Las lagunas forman parte de
nuestro paisaje. El paisaje, entendido como la percepción visual que podemos
tener de un espacio vivido; es el documento más extenso y el más accesible de
cuantos nos hayan podido legar nuestros antepasados. En la interacción con el
medio, el hombre ha sentido la necesidad de nombrar cada espacio, por muy
pequeño que este fuera, para describirlo y diferenciarlo de otros en los que
desarrolla su existencia. Es por eso que cada laguna tiene su nombre propio.
Así surgió la toponimia que constituye un nexo de unión directo con ese legado que
nos han transmitido nuestros antepasados. El paisaje es el resultado del
esfuerzo secular de los que nos antecedieron que modificaron el entorno con su
intervención sobre él y, en el caso que nos ocupa, realizando y borrando
lagunas, alterando su flora o aprovechando su fauna.
TOPONÍMIA DEL AGUA: LAGUNAS Y BODONES.
El
agua es el elemento clave para determinar el sentido que ha podido tener la
intervención del hombre. Determina todas y cada una de las bases productivas,
bien por su presencia, bien por su proximidad, por su escasez o por su
ausencia. A la vez es un elemento especialmente sensible a la presión humana.
Por todo lo dicho, el agua es uno de los elementos constitutivos más
determinante del repertorio toponímico de cualquier área geográfica.
En
El Carracillo cada población surgió en torno a una pequeña masa de agua,
lagunas o charcas, que le servía para su suministro (aparecen asociadas a
manantiales o fuentes) y como abrevadero para sus ganados. Cesáreo añade además
que la existencia previa de la Cañada de la Reina ayudó a elegir el solar de
Sanchonuño para su poblamiento. Si bien, a su vez las lagunas eran un riesgo,
ya que las elevadas temperaturas del verano hacían que nuestros antepasados
padecieran una enfermedad endémica: el paludismo. Fiebres tercianas y cuartanas
aparecen todavía citadas en el diccionario de Madoz a mediados del siglo XIX.
Para erradicar esta enfermedad, endémica en nuestra comarca desde tiempo
inmemorial, se introdujo a mediados del pasado siglo un pez originario de América
del norte, la gambusia o pez mosquito. Por eso aquí lo conocimos como el pez
americano, que era voracísimo con las larvas de los mosquitos anófeles. El
resultado en conjunto fue positivo, pero como pez exótico e invasivo la
gambusia desplazó al resto de la fauna acuática autóctona, con la que compite
por el mismo alimento. Queda alguna población de este pez en alguna charca de
la comarca que se pueden confundir con alevines de tenca. Lo hemos visto
recientemente en una de las charcas que son resultado de la extracción de
áridos en Las Cotarras.
Además
de fuente para sus habitantes y abrevadero para la cabaña ganadera, las lagunas
servían de lugar para el mantenimiento de aves acuáticas domésticas como gansos
y patos, aquí llamados parros. Estos últimos serían muy exclusivos de nuestra
comarca ya que en las tablas de los diezmos que se pagaban a la Iglesia no
figuraban los parros, estando así exentos de esta contribución con el clero.
Lagunas y caces producían además otros alimentos como ranas y tencas aprovechados
ocasionalmente por la idiosincrasia de nuestros antepasados, y nosotros mismos,
siempre sabedores de cómo sacar del entorno el máximo rendimiento. Entre la
avifauna silvestre se llevaron la palma el parro bravo, la focha común y el
zampullín chico, aquí llamados los dos últimos gallinatos y zarambujones, aves
nidífugas y difíciles de capturar. Las “bestias” de las lagunas eran las
culebras y el gallipato, a los que nuestra ignorancia infantil nos hacía
perseguir sin contemplaciones. Entrábamos en el corral del aserradero para ver
a las culebras sobre una rama contra la pared, tomando el sol del verano. Entre
las Adoberas y la laguna del Cementerio estaba el lavadero, siempre bullicioso
y espacio abierto en aquellos años, con sábanas y ropa recién lavada tendida al
sol en las toperas cercanas. La laguna del Camposanto era poco propicia para el
baño porque era meter un pie en ella y sacarlo lleno de sangujas.
TENCAS,
PARROS Y ZARAMBUJONES.
Cesáreo
recoge en sus memorias cómo la cría de tencas se convirtió para algunas
familias de Sanchonuño en medio de vida comercial. Citando en este punto al tío
Simonete, que ya las explotaba a la venta pública en el siglo XIX, y al tío
Patricio su sobrino político, primer sucesor del tío Simón. Contaron entre sus
principales clientes al doctor Jiménez Díaz y exportaron tencas por toda la
geografía española. Hoy en día, como proyección de esta actividad, tan antigua
y que se resiste a desaparecer, mantiene la cría de este pez autóctono José
Antonio, descendiente y quinta generación de los antes citados, dedicado con
todo su empeño a este fin y conocedor de todo lo relativo a las tencas. Nos
cuenta cómo dedica todo su tiempo a la cría y comercialización de este
ciprinído, más ahora para repoblación que para su consumo, en cuya demanda
sobresale Cantalejo. Hablamos sobre el pez americano y él no lo tiene en sus
lagunas, las únicas que a día de hoy se han conservado dentro del casco urbano
debido a este uso piscícola. Nos comenta también cómo el último intruso llegado
desde lejos y que le afecta a su negocio es el cormorán, o cuervo marino, que
ha venido para quedarse, y al que ahuyenta con el uso de cohetes algunas
noches. Es desde la caída del sol cuando este espacio se convierte en punto de
referencia de distinta fauna que lo visita, habiendo identificado huellas de la
gineta y haberse topado de cara, sorpresa, con la misma nutria en sus aguas a
la captura de la tenca.
Le
preguntamos por si, atrapado en sus redes, ha visto que siga habiendo en las
lagunas ese fósil viviente del triásico que era el triops (récord
mundial de permanencia sobre la faz de la tierra, ya que lleva unos 220
millones de años), y
que todavía conocimos en los años sesenta en la laguna de la Carretera; parece
que no se le ha vuelto a ver.
Para
concluir sobre el asunto de las tencas, yo he hallado documento del siglo XVIII
en el que el duque de Alburquerque
arrendaba la laguna de Losáñez a un vecino de Mudrián para la cría de
tencas y anguilas, con lo que tenemos confirmación de la antigüedad de la cría
de estos peces en El Carracillo.
En
el libro de memorias citado, se recoge cómo las lagunas era la alternativa al
pilón para disuadir a los forasteros que se las daban de fanfarrones, y alguno
acabó en sus aguas. Así como a los novios, que en la noche de bodas y después
de bailar las galas, si se negaban a dar la cantidad que se les pedía para el
chocolate les paseaban en burra por las lagunas hasta mojarse los pies. Hasta
su colmatación con la arena extraída cuando se construyó la fábrica de Alena,
la laguna de las Adoberas era la más extensa de Sanchonuño. Esta laguna,
agrandada durante tanto tiempo por su uso como barrero para hacer adobes con el
mencal, además de su interés ecológico, fue la escuela de natación de numerosas
generaciones hasta la inauguración de las piscinas municipales en el año 1981.
Algunos formamos parte de las últimas promociones de esa escuela.
Las
lagunas constituían un símbolo y un ritual que marcaban la infancia de los
niños del pueblo, como nos relataba J. Manuel Gómez Pradera en una colaboración
con la desaparecida revista Espadaña. Aprovechando la siesta de los mayores en
el paréntesis de la trilla, nos escapábamos a bañarnos en las Adoberas. Hacia
los siete u ocho años se hacía la probadilla en la orilla, en frente del corral
del tío Lesmes, según relata Pradera, que recuerda la inmunidad al agua de la
laguna y su légano de los chicos locales. Con nueve o diez años, se avanzaba
por el claro de ovas, conocido como el sendero, hasta el palo de la luz y desde
aquí a la cotarrilla. En este punto había un bodón somero que permitía un baño
seguro y nadar al más depurado “estilo perrillo”, aún no reconocido como
modalidad olímpica. Cruzar este bodón de lado a lado nadando daba ya un primer
grado en el aprendizaje. Lo más temerario era nadar y hacer pie en el conocido
como “el pozo”, porque allí cubría hasta a los mayores. El ritual del baño
diario terminaba con un “Santo Tomás, la última y nada más”, antes de volver a
la era.
La
reválida de lo aprendido en las Adoberas se realizaba en primera instancia el
día de Santiago en el Cega, en la Corredera, en un bodón conocido, tal vez por
esto, como el de los Mozos. Desde la piedra de su orilla esperábamos el momento
de lanzarnos para cruzar el río nadando y desplazados por el entonces más alegre
caudal del río que nos llevaba a cruzar el bodón por el camino más largo. La
segunda convocatoria para los indecisos era el 15 de agosto, el día de la
Virgen. Cruzar el río en este punto suponía el doctorado y el reconocimiento de
los méritos por los más mayores e iguales.
Bodón, como nava,
constituye una reliquia toponímica interesante. Según el DRAE pervive como
apelativo con el valor de “charca o laguna invernal”. Se trata de un derivado
de la voz latina buda, espadaña, que acaba tomando el sentido de “lugar
propicio para que crezcan las espadañas, terreno húmedo, encharcado”. Se
conservan en Sanchonuño El
Bodoncillo, Camino del Bodoncillo, Los Bodones. Hay charcas o lagunas que por su dimensión se
ajustan más a la característica del bodón, como es el caso de la Laguna Gascón, porque
en la comarca también se asocia bodón con charca pequeña y profunda.
LAS
LAGUNAS EN EL ESCUDO.
En
el escudo de Sanchonuño, por su importancia en relación al pueblo, se recogen
las lagunas. Siendo nuestro emblema básicamente figurativo en sus elementos, la
única abstracción aparece en los ocho círculos o roeles que recoge su bordura,
que representan las lagunas dentro del pueblo. No es trascendente si estas
lagunas urbanas eran ocho o diez, según asegura Cesáreo, ya que lo que se
pretendió en el diseño, y esto me lo sé bien, fue establecer un paralelismo con
la bordura del escudo del duque de Alburquerque, señor que fue de esta tierra.
Pero probemos a enumerarlas.
1.-Laguna de la Iglesia. Hoy Plaza Mayor y
edificios municipales de su entorno. Laguna natural, la más grande y profunda
en su tiempo. Llegaba en su día hasta la iglesia, cuya pared norte por los
efectos de las humedades que sufría debió de ser construida de nuevo durante la
importante reforma del edificio a mediados del siglo XVIII. Era de propiedad
municipal y fue borrada por obreriza gratuita de los vecinos en el año 1929,
siendo alcalde Santiago Arranz. Se arrendaba hasta su desaparición para la cría
de tencas.
2
y 3-Laguna de las Adoberas y laguna de
las Pegueras, lagunas artificiales resultado de la extracción de barro para
la fabricación de adobes hasta mediados del siglo pasado. Las Adoberas fue la
laguna más extensa del pueblo, poco apta para la cría de tencas se usaba
principalmente para la recría de parros y gansos por todos los vecinos del
pueblo que lo deseaban y que soltaban allí sus aves que campaban a sus anchas.
Las cuales, cuando se las llamaba a la caída de la tarde, con aquel “par, par,
parrines”, volvía cada una con su dueña y a su corral.
4.-Laguna de Casas Quemadas. Se mantuvo en el
callejero de Sanchonuño hasta el siglo XX y hace referencia a un incendió que
ocurrió el 14 de mayo de 1776 en el que se quemaron diez casas en esa zona del
pueblo conocida como Barrio de Arriba. Tal vez sería un nombre a recuperar en
la mejor ocasión. Ocupaba los solares de los edificios de los números pares de
la calle la Fragua, entre el 12 y el 22. Antes del fuego, se la conoció como
laguna del Camino de Zarzuela.
5.-Fuente los Caños o
Fuente Nueva. Hoy parque, desaguaba hacia la de Casas Quemadas y esta a su vez
lo hacía por un caz o regadera hacia el camino del Arroyo, que ha dado nombre a
la calle Regadera.
6.-Laguna del Camino del Campo. Conocida
también como laguna del tío Patricio, de propiedad privada y una de las pocas
que se mantiene gracias a su dedicación a la cría de tencas. Desaguaba, en caso
de crecidas, por el caz del Florín.
7.- Laguna del Camino de Gomezserracín.
También llamada laguna de la Carretera porque llega hasta esta. Igual que la
anterior, de propiedad privada y dedicada actualmente a tencas, lo que la ha
salvado de otro destino.
8.-Laguna de la Fuente Vieja. No hemos
conocido esta laguna. Se hallaba hacia el final de la calle que hoy lleva su
nombre donde solo daban muestras de su pasada existencia algunas junqueras y la
construcción de un pilón para abrevadero de ganado junto al desaparecido potro.
Para mí estas serían las ocho manchas de agua dentro
del casco antiguo del pueblo en relación a los roeles del escudo municipal.
Cesáreo incluye además:
9.- Laguna del Camposanto o Cementerio.
Llamada así desde que las leyes liberales de principios del siglo XIX,
prohibieron los enterramientos dentro de las iglesias y ordenaron buscar un
lugar apropiado para dar sepultura a los difuntos. En Sanchonuño, como en otros
pueblos de la comarca, se optó por los terrenos colindantes a la ermita del
Humilladero, que pertenecía a la cofradía de la Cruz, cumpliendo con lo
ordenado: lugar que no ofendía a la salud pública. Antes de esto, a la laguna
se la conocía como Carravalladolid o del Humilladero.
10.-Laguna de Narros. Hoy desaparecida,
estaba en el límite sur del prado de la Fuente o Sanjuaniego (escrito junto
porque es adjetivo) y serviría de abrevadero al ganado de estos pastos. De
propiedad municipal, fue después arboleda y camino abierto para comunicar la
carretera con Carracotogordo. Hoy dentro del casco urbano, aparece en nuestro
callejero.
Hasta otras veinte
charcas de pequeñas dimensiones salpican el término de Sanchonuño. Citaremos la
laguna del Concejo, que era propiedad del ayuntamiento, en una hondonada al SE del pueblo. Hoy
aparece seca pero se reconoce su parte central identificándose con lo que fue.
Por su singularidad destacaba la laguna de las Casillas por haber
conservado, hasta una desafortunada intervención humana, nenúfares en sus
aguas, lo que le daba una belleza especial. Hoy carece de estas singulares
plantas acuáticas que había conservado esta laguna como una reliquia exclusiva.
La toponimia de estas lagunas hace referencia principalmente a los que serían
sus poseedores (Gascón, Pelofino, Don Domingo, Tío Pinilla); a actividades
realizadas en sus inmediaciones (Carboneras, El Corral, Las Pegueras); a las
características de la charca (Laguna Honda, Salmoral, Cigüeñera) o simplemente
se las nombra con el topónimo de donde se hallan (Bercial, Las Navas, Sotillo,
La Mondá).
De la revisión hecha al tema de las lagunas, surge un reportorio de
palabras relacionadas con ellas que nos parece oportuno rememorar. Cuando
Aguado nos propuso colaborar en su obra pictórica con alguna frase a propósito
de las charcas, vimos oportuno plasmar, como complemento a su mural, un
vocabulario interactivo con estos términos. Para muchos la mayoría de las
palabras le resultarán familiares y les evocarán recuerdos; a otros poco
significativas. Para los que las desconozcan, por ser demasiado jóvenes,
posiblemente se despierte en ellos la curiosidad, o al menos se pregunten si
merece la pena conocerlas y conservarlas. O tal vez los actuales ritos de paso
de la infancia a la mocedad vayan ahora por otros derroteros y no contemplen
para nada un baño en el Bodón de los Mozos.
J. Ramón Criado Miguel
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