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miércoles, 30 de noviembre de 2016

TRES CUELLARANOS EN EL OCÉANO PACÍFICO





De la segunda mitad del siglo XVI tenemos noticia del tercer cuellarano surcando el Pacífico. Francisco García, natural de Cuéllar, que murió viniendo de la China de regreso a México. Probablemente se refiere a que regresaba en el llamado Galeón de Manila.[1] Tenemos noticia de su existencia porque, en el año 1586, un hermano suyo, el Licenciado Frutos García, vecino de Cuéllar, solicitó licencia para pasar a Nueva España en compañía de dos sobrinos (Juan y Ana). Expuso el solicitante que su hermano había muerto en las condiciones que hemos señalado y que había dejado mucha hacienda. Su otro hermano residente en la ciudad de México, Juan García, le había hecho llamar a él y a sus dos sobrinos porque se sentía muy enfermo y para que heredaran lo que allí les correspondía de la hacienda de Francisco García, su hermano fallecido. El licenciado Frutos García añade en la documentación que en Cuéllar no tenía congrua suficiente, como clérigo que era, conforme a la calidad de su persona, además de tener en su casa y a su cargo a una sobrina y un sobrino pobres que él mantenía con su necesidad. Añade en el poder que tenía en la ciudad de México otro hermano muy rico, llamado Juan García, que no contaba allí con sucesor ninguno, el cual le había llamado para favorecerle y compartir con él su hacienda.[2]




[1] El Galeón de Manila, también llamado Nao de China, era el nombre con el que se conocían las naves españolas que cruzaban el océano Pacífico una o dos veces por año entre Manila (Filipinas) y los puertos de Nueva España, principalmente Acapulco.
[2] AGI. Indiferente. 2063,N.45. Frutos García. Contiene carta otorgada ante el escribano Juan de Enderica, Cuéllar, 8 de mayo de 1586. Testigos Baltasar Velázquez y Diego del Pozo y Mateo García.
 

jueves, 20 de octubre de 2016

LOS MENTIDEROS DE LA VILLA DE CUÉLLAR (AÑO 1791)


Como anecdótico, en los mentideros de la pequeña villa castellana, en el año 1791, fueron muy sonados los dos libelos o pasquines difamatorios que aparecieron a primeros de noviembre en las puertas carreteras de Dña. Antonia Figueroa, viuda de D. Melchor Nicolás de Rojas. El segundo pasquín apareció al otro día pegado con engrudo en el arco de la Trinidad, justo cuando por allí habían de pasar quienes iban a cubicar la cosecha del mosto en las bodegas. Los dos eran muy ofensivos e injuriosos (además de groseros en sus palabras) contra el honor de la viuda, a la que se la acusaba de recibir por las noches a un padre trinitario. Tal vez fueran obra de un despechado.

Defendió Baltasar Alonso, procurador de causas ante la justicia de Cuéllar y Defensor del Hospital de la Magdalena, a Dña. Antonia. Y el alcalde mayor se tomó muy en serio el descubrir al culpable e intervino de oficio interrogando a numerosos testigos.
Se tomaron muestras escritas de los niños y niñas de la escuela de Cuéllar y de los estudiantes del Estudio de Gramática por si alguno de ellos había sido utilizado para escribirlas. Parece letra de adulto, aunque no muy instruido. En todo caso, no era de ninguno de los dos sospechosos, Manuel Picatoste y Manuel Rico (tejedor de lienzos y sacristán de Santa María de la Cuesta). Aún así, se les encarceló solo por los indicios, para ser luego puestos en libertad bajo fianza.[1]



[1] Real Chancillería de Valladolid. Salas de lo criminal, Caja 73,3. Se cita un tercer escrito, en una carta, que no llegó a caer en el jardín de Dña. Antonia de Figueroa (vivía en la Casa de las Bolas), por lo que se sospechaba que había sido lanzada desde la casa de Manuel Picatoste, que vivía en la calle de los Hornos, justo enfrente.

jueves, 29 de septiembre de 2016

UNA NUEVA GENEALOGÍA PARA LOS VELÁZQUEZ DE CUÉLLAR






LOS DESCENDIENTES DEL DOCTOR ORTÚN VELÁZQUEZ,  MARIDO DE COSTANZA GARCÍA.

Deslindada la biografía del Dr. Ortún Velázquez  en la entrada anterior, pasemos a desarrollar la descendencia del que fue corregidor de Sevilla, a partir del texto de Melchor Manuel de Rojas. Nuestro historiador del siglo XVIII pone en entredicho la genealogía de los Velázquez, construida por el cronista D. Josef Pellicer en el siglo XVII, sobre todo en lo relativo a la del Doctor Ortún Velázquez, casado con Costanza García. Está seguro de lo que dice porque Rojas tuvo el testamento de este Velázquez. Si lo hubiera tenido Pellicer habría hallado más luces y desengaño y sabría que los Cuéllar eran González igualmente, dice.

A partir del testamento del Dr. Ortún Velázquez, construye su árbol genealógico, sobre todo en lo referente a los que fueron sus hijos: Juan de Cuéllar, Pedro de Cuéllar, Ruy Sánchez, Francisco Velázquez y otros que no especifica (tal vez también una hija llamada Costanza, como su madre). Y de nuevo Rojas nos deja a medias al no desarrollar por completo ese y otros

para haber sacado mayor partido al testamento. Señalamos esto porque algún autor ha indicado que otro de los hijos del Dr. Ortún Velázquez fue también Gutierre Velázquez de Cuéllar. Posibilidad que toma fuerza de ser la correcta, habida cuenta de que las genealogías más allá del propio Gutierre Velázquez quedan puestas en entredicho. (9) Pero sobre todo porque en el testamento de Doña María de Toledo (año 1507), viuda del Licenciado Juan Velázquez, cita por su testamentario a su sobrino (sic) Juan Velázquez de Cuéllar, contador mayor de la reina, sin duda el de Arévalo, hijo de Gutierre Velázquez. Este dato confirma la genealogía que proponemos alternativa a la del cronista Pellicer. Se deduce que el Licenciado Juan Velázquez, marido que había sido de María de Toledo, y Gutierre Velázquez de Cuéllar, mayordomo de la reina viuda Isabel en Arévalo, fueron hermanos e hijos del Dr. Ortún Velázquez, aunque Rojas omita a Gutierre al hablar del testamento de este último.

En todo caso, el testamento del Dr. Ortún Velasco usado por Rojas ofrece garantías al ser cotejado hoy con otras fuentes. Coincide con citas de la Colección Documental de Cuéllar y con los datos aportados por el Marqués de Mondéjar (siempre para nosotros historiador fiable) en su Genealogía de la familia Segovia y otros manuscritos suyos en los que se fundamenta Trassierra. (10)

En concreto, Juan de Cuéllar, aún bachiller, aparece citado explícitamente como hijo del Doctor Ortún Velázquez en la nueva toma de Cuéllar, como señor de ella, de Juan de Navarra, en julio de 1439. (11) En el mismo documento aparece citado Pedro Velázquez, nombrado alguacil, esto es, oficial de justicia del nuevo señor. ¿Se trata de su hermano al que en Cuéllar nombran por el apellido de la familia y no como Pedro de Cuéllar? No vamos a complicar más las cosas con esta posibilidad. Solo la tendremos en cuenta. Lo cierto es que este documento, como decíamos, da credibilidad a que Rojas manejó el testamento del Dr. Ortún Velázquez y que los datos que extrae son fiables.

PEDRO DE CUÉLLAR. MUERTO EN JAÉN LUCHANDO CON LOS NAZARÍES (1456).

Pudo llamarse Pedro Velázquez, pero al salir de la villa para servir al rey Enrique IV, tal vez también antes a Juan II, empezó a ser nombrado como Pedro de Cuéllar. Los servicios prestados por su padre, el Dr. Ortún Velázquez de Cuéllar, le posicionaron bien para que entrara al servicio de estos Trastámara. Estos reyes buscaron en la baja nobleza y en los caballeros hijosdalgo gente más fiel y comprometida con su rey que la díscola alta nobleza con excesivas aspiraciones de poder. Además, Pedro de Cuéllar arriesgó asumiendo destinos en la entonces peligrosa frontera con Granada, tal vez con aspiraciones de ascender en la escala social.

Trassierra le propone erróneamente como padre de Cristóbal de Cuéllar, suegro del Adelantado Diego Velázquez, conquistador de Cuba. Trataba este historiador de constatar una sola familia en la villa con el apellido Cuéllar. Pero en estos siglos medievales cualquier cuellarano, de la familia que fuere, podría tomar como apellido el topónimo de su lugar de nacimiento, Cuéllar, dándose así origen a diferentes ramas con dicho apellido. Por regla general, cuando pasaban a residir fuera de la villa, como es el caso de Pedro de Cuéllar, que en principio pasaría a residir en Segovia, en la órbita de la corte.

Pero Trassierra nos proporciona otras informaciones valiosas, sobre Pedro de Cuéllar, obtenidas en  los archivos de Madrid: fue vasallo del rey Enrique IV, por los años de 1450, a su servicio como corregidor en ciudades de la frontera con Granada, en Murcia, Andújar y Jaén. Esto supone que Pedro de Cuéllar tenía cierta formación jurídica, no exenta de su carácter de militar como caballero de la frontera que fue. (11)

Había comenzado Enrique IV su reinado en 1454 dispuesto a seguir las guerras de conquista de Granada, y convocado cortes en Cuéllar para este fin. Aplicaría una estrategia, criticada, de campañas de desgaste, evitando siempre la confrontación directa con el ejército musulmán. En el verano de 1456, las crónicas dan testimonio de la aparición en el cielo durante muchos días de un cometa (luego llamado Halley). Fue interpretado como un mal augurio para el monarca. Solo lo fue, entre otros, para Pedro de Cuéllar. Durante la campaña contra el reino nazarí de Granada, un cuerpo de tropas, mandadas por Juan Manrique, Conde de Castañeda, sucumbió en una celada en el puerto de Torres, en Jaén. Hubo 400 muertos y el propio conde cayó prisionero. Mandaba las tropas de la ciudad de Jaén en esta emboscada su corregidor, Pedro de Cuéllar, que no pudo evitar, por más que lo intentó, que los 80 jinetes jiennenses abandonaran el campo de batalla, desertando. Él volvió con Juan Manrique y allí se dio cuenta de su muerte. Las crónicas recogen este hecho dedicando elogios al caballero de Cuéllar:

 

(…) E como los cavalleros de la gineta de la çibdat de Jaén, de quien traya cargo un caballero de Segovia llamado Pedro de Cuéllar, vieron los moros, volvieron luego a fuyr de tal manera que Pedro de Cuéllar, su corregidor, no los pudo detener; e como él era buen caballero e onbre fijodalgo, volvió con algunos pocos que con él quisieron volver, e allí fue muerto, e algunos de los que con él volvieron. (12)

 

Esta pérdida supuso un duro golpe para la mujer de Pedro de Cuéllar, Elvira Sánchez de Virués. Fruto del matrimonio, habían tenido un hijo y seis hijas. De las hijas quedaban cuatro solteras que tuvieron que encaminar su vida hacia el claustro. María Álvarez, Inés Osorio y Beatriz Virués en las clarisas de Rapariegos (anomalías de los apellidos por entonces, dice Trassierra, las tres lo llevan distinto y ninguna el de su padre). Costanza Velázquez, nombrada como su abuela, eligió el convento de Cuéllar. Tres documentos de la Colección Documental de Cuéllar hacen referencia a este hecho y citan a sus padres. A Pedro de Cuéllar difunto. En el año 1458, Costanza invierte 10.000 maravedíes, que le había dado su madre por su herencia, en tierras en el hoy despoblado de Muño Gómez y en Lovingos. Las mismas tierras que dona a la comunidad de monjas de Santa Clara al hacer su ingreso en esta congregación de Cuéllar. (14)

Halló Trassierra también el testamento de la viuda de Pedro de Cuéllar, Elvira Sánchez de Virués (año 1485 y codicilo de 1490). Ordenó que se la enterrara en San Francisco (de Cuéllar?) en la capilla de su padre. Manda sus ropas a sus hijas y mejora a Jerónimo de Virués, su hijo varón, el tercio de sus bienes. Cita también Trassierra otros tres documentos referidos a la renuncia de su legítima que hicieron las hijas aspirantes a entrar en el convento. En el primero de ellos, en Cuéllar a 7 de marzo de 1457, renuncia doña Costanza, hija de Pedro de Cuéllar, determinada a ser monja en Santa Clara, como hemos dicho. Llama la atención el elenco de los testigos de este documento: el licenciado Juan Velázquez (su tío Juan de Cuéllar), el bachiller Gutierre Velázquez y Sancho (Velázquez), su hermano. Sin duda sus parientes de la familia Velázquez en Cuéllar, los hermanos de su difunto marido, los más próximos y de confianza, llamados para ello.

***

 

Hemos hecho este ejercicio de genealogías, aunque le haya resultado complicado al lector, porque creemos que es este el método con que el historiador actual debe abordar estos árboles. Si damos por buenas las genealogías de los historiadores barrocos, copiaremos sus aciertos, pero también sus errores, y los tienen. Hoy tendríamos más medios para corregirlos y enmendarlos. Puestos en duda hasta los árboles del mismo Pellicer, no cabe sino hacer instantáneas de lo que damos por seguro y después, en otro nivel, tratar de ensamblar esas instantáneas.

La actitud crítica de Melchor Manuel de Rojas respecto al cronista Pellicer está fundamentada. Tiene los documentos necesarios para ello. Sus aportaciones nos han permitido recuperar otro personaje para la historia de Cuéllar: Pedro Velázquez de Cuéllar o, sencillamente, Pedro de Cuéllar, hijo del doctor Ortún Velázquez, cuya prometedora carrera en la órbita de Enrique IV,  se vio truncada con su muerte en combate en la guerra de Granada en 1456.

En relación a las familias cuellaranas, Pellicer fue el autor del Informe de la familia Velázquez, que fue impreso en el año 1649. (15) Es este informe al que Rojas critica por haber hallado en él algunas deficiencias cometidas por su autor, por no haber tenido, dice, los instrumentos apropiados en algunos casos (testamento del Dr. Ortún Velázquez).


9.- Colección de documentos inéditos para la historia de España. Vol. 18. Madrid 1851. Pág. 474. Doña María Enríquez casó con Gutierre Velázquez, Comendador de la Membrilla, hijo de Juan Velázquez, contador mayor, y de Doña María de Velasco, y nieto del licenciado Gutierre Velázquez de Cuéllar, que fue hijo del doctor Ortún Velázquez, corregidor de Sevilla en tiempo del rey D. Juan Segundo.
10.- Los datos que aporta la obra del Marqués de Mondéjar son los siguientes: Doña Ana Machuca, hija última de Pedro Machuca de la Plata y de doña Juana Sánchez de Segovia, casó dos veces. La primera con Gerónimo de Virués, hijo de Pedro de Cuéllar, vasallo del rey, Corregidor de Murcia, de Andújar y Jaén, de cuya muerte haze memoria Alonso de Palencia, en su crónica del rey Enrique IV, cap. 14; y de Doña Elvira Sánchez de Virués, que vivió hasta el año 1485, en que hizo su testamento a cinco de julio.
11.- Colección Documental de Cuéllar. Nº 416. Pleito homenaje de la villa de Cuéllar a Juan de Navarra como señor de nuevo de ella. 1439, julio 7.
12.- Gonzalo de la Torre Trassierra. Cuéllar. Pág. 163. Provisión despachada, año de 1453, en que manda el rey Enrique IV a Pedro de Cuéllar, su corregidor en Jaén y Murcia que haga pagar al Dr. Diego González de Toledo, su oidor y contador mayor, ciertas rentas que tenía en los dichos partidos. En 1455 el mismo rey manda a la ciudad de Andújar otra provisión, para que admita por su corregidor a Pedro de Cuéllar, su vasallo. Biblioteca Nacional. Manuscritos. Ms. D-162. (Signatura antigua). Consultó otros manuscritos de esta biblioteca que corresponden al Marqués de Mondéjar.
13.- Crónica anónima, vol. II, Pág. 60.
14.- Colección Documental de Cuéllar. Nº 575, Nº 577 y Nº 578.
15.- Memorial de la Casa y Servicios de Don Andrés Velázquez de Velasco, Caballero del Orden de Santiago, Conde de Escalante i de Tahalu, señor del estado de Villavaquerin i Sinova... En Madrid: [s.n.], 1649. [1], 26 h.





viernes, 19 de agosto de 2016

EL DOCTOR ORTÚN VELÁZQUEZ DE CUÉLLAR. CORREGIDOR DE SEVILLA. CABEZA DE SU LINAJE.


El presente artículo forma parte de otro más extenso que sale publicado en la fecha de hoy (19 de agosto de 2016) en la LA VILLA. La Revista de Cuéllar, nº 59. En este trabajo propongo una nueva genealogía para la familia Velázquez, o Velázquez de Cuéllar, sobre todo para la rama principal que ocupó desde mediados del siglo XIV la conocida como Casa de la Torre o Palacio de Pedro como su casa solariega. En esta primera entrega incido en desambiguar la biografía del Dr. Ortún, Fortún u Ordoño Velázquez, (puede aparecer con las tres variantes) mal redactada en Wikipedia por haber mezclado a dos personas que compartieron nombre y lugar de nacimiento. Se incluye también las conclusiones de la primera parte de mi colaboración en la citada revista para situar al lector en el conjunto de mi investigación.

Se hace necesario deslindar la vida de dos personajes que, por compartir el mismo nombre y ser coetáneos en parte de sus vidas, se les ha confundido, en todo o en parte, dificultando la investigación. De hecho, hasta se ha llegado a construir una sola biografía confundiendo y mezclando los datos de los dos. Esto no es lo peor. Todavía hay autores que se empecinan en que se trata de un solo personaje. Me estoy refiriendo al Doctor Ortún Velázquez, corregidor de Sevilla en tiempos de Juan II, y a Ortún Velázquez, hijo de Juan Alfonso, clérigo. Los dos coinciden en Cuéllar en  un acto relacionado con el Hospital de la Magdalena y que recoge el Cartulario, en el año 1430: los honrados y discretos varones Fortún Vlasquez de Cuéllar, Doctor en Leyes, refrendatario de ntro. Señor el rey y su Oidor y del Consexo; et Fortún Velázquez de Cuéllar, Licenciado en Leyes, Canónigo en la iglesia de Segovia, jueces y árbitros arbitradores y amigables componedores que son en los negocios y causas infraescriptas ... (4)

El documento nos ayuda bastante, al referir los títulos que ostenta cada uno, para saber quién es cada cual. El Dr. Ortún Velázquez, Oidor de la Audiencia del rey Juan II y de su Consejo, residente en la Villa, y Ortún Velázquez de Cuéllar, hijo de Juan Alfonso Caballero. El primero fue seglar y con una importante descendencia. El segundo siguió la carrera eclesiástica llegando a desempeñar también importantes cargos durante el reinado de Enrique IV, llegando a ser nombrado obispo de León. Seguro que eran parientes, pero es difícil establecer en qué grado en el laberinto del árbol genealógico de los Velázquez.
D: Josef  Pellicer, historiador y cronista. Intoxicó la genealogía de los Velázquez de Cuéllar.




En esta ambigüedad y confusión de las biografías de los dos en una sola, el más perjudicado resulta ser el Doctor Ortún Velázquez, a quien para identificarlo le añadiremos el cargo que tuvo como corregidor en Sevilla. Por ello, haremos relación de las citas referidas a él en las fuentes consultadas.

Aunque queda sin resolver quienes fueron sus padres, la nueva documentación lo señala como cabeza de los Velázquez a principios del siglo XV y por lo tanto dueño de la casa solariega y su morador cuando no estaba fuera de la villa desempeñando servicios en la órbita de la corte. Puede ser hijo o nieto de Blasco Pérez, primogénito de Pero Puerco.

Cronológicamente, el primer documento que hallamos referido a Ortún Velázquez de Cuéllar data de 1409: una carta del regente, Fernando de Antequera, mandándole investigar el traslado de mercancías a tierras de moros. Seguía en 1412 con este cargo denominado alcalde de las sacas de lo vedado a tierras granadinas.

En 1410 figura el doctor Ortún Velázquez formando parte de la comitiva que acompañó al infante don Fernando a la frontera de Granada. En Sevilla participó en un debate organizado por el Infante entre dos grupos de letrados y doctores sobre quién tenía más derecho a la corona de Aragón, él o su sobrino el rey niño Juan II. Figuraba en el grupo que defendía los derechos del segundo. (5) Estuvo presente en la conquista de Antequera que se consiguió dicho año.

El Dr. Ortún Velázquez era oidor y consejero de Juan II de Castilla en 1411. Con ambos oficios estuvo en la asamblea de letrados y doctores reunida en la capilla del convento de San Pablo de Valladolid para conocer los derechos de Juan II al trono de Aragón.

En 1416 la reina regente, Catalina de Lancáster, le envió para apaciguar la gran violencia banderiza que había en Sevilla. Ortún Velázquez era oidor de la Audiencia Real y llegó a Sevilla, en el mes de febrero, como corregidor, pero solo lo aceptó como tal el bando dirigido por Pedro de Stúñiga. Velázquez intentó imponer una tregua de cuarenta días y hacer salir a la gente de armas, de los dos bandos, de la ciudad. La situación no se arregló y el mismo corregidor tuvo que refugiarse en el alcázar real después de una pelea con los hombres del bando del Conde de Niebla y sus aliados. Esto ocurrió en el mes de junio y allí seguía encerrado seis meses después. (6)

En los meses siguientes, el corregidor Ortún Velázquez hizo que la reina regente llamara a la corte a varios regidores municipales opuestos a su gestión. El bando del Conde de Niebla consiguió que Fortún fuera relevado porque era muy sospechoso de parcialidad contra ellos.

En 1419, en las primeras cortes con mayoría de edad de Juan II, a petición del reino se establece la Audiencia y Chancillería. Se manda que en la sala de lo civil hubiera siempre cuatro letrados y un prelado. En dos turnos por semestres. En el primero figura Juan Velázquez de Cuéllar. En el segundo, Ortún Velázquez de Cuéllar. Se fijó esta Audiencia en Segovia.

En 1420, Ortún Velázquez figura en el numeroso séquito que fue hasta Guadalajara para confirmar el matrimonio del infante Juan de Aragón con Blanca de Navarra. (7)

En 1422 nos encontramos a Ortún Velázquez en Cuéllar. Aparece al servicio del infante D. Juan, señor de la villa, como su alcalde mayor y de su consejo. Sigue siendo además del Consejo Real por lo que nos volvemos a encontrar con esa dualidad de señores a los que sirve: el de la villa y el propio rey. (8) El infante D. Juan ordena a Ortún Velázquez y a Pedro Bermúdez que vean los privilegios, ordenanzas y sentencias que les presente el Concejo de Cuéllar sobre el Pinar Testado y para que procedan después a gestionar el coteo de dicho pinar y lo amojonen ante escribano público. En este asunto hay un trasfondo de conflicto social que se prolonga durante siglos. Han sido los caballeros hijosdalgo de la villa, a través del Concejo, los que han pedido a su nuevo señor que les dé licencia para amojonar dicho pinar. Denunciaban que algunas personas de la villa y sobre todo los concejos de las aldeas próximos al pinar, cortaban madera en él sin ningún temor. Pero principalmente que no se pedía licencia y que no se pagaba el correspondiente permiso o albalá que era lo que pretendía el Regimiento cuellarano. El nuevo señor, por atraerse a este grupo de la oligarquía de la villa, dio licencia para que se acotara de nuevo el Pinar Testado y se hicieran cumplir las prohibiciones correspondientes.

En noviembre de 1427 figura como refrendatario del rey en una carta ejecutoria redactada en Segovia. Por este oficio cobraba una ración diaria de 40 maravedíes, 14.400 anuales, y los cobró hasta 1434.

En 1430 figura como oidor en el proceso seguido contra el Conde de Castro, que se había unido a los infantes de Aragón contra el rey Juan II.


Fachada de la Casa de la Torre o Palacio de Pedro I, en Cuéllar.


Por la documentación del Hospital de la Magdalena y por la que aporta el mismo Melchor Manuel de Rojas sabemos otros datos. Estuvo casado con Constanza García, matrimonio que pertenecía a la oligarquía de la villa y por eso contó D. Gómez González con ellos como miembros de la primera Cofradía que debía dirigir la fundación del Hospital de la Magdalena pero que pronto fracasó en su cometido. Rojas contó además con el testamento del doctor Ortún Velázquez y nos dice que fueron sus hijos Juan de Cuéllar, y Pedro de Cuéllar, Ruy Sánchez, Francisco Velázquez y otros que no nombra. Con este testamento, Rojas pone en duda la genealogía que el cronista Pellicer había hecho de los Velázquez de esta época. Falleció, al menos testó, el Dr. Ortún Velázquez en el año 1436. Siempre fue seglar y nunca tuvo ningún cargo religioso como su homónimo, cuya biografía omitimos aquí.

 

LOS DESCENDIENTES DEL DOCTOR ORTÚN VELÁZQUEZ,  MARIDO DE COSTANZA GARCÍA.

(Continúa)



CONCLUSIONES.
La Casa de la Torre, conocida como Palacio de Pedro I, fue la casa solariega de los Velázquez. Pasó de generación en generación, por mayorazgo, dentro de la rama principal de la familia. Elvira Blázquez, viuda de Pero Puerco, fue la primera poseedora. Le siguió su hijo Blasco Pérez y después el Dr. Ortún Velázquez de Cuéllar (si no nos hemos saltado una generación entre ambos). Tenemos la certeza de que el doctor fue cabeza de la familia Velázquez porque sería su hijo mayor el licenciado Juan Velázquez quien heredó el mayorazgo a la muerte de su padre hacia 1436. Que esto fue así lo testifica el testamento de la viuda del licenciado, Doña María de Toledo. El licenciado Juan Velázquez es personaje bien distinto a su sobrino del mismo nombre, Juan Velázquez de Cuéllar, el de Arévalo, hijo de Gutierre Velázquez. A delimitar las nuevas biografías de estos dos personajes, sobre todo la de Gutierre Velázquez, dedicaremos la segunda parte. Pero ya les adelanto: ninguno de los dos ocupó en ningún momento la Casa de la Torre. Gutierre Velázquez ya lo escribió en su testamento: lo poco que yo ya tengo en Cuéllar. Ni siquiera pudo enterrarse en el convento de San Francisco de la villa, como era su deseo. A su hijo Juan Velázquez de Cuéllar, contador mayor y luego testamentario de Isabel la Católica, en la villa solo le quedaban los parientes. Eso sí, contaría con ellos para promocionarlos dentro de la corte donde él era tenido en mucha estima por los Reyes Católicos. Quiero decir que los escudos que adornan el Palacio de Pedro I no corresponden al contador Juan Velázquez de Cuéllar y a su mujer Dña. María de Velasco como se insiste cuando nos explican la heráldica del edificio. Si alguna vez estuvieron en el palacio, fue de visita. Entonces, ¿a quiénes corresponden dichos escudos? Quedan emplazados para la segunda entrega.




NOTAS
4.- Cartulario de la Magdalena. Folio 266. Año de 1430, 25 de diciembre. Compromiso, poderes y sentencia sobre debates y dudas que hubo entre el cura y Beneficiados de San Esteban y los Capellanes del Hospital. Lo recoge también la C.D.C. Nº 382.
5.- Este debate y el posterior que organizó en Valladolid por la reina madre Catalina de Lancáster están extraordinariamente narrados por un contemporáneo a los mismos y testigo de ellos. Luis Panzán. Remembranzas del Papa Luna.
6.- González Sánchez. La corona de Castilla ... . Aporta el documento en el que el Dr. Velázquez ordena la tregua y la salida de los banderizos. AHN. Nobleza Osuna, carp. 49, nº 16.
7.- Zurita. Anales de Aragón.

8.- De nos, el infante don Juan de Aragón e de Çeçilla, señor de Lara, duque de Peñafiel, etc, a vos Fortún Velázquez, dottor en leyes, nuestro alcalde mayor e del nuestro Consejo, e uno de los del consejo del rrey, mi señor e mi primo, e mayor de la Abdiençia; e a vos, Pero Bermúdez, nuestro vasallo e nuestro guarda de los pecheros de la nuestra villa de Cuéllar e de su tierra, vecinos de la dicha nuestra villa, salud e gracia. C.D.C. nº 302. 1422, marzo, 5. Toledo.





martes, 2 de agosto de 2016

SANCHONUÑO Y LOS TRINITARIOS: SAN SIMÓN DE ROJAS.


La victoria en la batalla de Lepanto sobre los turcos, año de 1571, parece estar en el origen de la devoción a la Virgen del Rosario en el mundo cristiano en general y en la Tierra de Cuéllar en particular.  La fiesta fue instituida por el Papa Pío V, luego santo, el 7 de Octubre, aniversario de la victoria obtenida por los cristianos en dicha batalla y atribuida a la virgen, invocada por la oración del rosario.

Pio V era dominico y fueron los frailes de su orden quienes tomaron esta iniciativa promovida por el papa. En la Tierra de Cuéllar parece que, por delegación del convento dominico de Santa María de Nieva, fueron los trinitarios los encargados de la difusión del culto a la Virgen del Rosario. Esto explicaría la aparición en  retablos de la Tierra de Cuéllar (Chañe, Santibáñez de Valcorba, Torrescárcela, Sanchonuño…) de la cruz trinitaria y de santos de esta orden religiosa.

San Juan de Mata en la iglesia de Torrescárcela (Valladolid)

Aunque ya existía como rezo desde la Edad Media, a partir de Lepanto se difunde con más fuerza esta devoción y en los distintos lugares surgen Cofradías con esta advocación que encargaron las correspondientes imágenes para su culto. En el caso de Sanchonuño, la Cofradía del Rosario compitió en devoción con la del patrón de la parroquia, Santo Tomás, relegándole con el tiempo a un papel secundario. Ha sido tal la devoción a esta virgen que, cuando en el año 1985 la localidad decidió dejar el primer domingo de octubre como fiesta menor y pasar la fiesta grande al primer domingo de agosto, nadie reparó en que tal vez era el momento de desagraviar al patrón. Pero la Virgen del Rosario tiene desde entonces dos procesiones y Santo Tomás sigue sin la suya. Todo el protocolo de la fiesta de octubre se trasladó a la de agosto.


Hacer historia contemporánea es crear polémica. Por ello me centraré en el objetivo que me había propuesto: dar a conocer el cuadro dedicado al beato Simón de Rojas conservado en la parroquial de Sanchonuño. Tal vez el primero de la diócesis, tal vez el único, sin contar con que los trinitarios de Cuéllar encargaran el suyo.

Este convento de la Trinidad en Cuéllar estuvo en principio junto al río Cerquilla, fuera de la población. Lo había fundado fray Thomas Walls, de nación inglés, por los años 1219. Se trasladó a la villa en el año 1554 bajo el auspicio de la familia Bazán y siguiendo las consignas del Concilio de Trento de que la orden haría mayor servicio estando dentro de núcleo poblado. Se aprovecharon las ruinas de la que antes había sido ermita de San Blas. En él fue ministro el padre fray Simón de Rojas, cuya beatificación se espera pronta. Así lo reseñaba un historiador cuellarano en el año 1763. Durante su estancia en Cuéllar, según Balbino Velasco, su influencia se dejó sentir en los pueblos de la comarca donde salía con frecuencia a predicar. Su memoria fue conservada por los frailes de su orden que recibieron con entusiasmo la beatificación de Simón de Rojas en el año 1766. Los trinitarios y todo Cuéllar, porque entre tanto hombre ilustre como había dado la villa ninguno había alcanzado los altares. Un santo para Cuéllar era lo que hacía falta, aunque Simón de Rojas hubiera nacido en Valladolid. No ha de extrañar que un miembro de la familia Rojas, que eran mucho, ya incluyera al beato Simón de Rojas como su abogado en su testamento, y mandó a sus herederos dos piezas de plata que habían de emplear para cuando lo canonizaran.

Se hallaba por estos años D. Manuel Marugán, cura de Sanchonuño aunque natural del Nieva, realizando importantes reformas en su iglesia. Entre ellas había encargado dos retablos al tallista de Peñafiel Felipe Durán. Uno de ellos el de la Virgen del Rosario, para una imagen que tiene un aire más castellano que otras de la comarca, que son más flamencas, digo esto porque pasan por ser del escultor Pedro Bolduque, que recaló en Cuéllar desde Flandes.

Se habían entendido bien el párroco y el escultor en la redacción del contrato de los retablos, firmado en 1771. Si bien, no habían previsto la inclusión de un lienzo dedicado al recién beatificado Simón de Rojas. Por influencia del momento de euforia y por la de los trinitarios de Cuéllar, que parece que daban su supervisión en lo que tocaba al culto de esta virgen, en última instancia se incluyó, sobre la hornacina de la talla, un cuadro dedicado al beato.


La iconografía del mismo coincide con la que existe sobre Simón de Rojas en Madrid, en el comedor del Ave María que él fundó. Donde nos la explicó un fraile al que requerimos para tal fin en una de nuestras visitas a la capilla de dicho comedor. Representa al beato arrodillado, en oración, al que se le aparece la Virgen que le entrega una cinta. Con toda naturalidad, el trinitario nos comentó que el cordón que le da la virgen a Simón de Rojas era un cilicio, como remedio para que el fraile superara las tentaciones carnales en momentos de crisis, que los tuvo. En el cuadro de Sanchonuño, además del cilicio, el Niño le da también un rosario al trinitario, con lo que se le da sentido a su inclusión en este retablo. Se incluyen otros elementos en el cuadro que se prestan a una interpretación más subjetiva, aunque sin duda tienen su intención. Por un lado, los panes que aparecen en el suelo pueden hacer referencia a la inclinación que tuvo Simón de Rojas por los pobres, a través de las Congregaciones del Ave María. El comedor de Madrid sigue dando comidas en varios turnos a día de hoy y en él, qué pequeño es el mundo, colabora como voluntaria Dolores Álvarez, que ahora sabe que por Sanchonuño, su pueblo, también anduvo Simón de Rojas.

Hay en el cuadro una clara composición piramidal en la organización de los personajes: la Virgen, el Niño y el beato. Se echa en falta el lema AVE MARIA, propio del beato y que, dicen, tenía siempre en su boca. Es sustituido por una clara alusión a la Trinidad con el Dios Padre, la paloma y el Niño, que forman una línea de derecha a izquierda.

Aparece el fraile apoyando sus rodillas sobre dos tiaras de obispo, como si hubiera renunciado a cargos eclesiásticos destacados. No le hicieron falta. Su influencia en la corte de Felipe III fue considerable. Tenía fama de milagrero y todos vivían pendientes de esos milagros.

Acabó metiéndose en asuntos políticos. Al plantearse la expulsión de los moriscos, el padre Rojas dictaminó que había que aplicar radicalmente la medida. Arremetió contra el arte y música profanas, contra las fiestas, contra la prostitución. Muerto Felipe III, fue nombrado confesor de la nueva reina, Isabel de Borbón, con la influencia y poder que este cargo suponía. En resumen, y en palabras de Caro Baroja, fue un adalid de la Santa España. Murió en Madrid en 1624. Dos siglos más tarde de su beatificación, sería canonizado en 1988 por Juan Pablo II.


El retablo de la Virgen del Rosario de Sanchonuño, en el lado de la epístola de su iglesia, de estilo barroco-rococó, es obra, como se ha dicho, de Felipe Durán. En su composición y realización no poco tuvo que ver D. Manuel Marugán. Este cura, sin descuidar sus obligaciones parroquiales, tenía aficiones pintorescas. Así, entre otras cosas, diseñó un carretón falcado, que no era sino un apero alternativo al trillo tradicional. Con ayuda del herrero y carpintero del pueblo construyó el prototipo. Adelantó la prueba del mismo para que estuviera presente el obispo, que se hallaba de visita pastoral. Tal vez no era el momento y las mieses con las que se hizo la parva de la demostración estuvieran verdes. Estas acabaron embozando las hoces, con corte en su parte convexa, en las que se basaba su invento. Todo influyó para que aquello fuera un rotundo fracaso, al que hubo que añadir la mofa de sus parroquianos. En Sanchonuño no se tomaron en serio aquella nueva tecnología y siguieron usando los trillos tradicionales de Cantalejo otros doscientos años más, hasta 1970.

Ese año fue la última vez que vi a los trinitarios en Sanchonuño. Acababa el curso y dos hermanos de la orden, de paisano, aparecieron en la escuela para captar nuevas vocaciones. Se llevaron una semana a un grupo de siete u ocho chicos a su convento de Salamanca. Las experiencias allí fueron dispares. Ellos lo saben. Solo uno regresó después con los trinitarios y durante tanto tiempo que a punto estuvo de vestir el hábito blanco, con la cruz de brazos rojo y azul.

Empezábamos con Lepanto. Hubiera sido un tópico haber citado, en el cuarto centenario de su muerte, a D. Miguel de Cervantes en relación con esa batalla. Sin embargo, es de justicia recordar que fueron los trinitarios los que gestionaron y consiguieron el rescate de su presidio en Argel, salvándolo de un destino incierto. Fue Fray Juan Gil, trinitario natural de Arévalo. Y en agradecimiento al gran amor y predilección por la Orden Trinitaria, se mandó enterrar Cervantes en las monjas trinitarias de Madrid, en cuyo convento se han buscado sus restos infructuosamente.

Texto: J. Ramón Criado
Fotos: Pablo Pascual

viernes, 15 de julio de 2016

RECLUTAMIENTO DE SOLDADOS EN LA TIERRA DE CUELLAR. AÑO 1718.


En papel sellado: Sello quarto, año de mil setecientos y diez y ocho.

Yo, Matheo Velázquez de Figueroa, escribano público del número y Ayuntamiento de esta villa de Cuéllar y su Tierra, aprobado por el Rey nuestro señor, doy fe y testimonio de verdad a los que el presente vieren como hoy día de la fecha, en virtud de lo mandado por la Real Orden de su Majestad, que Dios guarde, en que se piden siete soldados a esta Villa y su Tierra, sale de esta villa para la ciudad de Segovia Miguel García, vecino de esta villa de orden en el de los señores justicias y Regimiento de ella y su Tierra y sus comisarios, a entregar en dicha ciudad los soldados siguientes:

Juan de Matesanz, hijo de Gabriel Matesanz, vecino de esta villa, a quien tocó por suerte en el sorteo que se hizo entre los mozos de esta villa y sus arrabales el día veinte y seis de septiembre de este presente año.

Gregorio de Pedro, natural del lugar del Arroyo de esta jurisdicción, hijo de Esteban de Pedro, ya difunto, vecino de él, a quien trajo Francisco García el Mayor, regidor de dicho lugar, por haberle tocado la suerte en el sorteo que se hizo entre los mozos de dicho lugar y el de Navas de Oro, Narros, Chañe, La Fresneda, Vallelado y Torre y Samboal.

Simón Santos, natural de Coxeces del Monte, de esta jurisdicción, al cual trajo Juan de Peñas, regidor de dicho lugar, por haberle tocado la suerte en el sorteo que se hizo entre los mozos de dicho lugar y el de Bahabón, Torrescárcela, Aldealbar y Santibáñez.

Carlos de la Calle, natural del lugar de Las Fuentes, de esta jurisdicción, al cual trajo Manuel Martín, alcalde de dicho lugar, por haberle tocado la suerte en el sorteo que se hizo entre los mozos de dicho lugar, el de Campaspero, Olombrada, Moraleja, Lobingos, La Essa y Samaior, Frumales, Perosillo y Adrados.

Esteban Muñoz, natural de Gomezsarracín, hijo de Marcos Muñoz, de dicho lugar, al cual trajo Martín de Aragón, alcalde de dicho lugar, por haberle tocado la suerte en el sorteo entre los mozos de dicho lugar y Navalmanzano, San Martín y Mudrían, Chatún y El Campo.

Y para que conste, de pedimento de dichos señores comisarios, doy el presente en Cuéllar a doce de octubre de mil setecientos y diez y ocho años, y lo signé y firmé.

En testimonio de verdad. Matheo Velázquez de Figueroa. (Rubricado)

 

Fuente: Archivo Histórico Provincial de Segovia. Protocolos de dicho escribano Mateo Velázquez de Figueroa.




NUEVO:


EJÉRCITO: QUINTAS DE 1718. San Miguel del Arroyo


En el lugar de San Miguel del Arroyo. Jurisdicción de la villa de Cuéllar, en primer día del mes de noviembre de este año de mil setecientos y diez y ocho, en virtud de haber ido Antonio de Velasco, de este lugar de San Miguel, a la ciudad de Segovia a entregar a Pascual Pérez, moço soltero vecino de del lugar de Montemayor, soldado quintado que le había tocado por su suerte el ir a servir a su Majestad, que Dios guarde, a sus campañas, y haberle presentado en la ciudad de Segovia ante las personas que se presentan los demás que iban de la provincia de Segovia, le desecharon diciendo era de pequeña estatura y robustez para el manejo de las armas. Los justicias de los lugares del sexmo de Montemayor y el alcalde del lugar de la Mata, agregado a dicho sexmo, juntaron sus moços como otras veces lo han hecho para el mismo efecto, y habiendo metido las cédulas de dichos nombres de los moços en un cántaro y en otro tantas cédulas en blanco menos una que decía soldado, le tocó por su suerte sacar la cédula que decía soldado a Antonio Pascual, hijo de Juan Pascual y de Ana Rico, vecinos del lugar de San Miguel del Arroyo, el cual van a entregar a dicha ciudad de Segovia Joseph de Velasco procurador del sexmo de Montemayor, para que vaya a servir a su Real Majestad, que Dios guarde, a sus reales  campañas. Y para que conste, de pedimento de los susodichos, di el presente en dicho lugar de San Miguel en el dicho día, mes y año arriba dicho, y firmé como secretario que soy del sexmo de Montemayor.   Juan de Velasco. (Rubricado)





jueves, 30 de junio de 2016

ARROYO DE CUÉLLAR: ANA SERRANA.


En la Villa de Cuéllar, dos días del  mes de marzo de mil e seiscientos y veinte y nueve años, ante su merced D. Gaspar de Figueroa y Mendoza, correxidor en ella y su Tierra y ante mí el escribano, Don Jun Velázquez de Atienza presentó la petición siguiente:

Petición: Don Juan de Atienza y Velázquez, natural de la villa de Cuéllar, hixo lexítimo de Don  Gómez Velázquez de Atienza, difunto, y Doña Isabel de Lorenzana, mis padres legítimos, vecinos de esta Villa, en la mejor forma que a lugar en derecho:

Digo que yo pretendo pasar a los reinos de las Indias y otras provincias fuera de España y quiero averiguar con información de testigos mi limpieza y otras cosas tocantes a mi persona. A vuestra merced pido mande recibírmela al tenor de estas preguntas y que se me dé autorizada en pública forma y manera que haga fe interponiendo a ella su autoridad y decreto judicial para que valga y haga fe en juicio y fuera de él, sobre que pido justicia. Don Juan Velázquez de Atienza.

Interrogatorio: Primeramente sean preguntados los testigos por esta pregunta si me conocen a mí y a Doña Isabel de Lorenzana, mi madre, y si conocieron a Don Gómez Velázquez de Atienza, mi padre, y a Juan de Atienza y Doña Francisca de Gijón y Velázquez, mis abuelos paternos, vecinos de esta Villa de Cuéllar, y a Cristóbal Velázquez y a Magdalena de Lorenzana y Monroy, mis abuelos maternos, vecinos que fueron de la villa de Olmedo, y si tienen noticia de sus partes y calidades digan en todo lo que han visto y oído decir.

2. Ítem si saben que los dichos Juan de Atienza y Doña Francisca Gijón y Velázquez estuvieron casados y velados según ordena la Santa Madre Iglesia de Roma y durante su matrimonio entre otros hijos hubieron y procrearon por su hijo legítimo a D. Gómez Velázquez de Atienza y por tal su hijo le criaron y alimentaron y los testigos le vieron criar y alimentar, llamándole hijo y él a ellos padre y madre, y tal es público y notorio en esta Villa donde vivieron y moraron y de donde eran vecinos y naturales, digan los testigos lo que saben.

3. Ítem si saben que los dichos Cristóbal Velázquez y Magdalena de Lorenzana y Monroy fueron marido y mujer, casados y velados in facie eclesia y durante su matrimonio hubieron y procrearon por su legítima hija a la dicha Doña Isabel de Lorenzana, y tal es público y notorio en esta villa, digan lo que saben.

4. Ítem si saben que los dichos D. Gómez Velázquez de Atienza y Doña Isabel de Lorenzana estuvieron casados y velados según ordena la Santa Madre Iglesia de Roma y como tal hicieron vida maridable y durante su matrimonio entre otros hijos hubieron y procrearon por su hijo legítimo a D.  Juan de Atienza Velázquez y por tal su hijo le criaron y alimentaron y los testigos le vieron criar y alimentar, llamándole hijo y él a ellos padre y madre, y tal es público y notorio, digan los testigos lo que saben.

5. Ítem si saben que D. Juan de Atienza y Velázquez y sus padres y abuelos paternos y maternos y sus pasados son y han sido buenos cristianos viejos hijosdalgo notorios y limpios de toda mala raza de moros y judíos y de los nuevamente convertidos a nuestra santa fe católica, no castigados ni penitenciados por el Santo Oficio de la Inquisición ni por otra justicia eclesiástica ni seglar afrentosasmente, en público ni en secreto, y por tales cristianos viejos limpios e hijosdalgo notorios los testigos los han tenido y tienen y lo han visto ansí en sus tiempos y lo han oído decir en esta Villa  a sus mayores y común opinión, digan lo que saben.

6. ítem si saben que el dicho Don Juan de Atienza y Velázquez ni sus padres ni abuelos ni pasados descienden de los Pizarros ni otros prohibidos al pasaje de las Indias, digan lo que saben.

 
7. Ítem si saben que D. Juan de Atienza y Velázquez es moço soltero por casar, no sujeto a orden ni religión y que es quieto y pacífico, de buena vida y costumbres, digan lo que saben.

8. Ítem si saben si el susodicho es de edad de veinte años poco más o menos, porque nació a veintidós de febrero del año de mil y seiscientos y nueve, y que está baptizado en la iglesia de Santa Lucía del lugar del Arroyo, jurisdicción de esta Villa de Cuéllar por el Ldo. Antonio Balbás de la Cruz, cura que fue de la dicha iglesia, y fueron sus padrinos Francisco Velázquez, difunto, vecino que fue de esta Villa, y Ana Serrana, mujer de Blas Gil, su primero marido, vecino del dicho lugar y le pusieron por nombre Juan y se asentó en el libro del bautismo del dicho lugar, digan lo que saben por se haber hallado presentes o por otras raçones bastantes.

9. Ítem si saben que todo lo contenido en las preguntas es la verdad, público y notorio de pública fama y común opinión, sin haber visto ni oído cosa en contrario. D. Juan de Atienza y Velázquez.
(...)

Testigo: Ana Serrana, vecina del lugar de Arroyo de Cuéllar.

Testigo: Ana Serrana, de 43 años, poco más o menos, mujer al presente es de Juan Gil, vecino de Arroyo. De esta testigo interesa su respuesta a la pregunta 8, donde declara haber sido ama de cría de Juan Velázquez de Atienza.

  1. A la octava pregunta dijo esta testigo que sabe que D. Juan de Atienza y Velázquez es de veinte años poco más o menos porque nació a veinte y seis días de febrero del año de mil y seiscientos nueve, y lo sabe porque luego que nació se le dieron a esta testigo para que le criase y diese leche, y está bautizado en la iglesia de Santa Lucía, del lugar del Arroyo, jurisdicción de esta Villa de Cuéllar, donde esta testigo es vecina, y le bautizó el licenciado Antonio Balbás de la Cruz, cura que entonces era del dicho lugar y al presente dicen lo es del lugar de Valseca, jurisdicción de Segovia. Y fueron sus padrinos del cristianismo esta testigo y Francisco Vázquez, vecino de Cuéllar, difunto, y le pusieron por nombre Juan y le asentó en el libro del bautismo del dicho lugar, y lo sabe esta testigo por las razones que lleva dadas y haber sido su madrina de pila con el dicho Francisco Vázquez y haberle criado como va dicho, y esto responde.

 

Testigo: Juana de la Torre, 56 años, viuda de Francisco Vázquez, vecina de Cuéllar. En la respuesta 8 dice:


Que Juan de Atienza nació en sus manos en el mes de febrero de mil seiscientos y nueve y que luego que nació esta testigo le sudó en la cama y luego otro día le llevó a su casa y de allí Francisco Vázquez, su marido, le llevaron al lugar del Arroyo, jurisdicción de esta villa de Cuéllar, y se le entregaron a Ana Serrano, mujer de Blas Gil, su primer marido, para que le criase y diese leche, y de allí a diez o doce días volvieron al dicho lugar del Arroyo Francisco Vázquez, su marido, y esta testigo a bautizar al dicho D. Juan de Atienza y Velázquez, y se bautizó en la iglesia de Santa Lucía del dicho lugar. Y le bautizó el Ldo. Antonio Balbás de Santa Cruz, cura que al presente era de la dicha iglesia, y fueron padrinos de pila los dichos Francisco Vázquez, marido de esta testigo, difunto, vecino que fue de Cuéllar, y Ana Serrana, mujer del dicho Blas Gil, que es el ama que le criaba y daba leche, vecina del dicho lugar, y le pusieron por nombre Juan, y lo sabe esta testigo por haberse hallado presente a todo lo que lleva dicho, y esto responde.

 

Testigo: Pedro de las Cebadas, de 64 años, vecino de Arroyo. Corrobora lo declarado por las testigos anteriores en la pregunta 8.




 

miércoles, 29 de junio de 2016

UN SANTO PARA CUÉLLAR.


J. Ramón Criado Miguel

 

Retomamos en este número la obra historiográfica llevada a cabo por D. Melchor Manuel de Rojas a mediados del siglo XVIII.  Este cuellarano, al realizar la copia del Cartulario del siglo XV del Hospital de la Magdalena, en el año 1763, incluyó en ella una Historia de Cuéllar que tenía escrita. Esta historia era el resultado de la recopilación de datos recogidos a lo largo de su vida como buen lector y curioso que era. Y allí quedó, a buen recaudo, como regalo suyo a las futuras generaciones.

Decididamente estamos dispuestos a sacar adelante una edición, con su estudio, de las Apuntaciones de la Villa de Cuéllar y Vida de Gómez González. Solos o en compañía de otros. Hemos dedicado el suficiente tiempo en su análisis para que sean otros los que se beneficien de ese esfuerzo. A pesar de los renuncios en los que hemos pillado al autor, la obra merece ser dada a conocer, advertido el lector de las incorrecciones en que incurre Rojas y la intencionalidad de las mismas. Por el contrario, en lo positivo,  la obra tiene su valor porque también aporta datos inéditos y originales. En conjunto, la historia de D. Melchor, es digna de darse a conocer entendiéndola en su contexto, por ser la primera historia de Cuéllar que se conserva. La invitación para esta edición queda hecha a organismos y fundaciones interesadas.

El presente artículo se basa en los trabajos preparatorios del estudio de las Apuntaciones de la Villa de Cuéllar, con la libertad que me da un medio divulgativo como es la revista LA VILLA. Sorprenderá al lector del siglo XXI el tema elegido como presentación y muestra de dicho estudio, pero le invito a que se ponga en el lugar del cuellarano del siglo XVIII, para así entenderlo mejor. Haremos un recorrido por los varones, y mujeres, ilustres de la villa de Cuéllar que se significaron por su virtud, esto es, por haber hecho méritos para haber sido reconocidos como beatos o santos. Esta era la gran falta que Melchor Manuel de Rojas echaba para Cuéllar: no haber contado, entre tanto insigne en otros campos, con un santo que fuera seña de la villa.

 

VARONES ILUSTRES DE  CUÉLLAR.

Melchor Manuel de Rojas recurre en su obra a presentar los personajes destacados de la Villa y Tierra de Cuellar clasificándolos por categorías.

El modelo de presentar el catálogo de personajes importantes en la historia de Cuéllar, naturales de la villa, separadamente y con los méritos de cada uno, fue un recurso común en las historias locales de la Edad Moderna. Podrían ponerse numerosos ejemplos. Solo referiremos a Gil González en su Historia Eclesiástica, o a Colmenares en la segunda edición de su Historia de Segovia, por ser obras que consultó y usó Melchor Manuel de Rojas. Remontándonos en el tiempo, el propio San Isidoro utilizó este formato. Estos catálogos se ofrecen como modelos de vida que hay que imitar.

El inconveniente de este método radica en que la figura del personaje ilustre en el catálogo, queda desgajada de su contexto histórico. En algunos casos, incluso sin la orientación de una mínima cronología.

En el elenco de Rojas se aprecia una jerarquización en las diferentes clases de hombres ilustres siguiendo este esquema:

1.-  Clase primera: virtud. Mártires y venerables. Con siete entradas.

2.- Clase segunda: Varones ilustres en letras y puestos eclesiásticos. Con catorce entradas.

3.- Clase tercera: Escritores. Siete entradas.

4.- Clase cuarta: Empleos seculares distinguidos. Treinta y cinco entradas.

5.-Armas. En la conquista de América. Treinta conquistadores presentados por familias.

6.- Clase sexta: Armas fuera de la conquista. Veintinueve entradas.

7.- Clase séptima: Valor Heroico. Francisco Cabrero.

 

En un principio iba a constituir un cuerpo a parte de las Apuntaciones, pero por la brevedad de éstas formaron una unidad con ellas.

Llama la atención el historiador Balbino Velasco Bayón sobre la gran cantidad de hombres ilustres que, habiendo nacido en Cuéllar, ocuparon puestos relevantes tanto en política como en la ciencia o la virtud. Estos varones ilustres saldrían en su mayoría del Estudio de Gramática y constituyen una grata sorpresa para el investigador.

Rojas, por su parte, y lo expresa claramente, echa en falta un santo nacido en la villa de Cuéllar. Así, empezará la relación de hombres ilustres por los que habían destacado o hecho méritos en el camino de santidad.

 

Las principales operaciones del hombre son las de la virtud, porque éstas tienen seguro el premio y siguen a la eternidad. Todo tiene fin menos la virtud.

 

Esta idea cabe muy bien en el pensamiento del hombre medieval y en el del Antiguo Régimen. El hombre por formación durante su vida, adoctrinado desde el seno de la Iglesia, piensa que debe hacer lo necesario para asegurarse la vida eterna. Cada uno en la medida de sus posibilidades. Por esto, Rojas se fija en primer lugar en los ejemplos de sus paisanos que han destacado por haber iniciado un camino de ascetismo y por haber hecho meritos para la santidad.

 

PRIMERA CLASE: VIRTUD.

Por delante incluso del fundador del Hospital y Estudio, D. Gómez González, considera al cuellarano Fray Alonso Gómez de Encinas, mercedario y mártir en Perú, en el año 1624.  Desarrolla Rojas una biografía del misionero que no se dará con esa extensión en otros personajes de sus Apuntaciones y a la altura de historiadores de nuestro tiempo. Incluye datos exclusivos como su año de nacimiento (1561) y su filiación segura a la parroquia de San Andrés, que contaba en tiempos de Rojas con una imagen en talla de este hombre venerable. Estamos ante un grado de virtud por debajo de santos y beatos. Un mártir venerado solo por los fieles de su parroquia y de su villa natal. También por los miembros de la orden mercedaria en Barcelona, porque lo incluyeron entre sus mártires. (1)
Alonso Gómez de Encinas (1561-1624). Fraile mercedario martirizado en el Perú. Tuvo imagen de culto en la iglesia de San Andrés, su parroquia.


Tampoco estaba ni siquiera beatificado el venerable hermano Pedro de la Magdalena (1567-1609), natural de Cogeces del Monte. Sin embargo, la memoria que se tenía en su pueblo de su vida y supuestos milagros llevó al párroco D. Juan de Rodrigo a incluir su imagen en piedra en el frontispicio de la iglesia parroquial. Sería otro ejemplo de hombre venerable con culto local en su momento. Los ejemplos de veneración a personas no canonizadas se repitieron de modo abundantísimo entre los siglos XVI y XVIII.  Pedro de la Magdalena junto a su paisano Rodrigo y a Pánfilo Narváez, nacido en Navalmanzano, son los únicos hombres ilustres de la relación nacidos en la Tierra de Cuéllar y no en la Villa.
Imagen en piedra de Pedro de la Magdalena (1567-1699) en la fachada de la iglesia de Cogeces del Monte. La mandó poner el párroco D. Juan de Rodrigo.


Puede sorprender al lector de este siglo la inclusión, en la lista de gente virtuosa, de las dos monjas del Convento de Santa Ana: las venerables Dña. María Núñez y Dña. Isabel Velázquez y Arias. Por una parte son las dos únicas mujeres con entrada propia en el catálogo de la primera clase: virtud. (2) Por otra, por los hechos que se relatan, referidos sobre todo a la primera de ellas, relacionados con visiones del maligno y posesiones diabólicas narradas con detalles de los que no hace uso para otros personajes de la relación de varones ilustres. Sin embargo, no es atípico que la historiografía barroca dedique un apartado a este tipo de fenómenos en relación con monjas de demostrada virtud.

Según Caro Baroja, son muy frecuentes las referencias a visiones del diablo en biografías y autobiografías de monjas de los siglos XVI y XVII. También en mujeres que no entraron en ninguna orden, pero que tuvieron fama de santidad. No era incompatible padecer este tipo de visiones con ser una monja, o una mujer seglar, virtuosa. (3)

Sin embargo, Rojas no dejó ninguna referencia cronológica de las dos monjas cuellaranas. Hasta el momento no hemos encontrado sus nombres en ninguna de las comunidades del Convento de Santa Ana que hemos visto hasta el año 1620. Es en el siglo XVII en el que, a priori, cabe situar la vida de Dña. María Núñez y Dña. Isabel Velázquez y Arias. Partiendo del año de la fundación del convento de Santa Ana (1571) y del de la redacción de las Apuntaciones de Rojas (1763).

El fundador del Hospital de la Magdalena y Estudio de Gramática, D. Gómez González, aparece con el número dos de los varones ilustres por su virtud. Para Rojas es otro hombre venerable que no llegó más allá en su carrera hacia los altares tal vez, apunta, porque la orden de la Cartuja, en la que profesó los últimos años de su vida, tenía prohibido solicitarlo para sus monjes según su regla. Méritos, para Rojas, no le faltaron y nos remite a la lectura de la vida de Gómez González para que hallemos allí las pruebas.

Se echa en falta a Simón de Rojas, más cuando su beatificación estaba anunciada en los años de la redacción de las Apuntaciones. El autor de las mismas lo deja fuera por no ser nacido en Cuéllar. La regla de ser oriundo de la villa se la aplica incluso a personaje tan señalado en los días de Melchor de Rojas. Porque, si bien su estancia en el convento cuellarano de los Trinitarios había sido fugaz, todavía quedaba memoria de él y de ello se había encargado su orden religiosa. San Simón de Rojas nació en Valladolid en 1552 y murió en Madrid en 1624. En la primera fase de su vida, ya trinitario, fue de convento en convento, entre ellos el de Cuéllar en 1587, alternando la enseñanza con actividades más místicas, entre maceraciones, penitencias, tentaciones y visiones. Se halla representado en la parroquial de Sanchonuño en un lienzo anónimo del retablo de la Virgen del Rosario. (4) La iconografía coincide con la que existe de él en Madrid, en el comedor del Ave María que él fundó. Solo que en el cuadro de Sanchonuño, además del cilicio que la Virgen le facilita para superar las tentaciones carnales, el Niño le da también un rosario. En este sentido, hay que profundizar más sobre por qué los trinitarios cuellaranos estaban detrás de la difusión del rezo del rosario y del culto a esta virgen. Además de Sanchonuño, encontramos a santos trinitarios o su cruz, con los brazos rojo y azul, en los retablos de la Virgen del Rosario en Chañe y en Santibáñez de Valcorba, hasta donde sabemos. (5)
El Beato Simón de Rojas. Lienzo en el retablo de la Virgen del Rosario de la iglesia de Sanchonuño (1773).


La segunda fase de la vida de Simón de Rojas va ligada a la corte del rey Felipe III, en Madrid. Sus milagros se multiplican y todos viven pendientes de ellos. Él sigue a la corte, incluso en su mudanza a Valladolid. Es posible que visitara entonces Cuéllar. Acabó metiéndose en asuntos políticos. Al plantearse la expulsión de los moriscos, el padre Rojas dictamina que hay que aplicar radicalmente la medida. Arremete contra el arte y música profanas, contra las fiestas, contra la prostitución. Muerto Felipe III, fue nombrado confesor de la nueva reina, Isabel de Borbón, con la influencia y poder que este cargo suponía. En resumen, y en palabras de Caro Baroja, fue un “adalid de la Santa España”. (6)

Contemporáneo de Simón de Rojas fue el venerable padre D. Fernando Velázquez que murió en el Monasterio de El Paular en 1633. Había profesado en su orden cincuenta y cinco años y destacaba por sus cualidades virtuosas. En ese tono hagiográfico de las vidas de monjas, frailes y gente virtuosa de la historiografía barroca del siglo XVII, relata Melchor Manuel de Rojas la vida de su paisano. Ha contado para ello con las informaciones que le remitió el padre Carlos Recarte, prior que era de El Paular a mediados del siglo XVIII. Por esto, la entrada de Fray Fernando Velázquez es rica en datos y más extensa en contenido que las citas en historiadores del siglo XX. Había además retrato de este fraile en dicha casa de su convento.

Se completa el elenco de hombres y mujeres virtuosos con la inclusión del jesuita padre Diego de Ledesma (1519-1575), pero desarrolla su biografía dentro de la clase segunda, distinguidos en puestos eclesiásticos y escritores. Conserva también el texto de Ledesma un claro estilo de exaltación de su vida, redactada, a partir de las fuentes que usa, con un marcado estilo religioso. No falta aquí tampoco la recurrente escena barroca de la aparición de Jesucristo o la Virgen para sacar al jesuita de un bache vocacional y carnal, en el mismo sentido que hemos señalado para Simón de Rojas.

 

PRODIGIOS EN EL CONVENTO DE SANTA ANA.

Ahora abandono el aire academicista mantenido a duras penas hasta aquí, porque se contamina por esa retórica religiosa de los textos a los que nos hemos referido. Es muy contagiosa. Lo hago con intención y, aprovechando la libertad de este medio, doy un giro de 180º  y hago de abogado del diablo. Ese diablo que zarandeaba a Dña. María. Debo de ser objetivo a la hora de tratar a la monja Dña. María Núñez. Qué monja, qué voto de pobreza si hasta conservó el don de su grupo social y tenía criada en el convento. Los hijosdalgo de Cuéllar, los cofrades de la Virgen Digna. Don Melchor de Rojas no dejó ninguna referencia cronológica de esta monja. Cuando se refiere a los personajes o hechos próximos a su tiempo no lo hace. No piensa en los lectores del siglo XXI. Da por hecho que sus contemporáneos saben de lo que habla. ¿Nos ha colado otra falsa noticia? ¿Existió realmente María Núñez? ¿Cómo se tomarán los lectores del presente la lectura de este relato?

No cambio nada de lo que tengo redactado. Con probabilidad es un personaje del siglo XVII. Se ha dicho arriba. Archivo Histórico Nacional. Dos legajos y dos libros del Convento de Santa Ana, Cuéllar, Segovia. Hay documentos para rato. Pero no hay tiempo. A por ellos. No hay suerte. Censos y más censos. La mayoría no se cobra. El convento hace aguas y no solo por las tormentas. Primera tormenta, se la cita en un papel suelto. Año1638, el escribano García Álvarez de la Vega levanta testimonio de los daños causados por una tormenta con mucho aparato eléctrico, 26 de junio por la tarde. Firman el informe las monjas del convento en ese año: Dña. Isabel de Torres, Magdalena de Torres, Isabel Altamirano, María Ulloa, Catalina Cobos, Dña. Isabel Velázquez, Dña. María Núñez, Isabel de Rojas, Elvira de Contreras, Ana de Torres, Francisca de Contreras, Isabel de las Peñas, Dña. Juana Montaña, Dña. Luisa de Mendoza,. Dña Isabel Vélez de Espinosa, Dña. María de Cartagena, Beatriz de Íscar, Francisca Ponce, Dña. Isabel Narváez, Dña. Ana de Stisso? Menudo elenco de apellidos nobles, parece un convento para gente de bien. Las religiosas piden testimonio por escrito del escribano y que dé cuenta de lo que consideran milagro o prodigio. La centella que entró por una pared del altar mayor no produjo sino daños materiales. Habiendo salido las monjas, que estaban rezando en el coro, ilesas. En el retablo todo estaba ahumado, excepto las imágenes y el sagrario del mismo. Una talla de bulto de la Virgen había caído desde un altar muy alto sin sufrir desperfectos. En acción de gracias celebrarían cada año esa fecha. Nos importa que ya tenemos una firma y una primera fecha para Dña. María Núñez y de Dña. Isabel Velázquez, religiosas del convento y coetáneas. Año 1638.

Convento de Santa Ana de Cuéllar, donde profesó Dña. María Núñez.


Segunda tormenta, descrita a continuación del texto de la primera, cien años después, 1746, en el mismo papel. Se da cuenta de otro rayo que cayó en el convento el 22 de julio de ese año, día de la Magdalena. Firman todas las monjas lo que consideran milagro. Habían bajado durante la tormenta (de 5 a 6 de la tarde) a rezar una salve al coro a Ntra. Señora la Cautiva, que estaba en el altar mayor, encima del sagrario, con su corona de plata y su peluca. Esta imagen la había regalado al convento Dña. Ana de la Cueva, Duquesa de Alburquerque, y era muy milagrosa, según las religiosas. Al llegar al te aclamamos, vieron entrar un rayo por la ventana de la capilla, por el lado de la epístola, cayendo sobre el altar mayor. Allí, a pesar del humo, se seguía viendo la imagen de la Virgen en un halo de claridad asombroso y la talla salió sin daño. Las monjas también. Dieron fe de lo que vieron el padre guardián de San Francisco y uno de los regidores de la villa, Agustín de Velasco, que vio un gran resplandor de fuego dentro de la iglesia y que a saber qué hacía en el coro bajo del convento si era una orden de clausura.

Pues vaya milagro, me dice un amigo más escéptico que yo, bajan a rezar la salve para espantar el nublado y les arrea allí mismo la exalación. Más bien parece un aviso. No sé qué te diga.

(El padre Balbino ha pasado por aquí, 1970. De su letra ha quedado un papel verde en el legajo, solicitando algunas fotocopias del mismo. Forma ya parte del documento).

 

EL TRUCULENTO CASO DE LA MONJA DOÑA MARÍA NÚÑEZ.

Es en el primero de los dos libros de cuentas conservados donde encontramos los datos concluyentes de la existencia de Dña. María Núñez en la segunda mitad del siglo XVII. Se daban cuentas cada tres años. Se reflejan los censos a favor del convento. Destaca una escritura contra el Conde de Lemos de 935.200 maravedíes de principal y 42.509 maravedíes de renta pagado a Navidad y San Juan. Pasó ante Juan Bautista Martínez de Párraga, escribano de Valladolid, año 1607. Se trata de Don Pedro Fernández de Castro (1576-1622), VII conde de Lemos, presidente del Consejo de Indias y virrey de Nápoles. El que fuera amigo y protector de Cervantes, el cual le dedicó la segunda parte del Quijote, las Novelas ejemplares y el Persiles. Hay otro censo contra la Ciudad de Valladolid, otro contra el Marqués de Villena. Pero las rentas de estos censos no se pagan sistemáticamente y aboca al convento hacia la penuria.

Tal vez la mala economía sea la razón de buscar devociones hacia las imágenes y hacia las propias monjas del convento para captar limosnas que alivien la falta de dineros. El Convento de Santa Ana, extramuros de la villa. ¿Estamos ante la necesidad de testimoniar prodigios en el mismo para salvar al convento de la ruina? El colofón sería la exhumación de Dña. María Núñez incorrupta, hacia 1730, pero de este hecho solo nos da testimonio Rojas.

La siguiente anotación que da fe de la existencia de Dña. María Núñez en el convento aparece en la relación de cuentas del trienio 1647-1650 en la partida de Dotes, alimentos y pisos:

Dña. María Núñez. Más cien ducados que dio al convento Dña. María Núñez, religiosa de este convento para ponerlos a censo con patente de nuestro padre Fray Juan Gutiérrez, ministro provincial, con calidad que sus réditos haya de gozar por tres días y después los ha de gozar el convento.

Objetivo cumplido. Dña. María Núñez existió realmente, pero no hallaremos en la frialdad de este libro de cuentas nada que tenga que ver con los presuntos prodigios sobrenaturales acaecidos en el convento o padecidos por la monja.

Realmente tuvo una criada a su servicio. En una apuntación se le anotan sesenta ducados que debió pagar por el piso de su criada, por tres años hasta febrero de 1687, a razón de 20 ducados por año. No era una excepción, pues, contar con criada en el convento de Santa Ana. Consta que otras monjas también la tenían: Dña. Catalina y Dña. Juana de la Cueva, Dña. Juana de Montaña,  Dña. Ana de Contreras, Dña. Isabel Velázquez y Dña. Ana Irurzun. Otras monjas tomaban criada puntualmente durante sus convalecencias, enfermas, por tres o cuatro meses. De servicio común, para todo el convento se habla de una o dos criadas internas, a cien reales cada una. Además del sacristán, que era el marido de la casera, que vivían en la casa conventual, y las lavanderas, a las que también se daba su salario. Preocupadas las religiosas por su salud, tenían también una iguala con el barbero, Bartolomé de la Zarza, de 66 reales al año.

Puede inferirse de todo esto que la vida de las monjas del convento de Santa Ana no era de un excesivo ascetismo, que era un retiro muy relajado. Así lo percibió el padre visitador en 1676 que las reprendió severamente. Llama la atención a las hermanas sobre el excesivo número de fiestas que celebran en el convento. Que solo hagan la de Santa Isabel, que ha de ser también la del santísimo sacramento. Luego cede en que se celebre también la de Santa Ana, pero en ambos casos con sermón. Se sorprende el visitador de los grandes gastos en botica, pues gastaban en medicina sin reparar lo mucho. Advierte que solo den medicinas en los casos estrictamente necesarios (calentura continua u otro accidente). Que a las religiosas enfermas habituales y a las que por prevención se quieren purgar no se les dé botica sino a costa suya. Que no se pongan hachas en el novenario cuando muere alguna religiosa, aunque haya sido prelada. Que las gallinas que se dan a las religiosas purgadas se quiten y no se den, pues el convento no puede hacer estos gastos. Que se quite la colación de Navidad y Semana Santa.

No hay nada en estos textos que nos informe de los prodigios de Dña. María Núñez, ni de las visiones que padeció según Melchor Manuel de Rojas. El rapapolvo del visitador se corresponde con un año en el que ella profesaba en el convento. Podemos asegurar que  María Núñez queda realmente documentada en el convento de Santa Ana durante la segunda mitad del siglo XVII. Sin que podamos fechar su muerte, porque aunque en las cuentas se reflejan los gastos empleados en los entierros de las hermanas, este libro consultado concluye en 1692. El siguiente no se conserva en el Archivo, salta al año 1754 cuando era abadesa Dña. Elena María Ruiz de Herrera, de otra familia insigne de la villa.

Las dificultades por las que pasaba el convento en el año en que Rojas escribe las Apuntaciones eran evidentes. En las cuentas del trienio 1761-1763, se anotan préstamos de particulares de Cuéllar (D. Manuel de Burgos, 150 reales, y la Comunidad de monjas de Santa Clara, 100). El vicario eclesiástico de la villa, Joseph Cachorro, tiene que prestarles 200 reales de los caudales del Cabildo. En el apartado de limosnas, hasta la misma reina les había mandado 600 reales, el cura de Cantalejo 90 y 300 de Dña. Josefa Minguela, residente en la corte, más otras menores de devotos bienhechores. Emprenderá el convento en años siguientes una batería de pleitos en el Consejo de Castilla para exigir los réditos de los censos que no le pagan, verdadera causa de su decadencia. Este asunto requiere un tratamiento aparte, como la inversión importante que realizarán las monjas en la compra de un molino en el Vado de la Vaca, en el río Cega.

Concluimos aquí. Ahora será el lector el que juzgue el texto de Melchor Manuel de Rojas tal como lo escribió para sus Apuntaciones. Ya está prevenido de lo que se va a encontrar. He dejado de lado el prodigio atribuido a su contemporánea, la monja del mismo convento, Dña. Isabel Velázquez y Arias, para otra ocasión. Queda asimismo documentada en este periodo de la historia. El mismo emplazamiento hacemos para el caso del fraile de Cogeces Pedro de la Magdalena.




 

LOS DOCUMENTOS  DE ROJAS.

Convento de Santa Ana. Convento ahora de religiosas Franciscas y en su origen colegio de Beatas que podían salir fuera y salían. Ya profesan clausura. Hállase actualmente Convento muy necesitado. Le fundó la Sra. Dña. Francisca de la Cueva, Condesa de Luna, hija mayor del III Duque de Alburquerque, el Sr. Don Beltrán, y de Dña. Isabel Girón, año de 1571, de cuya casa ha habido en él religiosas.

Está situado extramuros de la Villa, entre la puerta de Carchena y el Convento de San Francisco.

 

6. La Venerable Madre Dña. María Núñez, natural de esta Villa, religiosa profesa en el Convento de Santa Ana de ella. Fue dechado de pobreza, humildad y recato. No comió por espacio de cuarenta años más que yerbas crudas. Las rentas que tenía de alguna sustancia todas las consumía en auxilio de las religiosas pobres y ornamentos de la iglesia. Maceraba cruelmente sus carnes indispensablemente tres veces al día. Siempre la sirvió de lecho una estrecha tarima sin más adorno ni ropa que dos talegos de vides. Padeció fuertes molestias del maligno espíritu con ruido grande y horrendas figuras, que la daba de golpes muchísimas veces. En los últimos meses de su penosa vida, viendo su amarillez, achaques, senectud y penitencias, la Prelada la estrechó a que comiera cada día de carne un cuarterón y media libra de pan y, no pudiendo faltar a la obediencia, pareciéndola que así su cuerpo estaba muy regalado, apretaba cuanto podía los ejercicios.

En el coro y otras partes tenía notables éxtasis. Cuando iba a comulgar el Demonio la asía a vista de las religiosas y de medio cuerpo arriba le daba mil vueltas, poniéndola con velocidad increíble el rostro a las espaldas, pero después de la comunión quedaba en profunda tranquilidad.

La mandaron los Prelados en virtud de santa obediencia que tomase criada para que la asistiese de noche y de día, escogiendo para este fin una persona de virtud y valor; duraban poco, por lo regular, no pudiendo sufrir los nocturnos estruendos y figuras Diabólicas que advertían, haciéndoselas insoportable servidumbre su compañía, aunque las alentaba con cariño usando de estas palabras: “No temáis, hijas, que es un perro atado”.

 Dio claras señales de tener espíritu profético. Siendo Maestra de Novicias, estando en una celda del noviciado, de la que nunca salía, en ocasión de que un mozo del Convento se hallaba malo, interrumpiendo la oración en que estaba, salió arrebatadamente de la celda a decir a sus Novicias le encomendasen a Dios por cuanto acababa de expirar.

 Un domingo primero de Cuaresma, al empezarse las vísperas, se salió del coro diciendo a la Prelada: “Benedicite; ya llegó el fin de mi vida”. Luego que se concluyeron, cuidadosas algunas, acudieron a su celda y la hallaron introducida en el lecho de la criada con un letargo profundo. Acudió el médico, se hicieron apósitos, más todo fue en vano, porque espiró a la una de la noche, dejando a la Comunidad su tránsito un grande desconsuelo. Treinta años después de su óbito fue abierto cuidadosamente su sepulcro y se la admiró tan flexible y fresca como si estuviese viva.

 

 

NOTAS:

  1. La fecha de su nacimiento que da Melchor Manuel de Rojas se acerca mucho a los 44 años que aproximadamente declara tener cuando pasó a Nueva España en el año 1609.  Era alto, lampiño y tenía tres lunares en el carrillo derecho. Ver Balbino Velasco. Historia de Cuéllar, páginas 366-368.
  2. Y de toda la obra si descartamos referencias indirectas a otras mujeres, caso de Dña. Francisca de la Cueva, fundadora del Convento de Santa Ana en 1571.
  3. Julio Caro Baroja. Las formas complejas de la vida religiosa. (Siglos XVI y XVII). Madrid 1985.
  4. El retablo de la Virgen del Rosario de Sanchonuño, de estilo barroco-rococó, es obra del artista de Peñafiel Felipe Durán. Aunque en el contrato, firmado en el año 1771, no se expresa que debería incluir este lienzo, al final se puso. Había sido beatificado Simón de Rojas por Clemente XIII en 1766. Finalmente, fue canonizado en 1988 por Juan Pablo II.
  5. En los dos casos se trata de San Juan de Mata, fundador de la Orden Trinitaria. En Chañe en lienzo, en escultura de bulto redondo en Santibáñez. Emilio Olmos Herguedas. En torno al pasado histórico de Santibáñez de Valcorba. Valladolid 2000.
  6. Julio Caro Baroja. Op. Cit. Pág. 103.

 
FUENTES:
Archivo Histórico Nacional. Clero secular regular. Convento de Santa Ana. Cuéllar. Legajos 6246 y 6247. Libros: L.11663 y L.11664.

Balbino Velasco Bayón, Historia de Cuéllar, 5ª Edición, Segovia 2013

Melchor Manuel de Rojas: Copia del Cartulario del Hospital de la Magdalena. Manuscrito. Cuéllar, 1763.

Julio Caro Baroja. Las formas complejas de la vida religiosa. (Siglos XVI y XVII). Madrid 1985.