fue Blas de Sevilla, vecino del dicho pueblo, labrador de 65 años, que reconoció que el Voto de Santiago se pagaba en este lugar y demás lugares de la villa de Cuéllar, en el partido que llaman El Carracillo. Que siempre se había pagado por todos los labradores que tenían una yunta (6 celemines, que son media fanega) y los de media yunta (3 celemines). Esta respuesta va a ser unánime en el resto de testigos de los otros pueblos, si bien hay matices según la declaración de cada uno en algunos asuntos. En concreto, Blas de Sevilla señala que hasta el año 1700 se ajustaba con la persona que, como recaudador, arrendaba dicho Voto, por un tanto que luego se repartía entre los labradores del pueblo. A partir de dicha fecha empezaron los recaudadores a pedir los padrones del guarda de panes, que recogía el número de yuntas que tenía cada vecino, porque les traía más a cuenta. Hubo resistencia a entregar los padrones y entonces los recaudadores amenazaban con la excomunión, para lo que estaban autorizados. Otra pregunta incidía en comprobar si, además de los dichos labradores de yunta entera y media yunta, los pegujaleros y personas que labraban con yuntas prestadas o alquiladas habían pagado también el Voto de Santiago.“Pegujaleros son los labradores que labran las heredades con yuntas prestadas o alquiladas, mediante las cuales hacen dichas labores a costa de su dinero, por eso nunca se les había repartido el Voto”, así lo expresaba el testigo del Campo Francisco Abad. Era muy frecuente, según declaró Sebastián Ruano de Gomezserracín, que hubiera muchos labradores de un solo buey que buscaban otro para hacer la yunta. Esto se llamaba acoyuntar y los coyunteros eran siempre los mismos entre sí, porque eso suponía que sus animales estuvieran compenetrados para la realización de las labores. Es interesante el testimonio de Juan Magdaleno, barbero y labrador de yunta, natural de Cuéllar y establecido en Chatún, que dijo que en este pueblo y en Gomezserracín era habitual que algunos mozos labraran por su cuenta algunas senaras, pero que no se les repartía el Voto por este trabajo extra que hacían para su propio beneficio. Los padrones para cobrar el Voto En el pleito se pidieron como prueba los padrones que se habían realizado en los últimos años para el cobro del Voto en cada lugar. Consisten básicamente en la lista nominal de los dueños de yuntas completas y de media yunta. Se señalan también a los que se tiene por pegujaleros. En los padrones realizados en 1710, el recaudador del Voto apuntó algunas breves notas para cada lugar, referidas a las dificultades en el cobro, a la calidad del grano recogido y otras de tipo logístico (incluso hay una nota sobre botánica en el caso de Gomezserracín). Entregar trigo morcajo por trigo de primera como exigía el Voto parece que era otra práctica habitual para defraudar. Arroyo: está quebrado este lugar, el trigo centenoso, cobrose en un día y se llevó al Campo (23 fanegas). Chañe: es buen lugar y buen trigo, tardé día y medio en cobrar y repartir. Sanchonuño: tardose en cobrar día y medio y sin dilación, todo lo que se cogió es peor de morcajo, mal lugar, llevar que comer. Mudrián: cobrose en un día, mala gente y mal lugar, todo centeno, llevar que comer y cama para dormir. Pinarejos: mal lugar y todo centeno. Gomezserracín: persicaria immaculata en la fuente de este lugar, hay mucha quiebra y casi todo de centeno, cobrose en un día. Chatún: está muy acabado y mal trigo, llevar pan que palomina hay y buena posada. Samboal: 3 fanegas y una cuartilla en total. El padre de la granja una yunta. Narros: es razonable lugar y buen trigo, cobré en un día, buen lugar para pasar a La Fresneda.
El Voto y La Armedilla 

Hacia 1437, el arzobispo de Santiago de Compostela, don Lope de Mendoza, hizo donación al convento de la Armedilla del Voto de Santiago por lo que le tocaba a Cuéllar y su Tierra. ¿Cómo es posible que don Lope se fijara en aquel retirado convento jerónimo para hacerle tan generosa donación? Se explica esta limosna porque el arzobispo era hombre del círculo de Fernando de Antequera, señor de Cuéllar y fundador de la Armedilla, así como del círculo de su hijo y heredero de la villa, Juan de Navarra. Contribuía con ello al sostenimiento del cenobio jerónimo. Esta donación supone un caso singular. Sin embargo, del análisis del pleito podemos asegurar que el arzobispo sólo donó lo que correspondía a los sexmos de Montemayor, Valcorba y a la propia villa de Cuéllar. Quedaron fuera los sexmos de Navalmanzano, La Mata y Hontalbilla. Esto se deduce de la declaración de un testigo de las probanzas, que por su parte, hicieron los de El Carracillo para su defensa en el pleito. Jerónimo Conde, vecino de Montemayor, dijo que aunque su pueblo era jurisdicción de Cuéllar, él no era parte interesada en el pleito porque el Voto de Santiago se pagaba en su lugar a los religiosos de La Armedilla, como lo hacían también los de la villa de Cuéllar y los del sexmo de Valcorba. Refuerza el de Montemayor su declaración sobre la base de que por los mismos motivos que litigaban los de El Carracillo había litigado el convento de La Armedilla con los lugares donde les pertenecía el Voto. Un acuerdo de las Cortes de Cádiz vino a poner fin al Voto de Santiago, solo de momento. En cuanto regresó Fernando VII al trono se volvió a instaurar. En el año 1828, con los jerónimos retornados a su monasterio de La Armedilla después de la Francesada, asistimos al último pleito en la Chancillería que el prior les puso a los vecinos de Cogeces del Monte en relación con el Voto de Santiago. Quería el fraile que también pagaran las yuntas burreñas, las que se formaban con dos asnos. Y lo ganó. 

 J. Ramón Criado Miguel 

 Fuente principal: Archivo de la Chancillería de Valladolid. PL.CIVILES. PÉREZ ALONSO (OLV). CAJA 0043.0001. (1707-1712)