El retablo del altar mayor de
la iglesia de Sanchonuño es una obra singular, no tanto por su calidad en sí,
sino por la iconografía de lo en él representado. Para reivindicar esa
singularidad, recientemente contaminada por alguna pluma intrusa de anticuarios
que se meten a historiadores y lo enturbian todo como si nada antes se hubiera
hecho, volvemos sobre este asunto. Con
la gratificación, al revisar el tema, de dar con el significado del cinturón
que el santo patrón de nuestra parroquia, Tomás Apóstol, porta en las manos en
su talla de madera.
Santo Tomás aparece mencionado
en todas las listas de los apóstoles. Era pescador en Galilea. Los hechos más
importantes de su vida son su incredulidad y su apostolado en la India. Tomás
no se encontraba con los otros discípulos cuando Cristo se apareció ante ellos
tras la Resurrección. Estos le narraron lo ocurrido, pero el santo no dio
crédito a sus palabras y pronunció su frase más famosa: “Si no veo en sus manos
la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto
mi mano en su costado, no creeré.” Jesús se presentó de nuevo y pidió al
apóstol que introdujese su mano en sus heridas para que tuviera una prueba
física. Este episodio ha sido ampliamente representado en todas las épocas y
con una gran variedad de técnicas, pero no figura en el retablo de Sanchonuño.
¿Qué tenemos entonces en las tablas
del retablo dedicado al patrón? Este retablo representa en sus pinturas escenas
de la vida de Santo Tomás según el relato que nos aporta Santiago de la
Vorágine en su obra La leyenda dorada (1264). Ya abordamos tempranamente la
interpretación iconográfica de la obra, habiendo coincidido con estudios de
especialistas que se realizaron después del nuestro (ver revista Espadaña, nº
6, octubre 1986).
La correspondencia entre lo que
relata el autor del siglo XIII, referente a la vida de santo Tomás en su obra,
con las tablas del retablo de la parroquia de Sanchonuño es indudable. Por más
que Polo no haya sabido verlo por no haber considerado los trabajos previos
sobre esta obra.
Aunque La Leyenda Dorada como fuente iconográfica fue muy usada durante la
Edad Media para ilustrar la vida de los santos, son escasos y contados los
ejemplos que se han conservado de los retablos que hacen referencia a la vida
de Santo Tomás inspirados en Santiago de la Vorágine. Aquí está la singularidad
y el atractivo del retablo de Sanchonuño: contar con cinco tablas que recogen
la vida del patrón de su parroquia, siguiendo una iconografía medieval con
raros ejemplos, incluso en la pintura gótica, y tardío en su ejecución, pues
fue realizado a mediados del siglo XVI. En Castilla y León queda alguna tabla
del desmantelado retablo de la iglesia de Santo Tomás de Covarrubias (Burgos),
que se expuso en la primera edición de las Edades del Hombre en Valladolid (en
concreto la que recoge la escena del perro con la mano del escanciador en su
boca), atribuido a Alonso de Sedano, de finales del siglo XV.
La particularidad añadida del
retablo mayor de la parroquial de Sanchonuño estriba en que son dos retablos en uno. Hay en él dos
momentos artísticos que se relacionan con sendos momentos de expansión
demográfica y tal vez también económica. El primero de esos momentos se
corresponde con los años centrales del siglo XVI, periodo al que pertenecen las
pinturas al óleo sobre tabla que narran la vida de santo Tomás apóstol y la
propia talla de este. El segundo doscientos años después, en 1771: la gran
reforma general llevada a cabo en el templo culmina con el gran añadido a la chinesca, o más propiamente rococó, que envuelve,
con sus rocallas doradas, el retablo primitivo, que los párrocos de aquellos
años, con buen criterio, no desecharon. Sorprende que estos dos momentos
artísticos sintonicen bien entre ellos, conjugando una extraña armonía entre
estilos tan distintos.
EL RETABLO ANTIGUO.
El retablo del siglo XVI consta de banco,
tres calles y dos cuerpos. El banco conserva dos tablas gemelas (46 cm x 58,5
cm), separadas por el sagrario en el centro, que representan, la de la
izquierda los bustos del apóstol Santiago y San Pablo (San Mateo, según Collar
de Cáceres). Se le identifica al primero por su indumentaria de peregrino
portando un bastón del que pende una calabaza. Al segundo porque parece echar
su mano sobre el pomo de una espada que colgaría de su cintura. La tabla de la
derecha del banco representa, inconfundiblemente, los bustos de San Juan
Evangelista y San Andrés. Identificado el primero por la copa con el veneno-dragoncillo que lleva
en su mano izquierda, su atributo propio, y por ser representado según la
iconografía tradicional como un hombre joven de rubios cabellos e imberbe. El
segundo apóstol de esta tabla, San Andrés, identificado por su propia cruz en
aspa.
El resto de tablas representan el
ciclo narrativo de la leyenda de Santo Tomás en la India según dicha obra de
Santiago de la Vorágine. Cinco escenas cuyo orden de lectura correcto será de
izquierda a derecha y de abajo a arriba, (en el sentido de las agujas del reloj
alrededor de la escultura de Santo Tomás, situada en el centro del primer
piso), y son pocas para resumir un relato que es mucho más amplio.
Estaba Tomás en Cesarea y se le
apareció Cristo y le mandó que fuera a la India con Abanés, ministro del rey de
aquel país, Gondóforo, que había ido en busca de un constructor que le diseñara
un palacio como los de Roma. Embarcaron Tomás y Abanés y, tras algunas jornadas
de viaje, llegaron a una ciudad en la que se vieron obligados a asistir al
banquete nupcial de la hija de un rey. El santo permaneció absorto y sin probar
bocado, por lo que uno de los escanciadores le golpeó. Colérico, Tomás
profetizó: “No me levantaré de aquí hasta que esa mano que me ha golpeado sea
traída a esta sala por los perros” Poco después, un león devoraba al escanciador y un
perro transportaba su mano al festín. Los asistentes quedaron estupefactos.
Este es el pasaje que se representa en la primera tabla de Sanchonuño (primer
piso, calle de la derecha, 100 cm x 58,5): el apóstol de pie y a la derecha
señala al perro, que no se le pinta negro, como señala el relato de Vorágine.
El resto de personajes que componen la escena lucen un vestuario propio de la
moda de mediados del siglo XVI. El perro con la mano del escanciador en su boca
se eligió en su día para figurar en el escudo de Sanchonuño en alusión a su
patrón.
Este pasaje, que diría muy poco a
favor del santo, cabe interpretarlo como la capacidad de Tomás para profetizar
sobre el futuro, más que como un acto de venganza.
EL CINTURÓN DE SANTO TOMÁS.
El resto de pinturas en tabla
(cuya iconografía no desarrollamos como lo hemos hecho para la primera), se
completa con la talla del santo titular en bulto redondo. Una escultura bien
policromada que representa a Santo Tomás envuelto en un manto rojo portando
entre sus manos un libro, como símbolo de la predicación de la doctrina y un
cinturón bien definido, cuyo significado no supimos interpretar en nuestro
primer estudio. Ahora ya sabemos que el cinturón es el tercer elemento con el
que se ha representado al apóstol y que hace referencia a su presencia como
testigo en la Asunción de la virgen María, con lo que se completa el ciclo
iconográfico del conjunto del retablo. Pero un atributo poco utilizado como
símbolo de Santo Tomás en esculturas de bulto redondo (son más frecuentes la
escuadra y la lanza) con lo que añadimos un dato particular y especial al
conjunto de la obra.
Según se recoge en los evangelios
apócrifos, todos los apóstoles, a excepción de Tomás por encontrarse en India,
asistieron a la Virgen en el momento de su muerte. Una vez fallecida,
depositaron su cadáver en un sepulcro y, en ese momento, fueron cegados por una
luz celestial que les impidió ver cómo el cuerpo de María ascendía a los
cielos. En cambio, santo Tomás fue transportado al lugar en ese mismo instante
y fue testigo del prodigio. Alabó a la Virgen y esta, en agradecimiento, le
arrojó su cíngulo. En esta ocasión, fueron sus compañeros quienes dudaron del
apóstol incrédulo, que se vio obligado a mostrarles el cinturón y el sepulcro
vacío. Este pasaje propició la inclusión del santo en numerosas escenas de la
Asunción, donde aparece recibiendo el obsequio. En Sanchonuño se incluye este
atributo del apóstol, el cinturón o cíngulo con el que fue amortajada la madre
de Jesús, en la propia talla del patrón de la parroquia. En el retablo
de Sanchonuño la imagen del apóstol, debe ser exenta y de bulto redondo porque
había de ser sacada en procesión (lo hacía antiguamente el día 21 de
diciembre), realizada por el tallista del taller. Ya hemos hablado en otra
ocasión del agravio que el tiempo ha producido con el patrón, relegado a su
altar sin su fiesta merecida y su procesión.
Durante la presentación de la
aportación del significado del cinturón en la talla del santo, he percibido el sentimiento
de incredulidad hacia nuestra propuesta. He tenido la sensación de que se sigue
dando más pábulo y crédito a lo que nos cuentan desde fuera (ya sean
aparejadores o profesores eméritos que se creen que sonamos la flauta por
casualidad) que a lo que se cocina en casa. Por esta razón, me presento con una
prueba irrefutable de lo que digo, como Tomás con su cíngulo: el cuadro del
pintor Fernando Gallego, gran autor castellano del siglo XV, que representa una
Asunción de la Virgen, con la entrega del cinturón al apóstol.
Espero con esta nueva
colaboración, además de haber puesto el rigor que se merece y señalado el valor
que tiene nuestro retablo, que cuando lo vean la próxima vez sepan apreciar la
singularidad del mismo.
J. Ramón Criado Miguel.
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