Cuando Rodrigo de Tordesillas regresó a Segovia desde La Coruña, donde había votado el servicio al emperador Carlos, se dispuso a dar cuenta de su actuación como procurador en Cortes. Le avisaron de que fuera precavido pues los ánimos estaban muy exaltados en la ciudad. El día anterior, 29 de mayo de 1520, habían ahorcado a Hernán López Melón y a otro corchete por reprender de palabra las posturas manifestadas contra el emperador en la junta de cuadrilleros en la iglesia del Corpus Christi. Rodrigo de Tordesillas sería la tercera víctima de la revuelta cuando se presentó a dar cuenta al regimiento segoviano de su actuación en las Cortes. Al llegar a la iglesia de San Miguel, una muchedumbre le increpó y acabó estrangulado en plena calle y su cadáver colgado con los de el día anterior.
Fue de esta manera como estalló la chispa que prendió la llamada Guerra de las Comunidades. En el transcurso del conflicto habría vencedores y vencidos. Los primeros fueron compensados con mercedes por los servicios prestados. Los segundos castigados de diferentes formas por haberse levantado contra las políticas de Carlos V. Se seguía un protocolo que arrancaba desde la Edad Media.
En cuanto a los perdedores, algunos pagaron con su vida y con la confiscación de sus bienes el haber estado en el bando comunero. Es el caso del propio Juan Bravo y del menos conocido Juan de Solier, regidor de Segovia y procurador comunero en la Junta de Tordesillas. Era tío de Gonzalo de Tordesillas, que intercedió por él para que fuera liberado en primera instancia, y por lo tanto también perteneciente a la comunidad conversa segoviana. Al final, fue apresado y ejecutado en agosto de 1522 en Medina del Campo, junto a otros procuradores, al revisarse las sentencias previamente acordadas por los regentes. La viuda de Juan Bravo, María Coronel, pleiteó por recuperar los bienes confiscados a su marido, centrándose en los que le correspondían por su dote.
Juan Bravo |
En Segovia solo la capital y Sepúlveda se adhirieron al movimiento comunero. La fidelidad a la corona que manifestó desde el principio el señor de Cuéllar, Francisco Fernández de la Cueva, II duque de Alburquerque, condicionó que sus vasallos pudieran tomar otra opción. Al duque le espantaba que triunfaran los comuneros, porque las ideas de estos diferían por completo de las suyas. Los hijos del duque, don Beltrán y su hermano don Luis, tomaron parte activa en la lucha, hallándose ambos en la toma de Tordesillas, donde don Luis fue herido de una pedrada. Pero estos servicios se prestaban pensando en las mercedes que se solicitarían posteriormente como pago de los mismos.
Batalla de Villalar |
Alonso Ruiz de Herrera
El mismo año de Villalar, Ruiz de Herrera siguió en campaña con los ejércitos castellanos que subieron al encuentro de los franceses que, aprovechando la coyuntura de guerra en Castilla, invadieron Navarra. En el encuentro de Noáin, en las proximidades de Pamplona, el cuellarano volvió a realizar una acción singular en el campo de batalla, arrebatando el estandarte del general francés, André de Foix, al que también hirió. Pero como el Señor de Lasparre, el general, acabara en manos de don Francés de Beaumont, fue este quien quiso usurpar el mérito de su captura al de Cuéllar.
Ruiz de Herrera tuvo que formar por ello una extensa probanza ante notario para las cosas que le convenían. Consiguió que se le reconocieran sus méritos y que se le otorgaran cien mil maravedíes como recompensa por la captura de Juan Bravo en Villalar y por haber arrebatado el pendón de los franceses. Por este testimonio notarial se saben algunos detalles de cómo Alonso Ruiz se apoderó de Juan Bravo, a quien desmontó de su caballo y le hizo subirse al del propio cuellarano que estaba herido. Después lo condujo ante el almirante de Castilla que le ordenó que lo presentara al capitán de la guarda.
Arrebatar una bandera al enemigo en combate fue siempre objetivo muy codiciado por su dificultad y por su gran valor moral. Por eso Alonso Ruiz de Herrera solicitó y obtuvo merced de Carlos V para ponerla de orla en su escudo de armas: un estandarte blanco con una santa Elena, con una cruz dorada en su mano y un león dorado de ambas partes con follajes y una letra que dice «FIN AVRA».
Para terminar, Balbino Velasco, el gran historiador contemporáneo de Cuéllar, tocó todos los palos en su historia sobre la villa segoviana. Así, al explicar el significado de la expresión 'Adelantarse como los de Cuéllar', se inclina, sin rubor, por atribuirle un sentido peyorativo a este dicho, y no digo yo que no lo tenga. Sin embargo, las acciones de Alonso Ruiz de Herrera en Villalar y en Navarra aportan el contrapunto de la valentía y de dar ese paso al frente en los momentos de dificultad. Aunque fuera por una recompensa.
https://www.elnortedecastilla.es/segovia/cuellarano-apreso-juan-20180423105020-nt.html
ANEXO DOCUMENTAL
UN EPISODIO DE VILLALAR: LA PRISIÓN DE JUAN BRAVO
En una información hecha en Segovia á 11 de Mayo de 1521 «ante el muy noble licenciado Juan Ortiz de Zárate, del Consejo de SS. MM. e alcalde en la su casa y corte, y en presencia de mí Diego de Horbanega, escribano, declaró Alonso Ruiz que el día de la batalla que fue cabe Villalar, quando fue desbaratado Padilla y la gente de la comunidat, puede haber cerca de tres semanas, yo el dicho iba hombre de armas, en servicio de sus magestades, en un caballo blanco, en la dicha capitanía de Don Diego de Castilla, e peleando delante de la bandera de la dicha capitanía prendí al dicho Juan Bravo, y preso le entregué al Señor Almirante en la dicha batalla, y a tiempo que se le entregué su Señoría del dicho Señor Almirante dixo e prometió que me daría por el dicho preso muy buen rescate, y me mandó entregarle al capitán de la guarda de sus magestades, y así yo lo entregué xltem que al tiempo y sazón quando yo prendí al dicho Juan Bravo, en la dicha batalla, me hirieron el dicho caballo blanco, y de que le vi herido, apeeme e fize subir en él al dicho Juan Bravo, e luego delante del dicho capitán de la guarda, al tiempo que ansí le entregaba preso al dicho Juan Bravo, se cayó muerto el dicho mi caballo blanco, e que al tiempo que ansí le tenia preso al dicho Juan Bravo, él mismo dijo que yo le había prendido e no otro alguno e era mi prisionero». El alcalde recibió juramento a los testigos que presentó Alonso Ruiz para probar dicho extremos en debida forma. El primero de ellos, Hernando Ruiz de Salas, alférez de la compañía de don Diego de Castilla, dijo: «que vio el dicho día al dicho Alonso Ruiz que iba en un caballo blanco que él tenia, en la dicha compañía, e le vio ir delante de este testigo, que llevaba la bandera, e vio que el primero que llegó al dicho Juan Bravo en el dicho desbarate fue el dicho Alonso Ruiz, e se abrazó con el dicho Juan Bravo después de averle dado ciertos golpes con una porra que llevaba, y después que el dicho Juan Bravo estaba rendido al dicho Alonso Ruiz, llegó este testigo por favorecer al dicho Alonso Ruiz, porque otros hombres de armas que avian llegado después, se lo querían matar, e vio que el dicho Juan Bravo dijo a los dichos hombres de armas que llegaron después: señores, no me matéis que ya yo estoy rendido á este caballero; y decíalo por el dicho Alonso Ruiz; e después de esto llegó Don Francisco de Biamonte (Francés de Baumont) diciendo que él quería parte de aquel prisionero, y este testigo tenía por la mano al dicho Juan Bravo, e dijo al dicho Don Francisco que no tenia razón de pedir parte del prisionero, que era del dicho Alonso Ruiz, e ansí este testigo le entregó al dicho Alonso Ruiz e le dijo que se apartase con él á una parte donde no se lo matasen, e ansí se salió el dicho Alonso Ruiz con él fuera de donde él estaba.
«Bernaldino de Bajera, hombre de armas, dijo: que dicho día andando este testigo en el dicho desbarato, topó con el dicho Alonso Ruiz que tenia preso al dicho Juan Bravo, e le rogó que se quedase con él hasta ponerlo en cobro, y el dicho Alonso Ruiz quitó al dicho Juan Bravo un sayón de terciopelo negro e un coselete, e le dijo que se apease de su caballo, e le hizo cabalgar en un caballo blanco en que el dicho Alonso Ruiz iba, y entonces le dijo el dicho Juan Bravo: caballero, más holgara venir en un caballo de dos ó tres que mis pajes llevaban , que no en este que no vale nada, por[que] en uno de ellos fuerades bien encabalgado; y así el dicho Alonso Ruiz y este testigo llevaron al dicho Juan Bravo fuera de la gente e toparon al Señor Almirante, y el dicho Alonso Ruiz le dijo: Señor, e aquí Juan Bravo que traigo preso; y el Señor almirante dijo: ¿quién le prendió? y el dicho Alonso Ruiz dijo que él, y el dicho Juan Bravo le iba hablar; el Señor almirante le dijo que no hablase; que él le prometía de quemarle en Torre de Lobaton como él abia hecho á su fortaleza, y dijo al dicho Alonso Ruiz: hidalgo, entregaldo al capitán de la guarda, que yo prometo de os dar por él buen rescate; e así lo entregó el dicho Alonso Ruiz al dicho capitán.»
(Archivo general de Simancas. Descargos del Emperador Carlos V, leg. 48, fol. 24, documento original.)
Y no fue la prisión de Juan Bravo el único hecho notable de este Alonso Ruiz, pues fue también quien en la batalla contra los franceses en Navarra cogió el estandarte á M. Gasparros, Capitán General del ejército de Francia, vencido en dicha batalla, según consta por cédula del Condestable de Castilla dada en Valladolid á 20 de Enero de 1523. Era, pues, Alonso Ruiz hombre de armas y de corazón: fue natural de Cuéllar, y estuvo casado dos veces, dejando numerosa descendencia.
Por la copia: LUIS PÉREZ RUBÍN.
Pérez Rubín, L., «Un episodio de Villalar. La prisión de Juan Bravo». Revista de Archivos, bibliotecas y museos. N.º 4 y 5 (abril y mayo de 1902), pp. 385-6.
Palabras clave. Guerra de las Comunidades. Captura de Juan Bravo. Alonso Ruíz de Herrera. Noaín. Cuéllar en la Guerra de las Comunidades. Rodrigo de Tordesillas.