LA ORDEN JERÓNIMA
Hubo desde sus orígenes una
relación muy especial entre los monjes jerónimos y la corona española. En sus
principios se encuentra una idea emparentada con aquella que dio origen a la
orden de los cartujos. Alfonso XI de Castilla (1312-1350) reunió a todos los
ermitaños distribuidos por su reino en un lugar cercano a la iglesia de San
Bartolomé de Lupiana (Guadalajara), en el arzobispado de Toledo. Poco después
ingresaron en la comunidad de oración de estos monjes el primer gentilhombre de
la corte, Pedro Fernández Peche, con su hermano Alfonso, obispo de Jaén, el
portugués Basco y otros amigos de la nobleza. Sus conversaciones con el papa
Gregorio XI desembocaron en la autorización de una regla que en esencia
corresponde a la regla de San Agustín, con algunos añadidos de las normas de
San Jerónimo. Se abandonó así la intención primitiva de vivir entre los monjes
a modo de hermanos conversos según la regla de la orden tercera de San
Francisco. Pero una de las características de la nueva orden siguió siendo que
se mantuviera abierta a los elementos laicos de la nobleza, la posibilidad de
compartir la severa vida de ascetismo y estudio de los monjes, ya fuera por un
breve periodo o para siempre. Incluso los reyes podían llevar aquí una vida de
monjes.
Ya en 1415 había 25
establecimientos de los jerónimos. El principal de ellos fue el de Nuestra Señora de Guadalupe, en
Extremadura, fundado en 1389.
Arquitectónicamente, las
reglas exigían varios patios para poder dar cabida a todas las celdas de los
monjes y alargar las vías de procesión. El monasterio de Guadalupe poseía,
aparte del claustro mayor, otros dos patios interiores más pequeños. Desde un
principio, todos los cenobios jerónimos se caracterizaron por un cierto lujo
arquitectónico (lo que se contradice con lo que nos contaron para los edificios
originales del convento de La Mejorada, en Olmedo). Eran varios los monjes que
disponían de grupos de celdas para ellos solos. También eran tradición las
grandes bibliotecas. Los monjes vivían bien, pero observaban un severo ayuno.
Cuatro años después de su voto en relación a su victoria en San Quintín, Felipe II, informó en 1561 al capítulo general de la orden en Lupiana de su propósito de construir un monasterio jerónimo para 50 monjes. El lugar elegido estaba al pie de la sierra de Guadarrama. En 1563 se procedió a la colocación de la primera piedra, pero ya se el rey había dado a las instalaciones el nombre de El Escorial.
Cuatro años después de su voto en relación a su victoria en San Quintín, Felipe II, informó en 1561 al capítulo general de la orden en Lupiana de su propósito de construir un monasterio jerónimo para 50 monjes. El lugar elegido estaba al pie de la sierra de Guadarrama. En 1563 se procedió a la colocación de la primera piedra, pero ya se el rey había dado a las instalaciones el nombre de El Escorial.
(Tomado de Wolfgang Braunfels: La arquitectura monacal en occidente. Barral).
LOS JERÓNIMOS EN LA TIERRA DE CUÉLLAR
LOS JERÓNIMOS EN LA TIERRA DE CUÉLLAR
Un documento que aporta datos
nuevos sobre la vida de Alfonso García de León, contador mayor de Enrique III,
es una bula expedida por Benedicto XIII en Aviñón, con fecha 25 de marzo de 1398. Este Papa a súplicas del
noble cuellarano y de su mujer, Urraca García, faculta al obispo de Segovia
para fundar y edificar un monasterio de la orden de San Jerónimo en la basílica
de Santa María del Pino, sita en la jurisdicción de Cuéllar, para trece monjes,
provenientes del monasterio de La Mejorada, en la cercana Olmedo.[1]
Cúpula mudéjar del Monasterio de La Mejorada, Olmedo. Orden jerónima. |
Esta idea de Alonso García de
León chocaría con la intención de su señor, Fernando de Antequera, de fundar su
propio monasterio con frailes jerónimos en La Armedilla. Por no contrariar al Infante, Don Alonso buscó otra orden
para el suyo y los frailes que acabaron en El Pino de Mata de Cuéllar fue la de
los agustinos.
A principios de 1405,
Benedicto XIII manda al obispo de Palencia que ratifique la fundación realizada
hacía tres años por Fernando, hijo del rey de Castilla, Juan. Se trata de la
conversión de la basílica de Santa María de la Armedilla en monasterio de la
Orden de San Jerónimo, que con licencia episcopal realizó dicho Fernando,
contribuyendo a la construcción de su torre, campana, cementerio y oficinas para
prior y otros frailes y dotándolo además con sus propios bienes.[2]
Los jerónimos aparecen ya en
La Armedilla antes de 1405, año en el que el mismo papa Benedicto XIII, a
petición de su prior, concede a este monasterio los mismos privilegios
otorgados por Gregorio XI a la casa madre de la orden, en San Bartolomé de
Lupiana. En particular los relacionados con la exención de diezmos sobre los
frutos obtenidos con su trabajo en sus huertos y posesiones, bosques y
colmenas.[3]
Un patronazgo similar a los de
Alonso García de León, en el Convento del Pino, o al de Fernando de Antequera
en La Armedilla, había sido el de la reina Catalina de Lancáster en Santa María
de Nieva. Esta reina mandó edificar una iglesia que acogiera a una virgen que
se llamó de la Soterraña, que apareció en un descampado de Nieva, obteniendo en
1393 bulas del papa Clemente VII para segregar de la parroquia de dicho lugar
su fundación, al cargo de la cual puso a los dominicos.
En los casos de la Tierra de
Cuéllar, parece que había tanto en La Armedilla como en La Mata un culto
mariano preexistente. Seguro para la primera, su propio topónimo que deriva
de La Hermidilla,[4]
o ermita pequeña, así lo confirma, junto a la documentación histórica que se
conserva sobre la misma. Para Nuestra Señora de Gracia del Pino, la bula que
solicita Alonso García de León cita una basílica preexistente, término
arquitectónico sin duda grandilocuente o mal traducido. Estaríamos
probablemente también ante una modesta ermita que cobijara la imagen mariana
que tendría una devoción considerable en la zona, y en la que puso sus ojos
García de León para la fundación de su patronato. Tanto en La Armedilla como en
La Mata se daba uno de los requisitos más importantes tenidos en cuenta en las
fundaciones jerónimas: los dos lugares estaban retirados, a una distancia
importante, de un núcleo de población grande, en este caso la villa de Cuéllar.
Sepulcro renacentista en la capilla de La Mejorada (Olmedo). Familia Zuazo. |
Nos ha parecido oportuna la inclusión aquí de estas noticias
por la importancia que tuvo en la vida de Gómez González, fundador del Hospital
de la Magdalena de Cuéllar, la orden jerónima. Anhelaba el momento de retirarse
a uno de sus monasterios. Hay que preguntarse por qué, habiendo monasterio
jerónimo en la Tierra de Cuéllar, prefirió el de Guadalupe, en Extremadura.
EL CONVENTO DE NUESTRA SEÑORA DEL PINO
EL CONVENTO DE NUESTRA SEÑORA DEL PINO
(Versión de Melchor Manuel de Rojas, año 1763) En la jurisdicción de Cuéllar, se localiza en unos pinares del
término de La Mata, a dos leguas de la Villa. De Agustinos calzados, donde tuvo
su primer Priorato el gran limosnero Santo Tomás de Villanueva.[1]
Se dedicó, dotó y fundó en el año 1392, como se da cuenta en la
Dedicatoria previa a la vida de D. Gómez González, por Alonso García de Cuéllar
y León, Contador Mayor que fue del rey D. Enrique III, su Tesorero y Alcaide
del alcázar de Segovia.[2]
Su patronato corresponde hoy a ... /renglón en blanco/.[3]
He visto manuscrito antiguo que asegura la
tradición de que hubo allí antiguamente Convento de Carmelitas, pero nada se
asegura de esto entre los analistas ni Crónicas. Fue siempre de tres o cuatro
individuos.
En el itinerario de Juan II,
rey de Castilla, se cita a Santa María del Pinarejo (20 de mayo de 1445, justo
después de la Batalla de Olmedo). Puede referirse al Convento de Santa María
del Pino y expresado con la otra fórmula por los cronistas del rey. Esto en
relación a que se cita que el Real en Santa María del Pinarejo era cerca de
Íscar: fue a sentar real con su hueste en
un prado cerca de Íscar y esto fue a veynte de mayo. (Chacón pág. 175). Después
salió el rey hacia Cuéllar sin llegar a entrar en la villa.[1]
Cañas Gálvez propone que puede tratarse de la localidad de Pinarejos, muy cerca
de Cuéllar, y después identifica erróneamente Velasco Nuño con Sanchonuño.
Seguía el rey en el real de Santa María del Pinarejo a
primeros de junio.
1. El itinerario de la corte de Juan II de Castilla (1418-1454) Escrito por Francisco de Paula Cañas Gálvez
[1] Santo
Tomás de Villanueva. Prelado español (1486-1555). Enseñó filosofía en las
universidades de Alcalá y Salamanca; ingresó después en la orden de San Agustín
y se ordenó sacerdote en 1520. Predicador de Carlos V, tuvo que aceptar, aun a
pesar suyo, el arzobispado de Valencia, y entonces se dedicó a una amplia
campaña reformadora de la disciplina eclesiástica en una región con un sustrato
morisco muy importante. Su episcopado se distinguió por la austeridad y la
profusión de obras sociales que llevó a cabo. Entre sus obras destaca El Sermón
del Amor de Dios.
Rojas sitúa a
Villanueva en el Convento del Pino en
sus primeros años de Agustino, donde tuvo su primer priorato, dice. Otra documentación
confirma su presencia en el convento de La Mata, de retiro espiritual, cuando
recibió el nombramiento de la silla de Valencia, octubre de 1544. (Carta a D. Francisco de los Cobos, 8-IX-1544, AGS,
Estado, leg. 293).
El propio Fray Luis de
León estuvo en este convento en 1589, allí presentó su texto conocido como La
forma de vivir, que regularía la vida en los cenobios de agustinos
recoletos.(Saturnino Álvarez Turienzo).
Entre los moradores de
este convento estuvo también el agustino Fray Francisco de Castro (+1603),
considerado venerable por los cronistas de la Orden, el cual prefería cenobios
retirados como era el caso del de La Mata. (Crónica Espiritual Agustiniana: Vidas
de santos, beatos y venerables religiosos y religiosas del Orden de su gran
padre San Agustín. Por Sebastián
de Portillo y Aguilar. Año 1651. Tomo IV. Pág. 214)
[2] Sirvió
este monasterio como panteón de algunos de los miembros de la familia
Henestrosa, heredera del patronato del convento, como señala Rojas en la vida
de Gómez González. Es el caso de Diego López de Henestrosa y Córdoba, cuarto
nieto del fundador del convento, y Catalina de Quesada, su mujer, año de 1565.
Diego López era el hijo varón mayor de Martín López de Córdoba Hinestrosa.
En documentos medievales
(CDC) se cita al monasterio como Santa María del Pino, donde se reunían los
representantes concejiles de Cuéllar e Íscar para dilucidar diferencias de
términos y los embargos por multas a vecinos de una y otra tierra. (Siglo XV)
[3] No
indica Rojas a quien correspondía el patronato del convento en 1763 porque se
lo disputaban, en pleito ante la Real Chancillería de Valladolid, dos miembros
de la familia Vellosillo: Miguel Remigio Velázquez de Vellosillo, regidor
perpetuo de la Villa, con Francisco Vellosillo Henestrosa.
[1] “Piis didelium...” Tasa 40
libra. Registro Vaticano 322, folio 490 r.-v. Bulario de Benedicto XIII. Ovidio
Cuella Esteban. Fuentes históricas aragonesas. 46.
[4] Ermitiella,
en el siglo XII. A comienzos del siglo XV, el extremo conflicto que ocasionaba
pleitos e prendas e muertes pasa a manos de Don Fernando de Antequera, infante
real, quien ejecuta dos iniciativas importantes en esta zona. Invita a los
jerónimos de la Mejorada, en Olmedo, a fundar un monasterio en la antigua
Ermitiella, ya una iglesia semirupestre, formalizándose en 1402 este extremo,
aunque ya llevaban los monjes allí unos años; y apeando el territorio.
Poco o nada debió gustar al Concejo Cuellarano que sobre la misma fuente de
agua y cañada al Duero se instalara un monasterio iniciándose una fase de
desavenencias que se siguen durante siglos.
Don José Ramón, disculpe, ¿podría hacerle una consulta?
ResponderEliminarNo encuentro su correo, ¿dónde puedo escribirle? Estoy investigando algunas cosas y me gustaría saber su opinión.
Estimado Albert. Disculpa la tardanza en contestar a tu petición pero no vi tu mensaje hasta este momento. Puedes dirigirme tu consulta a este correo: jrcriado04@yahoo.es.
ResponderEliminarQuedo a tu disposición para lo que esté en mi mano poder ayudarte.
Un saludo.
J. Ramón Criado.