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jueves, 31 de marzo de 2016

LOS PINTORES MALDONADO EN CUÉLLAR: LOS ORÍGENES.


En la segunda mitad del siglo XVI funcionó en Cuéllar un núcleo de artistas pertenecientes a la que los historiadores del arte denominan escuela cuellarana. A ella perteneció el escultor Pedro de Bolduque, que proveniente de Medina de Rioseco trajo el nuevo estilo en el retablo y talla de madera, cuyas obras en muchos casos fueron complementadas por las pinturas de la familia Maldonado, que además colaboraban con él en la policromía de sus retablos y esculturas.


De este grupo formaron parte los hermanos Juan y Julián Maldonado que, procedentes de tierras de La Moraña abulense, se asentaron en la villa hacia el año 1545 y realizaron diferentes obras, principalmente retablos, para satisfacer la demanda comarcal en un siglo significado por una clara bonanza demográfica y económica. La saga familiar de los Maldonado se cierra con Gabriel de Cárdenas Maldonado que falleció a principios del siglo XVII. En Cuéllar  y su Tierra se han conservado varias obras de estos pintores, pero otras tantas fueron retiradas o vendidas al irrumpir con fuerza el barroco, sobre todo durante el siglo XVIII, en otro momento de apogeo artístico en la comarca. Insuficientes, sin embargo, para haber despertado un mayor interés por esta familia que desplegó una intensa actividad artística y una preocupación y progreso en su formación de acuerdo al avance de los gustos estéticos. (1)

Dibujo de Julián Maldonado para el retablo de la Virgen del Rosario de Frades (despoblado en la colación de Samboal).
Las noticias sobre estos dos artistas han ido apareciendo gracias a la labor del profesor Fernando Collar de Cáceres, que llevó a cabo una amplia labor de archivo y de campo publicando el trabajo que los Maldonado habían realizado en el antiguo obispado de Segovia. (2) Los había denominado provisionalmente como Maestro de 1566 y Maestro del retablo de San Pedro hasta que los documentó como tales Juan y Julián Maldonado, establecidos como vecinos de la villa al menos, según él, desde mediados de los años sesenta del siglo XVI. Ambos vivían en 1575, año en el que se terminó el retablo de la iglesia de San Pedro de Cuéllar. No le consta a este autor que los hermanos Maldonado colaboraran entre ellos en ningún momento, salvo en los trabajos realizados para el recibimiento de Isabel de Valois en Valladolid, que dejaron sin terminar.
Las noticias de Juan, autor de los desaparecidos retablos mayores de Gomezserracín y Pesquera (despoblado cerca de Chañe) se pierden en 1579. Julián cuenta en su haber con los también desaparecidos retablos de San Cristóbal de Bahabón, Frades y Caños (despoblados estos dos últimos también en la Tierra de Cuéllar) y comenzó varias pinturas en Fuentepelayo, acabadas por su hijo, Gabriel de Cárdenas Maldonado, quien siguió al frente del taller en 1587.


La oracion en el Huerto. Julián Maldonado? 1575. Convento de la Concepción. Cuéllar. Procede de la parroquia de San Pedro.


Los especialistas en Historia del Arte encuadran el estilo de los hermanos Maldonado dentro del manierismo más clásico, pues su pintura recuerda mucho a la forma de trabajar de Alonso Berruguete en Valladolid. Sus figuras estilizadas en los personajes, con un movimiento forzado que contribuye a la dramatización de los pasajes representados en sus cuadros. Collar de Cáceres señala la querencia, al menos en Julián, hacia la ambientación nocturna y extravagantes licencias espaciales que fuera de todo criterio estilístico, dejan ver una absoluta impericia en lo que toca a la perspectiva. Tal vez este insuficiente dominio de la perspectiva en sus obras, común a los dos hermanos, sea el talón de Aquiles  de estos pintores y la causa de su abandono de las obras que les encargaron en Valladolid para el recibimiento de la mujer de Felipe II.


Se inspiran para sus composiciones en varios artistas cuya obra se difundía a través del grabado y la estampa (Rafael, Miguel Ángel, los Bassano…), principalmente los grabados de Durero. Solventan de esta manera la falta de creatividad y originalidad dentro de la elaboración temática que la crítica les ha señalado. (3)


ARQUITECTURA EFÍMERA: LA PUERTA DEL CAMPO.


A Julián y Juan Maldonado se los ha documentado participando como pintores en la realización de la arquitectura efímera que se prepara en Valladolid en el año 1565 para recibir a la reina, Isabel de Valois, en dicha ciudad. Trabajaron en la obra del Arco:


Juan de la Moneda… paguéis a Julián Maldonado e Juan Maldonado, vecinos de Cuéllar, diez ducados en cuenta de los maravedís que an de aver de lo que an de hazer para el arco de la Puerta del Campo. 20 Marzo 1565. Conozco yo Julián Maldonado y Juan Maldonado que recebimos del Sr. Juan de la Moneda diez ducados … para en quenta de la parte que tenemos que pintar en lo del arco de la puerta del Campo.  Juan Maldonado – Julián Maldonado.


La arquitectura efímera estaba constituida por obras decorativas y de carácter circunstancial como todas las que se ejecutan para festejos populares. Hay constancia de las figuras y cuadros que debían ser representados a cada lado del Arco del Campo en una paleta de colores que pasaba por el blanco y negro, dorado y bronce. Se le comunicó a Juan de Juni y a Palencia, pintores, si  querían bajar a menos de los 160 ducados, pero reusaron la oferta diciendo que no podían porque ellos tenían otras cosas en que entender. Si bien parece que Juni dirigió la construcción del arco como maestro de obra, estuvieron a su cargo las obras de arquitectura y escultura, no habiendo aceptado la parte correspondiente a pintura. (4)


Hacia el mismo tiempo, parece que el Ayuntamiento de Valladolid ajustaba con los pintores de Cuéllar, Juan y Julián Maldonado, otras obras parciales en los corredores o galerías que estaban a los lados del arco, (tasada en 15.000 maravedís) cuyo trabajo traspasaron luego a Benito Rubiate, (Benedetto Rabuyate, Florencia 1527, Valladolid, 1592) de lo cual dan razón algunos testimonios:


… porque ellos eran forasteros e tenían necesidad de ir a sus casas, se concertaron con Benedito Rabuyate de hacerlo en sus nombres…


Arquitectura efímera: dibujo de la Puerta del Campo de Valladolid para cuya decoración pictórica fueron contratados los hermanos Maldonado. 1565. (Archivos Españoles)
Detrás de esta renuncia de los Maldonado parece que hay también un descontento con el trabajo que realizan los pintores de Cuéllar. Los regidores vallisoletanos responsables de las pinturas encargan a Rubiate que incrementase las figuras de los Maldonado en media vara: que ansí se hubo de hacer todo de nuevo. Sin duda, la decoración de estas estructuras efímeras suponía el control de cierta técnica pictórica para conseguir una realidad alternativa, virtual, a través de la ilusión y la ficción. Se recurría al escorzo y a la perspectiva ilusionista para conseguir engañar los sentidos del espectador que se subvertían a este engaño o artificio.


Un testigo, criado de Rubiate, manifiesta en el pleito que “los Maldonado no sabían hacer la pintura como lo abían de hacer (y) lo traspasaron al dicho Benedito Rubiate…”


La noticia está extraída del pleito que los pintores participantes en la decoración del arco sostuvieron contra el concejo de Valladolid para que les pagara el exceso de trabajo realizado en dicho arco, en el que habían sido alcanzados en dinero. Una de las razones aludidas es, como se ve, la espantada que hicieron los pintores de Cuéllar desbordados por la obra a realizar. 



EL PLEITO DE HIDALGUÍA DE JUAN MALDONADO.

En el pleito por su hidalguía que inició el pintor Juan Maldonado en el año 1547 contra el Regimiento de Cuéllar subyace un conflicto de carácter social. Los caballeros hijosdalgo de la villa constituían un grupo cerrado y organizado que velaba por la defensa de sus intereses. Organizados mediante la Casa de los Linajes defendían sus privilegios que pasaban por el control y monopolio de  los resortes del poder político y económico de los bienes comunales de Villa y Tierra.

Para fundamentar su preeminencia recurrían a argumentar que sus derechos se basaban en privilegios otorgados por los reyes desde tiempo inmemorial. Tenían un protocolo para acceder a los cargos de gobierno: el hijodalgo se inscribía con catorce años en uno de los ocho linajes de la villa y cuando uno de los cargos que le correspondía a ese linaje (regidor, escribano..)  quedaba vacante, se tiraba de lista de los inscritos en ese linaje para dilucidar a quién le correspondía el cargo. No faltarían, a pesar de todo, discrepancias y pleitos.

Sin embargo, más complicado lo tenía un hidalgo que estableciera su vecindad en Cuéllar, caso del pintor Juan Maldonado, pues los de Cuéllar le atribuían ser un hidalgo por el cuerno. (5)  De entrada, por no haber nacido en la villa, no estaba registrado en el libro de los linajes. Por sistema, el Regimiento ponía en cuarentena y dudaba de la hidalguía de los recién avecindados que se tenían que preocupar de demostrarla. Para eso estaba la sala de hijosdalgo de la Real Chancillería de Valladolid.  Puesta en duda la hidalguía de Juan Maldonado, será a ese organismo al que recurrirá para demostrar que es hidalgo, tal vez no tanto porque aspire a ocupar cargos de gobierno sino porque le habían inscrito en el padrón de los pecheros y por tanto con obligación de pagar impuestos. (6)

En 1547, sin duda después de algún tiempo como vecino en Cuéllar, inicia su pleito en Valladolid para conseguir su propósito. Reclutará testigos en los dos pueblos en que los puede hallarlos a su favor: Horcajo de las Torres, provincia de Ávila, y en Paradinas de San Juan, Salamanca. El primero lugar, el segundo villa. Distintas provincias pero localidades casi limítrofes y con mucha relación entre ellas, en lo que fue frontera entre los reinos de León y Castilla.

Portada de la ejecutoria de hidalguía, en pergamino con orla y escudo heráldico, de Juan Maldonado, pintor, vecino de Cuéllar. 1555. (Archivos Españoles)
Las raíces de los Maldonado parecen estar en la localidad salmantina de Paradinas de San Juan. Los testigos de esta villa dieron cuenta en el pleito de que tanto el bisabuelo de Juan Maldonado, Rodrigo Maldonado, como su abuelo, Rodrigo de Cárdenas, habían sido tenidos por hijosdalgo en Paradinas. Habiendo sido ambos alcaldes por este estamento, el abuelo en tiempos del comendador Juan de Villaseca, de la Orden de San Juan, a la que pertenecía la villa, por los años de 1490. Un testigo de Horcajo sitúa a Rodrigo de Cárdenas, casado en segundas nupcias, establecido un tiempo en el lugar de Grajos (hoy San Juan de Olmos), tierra de Ávila, donde se habría dedicado a la compra venta de madera. Informan también de que el padre, Juan Maldonado el Viejo, había salido de Paradinas mozo para aprender el oficio de pintor (aunque no dicen dónde, si en Valladolid o en Ávila, con más probabilidad en la primera). Con este dato, sería el padre de Juan y Julián Maldonado el primer pintor de la saga familiar.

Los testigos de Horcajo de las Torres dan fe de que Juan Maldonado el Viejo, de regreso de su aprendizaje, se había establecido, tal vez primero por trabajo y después por su matrimonio con Catalina Gutiérrez en dicho lugar y no en Paradinas. Ambos eran los padres de Juan y Julián Maldonado, entre otros. Juan Maldonado el Mozo nació en Horcajo de las Torres hacia el año 1515, siendo el mayor de los varones, como testifican los testigos de este lugar: había nacido en el dicho lugar de Horcajo, el cual vivía al presente en la villa de Cuéllar y tenía ansímismo oficio de pintor como lo tuvo Juan Maldonado, su padre. (7)

Vivió Juan Maldonado en Horcajo de las Torres donde aprendería el oficio de pintor, al menos en el taller paterno. Casó en Santa María de Nieva, según los testigos, hacia 1540. Trajo a su mujer a su pueblo abulense y al cabo de dos o tres años se fueron a vivir a la villa de Cuéllar porque tomó allí ciertas obras de retablos porque era pintor. De esta manera queda datada la llegada de los Maldonado, al menos de Juan, a la villa de Cuéllar a mediados de los años cuarenta del siglo XVI. El encargo de obras posteriores, por la demanda que había en la comarca, determinó que se avecindaran los Maldonado en la villa segoviana.

Juan Maldonado probó bien y cumplidamente su petición y demanda de hidalguía ante el organismo competente, en rebeldía del Concejo, alcalde y regidores de Cuéllar, que no se presentaron en este pleito. Solo se le opuso el fiscal, motivo por el que el pleito se prolongó desde 1547 hasta la sentencia definitiva de 1555. En este último año se le comunica al Regimiento cuellarano que guardaran a Juan Maldonado todas las honras y franquezas e libertades e exenciones que a los otros hombres hijosdalgo se les guardan y que devuelvan todas las prendas que le hubieran tomado.

Del proceso del pleito, podemos deducir que Juan Maldonado no escatimó esfuerzos ni medios económicos para probar su hidalguía. La pasividad del Regimiento cuellarano en el caso puede explicarse porque tenía otros frentes judiciales abiertos con casi la totalidad de los lugares de la Tierra. Los pueblos se habían rebelado contra la aplicación de las nuevas Ordenanzas de 1546.

Detalle del escudo heráldico de la portada de la ejecutoria de hidalguía de Juan Maldonado. (Archivos Españoles)
Así ganó Juan Maldonado la carta ejecutoria de su hidalguía contra el Regimiento de Cuéllar, que le había puesto en el padrón de pecheros para que pagara como tal (Valladolid, 8 de abril de 1555). Se permitió el lujo de que se la escribieran en pergamino y ha sido apartada a la sección de pergaminos de dicho Archivo de la Chancillería de Valladolid como documento excepcional. Tiene una orla y el siguiente escudo de armas: Cuartelado. 1º, en gules, cinco lises de oro, puestos en sotuer; bordura azul; 2º, en plata, seis candados? de azur, puestos de dos en dos; 3º, en oro, dos lobos, pasantes de azur, y 4º, en verde, un águila esplayada; bordura de gules. De este escudo nada dicen los testigos en el pleito, ni de que luciera en ninguna casa de Horcajo de las Torres ni de Paradinas de San Juan. Ignoramos si Juan Maldonado se lo sacó de la manga. Lo cierto es que muchos de los elementos de su escudo son los mismos de los escudos de los regidores cuellaranos y, sean o no candados los elementos que aparecen en el segundo cuartel, consiguió con ello acallar las reclamaciones del Regimiento de la villa. (8)

***

Para terminar, la suerte de las obras de los hermanos Juan y Julián Maldonado estuvo ligada a que habían sido realizadas, muchas de ellas, para pequeñas aldeas que luego se despoblaron y corrieron la suerte de esos pueblos, se perdieron. Otras estuvieron expuestas, durante la pujanza del barroco, al criterio subjetivo del párroco de turno que las desmontó para sustituir el retablo manierista de pincel por otro barroco y abigarrado al gusto de la época del siglo XVIII. Esto último parece que ocurrió en el pueblo de Gomezserracín con el retablo mayor de Juan Maldonado. En Sanchonuño el cura D. Manuel Marugán, por razones económicas o por considerar que el conjunto del retablo del siglo XVI era meritorio de ser conservado, lo salvó. Eso sí, envolviéndolo en un gran cascarón rococó que le encargó al tallista de Peñafiel Felipe Durán en el año de 1770 que, sin desdecir lo uno con lo otro, puede confundir a quien lo contemple. Las pinturas del retablo de Sanchonuño han sido tenidas en muy poca estima por Collar de Cáceres, que las considera manieristas pero arcaizantes, obra de mano de un pintor de segunda fila. Las estudió cuando aún no habían sido rescatadas a todo su esplendor después de limpias. Hoy en día se aprecian con mayor claridad y se pueden observar en sus tablas las características estilísticas señaladas para los Maldonado en su primer ciclo cuellarano. Teniendo en cuenta que, en lo artístico, Sanchonuño siempre estuvo pendiente de lo que se hacía en Gomezserracín, proponemos también como autor de su retablo a Juan Maldonado.

Retablo mayor. Sanchonuño (Segovia). Escenas de la vida de Santo Tomás Apóstol.  Santo Tomás hace caer al ídolo. Circa 1550. Juan Maldonado? 

CONCLUSIONES:
En el presente artículo hemos incidido en la intervención conjunta, y su fracaso, de los dos hermanos Maldonado en la arquitectura efímera realizada en Valladolid, en el año 1565, para recibir a la reina Isabel de Valois, mujer de Felipe II. Además, hemos dado a conocer el pleito que sostuvo Juan Maldonado con el Regimiento e hijosdalgo de la villa de Cuéllar para que le reconocieran a él su propia hidalguía. Este documento nos aporta noticias fidedignas de sus orígenes abulenses (Horcajo de las Torres, 1515) así como que fue su padre, Juan Maldonado el Viejo (c. 1490-c. 1537), el primer pintor de la saga familiar y cuya obra habría que rastrear en los pueblos de la zona del noroeste de Ávila y los colindantes de Salamanca. También nos permite adelantar su presencia y establecimiento en Cuéllar al año 1545. Por último, Gabriel Cárdenas Maldonado, el mejor pintor de la saga, tomó su primer apellido de su bisabuelo Rodrigo de Cárdenas.


José Ramón Criado.


NOTAS:

1.- A pesar de la reciente publicación en estas páginas de un trabajo de Miguel Herguedas Vega sobre estos pintores (Los pintores Maldonado en Cuéllar. Revista LA VILLA. Nº 52. Abril 2014), creemos necesario dar a conocer los datos que aportamos en nuestro artículo. Principalmente lo relativo al lugar de procedencia de esta familia de artistas avecindados en Cuéllar desde mediados del siglo XVI. Eran de Horcajo de las Torres (Ávila) y no procedentes de la zona palentina de donde, por afinidad estilística con otros pintores, se ha venido afirmando que eran. Aprovechamos el trabajo de Miguel Herguedas para poner en antecedentes al lector de lo fundamental respecto a lo recogido sobre Juan y Julián Maldonado.
Véase también: Alfonso Montero, Un dibujo de Julián Maldonado». Revista LA VILLA Nº 27. Págs. 29-30.
2.- Fernando Collar de Cáceres. Pintura en la antigua diócesis de Segovia (1500-1631) Segovia 1989.
3.- Collar de Cáceres. Las Edades del Hombre. El árbol de la vida. Segovia 2003. Ficha sobre la tabla El lavatoria. Julián Maldonado (1575). Pág. 116.
4.- La noticia de la participación de Juan y Julián Maldonado en esta empresa la dio a conocer José Martí  y Monsó: Estudios histórico-artísticos: relativos principalmente a Valladolid, basados en la investigación de diversos archivos. Miñón. Valladolid. Circa 1900.
Pleito de Benedetto Rabuyate, Antonio de Ávila y Mateo de Espinosa, pintores, vecinos de Valladolid, contra el concejo de esa villa, para que les pague el exceso de trabajo que hicieron en el arco de triunfo efímero que se les encargó para decorar la entrada en Valladolid de la reina Isabel de Valois. Real Chancillería de Valladolid. PL CIVILES,FERNANDO ALONSO(F),CAJA,1436,3.


5.- Hidalgo por el cuerno era un término de chanza y burla que los vecinos de Segovia utilizaban contra los vecinos pecheros de Zamarramala. Estos vecinos se encargaban de la vigilancia del alcázar mediante rondas nocturnas y por ello estaban exentos de pagar impuestos. La alusión por el cuerno venía dada porque durante la vigilancia sonaban una bocina o cuerno para avisarse entre ellos. Al no pagar el servicio, se asimilaban a los hidalgos sin serlo por sangre. Esta acepción está recogida por Covarrubias en su Tesoro.
6.-Ejecutoria del pleito litigado por Juan Maldonado, vecino de Cuéllar (Segovia), con Alderete, procurador fiscal, y el concejo, justicia y regimiento de Cuéllar (Segovia), sobre su hidalguía (1555). Real Chancillería de Valladolid. REGISTRO DE EJECUTORIAS, CAJA 832,5.
7.-Horcajo de las Torres, pueblo natal de los hermanos Maldonado, era de los más poblados de la Tierra de Arévalo con 227 vecinos pecheros, lo que le haría estar próximo al millar de habitantes, según la Averiguación de la Corona de Castilla (1525-1540). En él se construyó un importante palacio renacentista que pudo ser el foco de trabajo para Juan Maldonado el Viejo. Carlos V segregó este pueblo de Arévalo para compensar los servicios del Inquisidor General Fernando de Valdés, que extirpó el brote luterano en Sevilla. En la misma averiguación de vecinos, la villa de Cuéllar contaba con  380 vecinos pecheros.
8.-Alfredo Basanta de la Riva: Quinientos documentos presentados como pruebas en la Sala de los Hijosdalgo de la Real Chancillería de Valladolid. (Genealogía y Nobleza)






sábado, 5 de marzo de 2016

Tradiciones: La Sierra Vieja


Entre las costumbres de Sanchonuño (Segovia) hay una que se mantiene, después de haberse dejado de hacer durante las décadas de los sesenta y setenta del pasado siglo, y a la que merece la pena dedicar la atención para desentrañar su significado. Tratar de ver qué es lo que se esconde detrás de su nombre. Esta fiesta es la que se conoce como la “Sierra Vieja”.

La Sierra Vieja es una cuestación que los niños y niñas realizan con sus maestros el jueves que caiga aproximadamente en mitad de la cuaresma. Los chicos van por las casas del pueblo pidiendo comestibles (huevos, patatas, torreznos, arroz…) con los cuales, en algún lugar concreto, se prepara una comida para todo los muchachos, a las que asisten sus maestros, y que es cocinada por las madres o alguna persona mayor.

Preguntando a la gente mayor del pueblo, que han vivido en su niñez esta costumbre, ninguno nos supo explicar su origen o significado de su nombre. Cuando vivimos la fiesta nos quedamos con lo lúdico y divertido de la misma (más un día sin escuela) sin preguntarnos otras cuestiones sobre la misma.

Nos queda como recurso analizar los elementos inmateriales de esta manifestación para tratar de explicarla. El primer elemento, en este sentido, es el componente musical: las canciones que cantan los niños al llegar a las casas a pedir. Las que se han conservado (no sabemos si alguna vez se cantaron otras) son estas dos:

Angelitos somos

del cielo venimos

a pedir por Dios

huevos y torreznos

si no nos los dan

la puerta serraremos.

 

Cuchillitos de oro

veo relucir

tocino y longana

nos van  a partir.

Cuchillitos de oro

veo relumbrar

tocinito y longana

nos van a sacar.

 

El otro elemento a analizar es el serrucho como arma “coactiva” para presionar en las casas. Para que aporten lo que sea, si no se amenaza con serrar la puerta, que parece que no tiene que ver nada con “serrar la vieja”.  (Al final, el buen humor llevaba a que los que pedían marcaran la puerta con un ligero golpe de serrucho). Hay, pues, materialmente un serrucho para serrar, pero ¿dónde está la “vieja”?

 

LA CUARESMA

Julio Caro Baroja, gran estudioso de las costumbres ibéricas, en su libro El carnaval, aborda las cuestiones relacionadas con la Cuaresma. Señala cómo este periodo, que precede a la Semana Santa, desde muy antiguo era muy rígido desde el punto de vista religioso. Se prohibía incluso dar culto a los santos y había otras prohibiciones severísimas, como celebrar matrimonios o bautizos. Juegos y espectáculos quedaban clausurados. Otras leyes de carácter civil hacían de la Cuaresma un periodo de excepción. Por el contrario, los servicios religiosos se multiplicaban, así como las comuniones y sermones. Las alegrías exteriores se limitaban por completo.

Con todo esto, no era de extrañar que a la gente no se le ocurriera otra cosa que representar a la Cuaresma como una “vieja”.

Así, en Madrid y otras localidades era costumbre hacer el mismo Miércoles de Ceniza una gran vieja de cartón o papel, con siete piernas flacas, que simbolizaban las siete semanas de la Cuaresma, cuya representación era dicha vieja.

Esta representación de la Cuaresma mediante la vieja de las siete patas se popularizó mucho y cada casa tenía la suya a modo de calendario: por cada semana de la cuaresma que pasaba se le cortaba una pata a la vieja. Por razones de economía, lo normal era doblar dicha pata y así servía para años posteriores.


Relacionado con lo dicho hasta aquí, existía también la costumbre de “partir la vieja”. Parece ser que en el siglo XVI la gente de Madrid se reunía en la Plaza Mayor, a mitad de Cuaresma, con el objeto de ver partir o “aserrar” a una vieja. Acudían con escaleras, linternas, faroles y velas y veían, o fingían creérselo, que era posible ver partir a una mujer anciana por la mitad. Este acto indicaba que el periodo cuaresmal también se había partido. (La cosa tenía mucho de broma y guasa porque corría la voz de que si las velas se apagaban, bien por un golpe de viento, bien por intencionado soplo de los graciosos, no se vería tal partición o “aserramiento”.

En Andalucía, otros testimonios dan cuenta de que en el siglo XIX los niños se disfrazaban e iban tocando tambores y matracas y gritando “¡A serrar la vieja, la pícara pelleja!” Por la noche, los mayores llamaban a las puertas repitiendo lo mismo. Al final, se aserraba por la mitad la figura de una vieja que representaba la Cuaresma.

Estos datos nos invitan a pensar que el elemento que ha perdido la “Sierra Vieja”, en Sanchonuño y otros pueblos, es ese monigote de madera en forma de vieja, que representaba la Cuaresma. Nos encontramos aquí ante una sierra vieja esquematizada por dicha pérdida.





Las similitudes con otras “sierras viejas” aparecen también en regiones tan distantes como en Cataluña. En Planes  y el Vallés también existía esta costumbre de serrar la vieja. El tercer miércoles de Cuaresma los chicos, en grupos de tres, recorrían el pueblo. Uno llevaba una sierra, otro un trozo de madera y el tercero una cesta. Delante de las casas conocidas se paraban a serrar la madera, cantando al compás:
Serra la vella                                                        

que fá de bon será

tres de pá

tres de vi,

tres de carn de bou,

donéunos la paga

que ja hem serrat prou.

Donéunos una butifarra

que la serra está a mossada.

Donéunos un pasell d´ous,

que demá será dijous.

 

De esta manera hacen su cuestación o pedida de alimentos. Sorprende el parecido de esta canción con las de Sanchonuño y las otras recogidas por Pablo Zamarrón en la provincia de Segovia. Parecido no solo en la letra, sino seguramente también en el ritmo.

En pueblos del sur de Navarra existe todavía la costumbre de ir a “matar la vieja”, a mediados o fines de Cuaresma. Allí tampoco hacen representación de la Cuaresma. Los chicos con palos recorren el pueblo cantando:


A matar la vieja

por todo el lugar;

si no nos dan huevos,

ellas caerán.


En las casas que no les dan huevos golpean las puertas de tal forma que están a punto de caer, y en algunos sitios tiran realmente las puertas de casas en ruinas.

 

J. Ramón Criado

 

(Versionado a partir del artículo publicado en la revista “Espadaña”, nº 4, mayo-junio 1986, páginas 14 y 15)