HERMANOS DE LECHE (II)
Continuamos con nuestro
relato. Ya hemos comentado alguna vez que nos encontraremos textos
cuya lectura presenta mayor dificultad. Esta segunda parte puede ser
un ejemplo de ello, así que en este caso la culpa es mía. Por eso
ajustaremos las actividades al vocabulario para seguir coleccionando
palabras nuevas y a realizar la biografía de un personaje histórico
poco conocido salvo en Toro (Zamora).
HERMANOS DE LECHE (II)
(Resumen de lo publicado: Juana de
la Torre, partera, cruza las calles de Cuéllar una tarde-noche de
invierno para asistir al nacimiento en secreto del niño de una madre
viuda)
DOÑA ISABEL DE LORENZANA (Y MONROY)
La parturienta era una
señora de clase hidalga, de tez blanca y ojos verdes que brillaban,
en aquel dolor contenido, como la lumbre de la chimenea baja, con
ascuas de leña de encina. No era primeriza. Había
llegado desde Olmedo a Cuéllar, con trece años, ofrecida en su
pureza de pubertad para casarse con un burgués, maduro y cristiano
nuevo, decían. Fue Juan de la Cueva su marido, que vivía de las
rentas de las tierras que le había comprado al rey y de producir
vino en Vallelado, todo en sociedad con su hermano, Francisco de la
Cueva. Llevaba este el mismo e ilustre nombre que había tomado su
antepasado del segundo duque de Alburquerque, señor de Cuéllar, que
lo apadrinó cuando decidió bautizarse para no abandonar con los de
su raza las tierras de Castilla. Ese nombre lo habían mantenido de
abuelos a nietos como una garantía de su cristiandad y como un sello
de clase.
El matrimonio de Juan de
la Cueva con Isabel de Lorenzana había sido, además de un
casamiento, una inversión. Descendía la madre de Antona García
y Monroy, la heroina de Toro, muerta en la horca por ser
partidaria de los reyes, Isabel y Fernando, y por organizar con otros
la entrada de las tropas isabelinas en la villa zamorana durante la
guerra de sucesión al trono. Descubierta la conspiración, fue
ejecutada y los reyes, para premiar la lealtad de esta mujer, le
dieron a título póstumo el grado de hidalguía y exención
de impuestos a todos sus descendientes, incluso por línea femenina
por considerar que se le daba esta merced a una mujer. Muy pronto
reclamó e hizo valer el marido sus derechos y promocionó de esta
manera en la escala social de la villa.
Casaron en Olmedo, en la
parroquia de la novia como era la costumbre, y se la trajeron para
Cuéllar a vivir en ella. La trajeron, porque su cuñado Francisco,
soltero, compartía los negocios y las casas de la Morería con Juan
de la Cueva donde vivirían ahora los tres.
De aquel matrimonio
nacieron dos hijos, el segundo ya póstumo, y doña Isabel quedó
viuda pronto al cargo de esos hijos a los que también perdió en
plena mocedad. Los enterraron en la iglesia de San Miguel, en
una capilla, que ahora llaman de los Ayala, y que su cuñado
Francisco había comprado, y habilitado como cripta familiar,
a los curas de la parroquia. Era lo que le faltaba para competir e
igualarse a la más florida hidalguía y nobleza de Cuéllar, esto y
ser caballero de la cofradía de la Cruz.
Sola Isabel con su
cuñado, Francisco de la Cueva, en aquellas casas que habitaban, le
quedaba el remedio de retirarse a un convento de clausura. En las
monjas de Santa Clara en Cuéllar, o en el de Rapariegos, que le
salía más a cuenta porque la dote que desembolsaría su cuñado
sería menos abultada. Pero en este tiempo la había cortejado un
apuesto joven, que aprovechaba las salidas de Francisco a sus
negocios para visitarla a escondidas. Era don Gómez, de la familia
de los Velázquez de Atienza, de las de más solera de la villa.
Fruto de esos encuentros resultaba ahora este parto de un hijo
natural, al que asistía la comadre que nunca se cuestionaba la
legitimidad del recién nacido y sí el hacer su trabajo, fuera la
madre casada, soltera o viuda, como ahora era el caso.
Había mandado subir a su
habitación un lienzo con la Virgen del Populo para que la protegiera
en el parto. El niño nació en las manos de la partera y lo sudó
ella misma en la cama. La madre ahogó sus gritos para no dar
escándalo. Con toda su pericia, Juana de la Torre intervino para
atajar la hemorragia y estimuló con masajes el vientre de la
parturienta para ponerlo todo en su sitio. Doña Isabel alumbró la
placenta y recibió al niño en su pecho, pero pronto le fue retirado
para disimular la vergüenza de aquel nacimiento fuera de un legítimo
matrimonio y, por ello, fruto de un pecado.
Buscaron en Cuéllar un
ama de cría que amamantase a la criatura, pero el hambre y la peste
del noventa y nueve habían dejado a las candidatas mermadas de
fuerzas. Insistió el cuñado, además, en que sería mejor alejar al
niño de la villa, buscarle sustento en alguna de las aldeas. Juana
la partera lo organizó todo, como si le correspondiera a ella
aquella tarea como parte de su labor. No era la primera vez que lo
hacía, por ello sabía lo que le que tendría que desembolsar
Francisco de la Cueva para sufragar los gastos de un ama de cría.
(Continuará)
ACTIVIDADES
*Busca en el diccionario
las palabras del texto destacadas en letra negrita y copia en tu
cuaderno su significado.
*Quién es quién. Une con flechas.
Juana de la Torre
Amante de doña Isabel, padre de la
criatura.
Isabel de Lorenzana
Había sido el marido de Isabel de Lorenzana
Juan de la Cueva
La comadrona o partera de Cuéllar
Francisco de la Cueva
El cuñado de Isabel que vive con ella.
Gómez Velázquez de Atienza
La madre del recién nacido, viuda.
*Define qué es una BIOGRAFÍA y busca
datos biográficos sobre Antona García Monroy, la heroina de Toro.
Wikipedia los trae, pero para estos casos son mejores las biografías
que tiene la Real Academia de Historia en su página web.
(Para que os ayuden aquí vuestros
padres).
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