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lunes, 18 de enero de 2016

MANUEL ANTONIO GÓMEZ, ALCALDE MAYOR DE CUÉLLAR:





MANUEL ANTONIO GÓMEZ, ALCALDE MAYOR DE CUÉLLAR:

UN PATRIOTA DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA.

(EL TERCIO DE CUÉLLAR)




En el número 44 (Agosto de 2011) de la Revista “LA VILLA”,  el historiador Antonio Madrigal publicaba un artículo en el que daba cuenta de los avatares acaecidos durante la Guerra de la Independencia en cuanto a la ocupación de los cargos del Regimiento cuellarano (Alcaldes y regidores) durante este periodo. El trabajo me resultó, por la aportación de datos que desconocía, interesante, bien documentado y contextualizado. Si bien, en cuanto a lo que se dice en él respecto a D. Manuel Antonio Gómez podría dar lugar a confusión en lo que se refiere a la postura que tomó este personaje ante la llegada de los franceses a la villa de Cuéllar. Se dice:      “(Al frente de la corporación), entre 1805 y 1808 nos encontramos a Urbano Rincón de Ayala, Manuel Antonio Gómez y a Lucas Herrero, todos ellos miembros de la hidalguía  y designados por el Duque en el uso de sus prerrogativas. A finales de 1808, el alcalde Manuel Antonio Gómez desaparece sin que se pueda adivinar el motivo (…), más tarde las mismas fuentes municipales informan de que el citado alcalde desapareció con importantes capitales públicos, pero sin esclarecer el motivo de la desaparición”.


El objetivo de la redacción de este artículo es reivindicar la memoria de Manuel Antonio Gómez y aclarar que su desaparición de Cuéllar no tuvo nada que ver con la apropiación de esos caudales públicos, lo que puede inferirse a partir del trabajo que da pie al  nuestro, sino que su marcha de la villa fue motivada por su determinación de no servir al enemigo francés y que fue por lo tanto, en el sentido más amplio del término y en el de su época, un “patriota” que se opone como español a la traición y ocupación francesas con los medios a su alcance y desde un cargo de responsabilidad como el que tenía en el año 1808: Alcalde Mayor de Cuéllar. Es posible que sus colegas del Ayuntamiento no expresen realmente los motivos de su marcha por no comprometerse al verbalizarlo por si  las tornas de la guerra cambian.

ALCALDES MAYORES DE CUÉLLAR EN EL ANTIGUO RÉGIMEN
El Duque de Alburquerque, como señor de Cuéllar, ostentaba el señorío y jurisdicción sobre la Villa y su Tierra. Al ejercer la jurisdicción civil y criminal, el Duque nombraba a un Alcalde Mayor, que debía ser caballero o letrado, que impartía justicia en su nombre, y que a su vez gobernaría la villa en representación de sus intereses ante el Regimiento cuellarano. Para la segunda mitad del siglo XVIII, el Duque  cuenta con un elenco de Abogados de los Reales Consejos que destina y nombra como alcaldes mayores en las distintas villas de su señorío y que los mueve y cambia de unas a otras siguiendo un escalafón o protocolo que yo ahora desconozco. Alcaldes mayores que son de Cuéllar lo serán luego de Ledesma, o viceversa, como es el caso de D. Antonio Gómez.

Por los documentos recogidos sobre alcaldes mayores en el periodo que nos ocupa, y para el caso de Cuéllar, se puede inferir que no basta con una titulación reconocida en leyes, sino que al final son el carácter e integridad de cada uno de los alcaldes mayores los que determinan su buen o mal hacer a la hora de impartir la justicia y ser ecuánimes al aplicarla. Ejemplo de mal desempeño del cargo de Alcalde Mayor es Sánchez Santiago, que será objeto de pleitos colectivos (los procuradores sexmeros de la Tierra) y de otros que le interponen también personas particulares y que vienen a corroborar el descontento popular hacia esta figura. Enconada va a ser la rivalidad con la familia Baquerín. Por poner sólo un ejemplo, el arrendador de las Salinas Reales en Cuéllar, Juan Baquerín, en 1787, demandará  a este Alcalde mayor por no haber sido diligente en solucionar una inundación de agua que sufrió en el almacén de la sal que se produjo, al parecer, por una filtración desde la abacería del pescado contigua y que había dado al traste con 28 fanegas de sal. (1) El Alcalde Mayor es absuelto y Baquerín condenado en las costas. Denunciar al Alcalde mayor supone hacerlo ante la instancia de justicia superior, esto es, ante la Chancillería de Valladolid.
Resumiendo, se puede afirmar que los 38 pueblos que componían a finales del siglo XVIII la Tierra de Cuéllar están sujetos a la jurisdicción ordinaria que ejerce el Duque, aplicando esta justicia, en grado de segunda instancia, a través de sus alcaldes mayores, algunos de los cuales en el desempeño de su labor han dado motivos para que los vasallos se hallen descontentos.  La justicia que en primera instancia desarrollan los alcaldes pedáneos u ordinarios, en los pueblos y en la Villa, está muy limitada porque lo están también sus competencias en cuanto a las cuantías de los casos que pueden juzgar y la de las penas que pueden imponer. Así está la situación cuando D. Manuel Antonio Gómez es destinado a Cuéllar desde otro de los estados del Duque, Ledesma.


MANUEL ANTONIO GÓMEZ, ALCALDE MAYOR DE CUÉLLAR.
Los documentos consultados no permiten establecer con seguridad el lugar de su nacimiento. Me inclino a pensar que fuera de la misma Ledesma que es donde se va a refugiar en el mes diciembre de 1808, pero también se refiere él mismo a que es emigrado en ella respecto a la villa de Cuéllar. Es en la villa salmantina de Ledesma donde aparece documentado como Alcalde mayor en diferentes pleitos cotejados en la Chancillería de Valladolid. El propio Gómez afirma que había ejercido este cargo durante siete años y medio: 1799-1805. En esta última fecha aparece ya destinado en Cuéllar y firmando  sentencias desde el mes de julio (2). Llega a la Villa en un momento de profunda crisis, el hambre y las epidemias castigan a la población que sobrevive bajo mínimos. El año 1804 ha sido especialmente terrible debido a la falta de lluvias que ha provocado la ruina de las cosechas que se suma a las que ya han sido malas en años anteriores. Los 38 lugares de la Tierra solicitan una moratoria al Duque para pagarle la contribución de cebada, gallinas y paja. Pero todo este panorama solo es el preludio de lo que se viene encima: la guerra contra la ocupación francesa está a la vuelta de la esquina, con todos los desastres que acarreará.

Desde el levantamiento del 2 de Mayo en Madrid, Cuéllar vive expectante de las noticias que llegan respecto a la toma de Segovia el 7 de junio y de los acontecimientos más próximos en Valladolid. Es difícil saber el poder de convocatoria que tuvieron estas primeras hazañas de la guerra en la respuesta por parte de voluntarios de la comarca cuellarana.                                                               

Después de la derrota francesa en Bailén, y por un  tiempo, las cosas cambian. Retirados  estratégicamente los franceses  a la línea del Ebro,  las nuevas autoridades españolas, surgidas del vacío de poder, las Juntas, comenzaron a tomar medidas destinadas a organizar la lucha contra las tropas napoleónicas. Madrigal nos da cuenta en su artículo de cómo las autoridades de Cuéllar solicitan al Capitán General de Castilla la Vieja, y presidente de su Junta Superior, la formación de una Junta de Armamento local, subalterna de la de Segovia. Integran la dirección de la Junta D. Lucas Herrero, Manuel Picatoste, Santos Pilar y Ramón de Íscar y su presidencia recaerá en el Alcalde mayor D. Manuel Antonio Gómez.Las funciones de la Junta de Armamento, en palabras del propio general Cuesta, “han de ser las de encargarse del alistamiento de los vecinos útiles para el servicio de armas, distribuirles las que se pudieran juntar y organizarlos en compañías, tercios o batallones, bajo la dirección e instrucción de oficiales del ejército o retirados que serán destinados para ese fin”. Es de esta manera como nace el Tercio de Cuéllar, que fue más que un proyecto sobre el papel, aunque nunca, como unidad militar, llegara a entrar en combate. Efectivamente, la Junta cuellarana, con Gómez a la cabeza, empeñó los meses siguientes, desde septiembre a noviembre, todo su esfuerzo en crear una unidad militar propia y reclutada entre los varones del partido de Cuéllar, a uniformarla y a armarla, a la par que buscaba los medios para sufragar los gastos que su dotación conllevaba, aprovechando los fondos y arbitrios que fueran necesarios y “excitando y recogiendo los donativos y ofertas patrióticas”. (3)


 EL TERCIO DE CUÉLLAR



A mi entender, había un modelo próximo a seguir en la organización del Tercio de Cuéllar. Me refiero al Regimiento Provincial de Segovia, cuerpo creado en1766 y compuesto enteramente  por soldados reclutados en la provincia, con un cupo para cada lugar en proporción a su población. En teoría era un ejército de reserva, pero había sido movilizado en la guerra contra Francia en el año 1793, habiendo allí entrado en combate, con sus consecuentes bajas, y siendo así una cantera de veteranos experimentados. No es casualidad, por poner sólo dos ejemplos, que El Empecinado o el guerrillero salmantino El Charro, fueran precisamente veteranos de esta Guerra del Rosellón. No faltarían estos veteranos en Cuéllar y su Tierra y su experiencia sería aprovechada para hacerlos suboficiales del Tercio. Los mandos superiores, como así era en el Provincial, serían reservados para los miembros del estado noble. En cuanto a su contingente, el propio D. Manuel Antonio Gómez habla de 500 plazas, evidentemente de infantería porque no daría para más, lo que supone hablar de cuatro a cinco compañías componiendo el Tercio de Cuéllar. El Alcalde mayor refiere como un hermano suyo, Juan Gómez, tenía el rango de capitán de una de esas compañías. No sabemos a quien estaría reservado el mando de toda la unidad, lo que sí dicen los documentos es que se solicitó al General Cuesta servir a las órdenes del Duque de Alburquerque en su ejército, petición concedida y lógica habida cuenta que D. José María de la Cueva y de la Cerda era militar de carrera, en el arma de caballería, y que como general mandaría importantes cuerpos de ejército durante el primer año y medio del conflicto.
Además de la organización de esta nueva unidad militar que es el Tercio de Cuéllar, para los ejércitos de este periodo es muy importante su uniformidad, y a este empeño se van a dedicar medios y esfuerzos por parte de la Junta de Armamento cuellarana. La prueba más contundente de que estos uniformes se confeccionaron es el hallazgo en diferentes campos de batalla de botones metálicos con la inscripción “Tercio de Cuéllar”. Entonces, si el Tercio como unidad propia no participó en batalla alguna, ¿a qué se debe la aparición con relativa frecuencia de botones de este cuerpo?



NAPOLEÓN EN SOMOSIERRA


En el mes de noviembre Napoleón, con lo mejor de sus ejércitos, viene a España a poner las cosas en su sitio. Desmanteló el dispositivo del ejército español  y el grueso del ejército francés marchó sobre Madrid por el camino Burgos-Aranda-Somosierra. Este puerto era el último obstáculo que se les presentaba a  los franceses para ocupar la capital. Para proporcionar avituallamiento  a las últimas unidades del ejército español que se opondrán a los franceses en su camino hacia Madrid, el corregidor de Sepúlveda escribe a Manuel Antonio Gómez (18 de noviembre) comunicándole lo que le corresponde suministrar a Cuéllar y su partido. El Alcalde mayor reúne a los procuradores sexmeros que quedan asustados por la cuantía de esta contribución: 4000 raciones diarias de pan, cebada y paja, cien carros de leña, setenta arrobas de vino, treinta carneros y veinte caballerías para bagajes. Los procuradores expiden un poder para hacer llegar al corregidor de Sepúlveda quees imposible contribuir diariamente con los utensilios que se les pide por ser la cosecha de este año muy corta en todas especies”. (4) El día 30 Napoleón está en Cerezo de Abajo y manda a su caballería polaca cargar y deshacer las baterías españolas que se le oponen en Somosierra. El camino hacia Madrid está expedito. Con los franceses tan cerca y con una responsabilidad tan comprometida es cuando D. Manuel Antonio Gómez decide huir de Cuéllar camino de Ledesma y establecerse en esta localidad salmantina como territorio conocido para él y más seguro de momento. (5)
Es en Ledesma donde, hacia mediados de diciembre, Gómez entra en contacto con el Vizconde de Quintanilla, vocal de la Junta Central. (6) Manuel Antonio Gómez, que se le presenta como Alcalde mayor de Cuéllar,  le solicita autorización “para extraer de dicho pueblo un tercio que se estaba levantando de quinientos hombres, cuyo armamento y vestuario tenía ocultos, procurando por cuantos medios le fueran posibles que los mozos que componían el Tercio marchasen al Ejército”, lo que le pareció bien al Comisionado Quintanilla, previa información favorable que tomó acerca del Alcalde mayor. Asimismo, en este encuentro se decide nombrar a dos eclesiásticos “del mayor carácter” a fin de conducir a Ciudad Rodrigo más de ochenta arrobas de plata de las iglesias de la jurisdicción de Cuéllar expuestas a ser robadas por los enemigos. (7)
Esta era la misión de D. Manuel Antonio Gómez, volver a Cuéllar y tratar de regresar con los 500 hombres del Tercio, o por lo menos con su equipación que él cree tener controlada. Del desarrollo de la misma el propio Vizconde de Quintanilla, desbordado por los acontecimientos de la Guerra, no volvió a saber nada, tampoco tenemos un relato pormenorizado de la actuación de D. Manuel. Todo apunta a que el Alcalde mayor no encontró en su regreso a Cuéllar las facilidades que esperaba o que, sencillamente, alguien se le adelantó. Y es en este punto donde aparece en escena otro protagonista destacado en los hechos próximos de la Guerra: el General Hugo.


EL GENERAL HUGO: EL SECUESTRO DE LOS UNIFORMES.


Sigisbert Hugo (1773-1828), más conocido por haber sido el padre del famoso escritor Víctor Hugo, había acompañado al rey José I desde Nápoles a España. Siguiendo un encargo expreso del rey intruso, se había hecho cargo en el mes de diciembre del regimiento Real Extranjero, un cuerpo formado inicialmente con suizos, wallones y franceses represaliados del ejército de Dupont, bastante indisciplinado, de nueva creación y por lo tanto también sin el equipamiento necesario e imprescindible para el invierno de la Meseta. El general Hugo había avanzado desde El Pardo hacia Villacastín encargándose de la seguridad de las comunicaciones. Desde el sur de nuestra provincia, recibió la orden de avanzar hacia Ávila para hacerse cargo de su mando. Según sus memorias, a principios de enero de 1809, en Ávila, sus soldados del Real Extranjero seguían sin indumentaria: “ninguna ropa, ningún equipamiento le había sido entregado aún, y su situación de penuria lo agotaba mucho en esta temporada siempre inclemente en las altas montañas”. (11) Y a continuación nos relata el general lo que nos interesa para la suerte del vestuario del Tercio de Cuéllar:
“Fui informado por los numerosos partidarios secretos del nuevo orden (afrancesados), que en Cuéllar acababan de confeccionar ropa y otros artículos para los voluntarios del distrito de esa pequeña ciudad, situada a doce leguas de nosotros (respecto a Ávila) en línea recta, en la provincia de Segovia. Así que lo arreglé todo para quitárselos y pronto estuvieron en los almacenes de mi regimiento.” Este sin duda parece haber sido el destino de los uniformes del Tercio cuellarano y sería el Real Extranjero del General Hugo el que esparció por ambas Castillas el botón metálico de sus uniformes que habría mantenido en los mismos. Se afirma que botones del Tercio de Cuéllar se han recuperado incluso en Rusia, llevados allí por soldados en la campaña napoleónica de 1812. (9)
No conseguiría, por lo dicho, Gómez hacerse con los uniformes. Para finales de febrero hay constancia de que el Alcalde mayor sigue ausente de Cuéllar y sus funciones recaen en otros miembros del Regimiento. Así Fernando Rodrigo se hace cargo de oficio en el homicidio de un vecino de Cuéllar.*Para saber acerca de D. Manuel Antonio Gómez tenemos que volver a tierras de Salamanca que es donde aparece ahora a las órdenes de D. Miguel Modet.


SEGUNDA MISIÓN EN CUÉLLAR.
D. Miguel Modet y Egúsquiza* al servicio de la Junta Central, había sido comisionado por ésta para que pasara a Ciudad Rodrigo y Castilla la Vieja a reanimar el espíritu público en momentos tan críticos (enero de 1809), así como para activar los alistamientos y divulgar y hacer cumplir las órdenes del Gobierno personificado en dicha Junta. Para acometer esta misión necesita colaboradores necesarios, tanto militares como civiles, y es con este fin que D. Manuel Antonio Gómez entra a su servicio en el desempeño de una función que se podría definir como de “comisario de guerra”.  Es así que desde los primeros informes emitidos por Modet desde Ciudad Rodrigo se destaca la labor desempeñada por nuestro Alcalde mayor, sobresaliendo la misión que, con mayor probabilidad, realizó en el mes de febrero y que supuso su regreso a tierras cuellaranas para  divulgar las circulares de la Junta. Modet da cuenta de que el corregidor Gómez había entrado en contacto durante esta misión en Cuéllar con “D. Juan Martín, natural de Castrillo de Duero, sugeto bien acreditado por su valor y por el daño que en Castilla ha causado al enemigo, asociado con sus hermanos y otros compañeros”. No se le cita aquí como El Empecinado, pero Gómez contacta en las proximidades de Cuéllar con este guerrillero al que le hace llegar las órdenes emitidas por la Junta Central, incluida sin duda la recientemente promulgada sobre formación de partidas de guerrillas, alistamiento de mozos y requisición de caballos, habiéndole dado varios ejemplares de todas para que las divulgara el propio Juan Martín.

En relación a la realización de esta comisión, aparece en la correspondencia de Modet con la Junta Central una partida de 1772 reales que correspondían al “corregidor de Cuéllar de pagar el coste de las postas desde Cuéllar a Ciudad Rodrigo, y hago especial recomendación de este corregidor, llamado D. Manuel Antonio Gómez, que con su hermano D. Juan, Capitán nombrado del Tercio de Cuéllar, pasó al partido de Ledesma de donde sacó 63 mozos, que, aunque perseguido por el enemigo, presentó en Ciudad Rodrigo, a más de otros quince entregados a D. Carlos Garcimartín, comandante de la partida avanzada de Villavieja.”


EN TIERRAS DE SALAMANCA.
Afrontó otras misiones Manuel Antonio Gómez en tierras de Salamanca. Así se cita el conflicto que tuvo en Salvatierra, donde dos alcaldes de la zona le desbarataron la conducción de 70 mozos que había reclutado en esa comarca para el ejército, habiendo puesto preso por ello a uno de los alcaldes y al otro mandado prender. De donde se deduce la dificultad de su misión y la resistencia de parte de la población a los alistamientos.

Hasta aquí las principales misiones recogidas en los informes y realizadas por D. Manuel Antonio Gómez y referidas a los primeros meses de 1809. En junio, el Alcalde mayor de Cuéllar aparece en Ciudad Rodrigo, reducto fortificado aún en poder de los españoles, y desde allí solicita a las autoridades se le auxilie en lo necesario, pues lleva emigrado siete meses de Cuéllar y no cuenta con los suficientes medios de subsistencia al no poder disponer de sus bienes:

“D. Manuel Antonio Gómez, Alcalde Mayor de la Villa y Partido de Cuéllar, y Presidente de su Junta de Armamento, hace presente a V.M. (la Junta Central) que por no servir al enemigo emigró abandonando su casa y bienes; que ha desempeñado varias comisiones que sucesivamente le encargaron el Vizconde de Quintanilla y D. Miguel Modet, sin que se le hayan abonado más gastos que los que le ocasionó la comisión que le confió este último; y que se halla sin el más mínimo recurso para su precaria subsistencia, por haber consumido lo que tenía en los siete meses que van ya desde su emigración. Solicita de V.M. le mande dar algún auxilio por la Tesorería del Exercito de Ciudad Rodrigo, donde se halla…”

 Como no podría ser de otra manera, los informes que emiten el Vizconde de Quintanilla y el mismo Modet le son muy favorables deshaciéndose en elogios hacia el corregidor: 

“…que en atención a esto, al buen concepto que goza en los pueblos de su jurisdicción, según le han informado personas fidedignas y a sus decididos y honrados sentimientos, que le son bien conocidos, le contempla muy acreedor a la piedad de V.M. y a que se le coloque ventajosamente en su carrera, e ínterin se mande socorrerle con lo necesario para su decente subsistencia; animando de este modo a los que se resuelvan a arrostrar peligros en servicio de la patria.
Por la correspondencia de D. Miguel Modet resulta que Gómez ha estado en los pueblos ocupados por los franceses, ha esparcido proclamas, ha reclutado mozos y ha hecho todo cuanto le ha sido posible a favor de la buena causa”.

Nuestro protagonista desaparece, en la documentación consultada, hasta el año 1815 en que figura como Alcalde del Crimen de la Real Chancillería de Valladolid, del Consejo de su Majestad, el rey Fernando VII. Esto al menos nos da cuenta de que Manuel Antonio Gómez sobrevivió a la Guerra en la que corrió, como hemos visto, no pocos peligros y que optó a cargos más importantes dentro de su carrera. En el documento referido, es convocado de oficio para que investigue el robo de pleitos efectuado en el Archivo de la Chancillería, descubierto en enero de ese año.


Espero, con esta mi primera colaboración en la revista LA VILLA, haber conseguido el objetivo que me había propuesto: reivindicar la memoria de nuestro protagonista y dar a conocer su compromiso con la causa antifrancesa. Y quiero expresar, y saco como conclusión, que la abundante información que aportan los Archivos cuellaranos se enriquece cuando la cruzamos con la que nos aportan los archivos provinciales y nacionales, y que esto nos permite un mejor conocimiento y a acercamiento a un personaje, a un pueblo, a una sociedad, a la Historia, en suma, de nuestros antepasados.

José Ramón Criado Miguel    (Diciembre de 2012)

 NOTAS Y FUENTES:


1. Se trata del mismo Juan Baquerín que cita Madrigal en su artículo como primer alcalde constitucional de la Villa en 1812. Su actividad profesional, al menos por estos años, aparece ligada al arrendamiento del monopolio de la sal (Real Alfolí), el cual también había ejercido su padre, Tomás Baquerín. Sin embargo, en los años previos a la Guerra, Juan Baquerín Salazar aparece en un documento del Archivo Histórico Nacional como Interventor de Cuentas Reunidas de Cuéllar, por lo tanto funcionario, como solicitante de licencia de casamiento con Augusta García, ya con 50 años. (AHN FC-Mº_HACIENDA,515, EXP.3069)
2. Gómez aparece documentado desempeñando otras funciones que le corresponderían como Alcalde mayor. Balbino Velasco lo cita en su Historia de Cuéllar (1981, pág. 544) firmando un informe, dirigido al Consejo de Castilla, sobre el estado de la enseñanza primaria en Cuéllar,     fechado en el año 1807. Y en la primavera de 1808 firma también, como representante de la Administración,  las escrituras de venta de tierras vinculadas a la Iglesia que pasan a manos privada y que cabría enmarcar dentro de la que se conoce como Desamortización de Godoy.

3. AHN. Consejos, 5519, Exp. 30. Turégano, 19-9-1808.

4. Archivo Histórico Provincial de Segovia. AHPSg. Protocolos de Acebes Santos. 1808.

5. En estas mismas circunstancias, el obispo de Segovia y presidente de su Junta de Armamento, D. Juan José Sáenz de Santa María, abandonó su diócesis poniéndose a salvo al otro lado de Guadarrama, temiendo por las represalias que sufriría de haber permanecido en la capital, justamente por ser presidente de dicha Junta. Estaba escarmentado de las que sufrió el 7 de junio, temiendo incluso por su vida. El prelado no regresará ya nunca a su obispado y acabará sus días en Cádiz donde participó en las Cortes distinguiéndose en ellas por su reacción ante las libertades que se proclamaban. (Carta del Obispo de Segovia a la Junta Central. AHN).

6. Vizconde de Quintanilla: Este político liberal jugó un papel destacado durante los primeros momentos de la Guerra de la Independencia llegando a ser vocal de la Junta Central, con rango de ministro. Tuvo problemas con el general Cuesta que no le reconoció su autoridad en Castilla y  lo llegó a encarcelar en el alcázar de Segovia. Liberado, desempeñó importantes funciones para la Junta y tan documentadas que nos permiten seguir día a día sus tareas durante el mes de diciembre de 1808 y establecer la fecha de su encuentro con nuestro Alcalde mayor. *Por su parte, Modet llegaría a ser ministro de Gracia y Justicia del rey Don Carlos, por lo tanto, además de navarro, también carlista.

7. A partir de aquí me baso fundamentalmente en dos documentos del Histórico Nacional: AHN-Estado, 65, G y AHN-Estado, 16, A.

8. Memorias del General Hugo. Editorial Renacimiento. Sevilla 2007. Págs. 159 a 168.

9. Los coleccionistas de botones militares suelen dar a conocer en sus foros sus hallazgos pero mantienen como código no informar en qué lugares los han encontrado ya que presuntamente lo hacen de manera furtiva.



viernes, 15 de enero de 2016

LAS MISAS DE SAN GREGORIO DE LA IGLESIA DE SAN ESTEBAN DE CUÉLLAR (SEGOVIA)


EL ARTE EN MELCHOR MANUEL DE ROJAS:

LAS MISAS DE SAN GREGORIO DE LA IGLESIA DE SAN ESTEBAN DE CUÉLLAR (SEGOVIA)


 


José Ramón Criado Miguel

Licenciado en Historia.


En el número 49 de la Revista LA VILLA dábamos a conocer la existencia de dos Cartularios que pertenecieron al Hospital y Estudio de Gramática, fundados por el Arcediano Gómez González en Cuéllar en el primer tercio del siglo XV, y que hoy se conservan en el Archivo Histórico Nacional. El primero de ellos se corresponde con el original, escrito a continuación de dichas fundaciones, por orden expresa del fundador, para registrar los papeles de mayor interés pertenecientes a su archivo, esto es, bulas, estatutos, donaciones, escrituras, etc. El segundo es la copia que en el año 1763 llevó a cabo D. Melchor de Rojas y Rávago,  Procurador Síndico del Regimiento cuellarano y con la preparación suficiente para realizar el encargo de copista. Y si bien la copia la hizo fielmente en lo que tocaba a los documentos, aprovechó la ocasión para incluir, como “regalo a su patria”, los apuntes recogidos a lo largo de su vida, como buen lector y curioso que había sido, referidos a la historia de Cuéllar, dejando además unos folios en blanco para que su tarea fuera continuada en el futuro. Así construye sus “Apuntaciones de la antigua y noble Villa de Cuéllar”, que como tales no ahondan en los asuntos que tratan, siendo además ya D. Melchor un hombre octogenario al que le sorprendió una enfermedad que le restó tiempo para haberlas hecho más extensas y que le obligó a centrarse en el encargo que le había hecho el Patronato del Hospital y que no era otro sino la trascripción del Cartulario antiguo.(1) La contribución particular de Rojas se complementa con la biografía del fundador del Hospital y Estudio, Gómez González, que debería tener ya muy avanzada porque en este caso sí la trata por extenso, siendo sin duda un ejemplo de lo que es capaz de hacer como historiador cuando aborda un asunto en la profundidad que los medios con los que cuenta le permiten.




Todo el apartado de la cosecha de Melchor Manuel de Rojas que plasma en su copia del Cartulario, bien diferente, como él mismo dice, de los documentos que tiene que copiar, constituye, aparte de los datos inéditos que aporta, un documento interesante, cuanto menos raro, para la historiografía cuellarana. Teniendo en cuenta, además, que el mismo Rojas nos da testimonio de que la historia de Cuéllar que había escrito Bermúdez de Guevara en el siglo XVII se había perdido, sus aportaciones sobre la misma pasan a ser por ahora el primer intento conservado de una historia de la Villa. Son éstas, entre otras, las razones que nos están haciendo sopesar la oportunidad de editar todo su trabajo en un libro que recoja también un estudio sobre la obra y el tiempo de D. Melchor Manuel de Rojas.

Sin embargo, los inconvenientes para sacar adelante este proyecto son evidentes y también se han sopesado. Por un lado están los de carácter logístico en unos tiempos en los que los patrocinios brillan por su ausencia, y por otro los intrínsecos al propio documento, porque Rojas no tiene un estilo de escritura homogéneo, y si bien en algunas partes es fluido y asequible, principalmente en los apartados netamente históricos, con frecuencia se hace abigarrado, espeso y muy barroco, como el estilo artístico imperante en su siglo. Por lo dicho, se hace necesaria una puesta al día del documento, y la fórmula para ello tal vez nos la proporcione el propio D. Melchor cuando habla de cómo hizo la copia del cartulario del siglo XV: Manteniendo lo esencial, hacerlo más accesible.

Los cartularios del Hospital de la Magdalena salieron de la Villa para ser presentados en un pleito en la Cámara de Castilla en Madrid, y esta circunstancia los había despistado para los investigadores de la historia local porque no fueron devueltos, a pesar de haberlo solicitado Baltasar Alonso. Después de analizar ambos Cartularios, el resultado que se desprende es que, en lo que respecta a los documentos que recogen tanto el original y la copia, todos son conocidos porque se habían conservado por otros medios, principalmente a partir de los pleitos que llevó a cabo dicho Baltasar Alonso (2) en la década de 1770, en el que se aprovechó la copia recién hecha por Rojas para recopiarla como prueba. En este sentido los libros interesan como meros continentes de la documentación relativa a las fundaciones de Gómez González. Lo novedoso es, como decía al principio, toda la parte original que aporta Melchor Manuel de Rojas, que después de ser analizada con mayor detenimiento, se aprecia que hay cierta desorganización en la exposición, que no trata un asunto tan importante como el arte de la villa y, sobre todo, que Rojas es un sectario, pues omite, y puede ser intencionadamente, a los personajes importantes de la Casa Ducal de Alburquerque. Amén de que en algunos pasajes nuestro historiador del siglo XVIII nos hace dudar de que esté usando las fuentes adecuadas para sostener lo que dice, teniendo por ello un claro aire apócrifo. (3)


EL ARTE EN EL TEXTO DE MELCHOR MANUEL DE ROJAS

Es cierto que Rojas no dedica un apartado a hablar específicamente del arte y por supuesto que tampoco lo hace en concreto del arte Mudéjar, estilo que por entonces estaba por definir. Rojas parece que tiene otro concepto del hecho histórico que, a nivel de la Villa, pasa por ensalzar principalmente el elenco de personajes ilustres que ha dado Cuéllar hasta su época (1763) y que pertenecen en su mayoría al estatus social del que él es miembro: la nobleza cuellarana. Sólo el labrador Francisco Cabrero, que abatió a un lobo rabioso en La Fuente que Llueve, merece un apartado en la lista por su valor heroico. Y tal vez por centrarse en este patriciado urbano de Cuéllar omita referir la historia de los Duques, y no serviría como excusa decir que, aunque señores de la Villa, no eran en sentido estricto cuellaranos, porque los primeros sí habían nacido en Cuéllar.

Sin embargo, y volviendo al apartado del Arte, las Apuntaciones históricas de Rojas, aunque no haya un plan para tratar este asunto, nos rescata referencias a obras desaparecidas, caso del Convento del Pino fundado por el que, según Rojas, fue antepasado de Gómez González, Alonso García de León, o nos da luz sobre algunas obras de arte que se han conservado, aunque hoy no se custodien en la Villa. Me refiero en este último caso a la tabla para un sepulcro de la iglesia de San Esteban que habría encargado Gómez González en el primer tercio del sigo XV.

Rojas en sus alusiones a lo artístico está buscando referencias genealógicas, para escribir la historia de los personajes ilustres, pero sin querer nos traslada informaciones que pueden ser tenidas muy en cuenta para la Historia del Arte. Sirva como ejemplo lo que aporta sobre el desparecido convento de la Mata, dice:

“Alonso García de León, bisabuelo de Gómez González, fue el fundador del Convento del Pino, de Agustinos Descalzos, junto a La Mata, lugar de esta jurisdicción, en cuya sacristía se ve hoy (1763) de letras bien perceptibles la inscripción siguiente: Aquí está sepultado Diego López de Henestrosa y de Córdoba, 3º nieto por línea femenina de Alonso García de Cuéllar y León, Fundador y dotador de esta Santa Casa, Contador Mayor que fue del Rey D. Enrique III de gloriosa memoria y su Tesorero y Alcaide del alcázar de Segovia, el qual está sepultado en la Capilla Mayor del Señor San Esteban en la Villa de Cuéllar; y el dicho Diego López de Henestrosa falleció en 24 días del mes de Enero, año 1565. Assí mismo está aquí sepultada la Sra. Dª Cathalina de Quesada, su mujer”. Este texto, cuanto menos, nos informa de que dicho Convento era usado como panteón familiar por alguna de las ramas descendientes de su fundador. Rojas nos da como fecha de su fundación el año de 1392 y apunta que en él tuvo su primer priorato el gran limosnero Santo Tomás de Villanueva. Ignoraba a quién correspondía el patronato del Convento del Pino en su época y termina haciendo diciendo que siempre había estado formado por una pequeña comunidad de tres o cuatro frailes.

La anterior referencia que hace Melchor Manuel de Rojas sobre Alonso García de León, creo que hubiera sido suficiente para identificar su sepulcro en la iglesia de San Esteban, en el lado izquierdo del presbiterio. Historiadores contemporáneos han tenido que recurrir a la heráldica que aparece en la tumba y, sobre todo a la inscripción que figura en una de las sepulturas del lado derecho, la de Martín López de Córdoba Henestrosa, descendiente también del fundador del Convento del Pino, para identificar a los que allí estaban sepultados.

Al conocimiento del Arte en la Villa se accede en los papeles de Rojas a través de las referencias que hace al tratar la vida del fundador del Hospital de la Magdalena y el Estudio de Gramática, el Arcediano Gómez González, en su faceta de mecenas. El ejemplo más evidente es su patrocinio de una sepultura o lucillo para dos parientes próximos, padre e hijo. Se trata de Juan Velázquez de Cuéllar Caballero y Juan Velázquez, caídos presuntamente en algún conflicto armado de su época. En cómo trata el asunto Rojas se vuelve a constatar que está buscando principalmente genealogías, pero su forma de abordarlo nos permite acceder a otras informaciones tanto artísticas como históricas y conocer sus métodos como historiador. Nos dice:

“Hizo construir Gómez González en esta iglesia de San Esteban para depósito de dos parientes queridos suyos, a la mano derecha de la entrada, que es un arco con una pintura antigua y poco cuidada, que por tanto me costó no poco leerla después de bien lavada y barrida. Tiene en su círculo este penitente letrero: Miserere mei, Deus, secundum magnan, misericordiam tuam ...

En una faja que atraviesa lo ancho de la pintura se lee esta inscripción:

Aquí yacen los honrados caballeros de buen memoria Juan Velásquez de Cuéllar Cavallero e Juan Velásquez.

Tanta concisión que pasa de laconismo y propia de aquel tiempo (...) no nos permite descubrir qué Juanes sean estos; porque uno yace en la Armedilla, donde murió Donado, y otro en San Francisco. (4) Yo concibo fueron hermanos del Hortún (Velázquez) que le hizo la donación que se halla en este libro, y acaso a la sazón sus más cercanos deudos.

Al pie se deja leer sin dificultad lo siguiente:

Este retablo mandó facer D. Gómez González, Arcediano de Cuéllar, Fundador del Hospital de la Madalena y el retablo de ella, y éste lo refrescaron por mandado de los Sres. Xusticia y Regimiento de esta Villa de Cuéllar, año1630.

Me ha parecido copiarle, tanto porque ya puede asegurarse que es casi único monumento de nuestro Gómez González, cuanto porque corrobora la mezcla de las familias Velázquez y González, cuyas armas son las mismas”.






EL FONDO DE LUCILLO GÓTICO DE LA IGLESIA DE SAN ESTEBAN

Se estaba refiriendo D. Melchor Manuel de Rojas en este texto a la pintura gótica sobre tabla que es una más de las importantes obras de arte cuellaranas que hoy se hallan fuera de la Villa. Dicha pintura ingresó en el Museo Arqueológico Nacional, por compra a D. Enrique Galera Gómez, el 15 de junio de 1936 y que en las guías de este museo aparece definido como un fondo de lucillo funerario procedente de la iglesia de San Esteban de Cuéllar. Se trata de una pintura sobre tabla con estructura de arco apuntado que encajaría en el arco arquitectónico del sepulcro constituyendo su fondo, y la descripción de Rojas ayuda a aclarar algunas dudas que planteó a historiadores que se fijaron en ella, sobre todo en cuanto a su ubicación. Por un lado, Gonzalo de la Torre Trassierra dice que se encontraba en origen “a mano izquierda de la entrada en la iglesia de San Esteban; Quadrado, que lo habría visto veinte años antes, hacia 1870, explica que “vio un nicho en la angosta nave lateral derecha”, lo que para otros hacía difícil que estuvieran enterrados allí ambos caballeros, por carencia de espacio. La ubicación de Rojas, que vería en su sitio original la tabla, parece dar la razón a Quadrado, y cabe entender que no se enterrarían los cuerpos “enteros” de los caballeros sino que se depositaron, como dice Rojas, sus restos traídos desde donde cayeran en combate.

En cuanto a la organización de lo representado en la pintura, los dos caballeros yacentes y la inscripción identificativa de los mismos, como describe muy bien D. Melchor, confirman que se trata del fondo de un lucillo sepulcral. Esta inscripción, en caracteres góticos, corre horizontalmente en el centro de la tabla separando las dos escenas de la misma, la inferior con los dos caballeros y la superior con la representación de la Misa de San Gregorio.

El registro inferior está dedicado a las honras fúnebres de los dos caballeros yacentes que acaparan el protagonismo por sus proporciones superiores al resto de los personajes de la comitiva. Los caballeros aparecen en horizontal y con una perspectiva casi cenital que permite percibir la figura de los dos pero que le da a la pintura un marcado aire arcaizante o antiguo. Como correspondía a su profesión, van ataviados con armadura militar donde se pueden identificar cada uno de los elementos que la componen. Ambos sujetan como atributo de su condición la espada, y del brazo izquierdo de Juan Velázquez cuelga el escudo del linaje. El padre luce barba y cabellos largos y lacios, mientras que el hijo tiene barba incipiente y sus cabellos cortos se peinan a la moda del momento. Yacen sobre un gran túmulo cubierto con rica tela con labores mudéjares y un largo cojín con tres borlas en los extremos sobre el que reposan sus cabezas.


A los pies de los difuntos, los oficiantes entonan oraciones, lo que se adivina en las bocas abiertas de algunos de ellos, uno de los cuales está arrodillado al lado derecho y nos podríamos plantear no sea la representación del propio donante del retablo, esto es, el mismo D. Gómez González, vestido con saya y capa pluvial roja, sosteniendo un libro en sus manos y bendiciendo a los difuntos con lo que parece un hisopo. Uno de los oficiantes lleva la cruz procesional como símbolo de la victoria de Cristo sobre la muerte. Aparece en la escena un personaje femenino con toca, alusivo tal vez a la viuda y madre de los yacentes.

La escena superior de la tabla representa una Misa de San Gregorio, tema icnográfico muy interesante y destacado en los siglos XV y XVI y lo es más para nuestro caso porque podemos encontrarnos ante una de las primeras, sino la primera, que se representaron en el panorama artístico castellano, y sería el propio Gómez González el introductor de este tema por haberlo conocido previamente en Roma, donde había residido. Según la versión más difundida, el milagro cuenta como estando el papa Gregorio Magno celebrando misa en la iglesia de la Santa Cruz de Jerusalén en Roma uno de los asistentes -unas veces se dice que una mujer, otras que el propio San Gregorio- dudó de la presencia de Cristo en la hostia consagrada y pidió a Dios que cambiara el vino en sangre para que se disiparan sus dudas y Cristo se le apareció rodeado de los instrumentos de la pasión, brotando la sangre de sus llagas y llenando el cáliz que se hallaba sobre el altar. Para conmemorar este milagro el Papa ordenó pintar en dicha iglesia de la Santa Cruz a Cristo tal y como se le había aparecido. La escena alcanzó amplia difusión durante la Edad Media, sobre todo por la enorme cantidad de indulgencias que se asociaron a la oración ante ella.(5)

La escena de la Misa de San Gregorio del Arcediano Gómez González responde a la fórmula general: el papa celebra la eucaristía sobre el altar y al fondo se divisa a Cristo de medio cuerpo, sobre el sepulcro, acompañado de dos ángeles que portan instrumentos de la pasión (los clavos y las tenazas). Preside la cruz y se adivinan el gallo y la escalera. No se pone énfasis en que la sangre mane del costado de Cristo llenando el cáliz, que sí aparece sobre el altar.(6) Asisten fervorosos un grupo de frailes con hábito blanco y capa negra, a la izquierda y, a la derecha, otro clérigo arrodillado que podríamos considerar que fuera el donante o patrocinador del retablo, esto es, se trataría de nuevo el propio Gómez González,  lo mismo que para el caso de la escena inferior con los caballeros yacentes. Compositivamente presenta la escena una estructura piramidal, ajustándose al marco del arco apuntado, y en cuanto a su cromatismo predominan los colores rojo, blanco y azul.



El mensaje que nos transmite la iconografía de la Misa de San Gregorio es muy claro. Es un ejemplo milagroso de la verdadera conversión del pan y del vino en el cuerpo y sangre de Cristo (transusbstanciación), dogma central de la religión católica. Esta idea primera se enriqueció con el tiempo con el valor de liberación de las penas del purgatorio, que adquirió como consecuencia de la gran cantidad de indulgencias que le fueron otorgadas y que se podrían aplicar por los difuntos a modo de sufragio. Es por esto que la representación de esta Misa tomó un sentido marcadamente funerario, como el que tiene en el caso de la iglesia de San Esteban. Que tuviera indulgencias asociadas por rezar ante ella no lo sabemos. Ignoramos si el letrero que se escribió en su base en el año 1630 cubrió otro relativo a este asunto. Lo que sí podemos decir es que la misa de San Gregorio en esta parroquia será un tema recurrente, ya que se volvió a representar en una tabla del banco del Retablo de la Vida de la Virgen en el año 1546 y también en el Retablo del Descendimiento, de principios del siglo XVI. Con lo dicho, San Esteban llegó a contar con tres representaciones de este tema iconográfico de la misa, y si añadimos que también tuvo la parroquia una Cofradía de San Gregorio nos podemos hacer idea del arraigo de esta devoción entre los feligreses de esta iglesia.(7)

Estilísticamente se encuadra dentro de la pintura castellana de principios del siglo XV y   Gómez González encargaría la tabla a un pintor de los de primera línea del momento, sin embargo se desconoce el nombre del autor, así como el del pintor que realizó las otras tablas legadas por el fundador del Hospital: “unas tablas largas doradas con figuras del Crucifixo e de Santa María e de la Magdalena, con sus armas, azaz ricas con su caxa de madera”, que se guardan en el despacho del señor Alcalde.

Nos describe Rojas a Gómez González pendiente de la ejecución de las obras del Hospital, en primera línea, y aquí queda pendiente analizar la arquitectura y organización de los espacios de sus fundaciones para preguntarnos y determinar en qué medida no importaría también modelos italianos que interpretarían los constructores locales, bajo su dirección y dentro de sus posibilidades.


QUÉ JUANES SEAN ESTOS

Respecto a la identificación exacta de los dos Juanes Velázquez allí enterrados, no se ha llegado hasta el momento a una solución satisfactoria. Creo que Rojas no anda muy desencaminado al afirmar que eran dos parientes muy cercanos por los que sentía especial afecto. El propio D. Melchor reconoce el nudo gordiano que supone hacer la genealogía del fundador del Hospital por lo mezcladas que están las familias nobles cuellaranas a principios del siglo XV, con muchos nombres repetidos y con los apellidos puestos sin ningún criterio lógico. Como hipótesis, apunto que el caballero joven se trate de un primo común de Ortún u Ordoño Velázquez y de Gómez González, y el padre, Juan Velázquez Cavallero, fuera hermano del padre de Ortún, Juan Alfonso Cavallero. Ambos, padre e hijo, pertenecerían a la clase caballeresca que con otros de la villa acompañaron a su señor, Don Fernando de Antequera, en la conquista de esta plaza malagueña en el año 1410, asunto poco tratado hasta hoy en relación a la historia local. Melchor de Rojas señala esta participación cuellarana en dicha conquista, citando no sólo a quien era Canciller de D. Fernando, Fernán Velázquez de Cuéllar, sino que también nombra a Gutierre de Torres, cuellarano, como el primero que entró en la ciudad de Antequera durante su asalto, motivo de muchos privilegios reales que dice Rojas que él mismo había visto.(8) Tan importante fue la participación cuellarana en la conquista de esta plaza que, en el apartado dedicado a la heráldica de los Velázquez, Melchor de Rojas nos da la noticia de que fue por méritos en esta campaña que esta familia, como los Cuevas, Torres y otras, recibieron en su escudo nobiliario la bordura con las ocho aspas que algunos Velázquez añadieron a los trece roeles.


Fue justo en el año 1410 que Gómez González regresó de Roma por el fallecimiento de su padre, Sancho González Blázquez, que es lo mismo que Velázquez, en el verano de ese año. Momento oportuno para que el fundador del Hospital de la Magdalena conociera la dolorosa noticia de la muerte de sus parientes en Antequera y encargara la tabla que luciría el depósito de sus restos en la Iglesia de San Esteban. Esta hipótesis apuntalaría la idea de que sea esta Misa de San Gregorio, representada en la tabla encargada por Gómez González en esta fecha, la primera en el panorama artístico peninsular y anterior a la misa del retablo del obispo Sancho de Rojas que hoy se guarda en el Museo del Prado.


Por lo dicho hasta aquí, podemos afirmar que la ausente tabla para fondo de sepulcro, que salió de la iglesia de San Esteban, es por su interés una obra de primerísima importancia y gran mérito artístico e histórico. Por ello no es descabellado proponer la colocación de una copia de la misma, de su tamaño, en su lugar original y siendo lo de menos en qué técnica de reproducción. Una copia que de fe a los nativos y visitantes de su categoría e importancia, con un pequeño texto que informe sobre ella y el paradero del original en el Museo Arqueológico de Madrid. Museo sometido actualmente a una larga y profunda reestructuración al final de la cual esperamos siga luciendo, en una de sus salas, tan imponente cuadro del patrimonio de la Villa.

(Esta propuesta que aquí se hace, comentando el contenido de este trabajo con el editor de LA VILLA, no es novedosa porque fueron los Amigos del Patrimonio Cultural de Cuéllar los que la plantearon,  incluida la de que se picara en la pared, donde se tiene constancia de que estuvo el arco apuntado que albergaba la pintura, para descubrir su arquitectura, propuesta, esta segunda, desoída por los responsables de quienes realizaron la restauración de la iglesia de San Esteban.

Al mismo editor de esta publicación, agradecerle la plataforma que nos brinda para dar a conocer nuestros trabajos y felicitarle por su número 50, deseándole salud y fuerzas para llegar a los cien).



NOTAS

1.-Hemos podido establecer su edad aproximada aprovechando el dato de que su padre, aunque residente en Valladolid, lo inscribió en la Casa de los Linajes de Cuéllar en enero de 1686, eligiendo el linaje de Pedro Puerco.

2.-Baltasar Alonso: En palabras del obispo Argüelles (1780) “un mero procurador de causas de la villa de Cuéllar”, pero que con su actitud crítica y beligerante zarandeó las estructuras estamentales de la Villa en el último tercio del siglo XVIII. Empezando por los patronos del Hospital, que se correspondían con el Ayuntamiento, a los que acusó de mala gestión de la institución y de apropiación de caudales de la misma. Entablados pleitos, un Fiscal de la Chancillería, cerrando filas con él, le dio poderes casi absolutos y lo nombró Defensor del Hospital (1772), figura que hasta entonces no se conocía, durante un periodo de cuatro años, prorrogados después. El pleito de referencia ante la Cámara de Castilla, que es como decir ante el rey, lo entabla dicho obispo segoviano porque Alonso le dificulta la visita de los libros del Hospital, institución que el prelado considera que es de jurisdicción eclesiástica, además de no tolerar su insolencia y rebeldía. Para la Chancillería Alonso era un hombre íntegro y le siguió revalidando sus poderes todavía desde 1795.

3.-En este punto agradezco el interés mostrado por nuestro cronista, P. Balbino Velasco, que nos ha ayudado a llegar a estas conclusiones y nos ha orientado sobre los pros y los contras del texto de Melchor Manuel de Rojas.

4.-Descarta con buen criterio que sean Juan Velázquez de Cuéllar, consejero del rey Juan II y uno de los jueces de la causa de D. Álvaro de Luna, que murió retirado de donado en la Armedilla y su homónimo Juan Velázquez, hijo de Gutierre, el de Arévalo, muerto en 1518, y enterrado en San Francisco de Cuéllar.

5.-M. Ángel Ibáñez García: “La misa de San Gregorio: aclaraciones sobre un tema iconográfico” Norba-Arte, 1991, nº 11.

6.-Ángela Franco Mata: “Un fondo de lucillo gótico en el Museo Arqueológico Nacional”.

7.-Libro de cuentas de la Cofradía de San Gregorio (1588-1661), citado en La Iglesia de San Esteban de Cuéllar. VV.AA. A esta cofradía ya no se la cita como existente en la relación de cofradías de Cuéllar, remitida a petición del Conde de Aranda, en el año 1770. Entiendo dos posibilidades: o bien había desaparecido en estas fechas, o bien había dado lugar a la Cofradía del Niño Jesús en la misma parroquia.

8.-La noticia sobre Gutierre de Torres que nos da Melchor de Rojas, que sigue al historiador Garibay, es discutible. Para otros historiadores fue el carpintero sevillano que construyó las máquinas de asalto o bastidas para la toma de Antequera.

BIBLIOGRAFÍA

Gonzalo de la Torre de Trassierra: Cuéllar. Madrid 1894, p. 76, recogido por Balbino Velasco Bayón, Historia de Cuéllar, 4ª, Segovia 1996, pp. 140-141.

José Mª Quadrado: España. Sus monumentos y artes. Su naturaleza e historia. Salamanca, Ávila y Segovia. Barcelona, 1884, p. 704.

Melchor Manuel de Rojas: Copia del Cartulario del Hospital de la Magdalena. Manuscrito. Cuéllar, 1763.

lunes, 4 de enero de 2016

EL CRIMEN DE LA CORREDERA





EL CRIMEN DE LA CORREDERA

80 ANIVERSARIO DEL ASESINATO DE SOFÍA MIGUEL

“Coincidiendo con el periodo de la República en 1935, un hecho luctuoso vino a crear mala prensa a la villa de Cuéllar; el asesinato de Sofía Miguel en el pinar de la Corredera que conmovió la opinión pública, particularmente en la zona de Cuéllar y en las provincias de Segovia y de Valladolid. Arrancó asimismo estrofas desgarradas y trémolas de dolor a la poetisa Alfonsa de la Torre”.


Con estas palabras se refiere Balbino Velasco Bayón, en su Historia de Cuéllar, a la muerte de la joven Sofía Miguel ocurrida en el pago El Pinarejo, junto al río Cega, el 6 de septiembre de 1935. En otra página de su obra, el desaparecido cronista insiste en la imagen de pueblo siniestro que se le atribuyó a Cuéllar como resultado de este crimen, más otro cometido después de la Guerra Civil. Pero sobre todo, señala la “penumbra” en que quedó envuelto el que sería conocido como el “Crimen de la Corredera”. Penumbra porque el autor del horrendo crimen, como se definió en la prensa de la época el hecho, quedó a todos los efectos en el anonimato.


La crónica de sucesos, con el tiempo, es un asunto que queda en terreno de nadie. Al historiador no le compete de manera directa. El periodista, pasada su actualidad, aparca estos hechos en las hemerotecas. Los cronistas locales no se atreven a abordarlos a fondo por no hurgar en heridas relativamente recientes. Aunque un crimen sea un acto individual, en sociedades tradicionales y cerradas, estigmatiza, injustamente, a toda la familia del asesino. Esta puede ser la razón de que nadie, hasta ahora, se haya atrevido a escribir sobre el crimen en profundidad.


El relato de este crimen fue muy recurrente para ser contado al calor de la lumbre durante los años de posguerra, y hasta la llegada de la televisión, en todos los pueblos de la comarca cuellarana. Si bien, se adornaba el suceso con datos morbosos que lo desvirtuaban de la realidad. Pero con el tiempo, el recuerdo del hecho ha caído en el olvido y las jóvenes generaciones lo desconocen y quienes aún lo mencionan lo hacen con inexactitudes.


EL MOLINO DE LA CORREDERA.


En el curso del Cega, donde el río hace una horquilla para dirigirse al Puente Segoviano, existía desde la Edad Media un molino harinero, entonces conocido como Molino del Gredero. La particularidad de este molino estriba en que no aprovechaba el agua del río como fuente motriz, sino la que le proporcionaba una presa construida en la parte alta del encajonado río. El agua de esta presa procedía principalmente del que era desviado y forzado mediante una cacera o corredera artificial desde el Arroyo del Barranquillo, en término de Sanchonuño. Por eso, este molino pasó a ser más conocido como el Molino de la Corredera.

La Charca del Molino de la Corredera, hoy escondida entre la maleza. Allí termina el Arroyo del Gredero, más conocido como La Corredera. Su agua alimentaba el ingenio del molino de su nombre.


Al cargo de este molino vivía con su familia, en los años treinta del pasado siglo, Juan Miguel Puentes. Era uno de los escasos ejemplos de población dispersa en la comarca de Cuéllar. Juan Miguel había aumentado el caudal de la corredera mediante la incorporación de aguas de otros regatos para asegurarse de que a su molino no le faltase agua.


Transcurría el último tramo del verano de 1935 con los últimos trabajos en las eras y con los resineros en plena faena en los pinares. Sofía Miguel, una de las hijas solteras de Juan Miguel, se había desplazado desde el molino de la Corredera, donde vivía con sus padres, hasta la vecina localidad de Dehesa Mayor, donde residía casada su hermana Mercedes. Había ido unos días a ayudarla en las faenas del campo. El viernes 6 de septiembre, a las diez y media de la mañana, emprendió el regreso desde la Dehesa hacia su casa en la Corredera. Era un camino entre pinares que había hecho otras veces. Ese sendero buscaba el Cega para luego, siguiendo el curso del río, llegar a la Corredera. Si todo hubiera ido bien, habría llegado a su destino al mediodía, pero eso no ocurrió.


                                  Estado actual del molino de La Corredera, en ruinas. 


EL CRIMEN.


Este extremo lo comprobaron sus dos hermanas, Mercedes y Petronila, al coincidir al día siguiente, sábado, en Cuéllar y al preguntarse la una a la otra por Sofía. Saltó la preocupación y alarma y comenzó la búsqueda y el hallazgo del cuerpo de la hermana desaparecida, en el hoyo de un tocón de pino, horriblemente apuñalado. La noticia corrió como un reguero de pólvora por Cuéllar y su comarca y el lunes día 9 de septiembre era portada en El Adelantado de Segovia.


El Juzgado se trasladó a dicho lugar y comprobó el caso. A simple vista pudo apreciarse que el cadáver presentaba numerosas heridas. Todas las del cuello eran mortales de necesidad, otras en el pecho y en diferentes partes del cuerpo. Se ordenó el levantamiento del cadáver que fue trasladado al depósito de Cuéllar, donde se practicó la autopsia por la noche por D. Tomás Lozano Sainz. Se aseguró en la prensa que el criminal había atropellado a su víctima, pero de aquella diligencia se dedujo que el hecho no llegó a consumarse por la heroica defensa de la muchacha. Sin embargo, esta afirmación no se corresponde con la realidad porque la lectura del informe de la autopsia, al que hemos tenido acceso, lo desmiente.


La primera hipótesis consideró que el autor del crimen, conocedor del inminente regreso de la muchacha al molino de su padre, la esperó, y aprovechándose de que en los alrededores no se veía gente, debió detener a la joven, a la que sin duda expuso sus propósitos. Sofía se negaría en absoluto a acceder al requerimiento, dando ello lugar a una terrible lucha, lo que se deducía de las señales que había en el suelo. La resistencia se había iniciado a unos veinte metros de distancia de donde el cadáver fue hallado. Al no poder reducir la entereza de la joven, el desconocido usó la navaja y con ella infirió a la muchacha las heridas que le produjeron la muerte. Una vez muerta, Sofía fue arrastrada por el criminal y depositada en el hoyo. La fortaleza de Sofía, acostumbrada a los trabajos en el molino, hizo creer a los que la conocían bien que el crimen pudo ser obra de más de un agresor.

La Guardia Civil durante la noche del sábado y todo el día del domingo tomó declaración a numerosos individuos, principalmente a los que trabajaban de ordinario en los pinares cercanos al lugar del suceso, y realizó detenciones indiscriminadas de estos últimos, sobre todo resineros. El capitán de la Guardia Civil del puesto de Coca, con las fuerzas a sus órdenes, se hizo cargo de las diligencias del crimen. Habiendo benemérita en Cuéllar, se pretendía con esto que los civiles no conocieran de antemano a los interrogados. De lo que hay memoria es de que los interrogatorios fueron duros y a la vieja usanza.


La Dirección General de Seguridad envió desde Madrid a dos agentes de la Brigada de Investigación Criminal que llegaron a Cuéllar con objeto de realizar determinadas gestiones en relación con el crimen, pero de los resultados de su labor no se vuelve a dar cuenta en la prensa de la época.


En cuanto a lo judicial, se había hecho cargo del caso el juez municipal de Cuéllar, en funciones de juez de primera instancia, D. Emilio Álvarez Martínez, por ausencia del titular. El día 11, se incorporó el juez de primera instancia, D. Miguel Suja Yera, que se hizo cargo de las diligencias. Llevó también a cabo este juez el reconocimiento y reconstrucción en el lugar de los hechos, con presencia de los detenidos, lo que duró tres horas. Más el  interrogatorio de los mismos, posteriormente en Cuéllar, diligencia que fue extensa. El optimismo sobre la resolución del caso en los primeros días es evidente. Se insiste en que el capitán de la Guardia civil llevaba muy avanzadas las diligencias.


Fueron libertados tres detenidos, por no aparecer cargos contra los mismos, un resinero de la Fresneda, Fermín Martín de Benito, y dos de Sanchonuño. De estos, uno era Albino Callejo, joven resinero de la edad de Sofía, que si bien trabajaba los pinos de la zona, el día de autos había estado aventando con Mariano Miguel, hermano de la fallecida, en las eras de Sanchonuño. Coartada que no le libró de ser detenido ni de los duros interrogatorios de la Benemérita.


Se dio la circunstancia de que el día 11, aprovechando la ausencia de la familia, penetraron ladrones en el molino de Juan Miguel Puentes, y después de violentar muebles, se llevaron algunas aves de corral. La familia estuvo constantemente al lado de las autoridades que intervenían en el esclarecimiento del crimen.


Una semana después del hecho, las diligencias se estancan, el optimismo de días anteriores desaparece. Cuando dos días antes se pensaba que el esclarecimiento del crimen era inminente, ni Juzgado, ni Guardia civil ni los investigadores de la BIC, habían avanzado nada en ese punto. Se habla de que hay una pista, “pero muy difícil de definir”. Continúan varios detenidos en la cárcel, y era aventurado concretar nada acerca de la culpabilidad de ninguno de ellos, aunque no faltaban indicios.


Diez días después del crimen, solo quedaba un presunto autor en prisión, pero solo por indicios. Los investigadores seguían sin tenerlo claro pues continuaban con las pesquisas.

Plano de la zona del crimen, levantado durante la instrucción del sumario, donde aparece marcado con el número 1 el lugar exacto del atropello de Sofía Miguel Puentes.


LA FANTASÍA POPULAR SE DESBORDA.


Lo que ocurrió el 6 de septiembre de 1935, el asesinato de Sofía Miguel, y las diligencias de los días posteriores, han quedado bien definidos y recogidos por la prensa de la época y en la memoria de los más mayores. Si bien, se aprecia un claro momento de inflexión cuando la incapacidad de los investigadores del crimen, para dar con el autor, deriva en hipótesis populares. Hipótesis que pasan principalmente por atribuir la responsabilidad del hecho a algún personaje importante de la villa. ¿Tenía esto fundamento? Tal vez el ambiente politizado y polarizado del momento contribuyera a alimentar esta creencia.


El corresponsal cuellarano del periódico de la capital daba cuenta de que se había desbordado la fantasía popular en torno al horrible crimen de que fue víctima la joven Sofía Miguel. Que circulaban versiones en las cuales iban envueltos nombres de respetables personas a quienes se consideraba implicadas en el hecho bárbaro. El tiempo transcurrido, desde que el crimen fue perpetrado, sin haber sido hallado el autor, y la alarma social que el mismo produjo en la opinión pública serían los motivos. El corresponsal de El Adelantado consideraba infundadas estas creencias que empiezan a tener fuerza a primeros del mes de octubre. Cuando fue requerido por teléfono desde la redacción del periódico, tal vez también porque había dejado de remitir su crónica sobre el crimen durante varios días, insistió en lo descabellado de estas creencias.


Esta insistencia del periodista en desacreditar la autoría por parte de persona destacada no desmontó la creencia popular, que siguió pensando lo contrario.

UN MONUMENTO Y UN ROMANCE PARA SOFÍA


Paralelamente a las versiones que empezaron a circular sobre la autoría del crimen, surgió una corriente para recaudar fondos y erigir una lápida o monumento a Sofía Miguel. Un colaborador de El Adelantado de Segovia, Juan de Dios Fernández propuso, solo una semana después del crimen, la erección de una lápida, busto o una cruz que recordara la memorable defensa que Sofía Miguel hizo de su honor hasta llegar a su muerte, como ejemplo de las virtudes de la mujer castellana. La propuesta tuvo muy buena acogida y El Adelantado se asoció a tan noble propósito.


El Centro Segoviano de Madrid se sumó a esta suscripción para contribuir a que se erigiera el monumento a Sofía Miguel, asesinada en Cuéllar en defensa de su honra, incluso recibió ofrecimientos de artistas comprometiéndose a realizar el proyecto. Entre ellos, uno del notable escultor de Aguilafuente Florentino Trapero, que envió el suyo, al que estaba dando los últimos retoques. Colaboraron en la recaudación de donativos diferentes casas regionales y provinciales de la capital, entre los que hay que destacar los llevados a cabo por varios ministros y el Presidente de la República. El advenimiento de la Guerra Civil tapó en el olvido este proyecto y los fondos recaudados serían derivados a otros fines.


Por otro lado, el crimen de Sofía Miguel Puente tenía todos los ingredientes para que sobre él apareciera, al poco tiempo del suceso, un romance de cordel o copla de ciego. Tal vez uno de los últimos.


El romance de El Crimen de la Corredera llegó a Cuéllar en la ocasión propicia que brindaba su feria del mes de abril de 1936. Arremolinándose los numerosos curiosos, en torno a los copleros, por el interés de tema tan próximo como el que allí se relataba. Entre los testigos debía de estar, el entonces niño, Isaías Rodrigo, que ha sido quien ha dado a conocer este hecho en sus escritos. La prensa de la época no lo recoge.


IN MEMORIAM


Al cumplirse los ochenta años del crimen de Sofía Miguel Puentes, traemos su memoria a las páginas del mismo periódico que informó en su día sobre su muerte. Objetivamente, fue abordada en un encuentro casual, violada contra natura y muerta a consecuencia de las puñaladas mortales que recibió. Los responsables de la investigación fueron incapaces, con los medios y métodos de la época, de demostrar la culpabilidad cierta de nadie. Pudo haber negligencias. El juez de instrucción decretó el procesamiento y prisión de Felipe de Benito, resinero, por existir contra el mismo indicios de culpabilidad, cuyo grado el corresponsal no pudo determinar por el secreto del sumario. Estos indicios contra el detenido no deberían ser muy contundentes porque las pesquisas y diligencias continuaban.


Agradecemos a Isaías Rodrigo Criado el interés mostrado por ayudarnos al poner a nuestra disposición los papeles que, sobre este caso, él ha conseguido con sus investigaciones.


(El primer correo enviado al periódico de la capital se pierde en la red. No llega para ser  publicado en la fecha del aniversario. En el ínterin se nos autoriza, por fin, después de nueve meses, el acceso al expediente que se conserva sobre el juicio. Pero sobre todo, el 9 de septiembre de 2015, Mª Carmen Gómez Sacristán, que fue concejala de cultura de Cuéllar, y que sigue investigando y reivindicando la memoria de Alfonsa de la Torre en su centenario, da a conocer la recuperación de una obra de teatro de la poetisa cuellarana: La cierva acosada. La base argumental de la misma es el asesinato de Sofía Miguel, más conocido como el Crimen de la Corredera. Vuelve de esta manera a la actualidad el caso, como si Alfonsita, desde el más allá, siguiera moviendo ciertos hilos).


 


Texto: J. Ramón Criado


Ilustración: Cruz Criado