J. Ramón Criado Miguel
Retomamos en este número la obra
historiográfica llevada a cabo por D. Melchor Manuel de Rojas a mediados del
siglo XVIII. Este cuellarano, al
realizar la copia del Cartulario del siglo XV del Hospital de la Magdalena, en
el año 1763, incluyó en ella una Historia de Cuéllar que tenía escrita. Esta
historia era el resultado de la recopilación de datos recogidos a lo largo de
su vida como buen lector y curioso que era. Y allí quedó, a buen recaudo, como
regalo suyo a las futuras generaciones.
Decididamente estamos dispuestos
a sacar adelante una edición, con su estudio, de las Apuntaciones de la
Villa de Cuéllar y Vida de Gómez González. Solos o en compañía de otros.
Hemos dedicado el suficiente tiempo en su análisis para que sean otros los que
se beneficien de ese esfuerzo. A pesar de los renuncios en los que hemos
pillado al autor, la obra merece ser dada a conocer, advertido el lector de las
incorrecciones en que incurre Rojas y la intencionalidad de las mismas. Por el
contrario, en lo positivo, la obra tiene
su valor porque también aporta datos inéditos y originales. En conjunto, la
historia de D. Melchor, es digna de darse a conocer entendiéndola en su
contexto, por ser la primera historia de Cuéllar que se conserva. La invitación
para esta edición queda hecha a organismos y fundaciones interesadas.
El presente artículo se basa en
los trabajos preparatorios del estudio de las Apuntaciones de la Villa de
Cuéllar, con la libertad que me da un medio divulgativo como es la revista
LA VILLA. Sorprenderá al lector del siglo XXI el tema elegido como presentación
y muestra de dicho estudio, pero le invito a que se ponga en el lugar del
cuellarano del siglo XVIII, para así entenderlo mejor. Haremos un recorrido por
los varones, y mujeres, ilustres de la villa de Cuéllar que se significaron por
su virtud, esto es, por haber hecho méritos para haber sido reconocidos como
beatos o santos. Esta era la gran falta que Melchor Manuel de Rojas echaba para
Cuéllar: no haber contado, entre tanto insigne en otros campos, con un santo
que fuera seña de la villa.
VARONES ILUSTRES DE CUÉLLAR.
Melchor Manuel de Rojas recurre
en su obra a presentar los personajes destacados de la Villa y Tierra de
Cuellar clasificándolos por categorías.
El modelo de presentar el
catálogo de personajes importantes en la historia de Cuéllar, naturales de la
villa, separadamente y con los méritos de cada uno, fue un recurso común en las
historias locales de la Edad Moderna. Podrían ponerse numerosos ejemplos. Solo
referiremos a Gil González en su Historia Eclesiástica, o a Colmenares
en la segunda edición de su Historia de Segovia, por ser obras que
consultó y usó Melchor Manuel de Rojas. Remontándonos en el tiempo, el propio
San Isidoro utilizó este formato. Estos catálogos se ofrecen como modelos de
vida que hay que imitar.
El inconveniente de este método
radica en que la figura del personaje ilustre en el catálogo, queda desgajada
de su contexto histórico. En algunos casos, incluso sin la orientación de una
mínima cronología.
En el elenco de Rojas se aprecia
una jerarquización en las diferentes clases de hombres ilustres siguiendo este
esquema:
1.- Clase primera: virtud. Mártires y venerables.
Con siete entradas.
2.- Clase segunda: Varones
ilustres en letras y puestos eclesiásticos. Con catorce entradas.
3.- Clase tercera: Escritores.
Siete entradas.
4.- Clase cuarta: Empleos
seculares distinguidos. Treinta y cinco entradas.
5.-Armas. En la conquista de
América. Treinta conquistadores presentados por familias.
6.- Clase sexta: Armas fuera de
la conquista. Veintinueve entradas.
7.- Clase séptima: Valor Heroico.
Francisco Cabrero.
En un principio iba a constituir
un cuerpo a parte de las Apuntaciones, pero por la brevedad de éstas
formaron una unidad con ellas.
Llama la atención el historiador
Balbino Velasco Bayón sobre la gran cantidad de hombres ilustres que, habiendo
nacido en Cuéllar, ocuparon puestos relevantes tanto en política como en la
ciencia o la virtud. Estos varones ilustres saldrían en su mayoría del Estudio
de Gramática y constituyen una grata sorpresa para el investigador.
Rojas, por su parte, y lo expresa
claramente, echa en falta un santo nacido en la villa de Cuéllar. Así, empezará
la relación de hombres ilustres por los que habían destacado o hecho méritos en
el camino de santidad.
Las principales operaciones
del hombre son las de la virtud, porque éstas tienen seguro el premio y siguen
a la eternidad. Todo tiene fin menos la virtud.
Esta idea
cabe muy bien en el pensamiento del hombre medieval y en el del Antiguo
Régimen. El hombre por formación durante su vida, adoctrinado desde el seno de
la Iglesia, piensa que debe hacer lo necesario para asegurarse la vida eterna.
Cada uno en la medida de sus posibilidades. Por esto, Rojas se fija en primer
lugar en los ejemplos de sus paisanos que han destacado por haber iniciado un
camino de ascetismo y por haber hecho meritos para la santidad.
PRIMERA
CLASE: VIRTUD.
Por
delante incluso del fundador del Hospital y Estudio, D. Gómez González,
considera al cuellarano Fray Alonso Gómez de Encinas, mercedario y
mártir en Perú, en el año 1624.
Desarrolla Rojas una biografía del misionero que no se dará con esa
extensión en otros personajes de sus Apuntaciones
y a la altura de
historiadores de nuestro tiempo. Incluye datos exclusivos como su año de
nacimiento (1561) y su filiación segura a la parroquia de San Andrés, que
contaba en tiempos de Rojas con una imagen en talla de este hombre venerable.
Estamos ante un grado de virtud por debajo de santos y beatos. Un mártir
venerado solo por los fieles de su parroquia y de su villa natal. También por
los miembros de la orden mercedaria en Barcelona, porque lo incluyeron entre
sus mártires. (1)
Alonso Gómez de Encinas (1561-1624).
Fraile mercedario martirizado en el Perú. Tuvo imagen de culto en la iglesia de
San Andrés, su parroquia.
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Tampoco
estaba ni siquiera beatificado el venerable hermano Pedro de la Magdalena
(1567-1609), natural de Cogeces del Monte. Sin embargo, la memoria que se tenía
en su pueblo de su vida y supuestos milagros llevó al párroco D. Juan de
Rodrigo a incluir su imagen en piedra en el frontispicio de la iglesia
parroquial. Sería otro ejemplo de hombre venerable con culto local en su
momento. Los ejemplos de veneración a personas no canonizadas se repitieron de
modo abundantísimo entre los siglos XVI y XVIII. Pedro de la Magdalena junto a su paisano
Rodrigo y a Pánfilo Narváez, nacido en Navalmanzano, son los únicos hombres
ilustres de la relación nacidos en la Tierra de Cuéllar y no en la Villa.
Imagen en piedra de Pedro
de la Magdalena (1567-1699) en la fachada de la iglesia de Cogeces del Monte.
La mandó poner el párroco D. Juan de Rodrigo.
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Puede
sorprender al lector de este siglo la inclusión, en la lista de gente virtuosa,
de las dos monjas del Convento de Santa Ana: las venerables Dña. María Núñez
y Dña. Isabel Velázquez y Arias. Por una parte son las dos únicas
mujeres con entrada propia en el catálogo de la primera clase: virtud. (2)
Por otra, por los hechos que
se relatan, referidos sobre todo a la primera de ellas, relacionados con
visiones del maligno y posesiones diabólicas narradas con detalles de los que
no hace uso para otros personajes de la relación de varones ilustres. Sin
embargo, no es atípico que la historiografía barroca dedique un apartado a este
tipo de fenómenos en relación con monjas de demostrada virtud.
Según
Caro Baroja, son muy frecuentes las referencias a visiones del diablo en
biografías y autobiografías de monjas de los siglos XVI y XVII. También en
mujeres que no entraron en ninguna orden, pero que tuvieron fama de santidad.
No era incompatible padecer este tipo de visiones con ser una monja, o una
mujer seglar, virtuosa. (3)
Sin
embargo, Rojas no dejó ninguna referencia cronológica de las dos monjas
cuellaranas. Hasta el momento no hemos encontrado sus nombres en ninguna de las
comunidades del Convento de Santa Ana que hemos visto hasta el año 1620. Es en
el siglo XVII en el que, a priori, cabe situar la vida de Dña. María Núñez y Dña.
Isabel Velázquez y Arias. Partiendo del año de la fundación del convento de
Santa Ana (1571) y del de la redacción de las Apuntaciones de
Rojas (1763).
El
fundador del Hospital de la Magdalena y Estudio de Gramática, D. Gómez
González, aparece con el número dos de los varones ilustres por su virtud.
Para Rojas es otro hombre venerable que no llegó más allá en su carrera hacia
los altares tal vez, apunta, porque la orden de la Cartuja, en la que profesó
los últimos años de su vida, tenía prohibido solicitarlo para sus monjes según
su regla. Méritos, para Rojas, no le faltaron y nos remite a la lectura de la
vida de Gómez González para que hallemos allí las pruebas.
Se echa
en falta a Simón de Rojas, más cuando su beatificación estaba anunciada
en los años de la redacción de las Apuntaciones. El autor de las mismas lo deja
fuera por no ser nacido en Cuéllar. La regla de ser oriundo de la villa se la
aplica incluso a personaje tan señalado en los días de Melchor de Rojas.
Porque, si bien su estancia en el convento cuellarano de los Trinitarios había
sido fugaz, todavía quedaba memoria de él y de ello se había encargado su orden
religiosa. San Simón de Rojas nació en Valladolid en 1552 y murió en Madrid en
1624. En la primera fase de su vida, ya trinitario, fue de convento en
convento, entre ellos el de Cuéllar en 1587, alternando la enseñanza con
actividades más místicas, entre maceraciones, penitencias, tentaciones y
visiones. Se halla representado en la parroquial de Sanchonuño en un lienzo
anónimo del retablo de la Virgen del Rosario. (4) La iconografía coincide con la que
existe de él en Madrid, en el comedor del Ave María que él fundó. Solo que en
el cuadro de Sanchonuño, además del cilicio que la Virgen le facilita para
superar las tentaciones carnales, el Niño le da también un rosario. En este
sentido, hay que profundizar más sobre por qué los trinitarios cuellaranos
estaban detrás de la difusión del rezo del rosario y del culto a esta virgen.
Además de Sanchonuño, encontramos a santos trinitarios o su cruz, con los
brazos rojo y azul, en los retablos de la Virgen del Rosario en Chañe y en
Santibáñez de Valcorba, hasta donde sabemos. (5)
El Beato Simón de Rojas.
Lienzo en el retablo de la Virgen del Rosario de la iglesia de Sanchonuño
(1773).
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La
segunda fase de la vida de Simón de Rojas va ligada a la corte del rey Felipe
III, en Madrid. Sus milagros se multiplican y todos viven pendientes de ellos.
Él sigue a la corte, incluso en su mudanza a Valladolid. Es posible que
visitara entonces Cuéllar. Acabó metiéndose en asuntos
políticos. Al plantearse la expulsión de los moriscos, el padre Rojas dictamina
que hay que aplicar radicalmente la medida. Arremete contra el arte y música
profanas, contra las fiestas, contra la prostitución. Muerto Felipe III, fue
nombrado confesor de la nueva reina, Isabel de Borbón, con la influencia y
poder que este cargo suponía. En resumen, y en palabras de Caro Baroja, fue un “adalid de la Santa España”. (6)
Contemporáneo
de Simón de Rojas fue el venerable padre D. Fernando Velázquez que murió
en el Monasterio de El Paular en 1633. Había profesado en su orden cincuenta y
cinco años y destacaba por sus cualidades virtuosas. En ese tono hagiográfico
de las vidas de monjas, frailes y gente virtuosa de la historiografía barroca
del siglo XVII, relata Melchor Manuel de Rojas la vida de su paisano. Ha
contado para ello con las informaciones que le remitió el padre Carlos Recarte,
prior que era de El Paular a mediados del siglo XVIII. Por esto, la entrada de
Fray Fernando Velázquez es rica en datos y más extensa en contenido que las
citas en historiadores del siglo XX. Había además retrato de este fraile en
dicha casa de su convento.
Se
completa el elenco de hombres y mujeres virtuosos con la inclusión del jesuita
padre Diego de Ledesma (1519-1575), pero desarrolla su biografía dentro
de la clase segunda, distinguidos en puestos eclesiásticos y escritores.
Conserva también el texto de Ledesma un claro estilo de exaltación de su vida,
redactada, a partir de las fuentes que usa, con un marcado estilo religioso. No
falta aquí tampoco la recurrente escena barroca de la aparición de Jesucristo o
la Virgen para sacar al jesuita de un bache vocacional y carnal, en el mismo
sentido que hemos señalado para Simón de Rojas.
PRODIGIOS EN EL CONVENTO DE SANTA
ANA.
Ahora abandono el aire
academicista mantenido a duras penas hasta aquí, porque se contamina por esa
retórica religiosa de los textos a los que nos hemos referido. Es muy
contagiosa. Lo hago con intención y, aprovechando la libertad de este medio,
doy un giro de 180º y hago de abogado
del diablo. Ese diablo que zarandeaba a Dña. María. Debo de ser objetivo a la
hora de tratar a la monja Dña. María Núñez. Qué monja, qué voto de pobreza si
hasta conservó el don de su grupo social y tenía criada en el convento. Los
hijosdalgo de Cuéllar, los cofrades de la Virgen Digna. Don Melchor de Rojas no
dejó ninguna referencia cronológica de esta monja. Cuando se refiere a los
personajes o hechos próximos a su tiempo no lo hace. No piensa en los lectores
del siglo XXI. Da por hecho que sus contemporáneos saben de lo que habla. ¿Nos
ha colado otra falsa noticia? ¿Existió realmente María Núñez? ¿Cómo se tomarán
los lectores del presente la lectura de este relato?
No cambio nada de lo que tengo
redactado. Con probabilidad es un personaje del siglo XVII. Se ha dicho arriba.
Archivo Histórico Nacional. Dos legajos y dos libros del Convento de Santa Ana,
Cuéllar, Segovia. Hay documentos para rato. Pero no hay tiempo. A por ellos. No
hay suerte. Censos y más censos. La mayoría no se cobra. El convento hace aguas
y no solo por las tormentas. Primera tormenta, se la cita en un papel suelto.
Año1638, el escribano García Álvarez de la Vega levanta testimonio de los daños
causados por una tormenta con mucho aparato eléctrico, 26 de junio por la
tarde. Firman el informe las monjas del convento en ese año: Dña. Isabel de
Torres, Magdalena de Torres, Isabel Altamirano, María Ulloa, Catalina Cobos,
Dña. Isabel Velázquez, Dña. María Núñez, Isabel de Rojas, Elvira
de Contreras, Ana de Torres, Francisca de Contreras, Isabel de las Peñas, Dña.
Juana Montaña, Dña. Luisa de Mendoza,. Dña Isabel Vélez de Espinosa, Dña. María
de Cartagena, Beatriz de Íscar, Francisca Ponce, Dña. Isabel Narváez, Dña. Ana
de Stisso? Menudo elenco de apellidos nobles, parece un convento para gente de
bien. Las religiosas piden testimonio por escrito del escribano y que dé cuenta
de lo que consideran milagro o prodigio. La centella que entró por una pared
del altar mayor no produjo sino daños materiales. Habiendo salido las monjas,
que estaban rezando en el coro, ilesas. En el retablo todo estaba ahumado,
excepto las imágenes y el sagrario del mismo. Una talla de bulto de la Virgen
había caído desde un altar muy alto sin sufrir desperfectos. En acción de
gracias celebrarían cada año esa fecha. Nos importa que ya tenemos una firma y
una primera fecha para Dña. María Núñez y de Dña. Isabel Velázquez, religiosas
del convento y coetáneas. Año 1638.
Convento de Santa Ana de
Cuéllar, donde profesó Dña. María Núñez.
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Segunda tormenta, descrita a
continuación del texto de la primera, cien años después, 1746, en el mismo
papel. Se da cuenta de otro rayo que cayó en el convento el 22 de julio de ese
año, día de la Magdalena. Firman todas las monjas lo que consideran milagro.
Habían bajado durante la tormenta (de 5 a 6 de la tarde) a rezar una salve al
coro a Ntra. Señora la Cautiva, que estaba en el altar mayor, encima del
sagrario, con su corona de plata y su peluca. Esta imagen la había regalado al
convento Dña. Ana de la Cueva, Duquesa de Alburquerque, y era muy milagrosa,
según las religiosas. Al llegar al te aclamamos, vieron entrar un rayo
por la ventana de la capilla, por el lado de la epístola, cayendo sobre el
altar mayor. Allí, a pesar del humo, se seguía viendo la imagen de la Virgen en
un halo de claridad asombroso y la talla salió sin daño. Las monjas también.
Dieron fe de lo que vieron el padre guardián de San Francisco y uno de los regidores
de la villa, Agustín de Velasco, que vio un gran resplandor de fuego dentro de
la iglesia y que a saber qué hacía en el coro bajo del convento si era una
orden de clausura.
Pues vaya milagro, me dice un
amigo más escéptico que yo, bajan a rezar la salve para espantar el nublado y
les arrea allí mismo la exalación. Más bien parece un aviso. No sé qué te diga.
(El padre Balbino ha pasado por
aquí, 1970. De su letra ha quedado un papel verde en el legajo, solicitando
algunas fotocopias del mismo. Forma ya parte del documento).
EL TRUCULENTO CASO DE LA MONJA
DOÑA MARÍA NÚÑEZ.
Es en el primero de los dos
libros de cuentas conservados donde encontramos los datos concluyentes de la
existencia de Dña. María Núñez en la segunda mitad del siglo XVII. Se daban
cuentas cada tres años. Se reflejan los censos a favor del convento. Destaca
una escritura contra el Conde de Lemos de 935.200 maravedíes de principal y
42.509 maravedíes de renta pagado a Navidad y San Juan. Pasó ante Juan Bautista
Martínez de Párraga, escribano de Valladolid, año 1607. Se trata de Don Pedro Fernández de Castro (1576-1622), VII
conde de Lemos, presidente del Consejo de Indias y virrey de Nápoles. El que
fuera amigo y protector de Cervantes, el cual le dedicó la segunda parte del Quijote,
las Novelas ejemplares y el Persiles. Hay otro censo contra la Ciudad de Valladolid, otro
contra el Marqués de Villena. Pero las rentas de estos censos no se pagan
sistemáticamente y aboca al convento hacia la penuria.
Tal vez la mala economía sea la razón de buscar
devociones hacia las imágenes y hacia las propias monjas del convento para
captar limosnas que alivien la falta de dineros. El Convento de Santa Ana, extramuros de la villa. ¿Estamos ante
la necesidad de testimoniar prodigios en el mismo para salvar al convento de la
ruina? El colofón sería la exhumación de Dña. María Núñez incorrupta, hacia
1730, pero de este hecho solo nos da testimonio Rojas.
La siguiente anotación que da fe
de la existencia de Dña. María Núñez en el convento aparece en la relación de
cuentas del trienio 1647-1650 en la partida de Dotes, alimentos y pisos:
Dña. María Núñez. Más cien ducados que dio al convento
Dña. María Núñez, religiosa de este convento para ponerlos a censo con patente
de nuestro padre Fray Juan Gutiérrez, ministro provincial, con calidad que sus
réditos haya de gozar por tres días y después los ha de gozar el convento.
Objetivo cumplido. Dña. María
Núñez existió realmente, pero no hallaremos en la frialdad de este libro de
cuentas nada que tenga que ver con los presuntos prodigios sobrenaturales
acaecidos en el convento o padecidos por la monja.
Realmente tuvo una criada a su servicio. En una
apuntación se le anotan sesenta ducados que debió pagar por el piso de su
criada, por tres años hasta febrero de 1687, a razón de 20 ducados por año. No
era una excepción, pues, contar con criada en el convento de Santa Ana. Consta
que otras monjas también la tenían: Dña. Catalina y Dña. Juana de la Cueva,
Dña. Juana de Montaña, Dña. Ana de
Contreras, Dña. Isabel Velázquez y Dña. Ana Irurzun. Otras monjas tomaban
criada puntualmente durante sus convalecencias, enfermas, por tres o cuatro
meses. De servicio común, para todo el convento se habla de una o dos criadas
internas, a cien reales cada una. Además del sacristán, que era el marido de la
casera, que vivían en la casa conventual, y las lavanderas, a las que también
se daba su salario. Preocupadas las religiosas por su salud, tenían también una
iguala con el barbero, Bartolomé de la Zarza, de 66 reales al año.
Puede inferirse de todo esto que
la vida de las monjas del convento de Santa Ana no era de un excesivo
ascetismo, que era un retiro muy relajado. Así lo percibió el padre visitador
en 1676 que las reprendió severamente. Llama la atención a las hermanas sobre el
excesivo número de fiestas que celebran en el convento. Que solo hagan la de
Santa Isabel, que ha de ser también la del santísimo sacramento. Luego cede en
que se celebre también la de Santa Ana, pero en ambos casos con sermón. Se
sorprende el visitador de los grandes gastos en botica, pues gastaban en
medicina sin reparar lo mucho. Advierte que solo den medicinas en los
casos estrictamente necesarios (calentura continua u otro accidente). Que
a las religiosas enfermas habituales y a las que por prevención se quieren
purgar no se les dé botica sino a costa suya. Que no se pongan hachas en el
novenario cuando muere alguna religiosa, aunque haya sido prelada. Que las
gallinas que se dan a las religiosas purgadas se quiten y no se den, pues el
convento no puede hacer estos gastos. Que se quite la colación de Navidad y
Semana Santa.
No hay nada en estos textos que nos informe de los
prodigios de Dña. María Núñez, ni de las visiones que padeció según Melchor
Manuel de Rojas. El rapapolvo del visitador se corresponde con un año en el que
ella profesaba en el convento. Podemos asegurar que María Núñez queda realmente documentada en el
convento de Santa Ana durante la segunda mitad del siglo XVII. Sin que podamos
fechar su muerte, porque aunque en las cuentas se reflejan los gastos empleados
en los entierros de las hermanas, este libro consultado concluye en 1692. El
siguiente no se conserva en el Archivo, salta al año 1754 cuando era abadesa
Dña. Elena María Ruiz de Herrera, de otra familia insigne de la villa.
Las dificultades por las que
pasaba el convento en el año en que Rojas escribe las Apuntaciones eran
evidentes. En las cuentas del trienio 1761-1763, se anotan préstamos de
particulares de Cuéllar (D. Manuel de Burgos, 150 reales, y la Comunidad de
monjas de Santa Clara, 100). El vicario eclesiástico de la villa, Joseph
Cachorro, tiene que prestarles 200 reales de los caudales del Cabildo. En el
apartado de limosnas, hasta la misma reina les había mandado 600 reales, el
cura de Cantalejo 90 y 300 de Dña. Josefa Minguela, residente en la corte, más
otras menores de devotos bienhechores. Emprenderá el convento en años
siguientes una batería de pleitos en el Consejo de Castilla para exigir los
réditos de los censos que no le pagan, verdadera causa de su decadencia. Este
asunto requiere un tratamiento aparte, como la inversión importante que
realizarán las monjas en la compra de un molino en el Vado de la Vaca, en el
río Cega.
Concluimos aquí. Ahora será el
lector el que juzgue el texto de Melchor Manuel de Rojas tal como lo escribió
para sus Apuntaciones. Ya está prevenido de lo que se va a encontrar. He
dejado de lado el prodigio atribuido a su contemporánea, la monja del mismo
convento, Dña. Isabel Velázquez y Arias, para otra ocasión. Queda asimismo
documentada en este periodo de la historia. El mismo emplazamiento hacemos para
el caso del fraile de Cogeces Pedro de la Magdalena.
LOS DOCUMENTOS DE ROJAS.
Convento de Santa Ana.
Convento ahora de religiosas Franciscas y en su origen colegio de Beatas que
podían salir fuera y salían. Ya profesan clausura. Hállase actualmente Convento
muy necesitado. Le fundó la Sra. Dña. Francisca de la Cueva, Condesa de Luna,
hija mayor del III Duque de Alburquerque, el Sr. Don Beltrán, y de Dña. Isabel
Girón, año de 1571, de cuya casa ha habido en él religiosas.
Está situado extramuros de la Villa, entre la puerta de Carchena y el
Convento de San Francisco.
6.
La Venerable Madre Dña. María Núñez, natural de esta Villa, religiosa
profesa en el Convento de Santa Ana de ella. Fue dechado de pobreza, humildad y
recato. No comió por espacio de cuarenta años más que yerbas crudas. Las rentas
que tenía de alguna sustancia todas las consumía en auxilio de las religiosas
pobres y ornamentos de la iglesia. Maceraba cruelmente sus carnes indispensablemente
tres veces al día. Siempre la sirvió de lecho una estrecha tarima sin más
adorno ni ropa que dos talegos de vides. Padeció fuertes molestias del maligno
espíritu con ruido grande y horrendas figuras, que la daba de golpes muchísimas
veces. En los últimos meses de su penosa vida, viendo su amarillez, achaques,
senectud y penitencias, la Prelada la estrechó a que comiera cada día de carne
un cuarterón y media libra de pan y, no pudiendo faltar a la obediencia,
pareciéndola que así su cuerpo estaba muy regalado, apretaba cuanto podía los
ejercicios.
En
el coro y otras partes tenía notables éxtasis. Cuando iba a comulgar el Demonio
la asía a vista de las religiosas y de medio cuerpo arriba le daba mil vueltas,
poniéndola con velocidad increíble el rostro a las espaldas, pero después de la
comunión quedaba en profunda tranquilidad.
La
mandaron los Prelados en virtud de santa obediencia que tomase criada para que
la asistiese de noche y de día, escogiendo para este fin una persona de virtud
y valor; duraban poco, por lo regular, no pudiendo sufrir los nocturnos
estruendos y figuras Diabólicas que advertían, haciéndoselas insoportable
servidumbre su compañía, aunque las alentaba con cariño usando de estas
palabras: “No
temáis, hijas, que es un perro atado”.
Dio claras
señales de tener espíritu profético. Siendo Maestra de Novicias, estando en una
celda del noviciado, de la que nunca salía, en ocasión de que un mozo del
Convento se hallaba malo, interrumpiendo la oración en que estaba, salió
arrebatadamente de la celda a decir a sus Novicias le encomendasen a Dios por
cuanto acababa de expirar.
Un domingo
primero de Cuaresma, al empezarse las vísperas, se salió del coro diciendo a la
Prelada: “Benedicite; ya llegó el fin de mi vida”. Luego que se concluyeron,
cuidadosas algunas, acudieron a su celda y la hallaron introducida en el lecho
de la criada con un letargo profundo. Acudió el médico, se hicieron apósitos,
más todo fue en vano, porque espiró a la una de la noche, dejando a la
Comunidad su tránsito un grande desconsuelo. Treinta años después de su óbito
fue abierto cuidadosamente su sepulcro y se la admiró tan flexible y fresca
como si estuviese viva.
NOTAS:
- La fecha de su nacimiento que da Melchor Manuel de Rojas se acerca mucho a los 44 años que aproximadamente declara tener cuando pasó a Nueva España en el año 1609. Era alto, lampiño y tenía tres lunares en el carrillo derecho. Ver Balbino Velasco. Historia de Cuéllar, páginas 366-368.
- Y de toda la obra si descartamos referencias indirectas a otras mujeres, caso de Dña. Francisca de la Cueva, fundadora del Convento de Santa Ana en 1571.
- Julio Caro Baroja. Las formas complejas de la vida religiosa. (Siglos XVI y XVII). Madrid 1985.
- El retablo de la Virgen del Rosario de Sanchonuño, de estilo barroco-rococó, es obra del artista de Peñafiel Felipe Durán. Aunque en el contrato, firmado en el año 1771, no se expresa que debería incluir este lienzo, al final se puso. Había sido beatificado Simón de Rojas por Clemente XIII en 1766. Finalmente, fue canonizado en 1988 por Juan Pablo II.
- En los dos casos se trata de San Juan de Mata, fundador de la Orden Trinitaria. En Chañe en lienzo, en escultura de bulto redondo en Santibáñez. Emilio Olmos Herguedas. En torno al pasado histórico de Santibáñez de Valcorba. Valladolid 2000.
- Julio Caro Baroja. Op. Cit. Pág. 103.
FUENTES:
Archivo Histórico Nacional. Clero
secular regular. Convento de Santa Ana. Cuéllar. Legajos 6246 y 6247. Libros:
L.11663 y L.11664.
Balbino Velasco Bayón, Historia de Cuéllar, 5ª
Edición, Segovia 2013
Melchor Manuel de Rojas: Copia del Cartulario del
Hospital de la Magdalena. Manuscrito. Cuéllar, 1763.
Julio Caro Baroja. Las formas complejas de la
vida religiosa. (Siglos XVI y XVII). Madrid 1985.
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