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martes, 1 de agosto de 2017

ALGUNAS NOTAS SOBRE EL HOSPITAL DE LA MAGDALENA, CUÉLLAR 1429


La propia descripción del Hospital, que dejó de su puño escrita Gómez González, nos deja claro que la conclusión de este edificio fue la prioridad del arcediano. Pueden despistarnos los elementos arquitectónicos y artísticos más tardíos que aparecen en la portada de la capilla del Hospital respecto al momento de su fundación (1429) y hacernos creer que todo el conjunto de la iglesia es posterior. Las arquivoltas en dicha portada de estilo gótico isabelino, o el propio escudo de los Alburquerque confirman esta propuesta y retrasan su factura a la intervención de uno de los dos primeros duques (finales del siglo XV o principios del XVI). Sin embargo, no cabe pensar sino en una reforma o mejora de dicha portada, que pasa a proyectarse sobre la calle.



La descripción de Gómez González sigue por la segunda planta. En el momento de su apertura los pabellones de enfermos estaban en la planta baja, lo que se explica por la referencia a las tarimas de madera que se pusieron en los mismos para evitar la humedad del suelo. Describe dicha planta alta con sus diferentes espacios y sus usos. Destaca en ella dos cámaras grandes con su chimenea y su zaquizamí. Palabra esta última incluida por Rojas en su índice de vocabulario antiguo y que se refiere a un escusado o servicio. El de los hombres estaba en la propia muralla, al que se salía desde esta planta alta por un corredor y donde tenían su letrina al vuelo. Los planos del siglo XVIII se refieren a este punto como cubo por donde se tiran las inmundicias. Diferencia las dependencias anexas al propio cuerpo del Hospital y capilla. Dedicadas estas a pobres comunes y articuladas en torno a un segundo patio. Establo para diez bestias y dos viviendas para servidores de la institución; corral para aves y un huerto o vergel con su pozo.



Todo lo dejó, en cuanto le fue posible, bien acabado, según expresa el propio Gómez González. A todo ello se dedicó desde su llegada a Cuéllar desde Roma, en junio de 1425, hasta su partida para el monasterio de Guadalupe, en febrero de 1430. Aún tuvo tiempo como arcediano de aplicar su doctrina en relación a la importancia de la eucaristía en la misa. Así, se preocupó de que se dignificaran los sagrarios y de cómo se guardaba el cuerpo de Dios en todas las iglesias de su arcedianazgo de Cuéllar, como se recoge en el manuscrito 697. Mucho celo pondrán, al menos desde esta época, los visitadores del señor obispo para que los relicarios de las parroquias estuvieran en perfecto estado de revista.

Este ideario de la reivindicación de la transustanciación en el momento de la consagración ya lo hemos señalado presente en la tabla para lucillo con la Misa de San Gregorio. En la otra tabla patrocinada por el mecenazgo de Gómez González, la de Juan Fernández, la referencia a este asunto se hace a través de la representación del pelícano picoteando su pecho para dar su sangre a sus crías, tema iconográfico muy recurrente para aludir a la eucaristía.



Abandonado su proyecto de fundación de un monasterio jerónimo y por la prioridad dada por Gómez González a la conclusión del Hospital, fue la construcción del Estudio de Gramática la que quedó en segundo plano. El propio Rojas señala que quedó suficiente pero no con las mejoras que en su época ya tenía gracias a la intervención del patronato. Gómez González dejó dispuesto en 1438, consciente del retraso en el edificio del Estudio, que se fuera reformando cada año hasta concluirlo también en cal y canto. Con su claustro en medio articulando los espacios, a manera de colegio dice, donde pudieran estar hasta doscientos escolares, que todo se fuera haciendo, según las posibilidades, hasta acabarlo. Esto nos indica que no se había concluido el Estudio en vida de Gómez González, pero el patronato continuó con el proyecto del fundador hasta rematar la obra. Un dibujo del siglo XIX nos da fe de que se construyó el claustro, con una espléndida galería renacentista, otra de las obras perdidas en Cuéllar, siguiendo la voluntad del fundador, pero ya después de su muerte.

Hoy nos podemos hacer una idea del conjunto del edificio medieval a partir de los planos aparecidos en la Chancillería de Valladolid, referidos a la importante reforma del Hospital llevada a cabo a finales del siglo XVIII, cuando la institución estuvo bajo la dirección directa de Baltasar Alonso, Defensor del Hospital, y la supervisión del órgano judicial vallisoletano. Los dibujos confirman a grandes rasgos la descripción hecha por el propio fundador Gómez González y dan fe de alguna medida tomada en años anteriores. Nos referimos a la decisión de instalar las camas de los enfermos desde la planta baja en la superior.

Alonso, junto con el arquitecto local Joseph de Borgas, llevó a cabo una profunda reforma y puesta al día del edificio del Hospital ejecutada entre los años 1774 y 1778. El objetivo era recuperar el espíritu del fundador y prestar una asistencia más racional a los enfermos, atendidos en la fundación, aumentando el número de camas.

En esta obra se amplió el patio del pozo que quedaba entre la capilla y la muralla y al que daban las enfermerías de hombres y mujeres. Se le añadió un nuevo coro a los pies de la nave de la iglesia. En el momento del desmonte del primitivo edificio del siglo XV, el arquitecto encargado del proyecto general, José de Borgas, informó a la Real Chancillería de la debilidad de los cuerpos de fábrica preexistentes y su incompatibilidad con la obra nueva, solicitando la suspensión del proyecto. El tribunal comisionó entonces al arquitecto vallisoletano Pedro González Ortiz para que inspeccionara las condiciones de la obra, el cual informó favorablemente para el reinicio, con ciertas modificaciones. Aunque por el momento no consta expresamente que esta fuera una de ellas, es muy posible que el abovedamiento del coro tuviera que ver con los necesarios cambios de estructura. Se trata de la única intervención de González Ortiz en el proyecto.[1]



Se reformaron las cocinas de enfermos y se añadió una enfermería para gálicos y llagados. Considerando que los seis sirvientes con los que contaría el Hospital habrían de vivir en sus instalaciones, se habilitaron espacios para sus viviendas mediante el sistema, mantenido antes y después en la comarca, de sala más dos alcobas. Se diseñaron además las respectivas oficinas para estos sirvientes, es decir sus  respectivos corrales con colgadizos para cuadras y leñeras. En el grupo de sirvientes entraban los dos capellanes, enfermeras y otros servicios. Se incluyen otras dependencias, como la sala para recetar y otra para descanso del capellán; sala para juntas del Patronato, archivo, etc. Presuntamente, la conocida como capilla de la Piedad se transformó en sacristía o en ampliación de esta, desapareciendo así tan significado espacio para Melchor Manuel de Rojas.

Fuera de la villa, Gómez González patrocinó en la catedral de Segovia el altar de San Jerónimo al que dotó también de ornamentos. El cabildo de la ciudad aceptó celebrar la festividad de este santo para la que D. Gómez había destinado cierta cantidad de dinero y para que se le dijera un aniversario sobre su sepultura, caso de llegar a ser enterrado en la catedral, como arcediano de Cuéllar que había sido. El cabildo aceptó gustoso las condiciones y dieron muchas gracias de tantos bienes como había hecho y hacía a la dicha iglesia.[2]





[1] ACHVA. PLANOS Y DIBUJOS,DESGLOSADOS,871
[2] Balbino Velasco Bayón (2013) Pág. 198.

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