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lunes, 18 de diciembre de 2023

LAS TABLAS FLAMENCAS DEL RETABLO DE CARBONERO EL MAYOR Y LA FAMILIA DEL SELLO.

En el patrimonio artístico de Carbonero el Mayor destaca su iglesia parroquial de San Juan Bautista y dentro del edifico, su joya, el impresionante retablo renacentista realizado a mediados del siglo XVI. Componen esta obra un total de veintiuna escenas pintadas en óleo sobre tabla catalogadas dentro de la pintura flamenca con influencia italiana. Su valor artístico es de primer orden y por ello fue declarada Bien de Interés Cultural con categoría de monumento. Enmarca la obra de pincel del retablo su soporte, o mazonería, con su propia iconografía en los relieves que la cubren y que suman a la calidad del conjunto. Se sigue sosteniendo en informaciones oficiosas que los autores fueron Baltasar Grande y Diego de Rosales, artistas del ámbito artístico abulense, ya que aparecen en la documentación parroquial percibiendo pagos por su participación en la obra. Sin embargo, la autoría de los citados pintores, en cuanto a la realización de las tablas, fue puesta en entredicho por Fernando Collar de Cáceres, especialista en el arte del Renacimiento castellano y sobre todo del de la provincia de Segovia. Desaparecido este historiador del Arte hace pocos años, pretendemos reivindicar los argumentos que expuso en el minucioso informe artístico que realizó sobre el retablo de Carbonero, cuando se abordó su restauración hace poco más de veinte años, donde propuso otra autoría para sus pinturas.

 

Vista de conjunto del retablo de Carbonero el Mayor.

Carbonero hace 500 años.

Las Averiguaciones de la Corona de Castilla (1525-1540) registra que Carbonero el Mayor era un lugar del sexmo de Cabezas, dentro de la Tierra y Ciudad de Segovia. Carbonero, que siempre tuvo esa categoría de lugar y nunca quiso aspirar a ser villa, era el núcleo más poblado de los veintidós que componían la demarcación. Contaba en el tiempo de las Averiguaciones con 224 vecinos pecheros que, junto a los hidalgos que no se computan en la información, nos permite estimar una población total ligeramente por encima de los mil habitantes. Le seguían en importancia Mozoncillo con 172 pecheros, Aldea Real con 157, Escalona con 142 y Cantimpalos con 78. El resto de lugares no alcanzaba los 50.

La economía de Carbonero, como en todo el sexmo, era básicamente agrícola en torno al cultivo de cereales, viñedo y algo de rubia, planta tintorera, aunque en tierras en su mayoría en régimen de arrendamiento, que suponían más del sesenta por ciento de las mismas. Este alto porcentaje de tierras arrendadas indica la propiedad de grandes terratenientes, la mayoría, como la familia del Sello para el caso de Carbonero, inversores de la capital. Se adquirieron propiedades agrarias convencidos los compradores de la seguridad y de la riqueza que esto les reportaría. El extraordinario crecimiento demográfico experimentado en el siglo XVI aumentó la demanda y elevó los precios de los productos agrícolas y, por lo tanto, la rentabilidad de las tierras de labor para los rentistas, como era el caso de la familia del Sello en Carbonero. El propietario burgués de la capital era novedoso para los campesinos y se suscitó en estos cierto resentimiento, sobre todo porque sabían su origen converso. Tampoco se puede afirmar que fueran inversores estrictamente absentistas, puesto que al tener sus propiedades en el entorno próximo a su ciudad de residencia, participaban en el control de sus haciendas y arrendamientos a través de la figura del mayordomo o administrador. Las rentas se cobraban en especie y los del Sello tenían en Carbonero, además de un palacio, sus paneras donde almacenaban los cereales. Acaparaban así importantes cantidades de grano que les permitía especular con sus excedentes en los años de escasez, aunque siempre se dijera que se vendía a la tasa. En el año 1542, Antonio del Sello denunció, véase la paradoja, a la mismísima Inquisición de Valladolid porque uno de sus inquisidores, el doctor Ruesga, le había dejado a deber poco más de catorce mil maravedíes por setenta fanegas de trigo y algunas de cebada, que le había puesto en su casa de la capital del Pisuerga desde Carbonero el Mayor.

Fue en este contexto de bonanza económica general del quinientos cuando el lugar de Carbonero abordó el encargo y realización de su retablo mayor, con su banco, cuatro cuerpos, cinco calles y veintiuna tablas. El contrato se firmó en 1548 con los citados Diego de Rosales y Baltasar Grande, pero el incuestionable carácter flamenco de las pinturas que vemos en la obra, que va más allá de una mera cuestión de influencias estilísticas, ha hecho pensar que los autores materiales de las pinturas fueran otros.


Un retablo hecho en Flandes a la manera de Flandes.

A la afirmación que encabeza este apartado llegó Collar de Cáceres después de su análisis estilístico de las tablas de Carbonero. Para demostrar su propuesta, parte de la comparación de las pinturas segovianas con las de Flores de Ávila, localidad abulense en el corazón de La Moraña; allí está confirmado que Diego de Rosales fue el autor de la pintura figurativa de las tablas del retablo mayor de su parroquia y, a la vez, muestra segura de su competencia creativa. El estilo de Rosales en esta obra debe mucho a la corriente castellana de filiación berruguetesca y carece de cualquier componente flamenco. Hasta un profano en la materia percibiría que nada tienen que ver las unas con las otras. Es un argumento irrefutable para poder descartar, de manera plena, la participación de Rosales en la pintura figurativa de las tablas de Carbonero. Rosales se habría reservado el papel de empresario e intermediario representando en Carbonero los “intereses de un artista ausente”, y realizando él labores de policromía. Baltasar Grande, sólo citado en cuentas de los primeros años de la obra, habría que relacionarlo con la intervención en la ejecución de la mazonería, paso previo al encargo de las tablas.

Martirio de Santa Águeda. Carbonero
Retablo de Flores de Avila. Diego de Rosales












Aún así, la información de la socorrida wikipedia, estática y poco permeable a aportaciones nuevas, sigue atribuyendo la autoría de las tablas segovianas a Rosales y Grande, sin ni siquiera barajar otra posibilidad.

¿Cómo explicar la conexión entre Carbonero y Flandes? Muchas pinturas flamencas llegaron a Segovia desde el cuatrocientos y continuarían haciéndolo en el quinientos. En su mayor parte adquiridas por mercaderes locales en las ferias castellanas o en el mismo Flandes. Las importantes relaciones comerciales entre Castilla y Flandes, desarrolladas a lo largo del siglo XV, con la apertura de consulados y la presencia de mercaderes en Brujas o Amberes, tuvieron mucho que ver con la considerable llegada de las apreciadas pinturas flamencas a España. De este comercio artístico hay buenos ejemplos en Segovia como el tríptico de El descendimiento, obra de Ambrosio Benson. Nos quedaría identificar, para el caso de Carbonero, el personaje que hizo de enlace entre el proyecto del retablo y el pintor flamenco del que se ignora su nombre, ya que Benson había muerto en 1550. Buscamos un personaje local con vínculos con las tierras flamencas. De que los miembros de la familia del Sello viajaban por negocios a Flandes da fe una anotación en el Libro de Acuerdos del Ayuntamiento de Segovia en 1542, noticia que dio a conocer Ruiz Hernando: “Mandaron librar a Antonio del Sello cien ducados para comprar y traer de Flandes tres docenas de çiringas y ciertas herradas de cuero para matar fuegos”. Debía tratarse de lo último en la tecnología de entonces para sofocar incendios. Esto, junto a otras noticias referentes a la exportación de lana a esta zona europea en las que aparecen los del Sello, nos lleva a pensar, para los años de la realización del retablo, en Manuel y Antonio del Sello, hijos del Antonio antes citado, importantes mercaderes que heredaron la actividad exportadora familiar y con propiedades en Carbonero el Mayor, como hemos dicho.

Palacio del Sello. Carbonero el Mayor.

Orígenes de la familia del Sello.

El trabajo del profesor Mosácula sobre los judíos conversos y la oligarquía de Segovia, que muchas veces son la misma cosa, ha puesto mucha luz sobre esta especie. Lo aprovecho aquí para tratar de identificar qué Antonio del Sello era el que vivía en el momento de la realización del retablo, ya que Antonio fue el patronímico por excelencia de esta familia. Pasaba con el mayorazgo este nombre de padres a hijos, siempre nombrando Antonio al primogénito, repitiéndose al menos hasta seis generaciones continuadas durante doscientos años, lo que lleva a esta genealogía a ser algo dificultosa.

La familia del Sello descendía del judío Abraham Correnviernes, mote que es contracción de corre en viernes, referido a la prisa con que el judío buscaba resolver sus asuntos pendientes el viernes, día anterior en que está obligado a observar el sabat. Algunos de sus miembros, ya convertidos, murieron en la hoguera ajusticiados por judaizantes. Nos referimos a Ruy González Correnviernes y a su hermano Juan Çipote, ascendientes de Francisco del Sello Çipote, que compró la casa que la Inquisición había embargado a Juan Çipote, en la plaza mayor. Francisco del Sello fue padre del primer Antonio del Sello; aparece en una nómina de rehabilitados que pagaron diferentes sumas para blanquear el nombre de sus familias.

La casa citada en la plaza Mayor sería la principal residencia de los del Sello, siendo por tanto parroquianos de San Miguel en la capital. Esa casa lindaba con el Ayuntamiento. Por esta razón los del Sello no figuran en los libros sacramentales de Carbonero, lo que no es óbice para que llegado el caso, ya que su relación con el pueblo es temprana, colaboraran en los gastos y proyectos en el lugar donde eran los mayores terratenientes. Sirva como prueba que Antonio del Sello Espinar en su testamento de 1587 estableció una manda piadosa para que se repartieran 10.200 maravedíes entre los pobres de Carbonero. Queremos decir que los del Sello no estarían ajenos a la realización del retablo para la iglesia, participando en su realización, incluso en su intermediadión, ya que el indudable carácter flamenco de las pinturas hace pensar que el principal retratado en ellas sea algún personaje local con vínculos don Flandes. Y es en este punto donde surgen los nombres de Antonio y Manuel del Sello, coetáneos a su realización.

Un verso suelto en el retablo.

El programa iconográfico del retablo es transversal por los temas que abarca y bien concebido a la demanda de los comitentes carbonerenses. Los cuatro evangelistas en el banco; las tablas dedicadas al Bautista, patrón de la parroquia; las referidas a la Pasión de Cristo; sólo una dedicada a la Virgen; el resto de pinturas referidas a santos y mártires con más devoción en Carbonero. Sin embargo, hay un verso suelto en el plan: la tabla denominada como Predicación de un santo obispo. En ella Collar de Cáceres buscó algunas claves para entender este retablo. Se representa en este cuadro a un santo predicador, cuya identidad es dudosa, dirigiéndose a un auditorio de infieles, moriscos y judíos, a los que trata de convertir. San Vicente Ferrer predicó en Segovia, con esta intención, en los primeros años del cuatrocientos, pero no es reconocible en la imagen. Cierto es que no dispondrían los pintores de grabados en los que inspirarse, ya que es un tema iconográfico raro y a demanda del comitente, solucionando la dificultad lo mejor que pudieron. Los dos personajes que aparecen retratados a la derecha de la composición; asisten al acto desde el lado de la epístola, el lado de los iniciados. Los del Sello, y todos, saben de su origen pero lo blanquean demostrando que son buenos cristianos y de paso perpetúan su memoria pagando la inclusión de sus retratos en el retablo del pueblo en el que tanto tienen. El auditorio del predicador compone una variada galería de tipos humanos que contrasta radicalmente con los personajes pintados a la derecha por percibirse que éstos son dos auténticos retratos. Las razones para la inclusión de los mismos en la obra tratamos de razonar aquí y conviene recalcar que se hubo de posar para el artista en el mismo Flandes, acaso en Brujas, donde llegarían seguramente por razones comerciales.

Predicación del santo obispo. Carbonero el Mayor

Estaríamos ante el retrato de Antonio del Sello Espinar, que es la identificación que proponemos, realizado durante la última fase de ejecución de las tablas hacia el año 1555. Contaría entonces en torno a los treinta años de edad, que se corresponde con su ciclo vital otorgando un testamento que hizo con tiempo, para no dejar nada al azar, en el año 1587 ante el escribano Juan de Junguito, documento también dado a conocer por Mosácula. Declara que era hijo de Antonio del Sello y de María del Espinar, de los que había heredado un importante patrimonio. Sólo por el mayorazgo de su padre tenía 270 fanegas de trigo y 78 de cebada de renta cada año situadas en tierras de su majestad en el partido de Segovia, principalmente en Carbonero.

Retratos del retablo de Carbonero.
También había heredado de su hermano Manuel del Sello casi dos millones de maravedís, de los cuales había donado mil ducados para el Colegio de los Niños de la Doctrina, fundación de Manuel en Segovia. De esto se deduce que el hermano de Antonio fuera célibe o que, al menos, no tuviera descendencia y que hubieran sido socios en algunas de las actividades que realizaron. Manuel es el otro posible personaje retratado en el retablo, detrás de su hermano, el parecido es razonable y más probable que fuera un autorretrato del pintor de las tablas, como propuso Collar.



Como signo de prestigio, los del Sello se hicieron también con un emblema heráldico que luce en las paredes de su palacio de Carbonero. Coincide este escudo con el de los Torres de Nava de la Asunción o de Cuéllar, aunque ignoramos si había conexiones familiares entre éstos y los del Sello. El escudo lo conforman cinco torres en aspa sobre fondo azul que está timbrado con corona real. El uso de esta corona lo justificaba el obispo cuellarano Juan de Torres Osorio en su testamento en relación a un documento, de dudosa autenticidad, que se remontaba al año 1091, en el que el rey Alfonso VII de León les otorgaba esta merced a los Torres por los servicios prestados y por una presunta relación de parentesco con el monarca. A pesar de lo dicho, los Torres lo hicieron pasar por bueno y usaron de este privilegio como mérito en su hoja de servicios y lo expresaron también en la piedra. En Carbonero no destaca tanto en el escudo del palacio dicha corona real, como en el otro que tiene en su fuente el obispo fray Sebastián de Arévalo, que era de los Torres, en su Nava de Coca natal, pero tampoco pasa aquí desapercibida a poco que nos fijemos.


José Ramón Criado Miguel