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miércoles, 25 de octubre de 2017

D. JUAN ANTONIO BELICIA: DATOS PARA LA BIOGRAFÍA DE UN CURA DE PUEBLO.


D. JUAN ANTONIO BELICIA

D. Juan Antonio Belicia fue cura de Sanchonuño (Segovia) durante el primer tercio del siglo XIX (1803-1835), fue por lo tanto testigo de una época convulsa significada por la invasión napoleónica y  los vaivenes del reinado de Fernando VII. Era natural de Traspinedo, pueblo vallisoletano que si bien no pertenecía a la Tierra de Cuéllar, linda con ella y su parroquia pertenecía al obispado de Segovia, posible razón por la que acabaría siendo párroco en Sanchonuño. Antes lo había sido en Aldealuenga.  Los escaso datos biográficos están extraídos de los libros parroquiales en los que se percibe que solía delegar en otros clérigos, tenientes de cura, para la administración de los sacramentos. Es el ejemplo de cura rural que durante la Guerra de la Independencia se opone de una manera abierta a los franceses y que al regreso del rey se manifiesta partidario del Antiguo Régimen del “Altar y el Trono” y por tanto recibirá al Gobierno Constitucional con recelo y parece que muy pronto con abierta oposición. Esta afirmación puede extraerse de la introducción del Sermón de acción de gracias que él mismo predicó en Cúellar para celebrar el regreso del Rey como monarca absoluto en 1823 y lo sintetiza así en la edición impresa del sermón:

 


El amor que he tenido siempre a las reales personas de Vuestras Majestades y Altezas, este verdadero amor que arrojó sobre mí todo el furor napoleonista, que casi me puso en las escaleras del suplicio, que me saqueó, persiguió de muerte, y que en la revolución constitucional me ha hecho sufrir amenazas de multas y prisiones   y que a pesar de una edad avanzada y enfermiza no le permitió desentenderse del encargo con que le favoreció el fiel y cristiano Ayuntamiento de Cuéllar, no le deja libertad ni elección sino para dedicar este sermón a VV.MM. y AA..

Dígnense VV.MM. y AA. de admitir benignamente esta señal de amor y fidelidad que respetuosamente ofrecen

A la Real Persona de Vuestras Majestades y Altezas

El Ayuntamiento de Cuéllar

y Párroco de Sanchonuño.

 



 

(Sermón de acción de gracias pronunciado en Cuéllar por don Juan Antonio Belicia, párroco de Sanchonuño, impreso en Valladolid, 1824).


Que hallándose con la avanzada edad de cerca de ochenta años y con la salud muy quebradiza y casi imposibilitado de la vista, le es absolutamente imposible dirigir y gobernar sus rentas y propiedades.
La firma de don Juan Antonio de muestras de que su estado de salud es precario.
Renuncia de una Capellanía en la villa de Traspinedo hecha por Juan Antonio Belicia parece que a favor de su sobrino León Belicia. Este documento ya ni está firmado por Antonio Belicia y sí aparece la firma de Serafín Herranz, el sacristán cuyo nombramiento había vetado en su día. Otros testigos Antonio Vicente, Julián Martín y el dicho Serafín.
Dijo que en 13 de enero de 1829, otorgó su testamento en cédula por certificación de Antonio Miguel, fiel de los hechos de Sanchonuño, y ante cinco testigos vecinos del mismo, y en diez de diciembre de 1832 lo otorgó también en mi testimonio (escribano Antonio Sáez) dejando en su fuerza y vigor todo lo estipulado en dicho testamento en cédula, con las solas advertencias de las que resultan del otorgado ante mí.
Aquí añade que se le pague a su ama Isabel Rodrigo los salarios que se le deben a razón, desde que fue cura en Aldealengua hasta el día en que deje de serlo a razón de 40 reales por mes, hasta que deje de serlo, por sus servicios y por el interés con que ha mirado lo mío
Igualmente que a su hermano Manuel Belicia se le paguen las soldadas de todo el tiempo que le ha estado sirviendo, a razón de 500 reales cada año.
Que se paguen a Juliana y Gregoria Senovilla, sus criadas naturales de la villa de Cuéllar, sus salarios a razón de 25 reales por mes.
Heredera después de Manuel, su hermano, e Isabel, su ama, sea su heredera Juana Belicia, hija de León Velicia , susobrino





 

Con todo, los eclesiásticos segovianos durante el Trienio Liberal (1820-1823) no exteriorizarán una actitud de franca y activa oposición al constitucionalismo hasta mayo de 1823, cuando el sistema político se derrumba. Será entonces cuando desde el obispo hasta los humildes curas de aldea, y este es el caso de D. Antonio Belicia denuncien sin ambigüedades al sistema constitucional como impío y funesto, y califiquen a sus adeptos como «infame secta revolucionaria».

El clero, a pesar de la adhesión incondicional que por motivos ideológicos una minoría de eclesiásticos ilustrados presta a las nuevas instituciones, acabará oponiéndose en su mayor parte al constitucionalismo ante el ataque sistemático de los liberales contra las bases económicas de la Iglesia.

lunes, 4 de septiembre de 2017

LOS SEPULCROS DE MARTÍN LÓPEZ DE CÓRDOBA HINESTROSA E ISABEL DE ZUAZO.


LOS SEPULCROS DE MARTÍN LÓPEZ E ISABEL DE ZUAZO.

(Es continuación de un artículo anterior sobre los Hinestrosa en Cuéllar)


En el año 1508, Martín López de Córdoba Hinestrosa pensó en los dos arcosolios del lado de la epístola de la iglesia de San Esteban de Cuéllar para situar en ellos los sarcófagos que albergarían los cuerpos de él y de su mujer, Isabel de Zuazo. Estos arcosolios datarían de la época en que se hicieron las sepulturas confrontadas de Alonso García de León y de su mujer Urraca García de Tapia (año de 1404) y estaban ocupados. Artísticamente son gemelos en composición y estilo. Desalojar a estos parientes enterrados en su origen en este lado del presbiterio presupone que ya no contarían con descendientes directos en la época de Martín López que embarazaran las intenciones del regidor. La estructura arquitectónica de lucillo funerario en cuyo fondo encajaría perfectamente, por sus dimensiones, la tabla que el arcediano Gómez González dedicó a su padre y hermano (los dos Juanes Velázquez) se corresponde con estos arcosolios del lado de la epístola y sería el lugar original de dicha tabla. Como clérigo, el arcediano no dejó descendencia directa. Solo el Patronato del Hospital de la Magdalena podría oponerse a las intenciones de Martín López como garante de la memoria del señor fundador, que había sufragado las tablas. Pero D. Martín, como regidor perpetuo del Regimiento cuellarano, tenía mucho poder en dicho patronato para que este se opusiera a sus intenciones.


Conseguido su propósito, Martín López modificó el hueco de estos arcosolios, cuyo arco generador no es el arco apuntado de principios del siglo XV, sino un arco rebajado que queda por debajo del anterior. Resultando así un pabellón entre los dos arcos (el apuntado original y el nuevo, resultante de la modificación) tapizado con yeserías más pobres en técnica y en repertorio que las yeserías genuinas de principios del siglo XV, con las que intentan sintonizar.

Sepultura de Dña. Isabel de Zuazo y Cotes en el presbiterio de la iglesia de San Esteban en Cuéllar, Segovia. (Fotografía de José Ignacio Sánchez)

Esta modificación nos dificulta imaginarnos en este espacio las tablas que patrocinó Gómez González, que serían cambiadas de ubicación junto con los restos de los allí enterrados. Quedó así habilitado este espacio para recibir las dos grandes arcas con cubierta a doble vertiente donde, alrededor de la heráldica de los dos difuntos, campea la decoración a candelieri propia del Renacimiento temprano.

Lucillo para sepulcro procedente de la iglesia de San Esteban en Cuéllar, Segovia. Hoy en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid donde llegó en el año 1936, (JRC)


El legado de Martín López de Córdoba Hinestrosa, el mayorazgo por él fundado y el patronato de Alfonso García de León, se fue trasmitiendo de generación en generación, prefiriendo el varón a la hembra, pero sin descartar a estas. Esto dio lugar a que, en algún momento, dos herederos del legado pleitearan entre ellos para ver quién tenía más derechos a disfrutarlo. En el año 1775, D. Manuel Francisco Velázquez de Vellosillo, regidor perpetuo en el Regimiento, estaba agobiado por el apremio por vía ejecutoria que se le hacía para que reintegrara los 5.500 reales que había tomado de los caudales el Hospital de la Magdalena. El brazo de Baltasar Alonso, defensor de la institución, se hacía sentir y los ejecutores eran implacables. El Sr. Vellosillo se veía incapaz de afrontar el pago por varias urgencias que había tenido, lo que era sabido por todos. Propuso ir saldando la deuda con pagos anuales de cincuenta fanegas de granos. Detrás de esta insolvencia estaba el que su pariente, y también regidor perpetuo, Miguel Remigio Velázquez, le había disputado, y al final ganado, la posesión del mayorazgo fundado por Martín López, pues alegó más razones que él ante la Chancillería de Valladolid. Es en este pleito en el que se presentó el testamento de Martín López de Córdoba Hinestrosa, y en el expediente del mismo donde se ha conservado tan interesante documento. No es tan vistoso en su continente como las bulas de Isabel de Zuazo, pero el contenido, por su riqueza y diversidad de los asuntos que toca, supera con mucho, desde nuestro punto de vista, el propio interés de las bulas de Dña. Isabel en lo que se refiere para la historia de Cuéllar. (6)


martes, 15 de agosto de 2017

VILLALAR: EL CUELLARANO QUE CAPTURÓ A JUAN BRAVO





ALONSO RUIZ DE HERRERA: CAPTOR DE JUAN BRAVO.


Otra de las familias de abolengo en la villa de Cuéllar fue la de los Ruíz de Herrera. Tuvieron sus casas principales en la calle de Segovia y, por lo tanto, eran de nacimiento parroquianos de la iglesia de Santa María de la Cuesta. Sus blasones lucen en sus casas y dicho escudo de armas de los Herrera se compone de dos calderas con cabezas de serpientes en las asas y por orla once calderas más pequeñas. (7) Los Ruiz de Herrera fueron añadiendo otros cuarteles con las armas de las familias con las que fueron emparentando y, desde Alonso Ruiz de Herrera, la bandera que este ganó a un general francés en la batalla de Noaín (1521).




La familia Herrera se preciaba de su antigua hidalguía en la villa y desde la llegada a Cuéllar de los duques de Alburquerque, sus oficios habían girado en torno a los señores de la villa (algunos fueron corregidores de los llamados estados del duque, en Cuéllar y en Ledesma, por ejemplo). No son nada críticos con ellos, como lo fueron otras familias, y consideran a los duques miembros natos de la Cofradía de la Cruz. Estas circunstancias nos hacen sospechar si no sería otra de las familias llegadas a Cuéllar de la mano de D. Beltrán de la Cueva.


Aunque parroquianos de Santa María de la Cuesta, como se ha señalado, sus entierros los tenían en el convento de San Francisco (como los Velázquez, los Daza y los Rojas, en el lado del evangelio). La capilla primera del lado de la epístola era la que correspondía a los Ruíz de Herrera.


Fue Alonso Ruíz de Herrera el miembro más destacado de la saga familiar en el siglo XVI, fundador del mayorazgo. Nació con este siglo (circa 1500-1579) en la villa de Cuéllar y fue esencialmente un hombre de armas. Rojas le dedica una importante entrada como tal (nº 52 de la clase sexta) y describe su hazaña en la batalla de Noaín y, además, lo señala como el soldado que prendió a Juan Bravo en la Batalla de Villalar. También sabemos ahora que en el año 1519 estaba ya emplazado y dispuesto a cruzar el océano camino de Cuba, para ponerse a las órdenes de su paisano el adelantado Diego Velázquez de Cuéllar. Había servido hasta entonces como soldado en la compañía de D. Diego de Castilla y ganado méritos para esta merced que se le daba.


Pero los acontecimientos políticos y militares que se produjeron inmediatamente después (Guerra de las Comunidades) lo retendrían en la Península. Su participación en Villalar aportada por Rojas, capturando en ella al capitán segoviano, podría ser insuficiente para tenerla en consideración. Sin embargo, este dato es señalado también en el informe de los méritos de D. Agustín Velázquez y Rojas, su biznieto cubano, que, al citar a su antepasado, reitera que había tomado prisionero a Juan Bravo, persona de cuenta del bando contrario. Y este documento no lo conoció Melchor Manuel de Rojas. Es así que no solo los miembros de la casa ducal de Alburquerque (Beltrán de la Cueva II y su hermano D. Luis de la Cueva y Toledo) estuvieron del lado de Carlos V, sino también los cuellaranos, como Alonso Ruiz de Herrera, que ya servían en los ejércitos del rey y, presuntamente, los hidalgos de armas de Cuéllar que acompañarían al duque en esta empresa, como el propio Marín López de Córdoba y su hijo Beltrán. Con lo que podemos afirmar que toda la villa estuvo del lado de Carlos V. En el ámbito segoviano solo se adhirieron al movimiento comunero la capital con su tierra y Sepúlveda.

Estatua de Juan Bravo en Segovia.



El mismo año de Villalar, Ruiz de Herrera siguió en campaña con los ejércitos castellanos que subieron al encuentro de los franceses que, aprovechando la coyuntura de guerra en Castilla, invadieron Navarra. En el encuentro de Noaín, el cuellarano volvió a adelantarse y arrebató el estandarte del general francés, André de Foix, Señor de Lasparre. Esta proeza tuvo su recompensa para el de Cuéllar que ganó la merced de Carlos V, entre otras, de añadir el estandarte del francés a su escudo de armas. Iglesias y el Marqués de la Floresta dicen que el estandarte lo trajo a Cuéllar y lo depositó en la capilla de su familia en el convento de San Francisco. Rojas que se conservaba en Burgos, lo que significa que él no lo conoció en Cuéllar, y Antonio de Herrera directamente ignora su paradero. (6)



Unos años después, Rojas sitúa a Alonso Ruíz de Herrera en 1527 en Cuba como regidor nombrado por Narváez. Recogemos la noticia porque nuestro historiador del siglo XVIII parece que usó los papeles de esta familia en Cuéllar. Quien con seguridad pasó a Cuba fue su tercer hijo Francisco Ruíz de Herrera, con su mujer Ana del Corral y con su hijo Alonso, en el año 1564, según el memorial de su descendiente D. Agustín Velázquez y Rojas. Parece que esta familia se estableció en la isla, con seguridad el hijo, nombrado en Cuba Alonso Velázquez de Cuéllar, tal vez reivindicando con ello su parentesco con el desaparecido adelantado de la isla.


6.- Ainhoa Iglesias Bayón y Alfonso de Ceballos-Escalera Gila en El estandarte de André de Foix, Señor de Lasparre, y las armerías del capitán Alonso Ruiz de Herrera. Cuadernos de Ayala. Nº 31.

7.- Trassierra dice que en el escudo de los Herrera había dos herraduras. Es posible que leyera en algún documento herradas, término con el que en la comarca de Cuéllar se nombran los recipientes de metal y con asas para sacar agua del pozo, por ejemplo, o calderas.






martes, 1 de agosto de 2017

ALGUNAS NOTAS SOBRE EL HOSPITAL DE LA MAGDALENA, CUÉLLAR 1429


La propia descripción del Hospital, que dejó de su puño escrita Gómez González, nos deja claro que la conclusión de este edificio fue la prioridad del arcediano. Pueden despistarnos los elementos arquitectónicos y artísticos más tardíos que aparecen en la portada de la capilla del Hospital respecto al momento de su fundación (1429) y hacernos creer que todo el conjunto de la iglesia es posterior. Las arquivoltas en dicha portada de estilo gótico isabelino, o el propio escudo de los Alburquerque confirman esta propuesta y retrasan su factura a la intervención de uno de los dos primeros duques (finales del siglo XV o principios del XVI). Sin embargo, no cabe pensar sino en una reforma o mejora de dicha portada, que pasa a proyectarse sobre la calle.



La descripción de Gómez González sigue por la segunda planta. En el momento de su apertura los pabellones de enfermos estaban en la planta baja, lo que se explica por la referencia a las tarimas de madera que se pusieron en los mismos para evitar la humedad del suelo. Describe dicha planta alta con sus diferentes espacios y sus usos. Destaca en ella dos cámaras grandes con su chimenea y su zaquizamí. Palabra esta última incluida por Rojas en su índice de vocabulario antiguo y que se refiere a un escusado o servicio. El de los hombres estaba en la propia muralla, al que se salía desde esta planta alta por un corredor y donde tenían su letrina al vuelo. Los planos del siglo XVIII se refieren a este punto como cubo por donde se tiran las inmundicias. Diferencia las dependencias anexas al propio cuerpo del Hospital y capilla. Dedicadas estas a pobres comunes y articuladas en torno a un segundo patio. Establo para diez bestias y dos viviendas para servidores de la institución; corral para aves y un huerto o vergel con su pozo.



Todo lo dejó, en cuanto le fue posible, bien acabado, según expresa el propio Gómez González. A todo ello se dedicó desde su llegada a Cuéllar desde Roma, en junio de 1425, hasta su partida para el monasterio de Guadalupe, en febrero de 1430. Aún tuvo tiempo como arcediano de aplicar su doctrina en relación a la importancia de la eucaristía en la misa. Así, se preocupó de que se dignificaran los sagrarios y de cómo se guardaba el cuerpo de Dios en todas las iglesias de su arcedianazgo de Cuéllar, como se recoge en el manuscrito 697. Mucho celo pondrán, al menos desde esta época, los visitadores del señor obispo para que los relicarios de las parroquias estuvieran en perfecto estado de revista.

Este ideario de la reivindicación de la transustanciación en el momento de la consagración ya lo hemos señalado presente en la tabla para lucillo con la Misa de San Gregorio. En la otra tabla patrocinada por el mecenazgo de Gómez González, la de Juan Fernández, la referencia a este asunto se hace a través de la representación del pelícano picoteando su pecho para dar su sangre a sus crías, tema iconográfico muy recurrente para aludir a la eucaristía.



Abandonado su proyecto de fundación de un monasterio jerónimo y por la prioridad dada por Gómez González a la conclusión del Hospital, fue la construcción del Estudio de Gramática la que quedó en segundo plano. El propio Rojas señala que quedó suficiente pero no con las mejoras que en su época ya tenía gracias a la intervención del patronato. Gómez González dejó dispuesto en 1438, consciente del retraso en el edificio del Estudio, que se fuera reformando cada año hasta concluirlo también en cal y canto. Con su claustro en medio articulando los espacios, a manera de colegio dice, donde pudieran estar hasta doscientos escolares, que todo se fuera haciendo, según las posibilidades, hasta acabarlo. Esto nos indica que no se había concluido el Estudio en vida de Gómez González, pero el patronato continuó con el proyecto del fundador hasta rematar la obra. Un dibujo del siglo XIX nos da fe de que se construyó el claustro, con una espléndida galería renacentista, otra de las obras perdidas en Cuéllar, siguiendo la voluntad del fundador, pero ya después de su muerte.

Hoy nos podemos hacer una idea del conjunto del edificio medieval a partir de los planos aparecidos en la Chancillería de Valladolid, referidos a la importante reforma del Hospital llevada a cabo a finales del siglo XVIII, cuando la institución estuvo bajo la dirección directa de Baltasar Alonso, Defensor del Hospital, y la supervisión del órgano judicial vallisoletano. Los dibujos confirman a grandes rasgos la descripción hecha por el propio fundador Gómez González y dan fe de alguna medida tomada en años anteriores. Nos referimos a la decisión de instalar las camas de los enfermos desde la planta baja en la superior.

Alonso, junto con el arquitecto local Joseph de Borgas, llevó a cabo una profunda reforma y puesta al día del edificio del Hospital ejecutada entre los años 1774 y 1778. El objetivo era recuperar el espíritu del fundador y prestar una asistencia más racional a los enfermos, atendidos en la fundación, aumentando el número de camas.

En esta obra se amplió el patio del pozo que quedaba entre la capilla y la muralla y al que daban las enfermerías de hombres y mujeres. Se le añadió un nuevo coro a los pies de la nave de la iglesia. En el momento del desmonte del primitivo edificio del siglo XV, el arquitecto encargado del proyecto general, José de Borgas, informó a la Real Chancillería de la debilidad de los cuerpos de fábrica preexistentes y su incompatibilidad con la obra nueva, solicitando la suspensión del proyecto. El tribunal comisionó entonces al arquitecto vallisoletano Pedro González Ortiz para que inspeccionara las condiciones de la obra, el cual informó favorablemente para el reinicio, con ciertas modificaciones. Aunque por el momento no consta expresamente que esta fuera una de ellas, es muy posible que el abovedamiento del coro tuviera que ver con los necesarios cambios de estructura. Se trata de la única intervención de González Ortiz en el proyecto.[1]



Se reformaron las cocinas de enfermos y se añadió una enfermería para gálicos y llagados. Considerando que los seis sirvientes con los que contaría el Hospital habrían de vivir en sus instalaciones, se habilitaron espacios para sus viviendas mediante el sistema, mantenido antes y después en la comarca, de sala más dos alcobas. Se diseñaron además las respectivas oficinas para estos sirvientes, es decir sus  respectivos corrales con colgadizos para cuadras y leñeras. En el grupo de sirvientes entraban los dos capellanes, enfermeras y otros servicios. Se incluyen otras dependencias, como la sala para recetar y otra para descanso del capellán; sala para juntas del Patronato, archivo, etc. Presuntamente, la conocida como capilla de la Piedad se transformó en sacristía o en ampliación de esta, desapareciendo así tan significado espacio para Melchor Manuel de Rojas.

Fuera de la villa, Gómez González patrocinó en la catedral de Segovia el altar de San Jerónimo al que dotó también de ornamentos. El cabildo de la ciudad aceptó celebrar la festividad de este santo para la que D. Gómez había destinado cierta cantidad de dinero y para que se le dijera un aniversario sobre su sepultura, caso de llegar a ser enterrado en la catedral, como arcediano de Cuéllar que había sido. El cabildo aceptó gustoso las condiciones y dieron muchas gracias de tantos bienes como había hecho y hacía a la dicha iglesia.[2]





[1] ACHVA. PLANOS Y DIBUJOS,DESGLOSADOS,871
[2] Balbino Velasco Bayón (2013) Pág. 198.

lunes, 6 de marzo de 2017

LAS HISTORIAS PERDIDAS DE CUÉLLAR


Había escrito la primera historia de Cuéllar D. Diego Bermúdez de Guevara, hidalgo natural de la villa segoviana y al servicio del duque de Alburquerque, por los años de mediados del siglo XVII. Hay constancia de que esto fue así porque el mismo Bermúdez se lo manifestó al cronista del rey, D. Josef Pellicer, con el que se carteaba e informaba sobre las familias de Cuéllar, para los árboles genealógicos, muy de la moda, que al de Madrid le encargaban.

Sin embargo, la obra de Bermúdez de Guevara se echó a perder por la desidia de sus herederos. Acabaría, señala una tradición, sirviendo para envolver con sus hojas las especias que se expedían en una tienda cuellarana. Así, conocedor del destino de la historia escrita por su paisano Bermúdez, D. Melchor Manuel de Rojas, hidalgo del siglo XVIII, pergeñó una idea para que las Apuntaciones, que había escrito sobre la muy noble y leal villa de Cuéllar a lo largo de su vida, no corrieran la misma suerte.

Le habían encargado a D. Melchor en el año 1763, desde el patronato del Hospital de la Magdalena, que realizara una copia a letra moderna del Cartulario de la fundación hecha en la villa por D. Gómez González, allá por 1430. El Cartulario, copia de seguridad de los papeles del archivo el Hospital, tenía ya las letras muy deslavazadas y su grafía antigua no se entendía por los compatronos de la fundación que no eran otros que los regidores del ayuntamiento. Era propicia la ocasión para que, con permiso del Patronato, incluyera Melchor Manuel de Rojas en su copia de los documentos oficiales del Hospital su Historia de Cuéllar y la biografía del fundador, el arcediano Gómez González. El Cartulario servía no solo para una consulta más metódica de los documentos del archivo, sino que además tenía valor jurídico en los pleitos y podía ser presentado como prueba en los juicios. Por esta razón, la existencia útil de la copia del Cartulario hecha en el siglo XVIII por Rojas fue efímera. Solo estuvo treinta años en Cuéllar, ya que se presentó en el Consejo de Castilla, en Madrid, en un contencioso con el obispo de Segovia, sobre si este tenía derecho de visita sobre el Hospital de la Magdalena. El juicio no se concluyó y los Cartularios, el antiguo y su copia, quedaron olvidados en los archivos madrileños.

Paradójicamente, la historia de Cuéllar de Melchor Manuel de Rojas, salvaguardada por él mismo en su copia del Cartulario, se perdió de esta manera durante doscientos años. Esta es literalmente la historia perdida de Cuéllar que hemos dado a conocer recientemente.


 

LA HISTORIA ENCONTRADA.

Acabaron los dos cartularios en el Archivo Histórico de Madrid y fueron sacados del expediente del juicio referido por la singularidad de los dos libros. Después vino al acceso a los mismos, por cualquier interesado, en el Portal de Archivos Españoles. Pensamos, al conocer los documentos, que otros colegas ya los habrían estudiado. No era el caso. Dimos a conocer las referencias bibliográficas en nuestro primer artículo sobre los cartularios y el propio Balbino Velasco, entonces cronista de Cuéllar, se interesó por ellos para dar cuenta en la quinta edición de su Historia de Cuéllar, que prácticamente estaba ya en la imprenta. Solo tuvo tiempo para conocerlos y citarlos, no para estudiarlos a fondo. Sin embargo, no es tan importante ver quién llegó antes a las Apuntaciones de Melchor Manuel de Rojas, sino la manera  de abordarlas. Decimos esto porque en el ínterin un anticuario las usó como fuente para uno de sus trabajos pero sin entrar en su análisis. El resultado fue una obra de escaso valor, de la que el autor se jactaba de haberla hecho en tres meses (ya serían seis). Todo por tomar al pie de la letra lo que escribió Rojas sin cotejar sus escritos. Este es el otro de los significados de historia perdida: la que no analiza críticamente las fuentes y sigue repitiendo los errores pasados. La que confunde, más que aclara.

Por lo dicho, las Apuntaciones de Melchor Manuel de Rojas exigían una lectura detenida (no me sonrojo de que el tiempo empleado se cuente por años) y analítica, porque no todo lo que cuenta el historiador del siglo XVIII ha resultado ser cierto. En este sentido, sí somos los que hemos recuperado la historia perdida de Rojas. Porque hemos entrado en ella para desentrañar sus intenciones e ideología. Las luces y las sombras de una obra sectaria en la que su autor pretendía justificar la preeminencia de su clase social, la de los hijosdalgo, sobre el común de la población, en el control de los resortes económicos y del poder de toda la Tierra de Cuéllar.

La de Melchor Manuel de Rojas es una historia que se aleja de la contaminación de los falsos cronicones, aún sin estar exenta de ella. Nos referimos a aquellos escritos falsarios aparecidos en el siglo XVI que embrollaron la historia y la convirtieron en impracticable incluso para los más entendidos. Pero entre tantos males, lo positivo fue el considerable número de historias locales que se escribieron. Los autores de los falsos cronicones concedieron a los pueblos remota antigüedad, en otros fijaron la situación de antiguas y renombradas poblaciones, en algunos hasta silla episcopal, fundada por los mismos apóstoles o santos paleocristianos, y dieron por doquier a casi todos santas vírgenes. Para el caso de Segovia, los cronicones fingidos inventaron para su diócesis un santo que le daba antigüedad y lustre: San Geroteo. Será Gaspar Ibáñez de Segovia, el Marqués de Mondéjar, historiador más cabal, quien arremeta en un escrito en defensa de los patronos clásicos, San Frutos y San Valentín, contra el intruso obispo San Geroteo, introducido por el supuesto cronista Dextro (creado por Jerónimo de la Higuera).

NOTICIAS SOBRE EL ARTE EN ROJAS
Aunque Melchor Manuel de Rojas no concibe un plan dentro de su obra para abordar el Arte en Cuéllar, nos rescata  referencias a obras desaparecidas, caso del Convento del Pino, en Mata de Cuéllar, fundado por el presunto antepasado de Gómez González, Alonso García de León, contador mayor de Enrique III. O nos da luz sobre algunas obras de arte que se han conservado, aunque hoy estén en museos de fuera de la villa. Este es el tercer significado de historia perdida: el conjunto de obras de arte echadas a perder en Cuéllar o que salieron fuera de la villa, recalando en Madrid, Barcelona o en el mismo Harlem, en Nueva York.
Es muy interesante la tabla para un sepulcro de la iglesia de San Esteban que encargó Gómez González en el primer tercio del siglo XV. El arcediano patrocinó esta sepultura o lucillo para dos parientes próximos, padre e hijo. Se trata de Juan Velázquez Caballero y Juan Velázquez, caídos presuntamente en algún conflicto armado de su época, tal vez en Setenil o Antequera. Es una de las pocas conjeturas que nos permitimos en el libro: son para nosotros el padre y el hermano del patrocinador, Gómez González. Todo ello después de desmontar la genealogía que Rojas construye para el arcediano. Solo un pariente en primer grado dedica una obra de este tipo para el entierro de sus parientes. Así nos lo relata Rojas, que supo ver la importancia de esta tabla:
Hizo construir Gómez González en esta iglesia de San Esteban para depósito de dos parientes queridos suyos, a la mano derecha de la entrada, que es un arco con una pintura antigua y poco cuidada, que por tanto me costó no poco leerla después de bien lavada y barrida.
Esta pintura gótica sobre tabla es una más de las importantes obras de arte cuellaranas que hoy se hallan fuera de la villa. Dicha pintura ingresó en el Museo Arqueológico Nacional en 1936, y en las guías de este museo aparece descrita como un fondo de lucillo funerario procedente de la iglesia de San Esteban de Cuéllar. La tabla, con estructura de arco apuntado, encajaría en el marco arquitectónico del sepulcro, constituyendo su fondo. Tan importante pintura, por quien la encargó y por lo que significa (tiene representada una de las primeras Misas de San Gregorio del panorama artístico nacional) debería ser solicitada al museo que ahora la expone y ser traída a su iglesia de origen, San Esteban de Cuéllar, para ser admirada durante los meses que duren las Edades del Hombre. Ignoramos si está en los planes de los organizadores hacerlo, pero la ocasión es pintiparada, plagiando la expresión del prologuista de nuestro libro, D. Antonio Linage Conde. Y ya puestos a sugerir obras para dicha exposición, resulta significativo, por su singularidad, que uno de los pueblos de la tierra de Cuéllar, Sanchonuño, cuente con un Cristo Yacente, escultura neo-barroca, realizado por un artista oriundo del pueblo, hace tan solo veinticinco años y que, aunque nos toque por razones de parentesco, no queremos dejar de dar a conocer aquí. Cabe perfectamente en el programa de las Edades: Reconciliare. Pero doctores tiene la iglesia.


 LOS VELÁZQUEZ DE CUÉLLAR
Ha sido un reto, gratificante, desentrañar la obra de Rojas, con sus luces y sus sombras, con sus intencionalidades. Hemos pretendido hacer un trabajo para sumar, para aportar novedades para la historia de Cuéllar, usando las claves que se extraen del historiador del siglo XVIII. Los indicios para llegar hasta el testamento de Martín López de Córdoba Hinestrosa, el marido de Isabel de Zuazo, la señora de las bulas, que se da a conocer íntegro. Rojas en alguna ocasión duda y nos hace dudar a nosotros. Pone en entredicho las genealogías y señala el camino para corregirlas. Así, hemos llegado a establecer el árbol genealógico de los Velázquez, cabezas de la familia, los moradores de la Casa de la Torre o Palacio de Pedro I el Cruel. Paradójico, cuando el propio Rojas inventa otras genealogías y hay que desmontárselas a él. Este asunto ya nos ha acarreado algunos detractores, pero estamos tan seguros de lo bien hecho, que será cuestión de tiempo que se acepte como válido. La confusión la sembró el cronista Pellicer, al adulterar el árbol de los Velázquez, para hacer cabeza de la familia a Gutierre Velázquez, el de Arévalo, mayordomo de la reina viuda Juana, madre de Isabel la Católica. Ni Gutierre ni su hijo, Juan Velázquez de Cuéllar, fueron dueños de la casa solariega de Cuéllar. Incluso ninguno pudo enterrarse en la villa, como había sido su deseo. Melchor Manuel de Rojas sienta las bases al poner en entredicho a Pellicer, por haber tenido el testamento del Dr. Ortún Velázquez (1436), cabeza de la casa y personaje relegado a un segundo plano por la historiografía tradicional de la villa. Incluso por haberse hecho una sola biografía con la del doctor y un homónimo contemporáneo suyo. En el recorrido de nuestro estudio, otros documentos han venido a apuntalar nuestra propuesta. No haremos aquí un nudo gordiano de otro que nos jactamos de haber deshecho. Los detalles los podrá encontrar el lector en nuestro libro.
 
EL TESTAMENTO DE MARTÍN LÓPEZ DE CÓRDOBA HINESTROSA.
El otro testamento manejado por Melchor Manuel de Rojas es el de un cuellarano que ha pasado a ser actualidad: el de D. Martín López de Córdoba Hinestrosa. Su mujer, Isabel de Zuazo, acumuló durante su vida un buen conjunto de bulas y otras prerrogativas en papel con las que se hizo enterrar, habiendo custodiado y conservado, desde su sepulcro en la iglesia de San Esteban, tan interesante legado durante casi quinientos años.
Por empeño en la investigación, dimos con el testamento  de su marido, D. Martín López, año de 1523, enterrado junto a su mujer en las extraordinarias sepulturas del lado de la epístola en dicha iglesia de San Esteban de Cuéllar. Este testamento es un documento extenso, prolijo en detalles e interesante para la historia de la villa. No tenemos constancia de que lo hayan utilizado historiadores contemporáneos; no obstante, después de haber sido dado a conocer por nosotros, algún colega ha envidado con que él también lo estaba trabajando, que ya lo conocía. Confesamos aquí, avisados de nuestra experiencia, que con el testamento de D. Martín nos habíamos reservado, para nuestra custodia, la referencia de este documento para, llegado el caso, exponer dónde lo encontró cada uno.
Es un documento complementario para el significado de las bulas de su mujer. Bulas de Martín López son las de difuntos, tomadas en 1498, para sus cuatro abuelos y sus padres, todos perfectamente identificables. No así la que tomó para una tía que, por su testamento, hemos identificado con Leonor López de Córdoba, hermana de su padre Gabriel López, enterrada en la iglesia de Santiuste de San Juan Bautista, y hacia la que su sobrino profesaba especial compromiso (Bula 3.7). Pero Martín López confiaba más en la aplicación de misas y aniversarios, para la salvación de su alma, que en la adquisición de bulas. Y su deseo, verbalizado en su última voluntad, de ser amortajado con el hábito franciscano, con el que realmente ha aparecido en su sepulcro. Continúa el testamento de Martín López con las honras fúnebres del día de su entierro y siguientes, cuyo boato es proporcional a la categoría social del difunto: el de un noble hidalgo cuellarano con la suficiente hacienda como para no haberse tenido que embarcar en la aventura de la conquista de América, como sus sobrinos los Rojas.







Las mandas piadosas por su alma se complementan con un treintanario revelado en San Esteban y las misas de San Amador. Interesante el treintanario revelado, porque es una manda especial que consistía en treinta misas por espacio de treinta días seguidos en sufragio del difunto, durante los cuales el sacerdote permanecía encerrado en la iglesia y se creía supersticiosamente que Dios había de revelar el estado del alma del difunto. Era la manera de asegurarse Martín López el camino de su salvación, prefiriendo la manda de misas a la acumulación de bulas. En el mismo sentido se oficiaba el treintanario de San Amador, que gozó durante la Baja Edad Media de gran popularidad y que se mantiene para algunos casos en Cuéllar y este es el ejemplo. Se componían de una serie de misas, concretamente treinta y una en Castilla, que tenían por objeto el rescate del Purgatorio de las almas de las personas por las que se oficiaban. Estas misas, distribuidas en diferentes tandas, se acompañaban de la quema de un determinado número de candelas en cada una de ellas.
PALABRAS FINALES
En resumen, del análisis de las Apuntaciones de Melchor Manuel de Rojas se ha llegado a aportaciones nuevas para la Historia de Cuéllar. Además de las expuestas, nos ha permitido atribuir la identificación del cadáver 2 a, aparecido en uno de los sepulcros de San Esteban, con Ana Jaramillo, nuera de Martín López de Córdoba Hinestrosa. Pero estos y otros detalles ya no caben aquí.
Muchos de los datos recopilados a partir de Rojas en nuestro libro “Cuéllar: la historia perdida”, los teníamos ya publicados, pero dispersos. Convenía, y este era el momento, juntarlos y complementarlos. Hacer nuestra propia copia de seguridad, como lo fue en su día el Cartulario del Hospital de la Magdalena. Para que, llegado el caso, haga a juicio y fuera de él. Pero, sobre todo, el libro ha surgido para sumar a la Historia de Cuéllar, para divulgar y dar a conocer a la gente estas aportaciones. Somos independientes de cualquier academia, universidad o cátedra. Beligerantes contra cualquier intento de monopolio de la Historia de Cuéllar, a la que, por su grandeza, no se la puede acotar. Escribimos pensando en los lectores a los que agradecemos el interés, acogida y el apoyo prestado a esta obra. Así como a los medios por la cobertura facilitada.
Por último, señalar mis cómplices necesarios. Los patrocinadores del proyecto para que la mía no fuera otra historia perdida en un cajón. Instituyendo un nuevo modelo de mecenazgo, ellos son: el Ayuntamiento de mi localidad natal, Sanchonuño, y dos empresas privadas de la localidad (HUERCASA y El Campo). Muchas gracias.


miércoles, 18 de enero de 2017

CUÉLLAR: LA HISTORIA PERDIDA






En el año 1763, Melchor Manuel de Rojas, hidalgo y miembro del Regimiento, incluyó sus Apuntaciones históricas sobre Cuéllar en el Cartulario del Hospital de la Magdalena de la villa segoviana. Esta es la historia perdida que se recupera en estas páginas.

El historiador J. Ramón Criado se adentra en su estudio para desentrañar su contenido. Las luces y sombras de una obra sectaria, porque pretendía justificar la preeminencia de la clase de los hijosdalgo, sobre el común de la población, en el control de los resortes económicos y del poder de toda la Villa y Tierra.

Del análisis de la obra de Rojas se llega a aportaciones novedosas para la historia de Cuéllar. Se accede al testamento de Martín López de Córdoba Hinestrosa. Interesante documento del marido de Isabel de Zuazo, piedra angular de las Edades del Hombre, por las bulas que se hallaron en su tumba y que explica la manera que eligió su marido para prepararse para la vida eterna.

A través de Rojas se llega a establecer, también una genealogía fidedigna de la rama principal de la familia Velázquez, la que vivió en el Palacio de Pedro I el Cruel, desconocida hasta ahora.

Se hallarán datos inéditos para la biografía del fundador del Hospital de la Magdalena, Gómez González, a la par que se desmonta lo que Rojas inventó para la infancia del Arcediano. El lector encontrará otras aportaciones, que no cabrían aquí.

La Historia que presentamos es también la de los pueblos de la Tierra porque, como decían los representantes de las aldeas, en defensa de sus intereses, Villa y Tierra formaban una misma república, en la que se habían de repartir de forma equitativa tanto los beneficios como las cargas.