Vistas de página en total

martes, 6 de noviembre de 2018

Enterramientos hasta las leyes liberales del siglo XIX


Rompimientos de sepulturas.

 

Los enterramientos, hasta bien entrado el siglo XIX, se efectuaban dentro de la iglesia parroquial, como norma general, si bien en años de mortalidad alta, por epidemias, o por no haber espacio suficiente en el interior de la iglesia, se hacían en terrenos adyacentes que se denominaban “sagrado de la iglesia”. Estos enterramientos se denominaban rompimientos ya que para realizarlos, al fallecer una persona, era necesario romper o levantar las losas del pavimento para abrir las sepulturas. En Sanchonuño este pavimento era de pizarras y estaba peor preparado para la realización de los entierros que el de Arroyo, por ejemplo. Todas las sepulturas eran de la Iglesia aunque se estableció la costumbre de enterrar en las sepulturas de otros familiares muertos anteriormente, padres, esposos, etc, costumbre que llegó a hacer pensar a determinadas familias en la propiedad de la sepultura o que se hablara de “mi pizarra” para referirse al lugar donde estaban enterrados los difuntos de cada uno.

Los precios de los rompimientos estaban en función, no del lugar donde se enterraba, como ocurría en otros lugares, sino en la edad del difunto. La clasificación y precio del rompimiento era:

 

         Cuerpos menores – hasta 3 años                2 Rs.

         Cuerpos medianos –entre 3 y 8 años          4,5Rs.

         Cuerpos mayores   -más de 8 años              6,5Rs.

 

Estas cantidades varían dependiendo del siglo en el que se consideren.

 

Sí parece deducirse que, aunque se cobraba por el cuerpo del fallecido y no por el lugar, tenía importancia la ubicación de la tumba en el recinto de la iglesia ya que hay partidas de difuntos que sitúan los enterramientos de pobres de solemnidad alejados del altar mayor, “a los pies de la pila bautismal” que entonces estaba en el rincón del lado del evangelio.

 

Los ingresos anuales en concepto de rompimientos, por su naturaleza, no eran fijos, dependiendo del número de fallecidos. A los pobres se les enterraba de limosna que era lo que ordenaba la ley canónica.

 

Los entierros llevaban misa de cuerpo presente y la conducción del cadáver con clamores y posas “como de costumbre”.

 

En los entierros las mujeres solían hacer manifestaciones exageradas de dolor lo que originó la reprensión por parte de los obispos a través de las sinodales y de las visitas, sin embargo esta costumbre no era fácil de erradicar.