Como
anecdótico, en los mentideros de la pequeña villa castellana, en el año 1791,
fueron muy sonados los dos libelos o pasquines difamatorios que aparecieron a
primeros de noviembre en las puertas carreteras de Dña. Antonia Figueroa, viuda
de D. Melchor Nicolás de Rojas. El segundo pasquín apareció al otro día pegado
con engrudo en el arco de la Trinidad, justo cuando por allí habían de pasar
quienes iban a cubicar la cosecha del mosto en las bodegas. Los dos eran muy ofensivos e injuriosos (además
de groseros en sus palabras) contra el honor de la viuda, a la que se la acusaba
de recibir por las noches a un padre trinitario. Tal vez fueran obra de un
despechado.
Defendió Baltasar Alonso, procurador de causas ante la justicia de Cuéllar y Defensor del Hospital de la Magdalena, a Dña. Antonia. Y el alcalde mayor se tomó muy en
serio el descubrir al culpable e intervino de oficio interrogando a numerosos
testigos.
Se tomaron muestras escritas de los niños y niñas de la escuela de
Cuéllar y de los estudiantes del Estudio de Gramática por si alguno de ellos
había sido utilizado para escribirlas. Parece letra de adulto, aunque no muy
instruido. En todo caso, no era de ninguno de los dos sospechosos, Manuel
Picatoste y Manuel Rico (tejedor de lienzos y sacristán de Santa María de la
Cuesta). Aún así, se les encarceló solo por los indicios, para ser luego puestos
en libertad bajo fianza.[1]
[1]
Real Chancillería de Valladolid. Salas de lo criminal, Caja 73,3. Se cita un
tercer escrito, en una carta, que no llegó a caer en el jardín de Dña. Antonia
de Figueroa (vivía en la Casa de las Bolas), por lo que se sospechaba que había
sido lanzada desde la casa de Manuel Picatoste, que vivía en la calle de los
Hornos, justo enfrente.
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