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martes, 10 de mayo de 2016

AÑO 1501: ANDRÉS DE LA LASTRA Y JUANA DE SANCHONUÑO. POBLADORES DE NAVALCARNERO.




En el intento de desarrollar una historia local para el lugar de Sanchonuño, había observado que por la categoría del lugar solo nos encontrábamos personajes de segunda, desde el punto de vista histórico, se entiende. Por otra parte, la gente “ordenada” no suele dejar rastros documentales. Solo cuando por cualquier razón, alguien se sale de ese “orden” aparecen los documentos que dan constancia de su pasado y existencia. Para este fenómeno, para estas pequeñas historias que componen la nuestra, se me había ocurrido el término de “microhistorias”, pero esa palabra ya estaba inventada.

La microhistoria es una rama de la historia social de desarrollo reciente, que analiza cualquier clase de acontecimiento, personajes u otros fenómenos del pasado que en cualquier otro tratamiento de las fuentes pasarían inadvertidos. Supone bajar a interesarse por los individuos de a pie y siguiendo el destino particular de algunos de ellos, aclarar o tratar de entender el mundo que les rodeaba.

De la gente normal no queda rastro porque no cuenta las cosas por escrito, salvo que lo requieran circunstancias especiales. O que un hecho de su vida quede recogido y guardado en algún archivo. Esto es lo que les ocurrió a Andrés de la Lastra y a su mujer, Juana de Sanchonuño, que se salieron del “orden establecido” y se plantearon, sencillamente, cambiar de residencia, dejando su Sanchonuño natal para marchar al recién fundado Navalcarnero. Pero en el año 1501 este tipo de decisión tenía que ser consentido, al parecer, por el Señor de la Tierra de Cuéllar: el Duque de Alburquerque.

Teníamos a D. Francisco Fernández de la Cueva, hijo de D. Beltrán y II Duque, por un noble cercano a sus vasallos de las aldeas. Así se puede interpretar de su intervención en la redacción de las Ordenanzas de 1499. Sin embargo, cuando supo las intenciones de Andrés de la Lastra lo mandó encarcelar para impedirle su propósito. No era caso, que por efecto llamada, su jurisdicción menguara de vecinos. Y siempre se cacareaba que en las villas dependientes del rey se vivía mejor que en las que tenían señor.

Andrés de la Lastra, analfabeto pero no ignorante, buscó la manera de hacer llegar su  caso y apelar ante el tribunal de los reyes, Doña Isabel y D. Fernando. Su reclamación fue atendida y con diligencia. Desde el Consejo de los Reyes Católicos fue remitida carta al Duque de Alburquerque recordándole la Pragmática Sanción de 28 de octubre de 1480: Sepades que nos mandamos dar e dimos una ley para que toda persona que quisiese venir y pasar libremente pudiese pasar e venir e morar de un lugar a otro sean de Señorío, Realengo, Abadengo ordinario o behetría, sacando pan, vino, y todos sus muebles, y ninguno lo impida, ni que vendan o arrienden sus bienes raíces.

Por lo tanto no procedía que impidiera a Andrés de la Lastra y su mujer Juana su propósito de mudarse de residencia. El Duque obedeció la orden de los reyes y no se opuso a que se fueran a Navalcarnero.

¿Por qué a Navalcarnero? No les marearé con muchos detalles, pero los que han seguido la serie Isabel sabrán la importancia que tuvieron Gonzalo Chacón y Andrés Cabrera en la consolidación en el trono de Isabel la Católica. Para compensar a estos dos nobles por sus leales servicios les dio tierras y señoríos. Pero estas tierras se segregaron a costa de la Comunidad de Ciudad y Tierra de Segovia, que entonces llegaba mucho más allá de la Sierra de Guadarrama. A Andrés Cabrera y a Beatriz de Bobadilla, su mujer, les otorgó (1480) el señorío de Chinchón, de nueva creación, que incluía un considerable territorio, tal vez no muy bien definido. En este contexto, nacería Navalcarnero, como respuesta de la ciudad de Segovia a las acciones que venían realizando tanto Cabrera como el comendador de Casarrubios, Gonzalo Chacón. A través de sus vasallos, estas familias de nobles se encargaban de ir ocupando los diferentes baldíos que tenía en su poder la ciudad castellana, sin que nadie hiciera nada.

Al sur del sexmo de Casarrubios, la ciudad de Segovia fundaría el 10 de octubre de 1499 el lugar de Navalcarnero, con seis familias llegadas de Perales de Milla, que formaron aquel día su primer concejo ante el representante oficial de Segovia.

El nacimiento de Navalcarnero surgió en un contexto histórico difícil. Con esta y otras fundaciones (Sevilla la Nueva en 1544) Segovia trataba de asegurar y defender las tierras de su propiedad, amenazadas por el expansionismo de los señores señalados. Cabrera y Chacón se opusieron con firmeza a esta fundación, haciendo uso de la violencia en varias ocasiones.

Para atraer y, sobre todo, fijar nuevos pobladores en Navalcarnero, el concejo de Segovia dictó una serie de franquicias, esto es, facilidades, para los que quisieran instalarse en el nuevo lugar. Incluiría sobre todo exención de impuestos durante algunos años y facilitar tierras comunales para el cultivo individual. A esta llamada respondieron Andrés de la Lastra y su mujer, Juana, que verían en el cambio de residencia un proyecto de vida mejor que el que hasta entonces tenían en Sanchonuño. Pasan de esta manera a ser los primeros emigrantes documentados del pueblo ya que, salvadas las dificultades a las que se han hecho referencia, se establecieron en Navalcarnero.

Vendieron los bienes que aquí tenían. Pero se aprecia en el documento, además de la oposición del Duque, un chantaje del entorno familiar del matrimonio y, principalmente, del concejo de la aldea de Sanchonuño. Al estar los impuestos encabezados, si el pueblo pierde vecinos, los que se quedan tienen que pagar más. Pero esto requiere un análisis más profundo y aquí no hay sitio. Quiero decir que una forma de retenerlos era que nadie les comprara lo poco que poseían.

Lo relatado está extraído de dos documentos conservados en el Archivo de Simancas escritos en letra de la época, entre cortesana y procesal, donde llama la atención la forma en que el amanuense escribió “Sanchonuño”.

Para terminar, y en relación a lo aquí expuesto, quiero contar como, recientemente, en una de las tertulias de verano, uno de los amigos participantes apuntó que, estando en Villamantilla, un erudito local expuso que el lugar lo había fundado un pastor de Sanchonuño. Así lo recogía la tradición en este pueblo de Madrid. Eso es una bomba, le dije. Pero hasta el momento no hemos tenido tiempo de indagarlo. Será en otra ocasión.

(En el escudo de Navalcarnero luce un acueducto de Segovia en recuerdo de los segovianos que lo fundaron y poblaron).


                                                                          J. Ramón Criado Miguel








Detalle de la foto del Archivo de Simancas, donde pone Sanchonuño

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