EL ARTE EN MELCHOR MANUEL DE ROJAS:
LAS MISAS DE SAN GREGORIO DE LA IGLESIA DE SAN ESTEBAN DE CUÉLLAR (SEGOVIA)
José Ramón Criado Miguel
Licenciado en Historia.
En el número 49 de la Revista LA VILLA dábamos a conocer
la existencia de dos Cartularios que pertenecieron al Hospital y Estudio de
Gramática, fundados por el Arcediano Gómez González en Cuéllar en el primer
tercio del siglo XV, y que hoy se conservan en el Archivo Histórico Nacional.
El primero de ellos se corresponde con el original, escrito a continuación de
dichas fundaciones, por orden expresa del fundador, para registrar los papeles
de mayor interés pertenecientes a su archivo, esto es, bulas, estatutos,
donaciones, escrituras, etc. El segundo es la copia que en el año 1763 llevó a
cabo D. Melchor de Rojas y Rávago,
Procurador Síndico del Regimiento cuellarano y con la preparación
suficiente para realizar el encargo de copista. Y si bien la copia la hizo
fielmente en lo que tocaba a los documentos, aprovechó la ocasión para incluir,
como “regalo a su patria”, los apuntes recogidos a lo largo de su vida, como
buen lector y curioso que había sido, referidos a la historia de Cuéllar,
dejando además unos folios en blanco para que su tarea fuera continuada en el
futuro. Así construye sus “Apuntaciones de la antigua y noble Villa de
Cuéllar”, que como tales no ahondan en los asuntos que tratan, siendo además ya
D. Melchor un hombre octogenario al que le sorprendió una enfermedad que le
restó tiempo para haberlas hecho más extensas y que le obligó a centrarse en el
encargo que le había hecho el Patronato del Hospital y que no era otro sino la
trascripción del Cartulario antiguo.(1) La contribución particular de Rojas se
complementa con la biografía del fundador del Hospital y Estudio, Gómez
González, que debería tener ya muy avanzada porque en este caso sí la trata por
extenso, siendo sin duda un ejemplo de lo que es capaz de hacer como
historiador cuando aborda un asunto en la profundidad que los medios con los
que cuenta le permiten.
Todo el apartado de la cosecha de
Melchor Manuel de Rojas que plasma en su copia del Cartulario, bien diferente,
como él mismo dice, de los documentos que tiene que copiar, constituye, aparte
de los datos inéditos que aporta, un documento interesante, cuanto menos raro,
para la historiografía cuellarana. Teniendo en cuenta, además, que el mismo
Rojas nos da testimonio de que la historia de Cuéllar que había escrito
Bermúdez de Guevara en el siglo XVII se había perdido, sus aportaciones sobre
la misma pasan a ser por ahora el primer intento conservado de una historia de
la Villa. Son éstas, entre otras, las razones que nos están haciendo sopesar la
oportunidad de editar todo su trabajo en un libro que recoja también un estudio
sobre la obra y el tiempo de D. Melchor Manuel de Rojas.
Sin embargo, los inconvenientes
para sacar adelante este proyecto son evidentes y también se han sopesado. Por
un lado están los de carácter logístico en unos tiempos en los que los
patrocinios brillan por su ausencia, y por otro los intrínsecos al propio
documento, porque Rojas no tiene un estilo de escritura homogéneo, y si bien en
algunas partes es fluido y asequible, principalmente en los apartados netamente
históricos, con frecuencia se hace abigarrado, espeso y muy barroco, como el
estilo artístico imperante en su siglo. Por lo dicho, se hace necesaria una
puesta al día del documento, y la fórmula para ello tal vez nos la proporcione
el propio D. Melchor cuando habla de cómo hizo la copia del cartulario del
siglo XV: Manteniendo lo esencial, hacerlo más accesible.
Los cartularios del Hospital de
la Magdalena salieron de la Villa para ser presentados en un pleito en la
Cámara de Castilla en Madrid, y esta circunstancia los había despistado para
los investigadores de la historia local porque no fueron devueltos, a pesar de
haberlo solicitado Baltasar Alonso. Después de analizar ambos Cartularios, el
resultado que se desprende es que, en lo que respecta a los documentos que
recogen tanto el original y la copia, todos son conocidos porque se habían
conservado por otros medios, principalmente a partir de los pleitos que llevó a
cabo dicho Baltasar Alonso (2) en la década de 1770, en el que se aprovechó la
copia recién hecha por Rojas para recopiarla como prueba. En este sentido los
libros interesan como meros continentes de la documentación relativa a las
fundaciones de Gómez González. Lo novedoso es, como decía al principio, toda la
parte original que aporta Melchor Manuel de Rojas, que después de ser analizada
con mayor detenimiento, se aprecia que hay cierta desorganización en la
exposición, que no trata un asunto tan importante como el arte de la villa y,
sobre todo, que Rojas es un sectario, pues omite, y puede ser
intencionadamente, a los personajes importantes de la Casa Ducal de
Alburquerque. Amén de que en algunos pasajes nuestro historiador del siglo
XVIII nos hace dudar de que esté usando las fuentes adecuadas para sostener lo
que dice, teniendo por ello un claro aire apócrifo. (3)
EL ARTE EN EL TEXTO DE MELCHOR
MANUEL DE ROJAS
Es cierto que Rojas no dedica un
apartado a hablar específicamente del arte y por supuesto que tampoco lo hace
en concreto del arte Mudéjar, estilo que por entonces estaba por definir. Rojas
parece que tiene otro concepto del hecho histórico que, a nivel de la Villa,
pasa por ensalzar principalmente el elenco de personajes ilustres que ha dado
Cuéllar hasta su época (1763) y que pertenecen en su mayoría al estatus social
del que él es miembro: la nobleza cuellarana. Sólo el labrador Francisco
Cabrero, que abatió a un lobo rabioso en La Fuente que Llueve, merece un
apartado en la lista por su valor heroico. Y tal vez por centrarse en este
patriciado urbano de Cuéllar omita referir la historia de los Duques, y no
serviría como excusa decir que, aunque señores de la Villa, no eran en sentido estricto
cuellaranos, porque los primeros sí habían nacido en Cuéllar.
Sin embargo, y volviendo al
apartado del Arte, las Apuntaciones históricas de Rojas, aunque no haya
un plan para tratar este asunto, nos rescata referencias a obras desaparecidas,
caso del Convento del Pino fundado por el que, según Rojas, fue antepasado de
Gómez González, Alonso García de León, o nos da luz sobre algunas obras de arte
que se han conservado, aunque hoy no se custodien en la Villa. Me refiero en
este último caso a la tabla para un sepulcro de la iglesia de San Esteban que
habría encargado Gómez González en el primer tercio del sigo XV.
Rojas en sus alusiones a lo
artístico está buscando referencias genealógicas, para escribir la historia de
los personajes ilustres, pero sin querer nos traslada informaciones que pueden
ser tenidas muy en cuenta para la Historia del Arte. Sirva como ejemplo lo que
aporta sobre el desparecido convento de la Mata, dice:
“Alonso García de León,
bisabuelo de Gómez González, fue el fundador del Convento del Pino, de
Agustinos Descalzos, junto a La Mata, lugar de esta jurisdicción, en cuya
sacristía se ve hoy (1763) de letras bien perceptibles la inscripción
siguiente: Aquí está sepultado Diego López de Henestrosa y de Córdoba, 3º nieto
por línea femenina de Alonso García de Cuéllar y León, Fundador y dotador de
esta Santa Casa, Contador Mayor que fue del Rey D. Enrique III de gloriosa
memoria y su Tesorero y Alcaide del alcázar de Segovia, el qual está sepultado
en la Capilla Mayor del Señor San Esteban en la Villa de Cuéllar; y el dicho
Diego López de Henestrosa falleció en 24 días del mes de Enero, año 1565. Assí
mismo está aquí sepultada la Sra. Dª Cathalina de Quesada, su mujer”. Este
texto, cuanto menos, nos informa de que dicho Convento era usado como panteón
familiar por alguna de las ramas descendientes de su fundador. Rojas nos da
como fecha de su fundación el año de 1392 y apunta que en él tuvo su primer
priorato el gran limosnero Santo Tomás de Villanueva. Ignoraba a quién
correspondía el patronato del Convento del Pino en su época y termina haciendo
diciendo que siempre había estado formado por una pequeña comunidad de tres o
cuatro frailes.
La anterior referencia que hace
Melchor Manuel de Rojas sobre Alonso García de León, creo que hubiera sido
suficiente para identificar su sepulcro en la iglesia de San Esteban, en el
lado izquierdo del presbiterio. Historiadores contemporáneos han tenido que
recurrir a la heráldica que aparece en la tumba y, sobre todo a la inscripción
que figura en una de las sepulturas del lado derecho, la de Martín López de
Córdoba Henestrosa, descendiente también del fundador del Convento del Pino,
para identificar a los que allí estaban sepultados.
Al conocimiento del Arte en la
Villa se accede en los papeles de Rojas a través de las referencias que hace al
tratar la vida del fundador del Hospital de la Magdalena y el Estudio de
Gramática, el Arcediano Gómez González, en su faceta de mecenas. El ejemplo más
evidente es su patrocinio de una sepultura o lucillo para dos parientes
próximos, padre e hijo. Se trata de Juan Velázquez de Cuéllar Caballero y Juan
Velázquez, caídos presuntamente en algún conflicto armado de su época. En cómo
trata el asunto Rojas se vuelve a constatar que está buscando principalmente
genealogías, pero su forma de abordarlo nos permite acceder a otras
informaciones tanto artísticas como históricas y conocer sus métodos como
historiador. Nos dice:
“Hizo construir Gómez González en esta iglesia de San
Esteban para depósito de dos parientes queridos suyos, a la mano derecha de la
entrada, que es un arco con una pintura antigua y poco cuidada, que por tanto
me costó no poco leerla después de bien lavada y barrida. Tiene en su círculo
este penitente letrero: Miserere mei, Deus, secundum magnan, misericordiam tuam
...
En una faja que atraviesa lo
ancho de la pintura se lee esta inscripción:
Aquí yacen los honrados
caballeros de buen memoria Juan Velásquez de Cuéllar Cavallero e Juan
Velásquez.
Tanta concisión que pasa de
laconismo y propia de aquel tiempo (...) no nos permite descubrir qué Juanes
sean estos; porque uno yace en la Armedilla, donde murió Donado, y otro en San
Francisco. (4) Yo concibo fueron hermanos del Hortún (Velázquez) que le hizo la
donación que se halla en este libro, y acaso a la sazón sus más cercanos
deudos.
Al pie se deja leer sin
dificultad lo siguiente:
Este retablo mandó facer D.
Gómez González, Arcediano de Cuéllar, Fundador del Hospital de la Madalena y el
retablo de ella, y éste lo refrescaron por mandado de los Sres. Xusticia y
Regimiento de esta Villa de Cuéllar, año1630.
Me ha parecido copiarle, tanto
porque ya puede asegurarse que es casi único monumento de nuestro Gómez
González, cuanto porque corrobora la mezcla de las familias Velázquez y
González, cuyas armas son las mismas”.
EL FONDO DE LUCILLO GÓTICO DE LA
IGLESIA DE SAN ESTEBAN
Se estaba refiriendo D. Melchor
Manuel de Rojas en este texto a la pintura gótica sobre tabla que es una más de
las importantes obras de arte cuellaranas que hoy se hallan fuera de la Villa. Dicha
pintura ingresó en el Museo Arqueológico Nacional, por compra a D. Enrique
Galera Gómez, el 15 de junio de 1936 y que en las guías de este museo aparece
definido como un fondo de lucillo funerario procedente de la iglesia de San
Esteban de Cuéllar. Se trata de una pintura sobre tabla con estructura de arco
apuntado que encajaría en el arco arquitectónico del sepulcro constituyendo su
fondo, y la descripción de Rojas ayuda a aclarar algunas dudas que planteó a
historiadores que se fijaron en ella, sobre todo en cuanto a su ubicación. Por
un lado, Gonzalo de la Torre Trassierra dice que se encontraba en origen “a
mano izquierda de la entrada en la iglesia de San Esteban; Quadrado, que lo
habría visto veinte años antes, hacia 1870, explica que “vio un nicho en la
angosta nave lateral derecha”, lo que para otros hacía difícil que estuvieran
enterrados allí ambos caballeros, por carencia de espacio. La ubicación de
Rojas, que vería en su sitio original la tabla, parece dar la razón a Quadrado,
y cabe entender que no se enterrarían los cuerpos “enteros” de los caballeros
sino que se depositaron, como dice Rojas, sus restos traídos desde donde
cayeran en combate.
En cuanto a la organización de lo
representado en la pintura, los dos caballeros yacentes y la inscripción
identificativa de los mismos, como describe muy bien D. Melchor, confirman que
se trata del fondo de un lucillo sepulcral. Esta inscripción, en caracteres
góticos, corre horizontalmente en el centro de la tabla separando las dos
escenas de la misma, la inferior con los dos caballeros y la superior con la
representación de la Misa de San Gregorio.
El registro inferior está
dedicado a las honras fúnebres de los dos caballeros yacentes que acaparan el
protagonismo por sus proporciones superiores al resto de los personajes de la
comitiva. Los caballeros aparecen en horizontal y con una perspectiva casi
cenital que permite percibir la figura de los dos pero que le da a la pintura
un marcado aire arcaizante o antiguo. Como correspondía a su profesión, van ataviados
con armadura militar donde se pueden identificar cada uno de los elementos que
la componen. Ambos sujetan como atributo de su condición la espada, y del brazo
izquierdo de Juan Velázquez cuelga el escudo del linaje. El padre luce barba y
cabellos largos y lacios, mientras que el hijo tiene barba incipiente y sus
cabellos cortos se peinan a la moda del momento. Yacen sobre un gran túmulo
cubierto con rica tela con labores mudéjares y un largo cojín con tres borlas
en los extremos sobre el que reposan sus cabezas.
A los pies de los difuntos, los
oficiantes entonan oraciones, lo que se adivina en las bocas abiertas de
algunos de ellos, uno de los cuales está arrodillado al lado derecho y nos
podríamos plantear no sea la representación del propio donante del retablo,
esto es, el mismo D. Gómez González, vestido con saya y capa pluvial roja,
sosteniendo un libro en sus manos y bendiciendo a los difuntos con lo que
parece un hisopo. Uno de los oficiantes lleva la cruz procesional como símbolo
de la victoria de Cristo sobre la muerte. Aparece en la escena un personaje
femenino con toca, alusivo tal vez a la viuda y madre de los yacentes.
La escena superior de la tabla
representa una Misa de San Gregorio, tema icnográfico muy interesante y
destacado en los siglos XV y XVI y lo es más para nuestro caso porque podemos
encontrarnos ante una de las primeras, sino la primera, que se representaron en
el panorama artístico castellano, y sería el propio Gómez González el
introductor de este tema por haberlo conocido previamente en Roma, donde había
residido. Según la versión más difundida, el milagro cuenta como estando el
papa Gregorio Magno celebrando misa en la iglesia de la Santa Cruz de Jerusalén
en Roma uno de los asistentes -unas veces se dice que una mujer, otras que el
propio San Gregorio- dudó de la presencia de Cristo en la hostia consagrada y
pidió a Dios que cambiara el vino en sangre para que se disiparan sus dudas y
Cristo se le apareció rodeado de los instrumentos de la pasión, brotando la
sangre de sus llagas y llenando el cáliz que se hallaba sobre el altar. Para
conmemorar este milagro el Papa ordenó pintar en dicha iglesia de la Santa Cruz
a Cristo tal y como se le había aparecido. La escena alcanzó amplia difusión
durante la Edad Media, sobre todo por la enorme cantidad de indulgencias que se
asociaron a la oración ante ella.(5)
La escena de la Misa de San
Gregorio del Arcediano Gómez González responde a la fórmula general: el papa
celebra la eucaristía sobre el altar y al fondo se divisa a Cristo de medio
cuerpo, sobre el sepulcro, acompañado de dos ángeles que portan instrumentos de
la pasión (los clavos y las tenazas). Preside la cruz y se adivinan el gallo y
la escalera. No se pone énfasis en que la sangre mane del costado de Cristo
llenando el cáliz, que sí aparece sobre el altar.(6) Asisten fervorosos un
grupo de frailes con hábito blanco y capa negra, a la izquierda y, a la
derecha, otro clérigo arrodillado que podríamos considerar que fuera el donante
o patrocinador del retablo, esto es, se trataría de nuevo el propio Gómez
González, lo mismo que para el caso de
la escena inferior con los caballeros yacentes. Compositivamente presenta la
escena una estructura piramidal, ajustándose al marco del arco apuntado, y en
cuanto a su cromatismo predominan los colores rojo, blanco y azul.
El mensaje que nos transmite la
iconografía de la Misa de San Gregorio es muy claro. Es un ejemplo milagroso de
la verdadera conversión del pan y del vino en el cuerpo y sangre de Cristo
(transusbstanciación), dogma central de la religión católica. Esta idea primera
se enriqueció con el tiempo con el valor de liberación de las penas del
purgatorio, que adquirió como consecuencia de la gran cantidad de indulgencias
que le fueron otorgadas y que se podrían aplicar por los difuntos a modo de
sufragio. Es por esto que la representación de esta Misa tomó un sentido
marcadamente funerario, como el que tiene en el caso de la iglesia de San
Esteban. Que tuviera indulgencias asociadas por rezar ante ella no lo sabemos.
Ignoramos si el letrero que se escribió en su base en el año 1630 cubrió otro
relativo a este asunto. Lo que sí podemos decir es que la misa de San Gregorio
en esta parroquia será un tema recurrente, ya que se volvió a representar en
una tabla del banco del Retablo de la Vida de la Virgen en el año 1546 y
también en el Retablo del Descendimiento, de principios del siglo XVI. Con lo
dicho, San Esteban llegó a contar con tres representaciones de este tema
iconográfico de la misa, y si añadimos que también tuvo la parroquia una
Cofradía de San Gregorio nos podemos hacer idea del arraigo de esta devoción
entre los feligreses de esta iglesia.(7)
Estilísticamente se encuadra
dentro de la pintura castellana de principios del siglo XV y Gómez González encargaría la tabla a un
pintor de los de primera línea del momento, sin embargo se desconoce el nombre
del autor, así como el del pintor que realizó las otras tablas legadas por el
fundador del Hospital: “unas tablas
largas doradas con figuras del Crucifixo e de Santa María e de la Magdalena,
con sus armas, azaz ricas con su caxa de madera”, que se guardan en el
despacho del señor Alcalde.
Nos describe Rojas a Gómez
González pendiente de la ejecución de las obras del Hospital, en primera línea,
y aquí queda pendiente analizar la arquitectura y organización de los espacios
de sus fundaciones para preguntarnos y determinar en qué medida no importaría
también modelos italianos que interpretarían los constructores locales, bajo su
dirección y dentro de sus posibilidades.
QUÉ JUANES SEAN ESTOS
Respecto a la identificación
exacta de los dos Juanes Velázquez allí enterrados, no se ha llegado
hasta el momento a una solución satisfactoria. Creo que Rojas no anda muy
desencaminado al afirmar que eran dos parientes muy cercanos por los que sentía
especial afecto. El propio D. Melchor reconoce el nudo gordiano que supone
hacer la genealogía del fundador del Hospital por lo mezcladas que están las
familias nobles cuellaranas a principios del siglo XV, con muchos nombres
repetidos y con los apellidos puestos sin ningún criterio lógico. Como
hipótesis, apunto que el caballero joven se trate de un primo común de Ortún u
Ordoño Velázquez y de Gómez González, y el padre, Juan Velázquez Cavallero,
fuera hermano del padre de Ortún, Juan Alfonso Cavallero. Ambos, padre e hijo,
pertenecerían a la clase caballeresca que con otros de la villa acompañaron a
su señor, Don Fernando de Antequera, en la conquista de esta plaza malagueña en
el año 1410, asunto poco tratado hasta hoy en relación a la historia local.
Melchor de Rojas señala esta participación cuellarana en dicha conquista,
citando no sólo a quien era Canciller de D. Fernando, Fernán Velázquez de
Cuéllar, sino que también nombra a Gutierre de Torres, cuellarano, como el
primero que entró en la ciudad de Antequera durante su asalto, motivo de muchos
privilegios reales que dice Rojas que él mismo había visto.(8) Tan importante
fue la participación cuellarana en la conquista de esta plaza que, en el
apartado dedicado a la heráldica de los Velázquez, Melchor de Rojas nos da la
noticia de que fue por méritos en esta campaña que esta familia, como los
Cuevas, Torres y otras, recibieron en su escudo nobiliario la bordura con las
ocho aspas que algunos Velázquez añadieron a los trece roeles.
Fue justo en el año 1410 que Gómez González regresó de Roma por el fallecimiento de su padre, Sancho González Blázquez, que es lo mismo que Velázquez, en el verano de ese año. Momento oportuno para que el fundador del Hospital de la Magdalena conociera la dolorosa noticia de la muerte de sus parientes en Antequera y encargara la tabla que luciría el depósito de sus restos en la Iglesia de San Esteban. Esta hipótesis apuntalaría la idea de que sea esta Misa de San Gregorio, representada en la tabla encargada por Gómez González en esta fecha, la primera en el panorama artístico peninsular y anterior a la misa del retablo del obispo Sancho de Rojas que hoy se guarda en el Museo del Prado.
Por lo dicho hasta aquí, podemos
afirmar que la ausente tabla para fondo de sepulcro, que salió de la iglesia de
San Esteban, es por su interés una obra de primerísima importancia y gran
mérito artístico e histórico. Por ello no es descabellado proponer la
colocación de una copia de la misma, de su tamaño, en su lugar original y
siendo lo de menos en qué técnica de reproducción. Una copia que de fe a los
nativos y visitantes de su categoría e importancia, con un pequeño texto que
informe sobre ella y el paradero del original en el Museo Arqueológico de
Madrid. Museo sometido actualmente a una larga y profunda reestructuración al
final de la cual esperamos siga luciendo, en una de sus salas, tan imponente
cuadro del patrimonio de la Villa.
(Esta propuesta que aquí se hace,
comentando el contenido de este trabajo con el editor de LA VILLA, no es
novedosa porque fueron los Amigos del Patrimonio Cultural de Cuéllar los que la
plantearon, incluida la de que se picara
en la pared, donde se tiene constancia de que estuvo el arco apuntado que
albergaba la pintura, para descubrir su arquitectura, propuesta, esta segunda,
desoída por los responsables de quienes realizaron la restauración de la
iglesia de San Esteban.
Al mismo editor de esta
publicación, agradecerle la plataforma que nos brinda para dar a conocer
nuestros trabajos y felicitarle por su número 50, deseándole salud y fuerzas
para llegar a los cien).
NOTAS
1.-Hemos podido establecer su edad aproximada
aprovechando el dato de que su padre, aunque residente en Valladolid, lo
inscribió en la Casa de los Linajes de Cuéllar en enero de 1686, eligiendo el
linaje de Pedro Puerco.
2.-Baltasar Alonso: En palabras del obispo Argüelles
(1780) “un mero procurador de causas de
la villa de Cuéllar”, pero que con su actitud crítica y beligerante
zarandeó las estructuras estamentales de la Villa en el último tercio del siglo
XVIII. Empezando por los patronos del Hospital, que se correspondían con el
Ayuntamiento, a los que acusó de mala gestión de la institución y de
apropiación de caudales de la misma. Entablados pleitos, un Fiscal de la
Chancillería, cerrando filas con él, le dio poderes casi absolutos y lo nombró
Defensor del Hospital (1772), figura que hasta entonces no se conocía, durante
un periodo de cuatro años, prorrogados después. El pleito de referencia ante la
Cámara de Castilla, que es como decir ante el rey, lo entabla dicho obispo
segoviano porque Alonso le dificulta la visita de los libros del Hospital,
institución que el prelado considera que es de jurisdicción eclesiástica,
además de no tolerar su insolencia y rebeldía. Para la Chancillería Alonso era
un hombre íntegro y le siguió revalidando sus poderes todavía desde 1795.
3.-En este punto agradezco el interés mostrado por
nuestro cronista, P. Balbino Velasco, que nos ha ayudado a llegar a estas
conclusiones y nos ha orientado sobre los pros y los contras del texto de
Melchor Manuel de Rojas.
4.-Descarta con buen criterio que sean Juan
Velázquez de Cuéllar, consejero del rey Juan II y uno de los jueces de la causa
de D. Álvaro de Luna, que murió retirado de donado en la Armedilla y su homónimo
Juan Velázquez, hijo de Gutierre, el de Arévalo, muerto en 1518, y enterrado en
San Francisco de Cuéllar.
5.-M. Ángel Ibáñez García: “La misa de San
Gregorio: aclaraciones sobre un tema iconográfico” Norba-Arte, 1991, nº
11.
6.-Ángela Franco Mata: “Un fondo de lucillo
gótico en el Museo Arqueológico Nacional”.
7.-Libro de
cuentas de la Cofradía de San Gregorio (1588-1661), citado en La Iglesia de
San Esteban de Cuéllar. VV.AA. A
esta cofradía ya no se la cita como existente en la relación de cofradías de
Cuéllar, remitida a petición del Conde de Aranda, en el año 1770. Entiendo dos
posibilidades: o bien había desaparecido en estas fechas, o bien había dado
lugar a la Cofradía del Niño Jesús en la misma parroquia.
8.-La noticia sobre Gutierre de Torres que nos da
Melchor de Rojas, que sigue al historiador Garibay, es discutible. Para otros
historiadores fue el carpintero sevillano que construyó las máquinas de asalto
o bastidas para la toma de Antequera.
BIBLIOGRAFÍA
Gonzalo de la Torre de Trassierra: Cuéllar. Madrid
1894, p. 76, recogido por Balbino Velasco Bayón, Historia de Cuéllar, 4ª, Segovia
1996, pp. 140-141.
José Mª Quadrado: España. Sus monumentos y artes.
Su naturaleza e historia. Salamanca, Ávila y Segovia. Barcelona, 1884, p.
704.
Melchor Manuel de Rojas: Copia del Cartulario del
Hospital de la Magdalena. Manuscrito. Cuéllar, 1763.
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