En el intento de desarrollar una historia local para el
lugar de Sanchonuño, había observado que por la categoría del lugar solo nos
encontrábamos personajes de segunda, desde el punto de vista histórico, se
entiende. Por otra parte, la gente “ordenada” no suele dejar rastros
documentales. Solo cuando por cualquier razón, alguien se sale de ese “orden”
aparecen los documentos que dan constancia de su pasado y existencia. Para este
fenómeno, para estas pequeñas historias que componen la nuestra, se me había
ocurrido el término de “microhistorias”, pero esa palabra ya estaba inventada.
La microhistoria
es una rama de la historia social de
desarrollo reciente, que analiza cualquier clase de acontecimiento, personajes
u otros fenómenos del pasado que en cualquier otro tratamiento de las fuentes pasarían
inadvertidos. Supone bajar a interesarse por los individuos de a pie y
siguiendo el destino particular de algunos de ellos, aclarar o tratar de
entender el mundo que les rodeaba.
De la
gente normal no queda rastro porque no cuenta las cosas por escrito, salvo que
lo requieran circunstancias especiales. O que un hecho de su vida quede
recogido y guardado en algún archivo. Esto es lo que les ocurrió a Andrés de la
Lastra y a su mujer, Juana de Sanchonuño, que se salieron del “orden establecido”
y se plantearon, sencillamente, cambiar de residencia, dejando su Sanchonuño
natal para marchar al recién fundado Navalcarnero. Pero en el año 1501 este
tipo de decisión tenía que ser consentido, al parecer, por el Señor de la
Tierra de Cuéllar: el Duque de Alburquerque.
Teníamos
a D. Francisco Fernández de la Cueva, hijo de D. Beltrán y II Duque, por un
noble cercano a sus vasallos de las aldeas. Así se puede interpretar de su
intervención en la redacción de las Ordenanzas de 1499. Sin embargo,
cuando supo las intenciones de Andrés de la Lastra lo mandó encarcelar para
impedirle su propósito. No era caso, que por efecto llamada, su jurisdicción
menguara de vecinos. Y siempre se cacareaba que en las villas dependientes del
rey se vivía mejor que en las que tenían señor.
Andrés
de la Lastra, analfabeto pero no ignorante, buscó la manera de hacer llegar
su caso y apelar ante el tribunal de los
reyes, Doña Isabel y D. Fernando. Su reclamación fue atendida y con diligencia.
Desde el Consejo de los Reyes Católicos fue remitida carta al Duque de
Alburquerque recordándole la Pragmática Sanción de 28 de octubre de 1480: Sepades que nos mandamos dar e
dimos una ley para que toda persona que quisiese venir y pasar libremente
pudiese pasar e venir e morar de un lugar a otro sean de Señorío, Realengo,
Abadengo ordinario o behetría, sacando pan, vino, y todos sus muebles, y
ninguno lo impida, ni que vendan o arrienden sus bienes raíces.
Por lo tanto no procedía que impidiera a Andrés de la Lastra
y su mujer Juana su propósito de mudarse de residencia. El Duque obedeció la
orden de los reyes y no se opuso a que se fueran a Navalcarnero.
¿Por qué a Navalcarnero? No les marearé con muchos detalles,
pero los que han seguido la serie Isabel sabrán la importancia que
tuvieron Gonzalo Chacón y Andrés Cabrera en la consolidación en el trono de
Isabel la Católica. Para compensar a estos dos nobles por sus leales servicios
les dio tierras y señoríos. Pero estas tierras se segregaron a costa de la
Comunidad de Ciudad y Tierra de Segovia, que entonces llegaba mucho más allá de
la Sierra de Guadarrama. A Andrés Cabrera y a Beatriz de Bobadilla, su mujer,
les otorgó (1480) el señorío de Chinchón, de nueva creación, que incluía un
considerable territorio, tal vez no muy bien definido. En este contexto,
nacería Navalcarnero, como respuesta de la ciudad de Segovia a las acciones que
venían realizando tanto Cabrera como el comendador de Casarrubios, Gonzalo
Chacón. A través de sus vasallos, estas familias de nobles se encargaban de ir
ocupando los diferentes baldíos que tenía en su poder la ciudad castellana, sin
que nadie hiciera nada.
Al sur del sexmo de Casarrubios, la ciudad de
Segovia fundaría el 10 de octubre de 1499 el lugar de Navalcarnero, con seis
familias llegadas de Perales de Milla, que formaron aquel día su primer concejo
ante el representante oficial de Segovia.
El nacimiento de Navalcarnero
surgió en un contexto histórico difícil. Con esta y otras fundaciones (Sevilla
la Nueva en 1544) Segovia trataba de asegurar y defender las tierras de su
propiedad, amenazadas por el expansionismo de los señores señalados. Cabrera y
Chacón se opusieron con firmeza a esta fundación, haciendo uso de la violencia
en varias ocasiones.
Para atraer y, sobre todo, fijar
nuevos pobladores en Navalcarnero, el concejo de Segovia dictó una serie de
franquicias, esto es, facilidades, para los que quisieran instalarse en el
nuevo lugar. Incluiría sobre todo exención de impuestos durante algunos años y
facilitar tierras comunales para el cultivo individual. A esta llamada
respondieron Andrés de la Lastra y su mujer, Juana, que verían en el cambio de
residencia un proyecto de vida mejor que el que hasta entonces tenían en
Sanchonuño. Pasan de esta manera a ser los primeros emigrantes documentados del
pueblo ya que, salvadas las dificultades a las que se han hecho referencia, se
establecieron en Navalcarnero.
Vendieron los bienes que aquí
tenían. Pero se aprecia en el documento, además de la oposición del Duque, un
chantaje del entorno familiar del matrimonio y, principalmente, del concejo de
la aldea de Sanchonuño. Al estar los impuestos encabezados, si el pueblo pierde
vecinos, los que se quedan tienen que pagar más. Pero esto requiere un análisis
más profundo y aquí no hay sitio. Quiero decir que una forma de retenerlos era
que nadie les comprara lo poco que poseían.
Lo relatado está extraído de dos
documentos conservados en el Archivo de Simancas escritos en letra de la época,
entre cortesana y procesal, donde llama la atención la forma en que el
amanuense escribió “Sanchonuño”.
Para terminar, y en relación a lo
aquí expuesto, quiero contar como, recientemente, en una de las tertulias de
verano, uno de los amigos participantes apuntó que, estando en Villamantilla,
un erudito local expuso que el lugar lo había fundado un pastor de Sanchonuño.
Así lo recogía la tradición en este pueblo de Madrid. Eso es una bomba, le
dije. Pero hasta el momento no hemos tenido tiempo de indagarlo. Será en otra
ocasión.
(En el escudo
de Navalcarnero luce un acueducto de Segovia en recuerdo de los segovianos que
lo fundaron y poblaron).
J. Ramón Criado Miguel
Detalle de la foto del Archivo de Simancas, donde pone Sanchonuño
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