EL PALOMAR QUE LINDABA CON LA TIERRA DE LA PRINCESA.
J. Ramón Criado Miguel
Sorprenderá al lector el
título del presente trabajo, más cuando pretende ser histórico. El título es
resultado, primero, de la casualidad: el hallazgo de una escritura local de compra-venta
del siglo XVII en la que se cita a Dña. Josefa de Bazán y Castro como condesa
de Castrollano. Tan distinguido apellido, descubierto en una escritura
corriente, nos determinó a documentar a esta mujer con los medios con los que
el investigador tiene hoy en día a su alcance. Este ejercicio nos fue deparando
unos antecedentes familiares y personales entroncados en Cuéllar y en México,
no exentos de sorpresas, pues, si bien, el primer documento utilizado se fecha
en la villa, el relato resultante concluye en Mesina, en la isla de Sicilia,
habiéndose pasado antes por la Nueva España y por la corte del Madrid de Felipe
IV. Es en la capital del reino donde
vivía Dña. Josefa de Bazán, pero el escribano cuellarano, que relata la
historia en primera persona, la conocía bien, por los argumentos que expresa.
En conjunto, este relato es un ejemplo de microhistoria, ya que a partir del
seguimiento de la vida de un personaje secundario, y que pasaría desapercibido
en cualquier otro tratamiento de las fuentes, es presentado aquí para entender
el mundo que le rodea.
El formato del relato que
presentamos se inspira en Eduardo Galeano,
en su Memoria del fuego,
trilogía en la que, a partir de pequeños cuadros, trata de de explicar la
historia americana. Creemos que no es imprescindible tener conocimientos de
historia para acceder a la nuestra. Lo que se ha pretendido ha sido buscar un
formato distinto para hacer llegar la Historia al lector añadiendo matices
literarios. Este objetivo queda a criterio del mismo juzgar si se ha
conseguido. Por otro lado, la base documental en la que se apoya es importante
y, por ello, el matiz histórico no lo ponemos en cuestión.
Cabe construir un texto
paralelo desarrollando algunos de los temas a los que se hacen referencia en el
relato. Se nos ha desaconsejado por su extensión. Detrás de cada uno de los
personajes que se citan hay otra microhistoria más, y en alguna de ellas nos
lleva la delantera la historiografía mexicana. (1)
Mi gran monarca D. Felipe el
cuarto, que Dios guarde…
Quedará resuelta una de las
cuestiones menores que se plantea Balbino Velasco en su Historia de Cuéllar. Así, en la página 285, cita a Francisco Arcos,
autor de una biografía del trinitario Simón de Rojas, editada en Madrid en
1670, quien afirma que el patronato del Convento de Trinitarios de Cuéllar
había pasado a pertenecer al príncipe de Sans (Sanza), en el reino de Nápoles.
Nuestro desaparecido cronista demuestra, una vez más, que se interesa y que
pasa por todo lo que tiene que ver con la historia de la villa, y reprocha al
historiador del siglo XVII que no aporte los documentos para sostener esta
afirmación. Planteamos que es verosímil que Dña. Josefa Bazán y Castro, condesa
de Castrollano y princesa de Sanza, establecida en Nápoles, se hiciera cargo
del patronato del convento como familiar más próxima a las fundadoras del
mismo. Sin embargo, desde que nuestra protagonista se mudó a Sicilia, su
seguimiento, y el de su marido, se difumina y se nos pierde en los documentos.
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Convento de la Trinidad, Cuéllar.
A mediados del siglo XVII su patronato había recaído en el príncipe de Sanza,
en el reino de Nápoles. |
Sirvan estas palabras de
introducción a nuestro relato que
comienza a continuación.
EL PALOMAR QUE LINDABA…
Yo, Diego Velázquez de Figueroa, escribano del número de la
villa de Cuéllar y su Tierra, por merced de D. Francisco Fernández de la Cueva,
mi señor, Duque de Alburquerque, General de la Caballería de Flandes,
Gentilhombre de su Majestad, mi gran monarca D. Felipe el cuarto, que Dios
guarde. Digo que, como notario, quiero dejar constancia de que todo lo que aquí
escribo es la verdad, que lo he sacado a la letra de papeles que obran en mi
poder y que son de crédito y si alguno viniere en contrario le daré
satisfacción. Mucho debo a mi vecino, D. Diego Bermúdez, que me pone al día de
lo que pasa en la corte, que se cartea con D. Josef Pellicer, cronista del rey,
y le visita en Madrid, donde estuvo este mismo verano. Solo me mueve la intención
de dejar constancia y que se tenga memoria de lo que digo, y para ello lo
guardaré en mis registros para que en el futuro tengan conocimiento de lo que
voy a contar.
***
En la villa de Cuéllar, hoy jueves
seis de diciembre del año de nuestro Señor de mil y seiscientos y cuarenta y
seis, en las casas del susodicho escribano Diego Velázquez, parescieron dos
vecinos del lugar de Gomezserracín para redactar carta de venta, ante mí y los
testigos infraescriptos, de una huerta con su palomar:
Sépase como yo, Bartolomé Muñoz, vecino del lugar de
Gomezserracín, por la presente vendo y doy en venta real por juro de heredad
para agora y para siempre jamás a Francisco Muñoz, vecino de este lugar y
procurador del sexmo de Navalmanzano, para que sea para él y sus hijos
herederos y sucesores, y para quien después de ellos lo haya de haber, una
guerta cerrada y un palomar, a do llaman Carra Santa Olalla. Linderos de una
parte los ejidos del lugar de Gomezserracín y dicho camino de Santa Olalla y
hacia cierzo tierra de Doña Jusepa de Bazán, condesa de Castrollano, que la
trae en renta Juan Arranz, vecino de este lugar. En precio y cuantía de
cincuenta ducados que por la dicha guerta y palomar me ha dado y pagado...
Distinguido lindero para tan
modesto palomar: Doña Josefa de Bazán y Castro, de la hidalga familia de los
Bazanes de Cuéllar, cuya azarosa vida ha ido ligada a la fortuna de la de sus
dos maridos.
Como les digo, Doña Josefa ha
mantenido los apellidos de su padre, D. Rodrigo de Bazán y Castro, que le dan más
porte. Pues el Castro le viene de su abuela paterna María, hija natural del IV
conde de Lemos. Y por Bazán, algún napolitano ha creído que es hija de D.
Álvaro, el mismísimo Marqués de Santa Cruz. Pero ya les digo que Doña Josefa es
Bazán por los de Cuéllar, que acabaron estableciéndose algunos en México o
Nueva España, como la bautizó Grijalva, que si no de qué iba a tener esta
señora una tierra lindera a vuestro huerto.
El padre de D. Rodrigo de Bazán y
Castro fue Antonio Verdugo Bazán, que nació en México en 1543, de padres
cuellaranos y descendiente de conquistadores, abuelo paterno por tanto de
nuestra Doña Josefa. Don Antonio trastocó sus apellidos y pasó a llamarse D.
Antonio Velázquez de Bazán porque anduvo, hace unos años, reclamando y
pleiteando con el fiscal del rey, Don Felipe el segundo, por la herencia de su
antepasado, el adelantado Diego Velázquez de Cuéllar, como pariente más
propincuo de tan ilustre cuellarano, conquistador de Cuba y burlado por Cortés
en la de Nueva España, que él había patrocinado. Alegó que era nieto de Isabel
Velázquez, hermana del Adelantado.
Se concilió el pleito compensando
a Don Antonio con cierta cantidad de pesos, situados en rentas de indios en
México, y con un hábito de la orden de Santiago. En el lote, solicitó otro
hábito para su hijo Don Rodrigo, pero se le contestó que ya había sido
bastante. Regresó a Nueva España con un buen séquito de criados, muchos de esta
villa, y también con el cargo de Alguacil Mayor del Santo Oficio de México,
habiendo sido él el primero que lo ejerció y su hijo el segundo, porque lo
heredó.
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Teothiuacán, México. Pirámide del
Sol vista desde la pirámide de la Luna. En este entorno tuvieron los Bazán una
de sus encomiendas de indios en Nueva España.
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D. Rodrigo de Bazán y Castro,
padre de Doña Josefa, pasó su vida a caballo entre México y Madrid, donde
figuraba como vecino, pero administraba sus intereses en la Nueva España como
los Alvarado, que tienen un molino en La Fresneda. Renunció a usar el Velázquez
de apellido porque la herencia del Adelantado ya estaba saldada y solo de
resultas le quedaron las encomiendas de indios en América y su cargo de
Alguacil del Santo Oficio. Por eso decían: D. Rodrigo de Castro, que tiene
indios en México y reside en Madrid. Esta querencia a permanecer en la
corte le venía de su padre, D. Antonio Velázquez, que pedía prórrogas para
disfrutar de sus rentas en América permaneciendo en Castilla, prefiriendo Madrid
a Cuéllar. Alegaba estar enfermo de perlesía y gota perpetuas y se ponía, a
mayores, los años que no tenía.
Y en Madrid casó D. Rodrigo, padre de la condesa, con la
joven Juana de Vargas y Matallana, hija de Juan de Matallana, difunto, criado
que fue del rey, y de Juana de Vargas. Que si no era de noble estirpe, aportó
una buena dote. Casi cinco cuentos, que son cinco millones, de maravedíes.
(Corría el año de 1604, que siendo yo niño recuerdo ver, desde el Castilviejo,
el trajín por Carrasegovia de las gentes que acudían a Valladolid. Polvaredas
por los arenales de Pinarejos y Sanchonuño. El duque de Lerma quería la capital
del reino, y al rey, en la ciudad del Pisuerga).
A poco de casado, de mandado, le requieren a D. Rodrigo
en Nueva España, dejando a su mujer y familia en Madrid y sin medios para
sustentarse, que los cinco millones estaban en censos y no se cobraban los
réditos. De poco le valieron para no volver a México sus alegaciones de ser
recién casado, ni las influencias de su pariente el VII conde de Lemos, que las
tenía, que fue, por los años que tocamos, protector de las literarias tareas de
Miguel de Cervantes.
Entre idas y venidas, mandaron a Sevilla desde México,
año del veintidós, la liquidación de bienes de D. Rodrigo de Bazán y Castro, que
no es sino su fe de defunción. Se había comprometido con el nuevo virrey,
Marqués de Gelves, en poner orden en el caos del virreinato y fue nombrado
capitán de caballos de los encomenderos, alcalde Mayor y Capitán de Guerra y
murió en ese empeño de acabar con los bandoleros.
Casó su hija Josefa Bazán y Castro, en 1626, con Luis
Trejo y Gasca Salazar, de 17 años, XV señor de Grimaldo y de las Corchuelas, capitán
de caballos-corazas, después Maestre de Campo de un tercio de españoles en
Italia y Flandes y gran rejoneador. Pero dicen los papeles que se descasó de
D. Luis. Como la Bazán no paría hijos y él fuera un redomado mujeriego, el
tribunal de la Rota determinó la anulación del matrimonio sin haber cumplido
los diez años de casados. El buen partido que fue para la de Cuéllar emparentar
con un caballero noble y de título, que aquí de tanto no los había, terminó muy
mal para ella.
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Casó Dña. Josefa de Bazán con D. Luis de Trejo, capitán de
caballos-corazas y gran rejoneador. María Eugenia de Beer. Rejoneo. 1643.
Biblioteca Nacional. |
Dicen, los que le conocieron, que era el primer marido de
Doña Josefa Bazán un hombre sobre muy bizarro y lucido, temerario, y de los que
solemos decir que son crudos. A la par que elegante, pues con solo quince años
ya tenía cédula de Felipe IV autorizándole para vestir de seda y de colores, a
pesar de lo que establecía la Orden de Santiago, de la que ya era caballero.
El 17 de abril de 1641 murió, desgraciadamente, D. Luis
de Trejo en un duelo a espada con un caballero llamado Abarca. Había hecho que
llegar de Milán, un mes antes, y el rey le había nombrado Gobernador de la
Caballería de Andalucía. Había galanteado en Madrid, antes de partir
para Italia, a una dama principal y de porte, viuda ella. Se llamaba Francisca
de Ahedo. Esta dama, en su ausencia, se dejó festejar de D. Diego Abarca
Maldonado, contador mayor de la Cruzada para rescatar cautivos. Con la venida
de Trejo a Madrid, éste la quiso visitar de nuevo en su casa y lo hacía de
cortesía. Le pidió Abarca a D. Luis, con todo comedimiento, que desistiera de
aquel empeño. Y resolvió Trejo en que no había más remedio que el de las
espadas. Así retados, y solos, salieron al Prado alto, donde D. Luis, sobrado
de su experiencia, iba con ánimo de desarmar a su contrario al primer golpe;
pero sucedió muy al revés de lo que pudo imaginar, pues al punto Abarca le
atravesó de una estocada hígado y bazo: cayó Trejo mortal y Abarca le ayudó a
levantarse y lo llevó a un convento próximo. Los amigos de D. Luis al punto le
querían vengar, pero éste los contuvo por haber sido herido en buena lid. Era
un caballero. Y allí murió, en manos de su madre, Doña María del Barco Gasca y
Salazar, que, avisada, acudió a su encuentro. Dio el momento lugar a una
emotiva imagen, que me imagino, como la Piedad que hay en el Hospital de la
Magdalena.
De resultas de sus visitas a Francisca de Ahedo tuvo un
hijo natural, llamado Luis Felipe, que se bautizó en Madrid en enero de 1642 y
que sería, como su padre, capitán de caballos-corazas y caballero de la orden
de Santiago, y por las cuentas que nos echamos también hijo póstumo.
Rehizo su vida Doña Josefa casándose con D. Luis Orífice
de Mendoza, conde de Castrollano. Noble segundón de Nápoles, educado por su
madre a la española, que medró al amparo de la corona en la corte de Madrid. Él
puso el porte y el título; ella una importante dote de doscientos mil ducados
que condenaba a su hermana a profesar en el claustro de un convento. Ella era
bien parecida; él un apuesto galán. Luis Vélez de Guevara le hace desfilar en El
diablo cojuelo con la nobleza de Madrid: Allí va el Conde de Castrollano, napolitano Adonis. Allí se verá, yo lo tengo, que no lo supongo.
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Luis Vélez de Guevara: Allí
va el Conde de Castrollano, napolitano Adonis. El diablo cojuelo: el demonio levanta los tejados de Madrid. (Dibujo
de la edición del siglo XVIII).
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Vino a
la boda en Madrid el hermano mayor del conde, Giovanni, o Juan, Orífice, príncipe
de Sanza. Quería con ello alejar de sí las sospechas que sobre él se tenían de
que andaba metido en una conspiración separatista napolitana, año 1636. No solo
son catalanes y portugueses los que conjuran. Necesitado está nuestro
rey de soldados y dineros. Que anda haciendo levas, como sabéis, también por
estas tierras, en cada aldea lo que le toca. Que los dos quintados de Olombrada
andan prófugos, que dicen que al rey la hacienda ya le dan, pero la vida la
quieren para ellos y vivirla quieren en paz.
A día de
hoy, sigue Doña Josefa gozando de algunas mercedes que les dieron a sus
antepasados para compensarles sus esfuerzos en la conquista americana. Disfruta
de encomiendas de indios en Atlapulco y Teotihuacán, nombres que nos suenan
lejanos. Pero las rentas menguan si no estás sobre el terreno. No me consta que
la condesa haya estado nunca en México, y si estuvo se volvió a la carrera con
su marido.
Sobre
los dineros que le llegan de Nueva España, la Concepción Francisca de Madrid,
orden de monjas de su hermana, sor María de San José, ha reclamado los mil
ducados anuales que los condes se obligaron a pagarle por escritura. Son más
diligentes en cobrar sus rentas en la Tierra de Cuéllar, por medio de su
administrador, que en cumplir con su hermana lo que le deben.
Anduvo por Madrid, en cuadrilla, el
conde de Castrollano con otros napolitanos: Alonso Gaetano, duque de
Lorenzana, el hermano de éste, Carlos, y otro que no recuerdo. Más amantes de
la vida frívola de la Corte que del campo de batalla, se aprestaron, sin
embargo, los cuatro a ir en el ejército del rey al socorro de Tarragona,
asediada del francés, verano del cuarenta y uno. Y en otoño, de regreso en
Madrid, que hubo en la Puerta del Sol toros y cañas, al acabarse el festejo,
bajaba el señor D. Julián, hijo del Conde Duque, entonces valido del rey, con
el conde de Grajal, D. Jerónimo de Vera, caballero de Calatrava, su asistente.
Acertaron a bajar por las escaleras el duque de Lorenzana, su hermano D. Carlos
y D. Luis Orífice, nuestro conde de Castrollano. Dijeron los tres napolitanos a
D. Jerónimo de Vera, sin conocerle, algunas palabras sobre que bajase aprisa,
por ser el tránsito estrecho. En llegando a la calle sacaron la espada el de
Vera y el señor D. Julián con los de su séquito contra los italianos; hubo
buenas cuchilladas que se apaciguaron en sabiendo unos y otros quiénes eran.
|
De regreso a Madrid, que hubo en
la Puerta del Sol toros y cañas, al acabarse el festejo, bajaba el hijo del
Conde Duque… (Cuadro de Juan de Lacorte. Museo Municipal de Madrid)
|
.
Tengo que volver a tratar de su
hermano, Juan Orífice, el susodicho príncipe de Sanza. Vuelto a Nápoles, el
virrey lo encarceló un mes por un banal incidente de protocolo. Resentido, se
refugió en Roma,
donde, dicen algunos, tuvo inteligencia con el embajador de Francia sobre la
entrega de Nápoles al francés. Fue capturado por secuaces del virrey y llevado
de nuevo a Nápoles, donde se le juzgó sumariamente y se le condenó a muerte por
alta traición. No en la horca sino decapitado, porque era noble. Y para
ejecutar la sentencia andaban buscando a un carnicero. Así, tuvieron los
napolitanos su propio Rodrigo Calderón, porque mostró el príncipe de Sanza tal
dignidad en el patíbulo que atrajo la admiración de todos, provocando
inesperados sentimientos de piedad. Fue en enero de 1640, en la plaza del
mercado de Nápoles.
El conde de Castrollano, su hermano, haciendo un alarde
de lealtad, se presentó, en Madrid, ante el rey para decirle que si no había
verdugo en Nápoles, él serviría ese oficio. Esto dicen unos, que yo más creo
que fue a pedir clemencia para su hermano, dudando al punto que fuera culpable
de conspiración, cuando ya estaba bien muerto.
Hizo merced el rey nombrando al
marido de Doña Josefa miembro del Consejo de Guerra y straticó de Mesina, en
Sicilia, que es lo mismo que gobernador. Cargo muy honorable porque es esa
ciudad la llave de la isla y el antemuro de toda Italia.
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Grabado del puerto de Messina,
Sicilia. Último destino conocido de Josefa de Bazán y Castro, condesa de Castrollano
y princesa de Sanza.
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Murió, entretanto, el sobrino de
D. Luis, hijo de su hermano Giovanni, el degollado príncipe de Sanza, que era
un niño. Heredó así el conde el título y mercedes, que las había restituido el
rey, considerando la inocencia del decapitado. De esta manera, nuestra Doña Josefa
de Bazán devino en ser la princesa de Sanza.
Se han mudado D. Luis de Orífice y
Doña Josefa, llevándose toda su casa, desde Madrid, para tomar posesión en
Sicilia de tan principal oficio del reino: straticó de Mesina. Allí siguen, a
fecha de hoy.
(Os he resumido, cuanto he podido,
las especies porque sean solo apuntaciones. Con más extensión me quedan para
quien las necesite, con otras de varias clases. Y con esto que les digo,
valga.)
|
Escudo de los Orífice: León
de oro, coronado, portando una rama de laurel, con faja que lo cruza de
izquierda a derecha.
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***
P.D.: 1647. Siendo straticó de
Mesina D. Luis Orífice, hubo sublevación en Sicilia por la subida de impuestos y
levas de soldados, que sumado a las malas cosechas por la sequía y la hambruna
consiguiente, motivaron el levantamiento en Palermo de Giuseppe de Alesi. Solo
Mesina se mantuvo al margen, ya que el príncipe de Sanza era tenido en mucha
estima por los de esta ciudad, pues veían en él a un napolitano que tenía a su
mando tropas españolas, cosa muy poco común.
1648: Madrid, 10 de mayo, se
celebran festejos y actos religiosos con motivo de la pacificación de Nápoles.
FUENTES:
Archivo Histórico Provincial de Segovia:
Protocolos notariales de Diego Velázquez de Figueroa, años 1645 y 1646.
Archivo General de Indias: PATRONATO,183,N.1,R.14
Expediente promovido a instancia de Antonio Velázquez de Bazán, nieto de Isabel
Velázquez, hermana del adelantado Diego Velázquez, sobre que se le continuase
pagando en España lo que gozaba como sucesor de las gracias concedidas a dicho
adelantado. Compromiso entre el Rey y el dicho Antonio Velázquez de Bazán, por
el que este se aparta -y a sus sucesores- de todos sus derechos y acciones,
dándole anualmente 5000 pesos, situados en rentas de indios de Nueva España,
cesando al mismo tiempo cuantas reclamaciones se pudiesen hacer a los derechos
del citado adelantado.
Francesco Savasta: Il famoso caso di Sciacca. Palermo 1843.
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