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lunes, 4 de enero de 2016

EL CRIMEN DE LA CORREDERA





EL CRIMEN DE LA CORREDERA

80 ANIVERSARIO DEL ASESINATO DE SOFÍA MIGUEL

“Coincidiendo con el periodo de la República en 1935, un hecho luctuoso vino a crear mala prensa a la villa de Cuéllar; el asesinato de Sofía Miguel en el pinar de la Corredera que conmovió la opinión pública, particularmente en la zona de Cuéllar y en las provincias de Segovia y de Valladolid. Arrancó asimismo estrofas desgarradas y trémolas de dolor a la poetisa Alfonsa de la Torre”.


Con estas palabras se refiere Balbino Velasco Bayón, en su Historia de Cuéllar, a la muerte de la joven Sofía Miguel ocurrida en el pago El Pinarejo, junto al río Cega, el 6 de septiembre de 1935. En otra página de su obra, el desaparecido cronista insiste en la imagen de pueblo siniestro que se le atribuyó a Cuéllar como resultado de este crimen, más otro cometido después de la Guerra Civil. Pero sobre todo, señala la “penumbra” en que quedó envuelto el que sería conocido como el “Crimen de la Corredera”. Penumbra porque el autor del horrendo crimen, como se definió en la prensa de la época el hecho, quedó a todos los efectos en el anonimato.


La crónica de sucesos, con el tiempo, es un asunto que queda en terreno de nadie. Al historiador no le compete de manera directa. El periodista, pasada su actualidad, aparca estos hechos en las hemerotecas. Los cronistas locales no se atreven a abordarlos a fondo por no hurgar en heridas relativamente recientes. Aunque un crimen sea un acto individual, en sociedades tradicionales y cerradas, estigmatiza, injustamente, a toda la familia del asesino. Esta puede ser la razón de que nadie, hasta ahora, se haya atrevido a escribir sobre el crimen en profundidad.


El relato de este crimen fue muy recurrente para ser contado al calor de la lumbre durante los años de posguerra, y hasta la llegada de la televisión, en todos los pueblos de la comarca cuellarana. Si bien, se adornaba el suceso con datos morbosos que lo desvirtuaban de la realidad. Pero con el tiempo, el recuerdo del hecho ha caído en el olvido y las jóvenes generaciones lo desconocen y quienes aún lo mencionan lo hacen con inexactitudes.


EL MOLINO DE LA CORREDERA.


En el curso del Cega, donde el río hace una horquilla para dirigirse al Puente Segoviano, existía desde la Edad Media un molino harinero, entonces conocido como Molino del Gredero. La particularidad de este molino estriba en que no aprovechaba el agua del río como fuente motriz, sino la que le proporcionaba una presa construida en la parte alta del encajonado río. El agua de esta presa procedía principalmente del que era desviado y forzado mediante una cacera o corredera artificial desde el Arroyo del Barranquillo, en término de Sanchonuño. Por eso, este molino pasó a ser más conocido como el Molino de la Corredera.

La Charca del Molino de la Corredera, hoy escondida entre la maleza. Allí termina el Arroyo del Gredero, más conocido como La Corredera. Su agua alimentaba el ingenio del molino de su nombre.


Al cargo de este molino vivía con su familia, en los años treinta del pasado siglo, Juan Miguel Puentes. Era uno de los escasos ejemplos de población dispersa en la comarca de Cuéllar. Juan Miguel había aumentado el caudal de la corredera mediante la incorporación de aguas de otros regatos para asegurarse de que a su molino no le faltase agua.


Transcurría el último tramo del verano de 1935 con los últimos trabajos en las eras y con los resineros en plena faena en los pinares. Sofía Miguel, una de las hijas solteras de Juan Miguel, se había desplazado desde el molino de la Corredera, donde vivía con sus padres, hasta la vecina localidad de Dehesa Mayor, donde residía casada su hermana Mercedes. Había ido unos días a ayudarla en las faenas del campo. El viernes 6 de septiembre, a las diez y media de la mañana, emprendió el regreso desde la Dehesa hacia su casa en la Corredera. Era un camino entre pinares que había hecho otras veces. Ese sendero buscaba el Cega para luego, siguiendo el curso del río, llegar a la Corredera. Si todo hubiera ido bien, habría llegado a su destino al mediodía, pero eso no ocurrió.


                                  Estado actual del molino de La Corredera, en ruinas. 


EL CRIMEN.


Este extremo lo comprobaron sus dos hermanas, Mercedes y Petronila, al coincidir al día siguiente, sábado, en Cuéllar y al preguntarse la una a la otra por Sofía. Saltó la preocupación y alarma y comenzó la búsqueda y el hallazgo del cuerpo de la hermana desaparecida, en el hoyo de un tocón de pino, horriblemente apuñalado. La noticia corrió como un reguero de pólvora por Cuéllar y su comarca y el lunes día 9 de septiembre era portada en El Adelantado de Segovia.


El Juzgado se trasladó a dicho lugar y comprobó el caso. A simple vista pudo apreciarse que el cadáver presentaba numerosas heridas. Todas las del cuello eran mortales de necesidad, otras en el pecho y en diferentes partes del cuerpo. Se ordenó el levantamiento del cadáver que fue trasladado al depósito de Cuéllar, donde se practicó la autopsia por la noche por D. Tomás Lozano Sainz. Se aseguró en la prensa que el criminal había atropellado a su víctima, pero de aquella diligencia se dedujo que el hecho no llegó a consumarse por la heroica defensa de la muchacha. Sin embargo, esta afirmación no se corresponde con la realidad porque la lectura del informe de la autopsia, al que hemos tenido acceso, lo desmiente.


La primera hipótesis consideró que el autor del crimen, conocedor del inminente regreso de la muchacha al molino de su padre, la esperó, y aprovechándose de que en los alrededores no se veía gente, debió detener a la joven, a la que sin duda expuso sus propósitos. Sofía se negaría en absoluto a acceder al requerimiento, dando ello lugar a una terrible lucha, lo que se deducía de las señales que había en el suelo. La resistencia se había iniciado a unos veinte metros de distancia de donde el cadáver fue hallado. Al no poder reducir la entereza de la joven, el desconocido usó la navaja y con ella infirió a la muchacha las heridas que le produjeron la muerte. Una vez muerta, Sofía fue arrastrada por el criminal y depositada en el hoyo. La fortaleza de Sofía, acostumbrada a los trabajos en el molino, hizo creer a los que la conocían bien que el crimen pudo ser obra de más de un agresor.

La Guardia Civil durante la noche del sábado y todo el día del domingo tomó declaración a numerosos individuos, principalmente a los que trabajaban de ordinario en los pinares cercanos al lugar del suceso, y realizó detenciones indiscriminadas de estos últimos, sobre todo resineros. El capitán de la Guardia Civil del puesto de Coca, con las fuerzas a sus órdenes, se hizo cargo de las diligencias del crimen. Habiendo benemérita en Cuéllar, se pretendía con esto que los civiles no conocieran de antemano a los interrogados. De lo que hay memoria es de que los interrogatorios fueron duros y a la vieja usanza.


La Dirección General de Seguridad envió desde Madrid a dos agentes de la Brigada de Investigación Criminal que llegaron a Cuéllar con objeto de realizar determinadas gestiones en relación con el crimen, pero de los resultados de su labor no se vuelve a dar cuenta en la prensa de la época.


En cuanto a lo judicial, se había hecho cargo del caso el juez municipal de Cuéllar, en funciones de juez de primera instancia, D. Emilio Álvarez Martínez, por ausencia del titular. El día 11, se incorporó el juez de primera instancia, D. Miguel Suja Yera, que se hizo cargo de las diligencias. Llevó también a cabo este juez el reconocimiento y reconstrucción en el lugar de los hechos, con presencia de los detenidos, lo que duró tres horas. Más el  interrogatorio de los mismos, posteriormente en Cuéllar, diligencia que fue extensa. El optimismo sobre la resolución del caso en los primeros días es evidente. Se insiste en que el capitán de la Guardia civil llevaba muy avanzadas las diligencias.


Fueron libertados tres detenidos, por no aparecer cargos contra los mismos, un resinero de la Fresneda, Fermín Martín de Benito, y dos de Sanchonuño. De estos, uno era Albino Callejo, joven resinero de la edad de Sofía, que si bien trabajaba los pinos de la zona, el día de autos había estado aventando con Mariano Miguel, hermano de la fallecida, en las eras de Sanchonuño. Coartada que no le libró de ser detenido ni de los duros interrogatorios de la Benemérita.


Se dio la circunstancia de que el día 11, aprovechando la ausencia de la familia, penetraron ladrones en el molino de Juan Miguel Puentes, y después de violentar muebles, se llevaron algunas aves de corral. La familia estuvo constantemente al lado de las autoridades que intervenían en el esclarecimiento del crimen.


Una semana después del hecho, las diligencias se estancan, el optimismo de días anteriores desaparece. Cuando dos días antes se pensaba que el esclarecimiento del crimen era inminente, ni Juzgado, ni Guardia civil ni los investigadores de la BIC, habían avanzado nada en ese punto. Se habla de que hay una pista, “pero muy difícil de definir”. Continúan varios detenidos en la cárcel, y era aventurado concretar nada acerca de la culpabilidad de ninguno de ellos, aunque no faltaban indicios.


Diez días después del crimen, solo quedaba un presunto autor en prisión, pero solo por indicios. Los investigadores seguían sin tenerlo claro pues continuaban con las pesquisas.

Plano de la zona del crimen, levantado durante la instrucción del sumario, donde aparece marcado con el número 1 el lugar exacto del atropello de Sofía Miguel Puentes.


LA FANTASÍA POPULAR SE DESBORDA.


Lo que ocurrió el 6 de septiembre de 1935, el asesinato de Sofía Miguel, y las diligencias de los días posteriores, han quedado bien definidos y recogidos por la prensa de la época y en la memoria de los más mayores. Si bien, se aprecia un claro momento de inflexión cuando la incapacidad de los investigadores del crimen, para dar con el autor, deriva en hipótesis populares. Hipótesis que pasan principalmente por atribuir la responsabilidad del hecho a algún personaje importante de la villa. ¿Tenía esto fundamento? Tal vez el ambiente politizado y polarizado del momento contribuyera a alimentar esta creencia.


El corresponsal cuellarano del periódico de la capital daba cuenta de que se había desbordado la fantasía popular en torno al horrible crimen de que fue víctima la joven Sofía Miguel. Que circulaban versiones en las cuales iban envueltos nombres de respetables personas a quienes se consideraba implicadas en el hecho bárbaro. El tiempo transcurrido, desde que el crimen fue perpetrado, sin haber sido hallado el autor, y la alarma social que el mismo produjo en la opinión pública serían los motivos. El corresponsal de El Adelantado consideraba infundadas estas creencias que empiezan a tener fuerza a primeros del mes de octubre. Cuando fue requerido por teléfono desde la redacción del periódico, tal vez también porque había dejado de remitir su crónica sobre el crimen durante varios días, insistió en lo descabellado de estas creencias.


Esta insistencia del periodista en desacreditar la autoría por parte de persona destacada no desmontó la creencia popular, que siguió pensando lo contrario.

UN MONUMENTO Y UN ROMANCE PARA SOFÍA


Paralelamente a las versiones que empezaron a circular sobre la autoría del crimen, surgió una corriente para recaudar fondos y erigir una lápida o monumento a Sofía Miguel. Un colaborador de El Adelantado de Segovia, Juan de Dios Fernández propuso, solo una semana después del crimen, la erección de una lápida, busto o una cruz que recordara la memorable defensa que Sofía Miguel hizo de su honor hasta llegar a su muerte, como ejemplo de las virtudes de la mujer castellana. La propuesta tuvo muy buena acogida y El Adelantado se asoció a tan noble propósito.


El Centro Segoviano de Madrid se sumó a esta suscripción para contribuir a que se erigiera el monumento a Sofía Miguel, asesinada en Cuéllar en defensa de su honra, incluso recibió ofrecimientos de artistas comprometiéndose a realizar el proyecto. Entre ellos, uno del notable escultor de Aguilafuente Florentino Trapero, que envió el suyo, al que estaba dando los últimos retoques. Colaboraron en la recaudación de donativos diferentes casas regionales y provinciales de la capital, entre los que hay que destacar los llevados a cabo por varios ministros y el Presidente de la República. El advenimiento de la Guerra Civil tapó en el olvido este proyecto y los fondos recaudados serían derivados a otros fines.


Por otro lado, el crimen de Sofía Miguel Puente tenía todos los ingredientes para que sobre él apareciera, al poco tiempo del suceso, un romance de cordel o copla de ciego. Tal vez uno de los últimos.


El romance de El Crimen de la Corredera llegó a Cuéllar en la ocasión propicia que brindaba su feria del mes de abril de 1936. Arremolinándose los numerosos curiosos, en torno a los copleros, por el interés de tema tan próximo como el que allí se relataba. Entre los testigos debía de estar, el entonces niño, Isaías Rodrigo, que ha sido quien ha dado a conocer este hecho en sus escritos. La prensa de la época no lo recoge.


IN MEMORIAM


Al cumplirse los ochenta años del crimen de Sofía Miguel Puentes, traemos su memoria a las páginas del mismo periódico que informó en su día sobre su muerte. Objetivamente, fue abordada en un encuentro casual, violada contra natura y muerta a consecuencia de las puñaladas mortales que recibió. Los responsables de la investigación fueron incapaces, con los medios y métodos de la época, de demostrar la culpabilidad cierta de nadie. Pudo haber negligencias. El juez de instrucción decretó el procesamiento y prisión de Felipe de Benito, resinero, por existir contra el mismo indicios de culpabilidad, cuyo grado el corresponsal no pudo determinar por el secreto del sumario. Estos indicios contra el detenido no deberían ser muy contundentes porque las pesquisas y diligencias continuaban.


Agradecemos a Isaías Rodrigo Criado el interés mostrado por ayudarnos al poner a nuestra disposición los papeles que, sobre este caso, él ha conseguido con sus investigaciones.


(El primer correo enviado al periódico de la capital se pierde en la red. No llega para ser  publicado en la fecha del aniversario. En el ínterin se nos autoriza, por fin, después de nueve meses, el acceso al expediente que se conserva sobre el juicio. Pero sobre todo, el 9 de septiembre de 2015, Mª Carmen Gómez Sacristán, que fue concejala de cultura de Cuéllar, y que sigue investigando y reivindicando la memoria de Alfonsa de la Torre en su centenario, da a conocer la recuperación de una obra de teatro de la poetisa cuellarana: La cierva acosada. La base argumental de la misma es el asesinato de Sofía Miguel, más conocido como el Crimen de la Corredera. Vuelve de esta manera a la actualidad el caso, como si Alfonsita, desde el más allá, siguiera moviendo ciertos hilos).


 


Texto: J. Ramón Criado


Ilustración: Cruz Criado


 



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