Sorteando el caprichoso cambio
de fechas que han sufrido las Jornadas de Investigación histórica (28 y 29 de marzo),
para esta edición he podido estar presente en las mismas y esta es mi crónica
de lo en ellas visto como asistente incómodo (para la organización). No será
este el primer análisis crítico, porque ya le vino por adelantado a las
Jornadas cuando el Colectivo feminista de Cuéllar 8 M reprochó a la
organización su oportunismo por el tema elegido (Mujeres en la historia,
mujeres de leyenda) y sobre todo por la escasa participación del género
femenino en las ponencias, solo dos del
total.
Las Jornadas llevan marcada su
propia fecha de caducidad por el carácter endogámico de las mismas desde sus
inicios. Son siempre los mismos ponentes los que desfilan por la tribuna y
algunos ya hasta sienten cierto rubor y lo verbalizan (otros no). En cifras, de
las diez ponencias, siete fueron impartidas por profesores asiduos a las
jornadas (todos del mundo del Derecho), más el invitado catalán, también
jurista aunque no se indicaba en el programa.
El triunvirato formado por el
autodenominado “comité científico” viene siendo fijo por decreto. El Sr.
Hernanz, que además actuó como presidente, presentó las Jornadas como una
“amalgama” de temas relacionados con personajes femeninos, de donde se deduce
la superficialidad con la que se iba a abordar el asunto elegido (ahí cabía
casi todo). Dejando claro que para nada se iba a tocar lo social y que no se
hablaría de igualdad de género, ni habría comparaciones con los hombres. Dijo
el presidente que se hablaría un “poquito” de la mujer de Cuéllar, salvándole
este punto la oportuna participación de Carmen Gómez Sacristán, con su
magnífica exposición sobre Alfonsa de la Torre, a la que conoce como nadie.
Otro poquito Mauricio Herrero, al que se le encargó bucear en la Colección
Diplomática de Cuéllar para rescatar a mujeres de la Villa, y más receptivo a
mi intervención al final de su exposición que el propio presidente.
En su turno fijo, Javier
Hernanz no arriesgó nada y no se salió de su zona de confort y nos habló de La
mujer en Roma (¡), bastante cabe en la flexibilidad del tema. Al minuto cinco
abandoné la sala. El segundo del triunvirato, Ricardo Mata, ponente
vitalicio, delega este año en un joven colega del derecho penal que habló sobre
Concepción Arenal, y al que se le percibía tenso desde mi rifirrafe con la
mesa.
El segundo día de las
Jornadas, el Dr. Martínez Llorente, reeditó su charla del verano pasado sobre
las mujeres de Pedro I. Sorprendentemente, o sabedor de mi presencia en el
auditorio, pasó de puntillas sobre el asunto de las bodas de Juana de Castro en
Cuéllar, evitando así el debate y la polémica que en su día tuvimos. Ya no
estaba seguro de casi nada y nada aportó sobre la Historia de Cuéllar, como se
nos había vendido en la presentación. Me di por satisfecho y nada dije, porque
creo que ha sabido leer el mensaje, que no es otro que no debe infravalorar al
auditorio y hablar con esa ligereza y falta de rigor.
Ellos solos son la prueba de
que en estas jornadas históricas no hay historiadores. Las organizan gentes del
mundo del Derecho nostálgicos de no haberse dedicado a la Historia. Es en este
desequilibrio, maquillado con la inclusión de algún historiador profesional,
donde hallamos el otro fallo de las mismas y donde también van heridas. Colegas
historiadores de la villa, que en su día fueron ponentes, ahora ni aparecen por
las jornadas.
Asiduo desde los inicios sigue
siendo Luis Velasco, catedrático de derecho mercantil que habló de la mujer
comerciante, pero no nos trajo ningún ejemplo de una sola mujer “comercianta”
cuellarana. Me atreví a documentársela yo mismo.
Ignacio Ruíz se lleva la palma
de comparecencias en Cuéllar como profesor enlace con la Universidad Rey Juan
Carlos; trató sobre un transexual en la España de Felipe II, que ya había
expuesto el año pasado. Este profesor ya ha merecido, como otros ponentes, la
medalla de las Jornadas, que es ser Alférez Mayor en la Feria Mudéjar de la
villa, como colaborador necesario para el asunto sefardí en Cuéllar y que
corresponde a su anfitrión, el Sr. Hernanz, llevándole a las Jornadas que
organiza en su pueblo: Tarazona.
En los inicios de las
jornadas, presenté un trabajo de 40 folios sobre cuellaranos en la conquista de
América. Se me remitió acuse de recibo del mismo (que guardo para mi defensa),
y nada más. Generosamente di a conocer en ese trabajo mis fuentes: la
desconocida Historia de Cuéllar de D. Manuel de Rojas (1763). Enseguida,
Ricardo Mata utilizó esta fuente para su libro sin decir por dónde le había
llegado. No es plagio, pero sí mala praxis. La precipitada lectura de la
historia de D. Melchor, y su falta de rigor y análisis crítico, le condujo a
un torrente de errores y contaminación
de la historia de difícil solución. Nunca lo ha reconocido, o ni siquiera es
capaz de saber en qué se ha equivocado.
Las Jornadas de Investigación
histórica nacieron como un curso de verano que pretendía ambiciosamente
“convertir a Cuéllar en núcleo central en el mundo de la investigación y de las
universidades”. Por mi percepción y experiencia en ellas, pero sobre todo por
la dinámica degenerativa de estos encuentros de juristas, no son sino un bolo
que un grupo de colegas de la Historia del Derecho se organizan con el pretexto
de hablar sobre un tema histórico.
Además se retroalimentan cuando son llevados por sus propios invitados a
las jornadas que estos organizan. Mientras sigan financiadas con dinero
público, tendré la entrada abierta. El
cambio de fechas a dos meses de las elecciones municipales, hace sospechar que
sea por sacarle a las Jornadas un rédito político por parte del organizador
(pero yo ni quito ni pongo rey, que he surgido de los pueblos).
La presencia de asistentes en
la sala se garantiza con el acicate que ofrecen a sus propios alumnos de la
Facultad de Derecho de Valladolid, que acuden para ganar ese crédito de
formación, que solo tiene validez en su propia Universidad. La organización
recela de que en los descansos el asistente molesto pueda interactuar con estos
jóvenes por si le cuentan algo que aún no sepa.
Algo sí he aprendido de las
Jornadas: si ellos como juristas pueden historiar, yo, como historiador, puedo
fiscalizar.
J. Ramón Criado
PD: Para los que crean que solo hago crítica destructiva, quiero añadir que no por casualidad ha llegado al Ayuntamiento de Cuéllar la revista que edita la Junta de Cofradías de Medina de Rioseco. En ella se recoge uno de mis últimos trabajos de investigación sobre la escuela cuellarana de escultura (Los Bolduque: entre Cuéllar y Medina de Rioseco). Como prueba de que mi trabajo callado y a veces silenciado también proyecta el nombre de Cuéllar más allá de los límites de la villa. Como ejemplo, además, de que la obra bien hecha siempre queda. No espero que verbalicen ningún reconocimiento, solo que no guarden esas revistas en un cajón.
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