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lunes, 22 de enero de 2018

LA ORDEN JERÓNIMA EN LA TIERRA DE CUÉLLAR





LA ORDEN JERÓNIMA


Hubo desde sus orígenes una relación muy especial entre los monjes jerónimos y la corona española. En sus principios se encuentra una idea emparentada con aquella que dio origen a la orden de los cartujos. Alfonso XI de Castilla (1312-1350) reunió a todos los ermitaños distribuidos por su reino en un lugar cercano a la iglesia de San Bartolomé de Lupiana (Guadalajara), en el arzobispado de Toledo. Poco después ingresaron en la comunidad de oración de estos monjes el primer gentilhombre de la corte, Pedro Fernández Peche, con su hermano Alfonso, obispo de Jaén, el portugués Basco y otros amigos de la nobleza. Sus conversaciones con el papa Gregorio XI desembocaron en la autorización de una regla que en esencia corresponde a la regla de San Agustín, con algunos añadidos de las normas de San Jerónimo. Se abandonó así la intención primitiva de vivir entre los monjes a modo de hermanos conversos según la regla de la orden tercera de San Francisco. Pero una de las características de la nueva orden siguió siendo que se mantuviera abierta a los elementos laicos de la nobleza, la posibilidad de compartir la severa vida de ascetismo y estudio de los monjes, ya fuera por un breve periodo o para siempre. Incluso los reyes podían llevar aquí una vida de monjes.


Ya en 1415 había 25 establecimientos de los jerónimos. El principal de ellos fue el  de Nuestra Señora de Guadalupe, en Extremadura, fundado en 1389.

Arquitectónicamente, las reglas exigían varios patios para poder dar cabida a todas las celdas de los monjes y alargar las vías de procesión. El monasterio de Guadalupe poseía, aparte del claustro mayor, otros dos patios interiores más pequeños. Desde un principio, todos los cenobios jerónimos se caracterizaron por un cierto lujo arquitectónico (lo que se contradice con lo que nos contaron para los edificios originales del convento de La Mejorada, en Olmedo). Eran varios los monjes que disponían de grupos de celdas para ellos solos. También eran tradición las grandes bibliotecas. Los monjes vivían bien, pero observaban un severo ayuno.
Cuatro años después de su voto en relación a su victoria en San Quintín, Felipe II, informó en 1561 al capítulo general de la orden en Lupiana de su propósito de construir un monasterio jerónimo para 50 monjes. El lugar elegido estaba al pie de la sierra de Guadarrama. En 1563 se procedió a la colocación de la primera piedra, pero ya se el rey había dado a las instalaciones el nombre de El Escorial.

(Tomado de Wolfgang Braunfels: La arquitectura monacal en occidente. Barral).




LOS  JERÓNIMOS EN LA TIERRA DE CUÉLLAR
Un documento que aporta datos nuevos sobre la vida de Alfonso García de León, contador mayor de Enrique III, es una bula expedida por Benedicto XIII en Aviñón, con fecha 25  de marzo de 1398. Este Papa a súplicas del noble cuellarano y de su mujer, Urraca García, faculta al obispo de Segovia para fundar y edificar un monasterio de la orden de San Jerónimo en la basílica de Santa María del Pino, sita en la jurisdicción de Cuéllar, para trece monjes, provenientes del monasterio de La Mejorada, en la cercana Olmedo.[1]

Cúpula mudéjar del Monasterio de La Mejorada, Olmedo. Orden jerónima.


Esta idea de Alonso García de León chocaría con la intención de su señor, Fernando de Antequera, de fundar su propio monasterio con frailes jerónimos en La Armedilla. Por  no contrariar al Infante, Don Alonso buscó otra orden para el suyo y los frailes que acabaron en El Pino de Mata de Cuéllar fue la de los agustinos.

A principios de 1405, Benedicto XIII manda al obispo de Palencia que ratifique la fundación realizada hacía tres años por Fernando, hijo del rey de Castilla, Juan. Se trata de la conversión de la basílica de Santa María de la Armedilla en monasterio de la Orden de San Jerónimo, que con licencia episcopal realizó dicho Fernando, contribuyendo a la construcción de su torre, campana, cementerio y oficinas para prior y otros frailes y dotándolo además con sus propios bienes.[2]

Los jerónimos aparecen ya en La Armedilla antes de 1405, año en el que el mismo papa Benedicto XIII, a petición de su prior, concede a este monasterio los mismos privilegios otorgados por Gregorio XI a la casa madre de la orden, en San Bartolomé de Lupiana. En particular los relacionados con la exención de diezmos sobre los frutos obtenidos con su trabajo en sus huertos y posesiones, bosques y colmenas.[3]

Un patronazgo similar a los de Alonso García de León, en el Convento del Pino, o al de Fernando de Antequera en La Armedilla, había sido el de la reina Catalina de Lancáster en Santa María de Nieva. Esta reina mandó edificar una iglesia que acogiera a una virgen que se llamó de la Soterraña, que apareció en un descampado de Nieva, obteniendo en 1393 bulas del papa Clemente VII para segregar de la parroquia de dicho lugar su fundación, al cargo de la cual puso a los dominicos.

En los casos de la Tierra de Cuéllar, parece que había tanto en La Armedilla como en La Mata un culto mariano preexistente. Seguro para la primera, su propio topónimo que deriva de  La Hermidilla,[4] o ermita pequeña, así lo confirma, junto a la documentación histórica que se conserva sobre la misma. Para Nuestra Señora de Gracia del Pino, la bula que solicita Alonso García de León cita una basílica preexistente, término arquitectónico sin duda grandilocuente o mal traducido. Estaríamos probablemente también ante una modesta ermita que cobijara la imagen mariana que tendría una devoción considerable en la zona, y en la que puso sus ojos García de León para la fundación de su patronato. Tanto en La Armedilla como en La Mata se daba uno de los requisitos más importantes tenidos en cuenta en las fundaciones jerónimas: los dos lugares estaban retirados, a una distancia importante, de un núcleo de población grande, en este caso la villa de Cuéllar.

Sepulcro renacentista en la capilla de La Mejorada (Olmedo). Familia Zuazo.


Nos ha parecido oportuna la inclusión aquí de estas noticias por la importancia que tuvo en la vida de Gómez González, fundador del Hospital de la Magdalena de Cuéllar, la orden jerónima. Anhelaba el momento de retirarse a uno de sus monasterios. Hay que preguntarse por qué, habiendo monasterio jerónimo en la Tierra de Cuéllar, prefirió el de Guadalupe, en Extremadura.


EL CONVENTO DE NUESTRA SEÑORA DEL PINO



(Versión de Melchor Manuel de Rojas, año 1763) En la jurisdicción de Cuéllar, se localiza en unos pinares del término de La Mata, a dos leguas de la Villa. De Agustinos calzados, donde tuvo su primer Priorato el gran limosnero Santo Tomás de Villanueva.[1]
Se dedicó, dotó y fundó en el año 1392, como se da cuenta en la Dedicatoria previa a la vida de D. Gómez González, por Alonso García de Cuéllar y León, Contador Mayor que fue del rey D. Enrique III, su Tesorero y Alcaide del alcázar de Segovia.[2]
Su patronato corresponde hoy a ... /renglón en blanco/.[3]
He visto manuscrito antiguo que asegura la tradición de que hubo allí antiguamente Convento de Carmelitas, pero nada se asegura de esto entre los analistas ni Crónicas. Fue siempre de tres o cuatro individuos.







En el itinerario de Juan II, rey de Castilla, se cita a Santa María del Pinarejo (20 de mayo de 1445, justo después de la Batalla de Olmedo). Puede referirse al Convento de Santa María del Pino y expresado con la otra fórmula por los cronistas del rey. Esto en relación a que se cita que el Real en Santa María del Pinarejo era cerca de Íscar: fue a sentar real con su hueste en un prado cerca de Íscar y esto fue a veynte de mayo. (Chacón pág. 175). Después salió el rey hacia Cuéllar sin llegar a entrar en la villa.[1] Cañas Gálvez propone que puede tratarse de la localidad de Pinarejos, muy cerca de Cuéllar, y después identifica erróneamente Velasco Nuño con Sanchonuño.

Seguía el rey en el real de Santa María del Pinarejo a primeros de junio.



1.        El itinerario de la corte de Juan II de Castilla (1418-1454)   Escrito por Francisco de Paula Cañas Gálvez








[1] Santo Tomás de Villanueva. Prelado español (1486-1555). Enseñó filosofía en las universidades de Alcalá y Salamanca; ingresó después en la orden de San Agustín y se ordenó sacerdote en 1520. Predicador de Carlos V, tuvo que aceptar, aun a pesar suyo, el arzobispado de Valencia, y entonces se dedicó a una amplia campaña reformadora de la disciplina eclesiástica en una región con un sustrato morisco muy importante. Su episcopado se distinguió por la austeridad y la profusión de obras sociales que llevó a cabo. Entre sus obras destaca El Sermón del Amor de Dios.

Rojas sitúa a Villanueva  en el Convento del Pino en sus primeros años de Agustino, donde tuvo su primer priorato, dice. Otra documentación confirma su presencia en el convento de La Mata, de retiro espiritual, cuando recibió el nombramiento de la silla de Valencia, octubre de 1544. (Carta a D. Francisco de los Cobos, 8-IX-1544, AGS, Estado, leg. 293).

El propio Fray Luis de León estuvo en este convento en 1589, allí presentó su texto conocido como La forma de vivir, que regularía la vida en los cenobios de agustinos recoletos.(Saturnino Álvarez Turienzo).

Entre los moradores de este convento estuvo también el agustino Fray Francisco de Castro (+1603), considerado venerable por los cronistas de la Orden, el cual prefería cenobios retirados como era el caso del de La Mata. (Crónica Espiritual Agustiniana: Vidas de santos, beatos y venerables religiosos y religiosas del Orden de su gran padre San Agustín. Por Sebastián de Portillo y Aguilar. Año 1651. Tomo IV. Pág. 214)


[2] Sirvió este monasterio como panteón de algunos de los miembros de la familia Henestrosa, heredera del patronato del convento, como señala Rojas en la vida de Gómez González. Es el caso de Diego López de Henestrosa y Córdoba, cuarto nieto del fundador del convento, y Catalina de Quesada, su mujer, año de 1565. Diego López era el hijo varón mayor de Martín López de Córdoba Hinestrosa.

En documentos medievales (CDC) se cita al monasterio como Santa María del Pino, donde se reunían los representantes concejiles de Cuéllar e Íscar para dilucidar diferencias de términos y los embargos por multas a vecinos de una y otra tierra. (Siglo XV)


[3] No indica Rojas a quien correspondía el patronato del convento en 1763 porque se lo disputaban, en pleito ante la Real Chancillería de Valladolid, dos miembros de la familia Vellosillo: Miguel Remigio Velázquez de Vellosillo, regidor perpetuo de la Villa, con Francisco Vellosillo Henestrosa.






[1] “Piis didelium...” Tasa 40 libra. Registro Vaticano 322, folio 490 r.-v. Bulario de Benedicto XIII. Ovidio Cuella Esteban. Fuentes históricas aragonesas. 46.


[2] “Hiis que...” Tasa: 40 libras. Registro Aviñonés. 320. Fol. 398-399. B


[3] “Sincere devotionis....” Tasa 67 libras. Niza, 10 de marzo de 1405. Registro Aviñonés. 320.


[4] Ermitiella, en el siglo XII. A comienzos del siglo XV, el extremo conflicto que ocasionaba pleitos e prendas e muertes pasa a manos de Don Fernando de Antequera, infante real, quien ejecuta dos iniciativas importantes en esta zona. Invita a los jerónimos de la Mejorada, en Olmedo, a fundar un monasterio en la antigua Ermitiella, ya una iglesia semirupestre, formalizándose en 1402 este extremo, aunque ya llevaban los monjes allí unos años; y apeando el territorio. Poco o nada debió gustar al Concejo Cuellarano que sobre la misma fuente de agua y cañada al Duero se instalara un monasterio iniciándose una fase de desavenencias que se siguen durante siglos.



lunes, 1 de enero de 2018

EL TALLER DE ARNAO DE BOLDUQUE EN CUÉLLAR (CIRCA 1540-1560)

¿Qué taller realizó el encargo del retablo del altar mayor de la parroquial de Sanchonuño? En principio habría que solucionar, a falta de documentación que lo acredite, el problema de la datación de la obra. Este asunto ya lo hemos tratado tomando como referencia lo aportado por Collar de Cáceres que sitúa el retablo de Sanchonuño en un grupo de obras que denomina de dispar significación, impregnada de un importante goticismo con influencia de la pintura toledana o palentina del momento. En este grupo incluye también el retablo del descendimiento de la iglesia de San Esteban en Cuéllar. Estilísticamente indica que corresponden a un pintor arcaizante y de muy limitadas dotes, apreciando una mayor calidad en las pinturas del banco (bustos de los cuatro apóstoles representados en él) que en las dedicadas a la vida de Santo Tomás, lo que refuerza la propuesta de que es una obra de taller. Collar de Cáceres data la obra como posterior a 1530, señalando que la mazonería o soporte del retablo es característica de los años cuarenta del siglo XVI.
Se documenta en Cuéllar, en dicha década, la actividad artística de Arnao de Bolduque, escultor y entallador de origen flamenco. Las noticias sobre este artista van apareciendo con cuentagotas. Fue padre de los más modestos Diego y Juan de Arnao, también vecinos de Cuéllar y entalladores, nunca llamados Bolduque en su mayoría de edad. Falta la certeza de que fueran parientes de Pedro Bolduque (pero en ningún caso Pedro sería hijo de Arnao, como se llegó a pensar por parte de algún autor), Collar de Cáceres señala una común procedencia de Flandes, reforzada por la coincidencia en lo profesional y de precedencia en la villa de Cuéllar. Arnao Bolduque casó en 1550, y era en segundas nupcias, con la vallisoletana Francisca Ortiz, hija de un cantero que trabajaba en la zona de Valladolid y por lo tanto relacionado con el mundo de la construcción: “Sepan cuantos esta carta de dote y (tachado: arras) casamiento vieren cómo yo Catalina de Oviedo, viuda que fui de Ortuño de Marquina, difunto que Dios haya, vecina de la villa de Valladolid, digo que por cuanto con la bendición de Dios es tratado palabra de casamiento entre Francisca Ortiz, mi hija y del dicho marido, y Arnao de Belduque, entallador vecino de Cuéllar, natural del condado de Flandes, del lugar de Belduque, por tanto que el dicho matrimonio haya efecto y para ayuda a sustentar las cargas del matrimonio otorgo y conozco por esta presente carta que me obligo a dar y pagar y que daré y pagaré al dicho Arnao de Belduque o a quien vuestro poder hubiere por bienes dotales de la dicha mi hija cuarenta y cinco mil maravedís en esta manera: los treinta mil en dineros y los quince mil en ajuar, con que no se ha de tasar los vestidos cotidianos de la dicha mi hija, el cual dicho ajuar ha de ser tasado por dos personas, la una nombrada por mí y la otra nombrada por vos el dicho Arnao…” Otorgada en Valladolid el 22 de septiembre de 1550. AHPV. Once años después, Francisca figura casada en segundas nupcias con un maestro de carpintería y albañilería (Francisco López Curiel) según una escritura de poder, que dio a conocer Manuela Villalpando, para ejercer, no la curaduría de los hijos de su primer marido (Juan y Mariana de Arnao de Bolduque) sino para pleitear con ellos y recuperar sus bienes dotales que llevó al matrimonio con Arnao. Lo afirmo con seguridad por haber cotejado en el Archivo Provincial de Segovia recientemente este documento al que Villalpando hace referencia sobre este asunto en su libro. La autora comete errores en la transcripción del apellido de Francisca (entiende de la Cruz donde dice claramente Ortiz)y el nombre propio de su primer marido lo deja en puntos suspensivos por no haber descifrado que dice Arnao, claramente y con hache la primera vez. Aunque bien sé que otros colegas han apostado por que pondría Mateo en dichos puntos suspensivos, pero claro está que no emplearon una mañana en localizar el documento, interesante para lo que nos interesa, y en el que el nombre propio del escribano no es tampoco Jerónimo sino Ambrosio de Mercado, lo que nos dificultó dar con él. La fecha es la correcta: 1561.
Estos documentos nos permiten fijar la actividad de un taller local en Cuéllar dependiente de Arnao Bolduque desde antes de 1540 y hasta 1560, aproximadamente, y fue él quien llamaría a los pintores Maldonado para trabajar a su cargo. El taller sería continuado al menos por su hijo del primer matrimonio con Ana Muñoz, Juan de Arnao (no hemos visto a Diego como hermano de este en el pleito con su madrastra Francisca Ortiz), que tendría en el momento del conflicto con la segunda mujer de su padre menos de 25 años (como menor de esta edad se le requerirá un curador que le represente y defienda sus intereses) y posiblemente más de 20, edad que nos permite suponer que se formó como entallador en el taller paterno. Nuestra contribución objetiva para la historia del arte de la villa de Cuéllar fue documentar la procedencia de los Maldonado (Horcajo de las Torres, en la Tierra de Arévalo) y el adelantamiento de su presencia en Cuéllar al año 1545, a partir del pleito para demostrar su hidalguía que contra el Regimiento de Cuéllar entabló Juan Maldonado. Dejamos en su día un documento en cuarentena porque no terminábamos de encajarlo con el resto de las piezas. Ahora nos hallamos en condiciones de afirmar que, efectivamente, el pintor Juan Maldonado llegó a Cuéllar hacia 1545, procedente de Olmedo, donde habría colaborado en otros retablos. Una partida de bautismo de la parroquia de San Pedro nos da fe de este hecho. El padre del bautizado, a quien se le llamó como a su progenitor, es el pintor Juan Maldonado, estante en Cuéllar viviendo en casa de Arnao de Bolduque. De esto se infiere que el pintor vino a la villa y se instaló en casa del escultor, que le habría llamado para trabajar en su taller. La prolongación del pleito por su hidalguía hasta el año 1555, desde el 47 en que lo comenzó, asegura el asentamiento y continuidad del pintor en Cuéllar. (4)
Curiosamente, en el mismo libro de bautizados, en el año 1541, consta que se cristianó en Cuéllar un hijo de Mateo Bolduque, padre de Pedro Bolduque, escultores los dos, si bien se tiene constancia de que este último nació en Medina de Rioseco en el año 1545, posiblemente se trate de Juan Mateo Bolduque, primogénito de la familia. No hay que descartar entonces la relación entre Arnao y Mateo Bolduque, pudiendo incluso haber sido hermanos. Queremos decir que Mateo pasaría a la villa vallisoletana desde Cuéllar, donde se le documenta trabajando dese los primeros años de la década de los cuarenta del siglo XVI. Allí nacieron el resto de sus hijos, (incluido Pedro de Bolduque), por lo tanto, la relación entre este y Arnao y Mateo Bolduque sería más estrecha de lo que se pueda pensar. Partida de bautismo de Mateo Bolduque menor: (Juan Mateo Bolduque) Sábado tres días del mes de agosto de mil y quinientos y cuarenta y un años, se cristianó un hijo de Mateo de Belduque flamenco y de Juana (Muñoz) su mujer, llamose Mateo. Fueron sus padrinos la que es cocinera del duque y Arnao flamenco y su mujer de Juan de Portillo sastre? Y la de Arnau parientas del infante de … la madre y la de Arnao hermanas. Frutos de Mercado, cura. Se dice en la partida que la madre del niño y la mujer de Arnao Bolduque son hermanas: Juana Muñoz y Ana Muñoz. Con lo que de no confirmarse que Mateo y Arnao fueran hermanos, supone que en todo caso Juan de Arnao y Pedro Bolduque fueron primos carnales y este parentesco y la actividad común que compartían hicieron que Pedro Bolduque recalara con el tiempo en Cuéllar como colaborador en el taller de su pariente reclamado sin duda por Juan de Arnao. Indiciariamente, fue el taller de Arnao Bolduque el que realizó el retablo de Sanchonuño, porque cubriría la demanda de retablos no solo en la comarca, sino también en la propia villa. Arnao no tiene obra atribuida hasta la fecha y habría que considerar no sea una de ellas el retablo de la Virgen, de la iglesia de San Esteban de Cuéllar, mandado pintar precisamente por estos años: Hízole pintar Juan Gómez de Herrera el año de 1546. Sin embargo, la calidad de estas pinturas, estudiadas por Collar de Cáceres y Llorente, pero sin haberles atribuido autor, es superior a las de Sanchonuño. Me inclino a pensar que detrás de esta obra está la mano de un Maldonado, pero la de Julián. La calidad pictórica de Juan Maldonado, el hermano mayor, sería inferior a la de Julián y a él se le encargarían los retablos menos exigentes de las aldeas, aunque la colaboración entre ellos en una misma obra se realizara puntualmente. Juan Maldonado aparece documentado como autor de los desaparecidos retablos mayores de Gomezserracín y Pesquera (despoblado cerca de Chañe). Era cura de Sanchonuño por estos años, Antonio Martínez, natural de Zarzuela pero que se había establecido en Gomezserracín, donde había sido sacristán, para luego acabar siendo durante bastantes años cura del primer pueblo. D. Antonio sería quien encargó el retablo de Santo Tomás para la iglesia de su parroquia, pues siempre estuvo pendiente de lo que se hacía en su pueblo de origen, donde conservó el derecho a poder seguir cazando en el Soto de Santa Olalla. Desgraciadamente el retablo de Gomezserracín se echó a perder durante la pujanza del barroco y hoy no podemos comparar las dos obras carracillanas. Pararemos aquí por no incurrir en los errores que denunciamos en los demás, pero una hipótesis puede valer como propuesta cuando no hay otra anterior y documentada. Queda claro que no es habitual encontrar retablos con la advocación de Santo Tomás Apóstol en la pintura, ni siquiera en el gótico, por lo que el atractivo del retablo de Sanchonuño es aún mayor, especialmente por la representación de escenas de la leyenda del apóstol, difícilmente toleradas posteriormente por el espíritu de la Contrarreforma que vigilaría con más celo qué tipo de iconografía se pondría en los templos.