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miércoles, 25 de octubre de 2017

D. JUAN ANTONIO BELICIA: DATOS PARA LA BIOGRAFÍA DE UN CURA DE PUEBLO.


D. JUAN ANTONIO BELICIA

D. Juan Antonio Belicia fue cura de Sanchonuño (Segovia) durante el primer tercio del siglo XIX (1803-1835), fue por lo tanto testigo de una época convulsa significada por la invasión napoleónica y  los vaivenes del reinado de Fernando VII. Era natural de Traspinedo, pueblo vallisoletano que si bien no pertenecía a la Tierra de Cuéllar, linda con ella y su parroquia pertenecía al obispado de Segovia, posible razón por la que acabaría siendo párroco en Sanchonuño. Antes lo había sido en Aldealuenga.  Los escaso datos biográficos están extraídos de los libros parroquiales en los que se percibe que solía delegar en otros clérigos, tenientes de cura, para la administración de los sacramentos. Es el ejemplo de cura rural que durante la Guerra de la Independencia se opone de una manera abierta a los franceses y que al regreso del rey se manifiesta partidario del Antiguo Régimen del “Altar y el Trono” y por tanto recibirá al Gobierno Constitucional con recelo y parece que muy pronto con abierta oposición. Esta afirmación puede extraerse de la introducción del Sermón de acción de gracias que él mismo predicó en Cúellar para celebrar el regreso del Rey como monarca absoluto en 1823 y lo sintetiza así en la edición impresa del sermón:

 


El amor que he tenido siempre a las reales personas de Vuestras Majestades y Altezas, este verdadero amor que arrojó sobre mí todo el furor napoleonista, que casi me puso en las escaleras del suplicio, que me saqueó, persiguió de muerte, y que en la revolución constitucional me ha hecho sufrir amenazas de multas y prisiones   y que a pesar de una edad avanzada y enfermiza no le permitió desentenderse del encargo con que le favoreció el fiel y cristiano Ayuntamiento de Cuéllar, no le deja libertad ni elección sino para dedicar este sermón a VV.MM. y AA..

Dígnense VV.MM. y AA. de admitir benignamente esta señal de amor y fidelidad que respetuosamente ofrecen

A la Real Persona de Vuestras Majestades y Altezas

El Ayuntamiento de Cuéllar

y Párroco de Sanchonuño.

 



 

(Sermón de acción de gracias pronunciado en Cuéllar por don Juan Antonio Belicia, párroco de Sanchonuño, impreso en Valladolid, 1824).


Que hallándose con la avanzada edad de cerca de ochenta años y con la salud muy quebradiza y casi imposibilitado de la vista, le es absolutamente imposible dirigir y gobernar sus rentas y propiedades.
La firma de don Juan Antonio de muestras de que su estado de salud es precario.
Renuncia de una Capellanía en la villa de Traspinedo hecha por Juan Antonio Belicia parece que a favor de su sobrino León Belicia. Este documento ya ni está firmado por Antonio Belicia y sí aparece la firma de Serafín Herranz, el sacristán cuyo nombramiento había vetado en su día. Otros testigos Antonio Vicente, Julián Martín y el dicho Serafín.
Dijo que en 13 de enero de 1829, otorgó su testamento en cédula por certificación de Antonio Miguel, fiel de los hechos de Sanchonuño, y ante cinco testigos vecinos del mismo, y en diez de diciembre de 1832 lo otorgó también en mi testimonio (escribano Antonio Sáez) dejando en su fuerza y vigor todo lo estipulado en dicho testamento en cédula, con las solas advertencias de las que resultan del otorgado ante mí.
Aquí añade que se le pague a su ama Isabel Rodrigo los salarios que se le deben a razón, desde que fue cura en Aldealengua hasta el día en que deje de serlo a razón de 40 reales por mes, hasta que deje de serlo, por sus servicios y por el interés con que ha mirado lo mío
Igualmente que a su hermano Manuel Belicia se le paguen las soldadas de todo el tiempo que le ha estado sirviendo, a razón de 500 reales cada año.
Que se paguen a Juliana y Gregoria Senovilla, sus criadas naturales de la villa de Cuéllar, sus salarios a razón de 25 reales por mes.
Heredera después de Manuel, su hermano, e Isabel, su ama, sea su heredera Juana Belicia, hija de León Velicia , susobrino





 

Con todo, los eclesiásticos segovianos durante el Trienio Liberal (1820-1823) no exteriorizarán una actitud de franca y activa oposición al constitucionalismo hasta mayo de 1823, cuando el sistema político se derrumba. Será entonces cuando desde el obispo hasta los humildes curas de aldea, y este es el caso de D. Antonio Belicia denuncien sin ambigüedades al sistema constitucional como impío y funesto, y califiquen a sus adeptos como «infame secta revolucionaria».

El clero, a pesar de la adhesión incondicional que por motivos ideológicos una minoría de eclesiásticos ilustrados presta a las nuevas instituciones, acabará oponiéndose en su mayor parte al constitucionalismo ante el ataque sistemático de los liberales contra las bases económicas de la Iglesia.