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martes, 10 de julio de 2018

SANTO TOMÁS APÓSTOL: PATRÓN DE SANCHONUÑO.




El retablo del altar mayor de la iglesia de Sanchonuño es una obra singular, no tanto por su calidad en sí, sino por la iconografía de lo en él representado. Para reivindicar esa singularidad, recientemente contaminada por alguna pluma intrusa de anticuarios que se meten a historiadores y lo enturbian todo como si nada antes se hubiera hecho, volvemos  sobre este asunto. Con la gratificación, al revisar el tema, de dar con el significado del cinturón que el santo patrón de nuestra parroquia, Tomás Apóstol, porta en las manos en su talla de madera.

Santo Tomás aparece mencionado en todas las listas de los apóstoles. Era pescador en Galilea. Los hechos más importantes de su vida son su incredulidad y su apostolado en la India. Tomás no se encontraba con los otros discípulos cuando Cristo se apareció ante ellos tras la Resurrección. Estos le narraron lo ocurrido, pero el santo no dio crédito a sus palabras y pronunció su frase más famosa: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré.” Jesús se presentó de nuevo y pidió al apóstol que introdujese su mano en sus heridas para que tuviera una prueba física. Este episodio ha sido ampliamente representado en todas las épocas y con una gran variedad de técnicas, pero no figura en el retablo de Sanchonuño.

¿Qué tenemos entonces en las tablas del retablo dedicado al patrón? Este retablo representa en sus pinturas escenas de la vida de Santo Tomás según el relato que nos aporta Santiago de la Vorágine en su obra La leyenda dorada (1264). Ya abordamos tempranamente la interpretación iconográfica de la obra, habiendo coincidido con estudios de especialistas que se realizaron después del nuestro (ver revista Espadaña, nº 6, octubre 1986).

La correspondencia entre lo que relata el autor del siglo XIII, referente a la vida de santo Tomás en su obra, con las tablas del retablo de la parroquia de Sanchonuño es indudable. Por más que Polo no haya sabido verlo por no haber considerado los trabajos previos sobre esta obra.

Aunque La Leyenda Dorada como fuente iconográfica fue muy usada durante la Edad Media para ilustrar la vida de los santos, son escasos y contados los ejemplos que se han conservado de los retablos que hacen referencia a la vida de Santo Tomás inspirados en Santiago de la Vorágine. Aquí está la singularidad y el atractivo del retablo de Sanchonuño: contar con cinco tablas que recogen la vida del patrón de su parroquia, siguiendo una iconografía medieval con raros ejemplos, incluso en la pintura gótica, y tardío en su ejecución, pues fue realizado a mediados del siglo XVI. En Castilla y León queda alguna tabla del desmantelado retablo de la iglesia de Santo Tomás de Covarrubias (Burgos), que se expuso en la primera edición de las Edades del Hombre en Valladolid (en concreto la que recoge la escena del perro con la mano del escanciador en su boca), atribuido a Alonso de Sedano, de finales del siglo XV.

La particularidad añadida del retablo mayor de la parroquial de Sanchonuño estriba en que son dos retablos en uno. Hay en él dos momentos artísticos que se relacionan con sendos momentos de expansión demográfica y tal vez también económica. El primero de esos momentos se corresponde con los años centrales del siglo XVI, periodo al que pertenecen las pinturas al óleo sobre tabla que narran la vida de santo Tomás apóstol y la propia talla de este. El segundo doscientos años después, en 1771: la gran reforma general llevada a cabo en el templo culmina con el gran añadido a la chinesca, o más propiamente rococó, que envuelve, con sus rocallas doradas, el retablo primitivo, que los párrocos de aquellos años, con buen criterio, no desecharon. Sorprende que estos dos momentos artísticos sintonicen bien entre ellos, conjugando una extraña armonía entre estilos tan distintos.



EL RETABLO ANTIGUO.
El retablo del siglo XVI consta de banco, tres calles y dos cuerpos. El banco conserva dos tablas gemelas (46 cm x 58,5 cm), separadas por el sagrario en el centro, que representan, la de la izquierda los bustos del apóstol Santiago y San Pablo (San Mateo, según Collar de Cáceres). Se le identifica al primero por su indumentaria de peregrino portando un bastón del que pende una calabaza. Al segundo porque parece echar su mano sobre el pomo de una espada que colgaría de su cintura. La tabla de la derecha del banco representa, inconfundiblemente, los bustos de San Juan Evangelista y San Andrés. Identificado el primero por la copa con el veneno-dragoncillo que lleva en su mano izquierda, su atributo propio, y por ser representado según la iconografía tradicional como un hombre joven de rubios cabellos e imberbe. El segundo apóstol de esta tabla, San Andrés, identificado por su propia cruz en aspa.
El resto de tablas representan el ciclo narrativo de la leyenda de Santo Tomás en la India según dicha obra de Santiago de la Vorágine. Cinco escenas cuyo orden de lectura correcto será de izquierda a derecha y de abajo a arriba, (en el sentido de las agujas del reloj alrededor de la escultura de Santo Tomás, situada en el centro del primer piso), y son pocas para resumir un relato que es mucho más amplio.
Estaba Tomás en Cesarea y se le apareció Cristo y le mandó que fuera a la India con Abanés, ministro del rey de aquel país, Gondóforo, que había ido en busca de un constructor que le diseñara un palacio como los de Roma. Embarcaron Tomás y Abanés y, tras algunas jornadas de viaje, llegaron a una ciudad en la que se vieron obligados a asistir al banquete nupcial de la hija de un rey. El santo permaneció absorto y sin probar bocado, por lo que uno de los escanciadores le golpeó. Colérico, Tomás profetizó: “No me levantaré de aquí hasta que esa mano que me ha golpeado sea traída a esta sala por los perros” Poco después, un león devoraba al escanciador y un perro transportaba su mano al festín. Los asistentes quedaron estupefactos. Este es el pasaje que se representa en la primera tabla de Sanchonuño (primer piso, calle de la derecha, 100 cm x 58,5): el apóstol de pie y a la derecha señala al perro, que no se le pinta negro, como señala el relato de Vorágine. El resto de personajes que componen la escena lucen un vestuario propio de la moda de mediados del siglo XVI. El perro con la mano del escanciador en su boca se eligió en su día para figurar en el escudo de Sanchonuño en alusión a su patrón.
Este pasaje, que diría muy poco a favor del santo, cabe interpretarlo como la capacidad de Tomás para profetizar sobre el futuro, más que como un acto de venganza.



EL CINTURÓN DE SANTO TOMÁS.
El resto de pinturas en tabla (cuya iconografía no desarrollamos como lo hemos hecho para la primera), se completa con la talla del santo titular en bulto redondo. Una escultura bien policromada que representa a Santo Tomás envuelto en un manto rojo portando entre sus manos un libro, como símbolo de la predicación de la doctrina y un cinturón bien definido, cuyo significado no supimos interpretar en nuestro primer estudio. Ahora ya sabemos que el cinturón es el tercer elemento con el que se ha representado al apóstol y que hace referencia a su presencia como testigo en la Asunción de la virgen María, con lo que se completa el ciclo iconográfico del conjunto del retablo. Pero un atributo poco utilizado como símbolo de Santo Tomás en esculturas de bulto redondo (son más frecuentes la escuadra y la lanza) con lo que añadimos un dato particular y especial al conjunto de la obra.  
Según se recoge en los evangelios apócrifos, todos los apóstoles, a excepción de Tomás por encontrarse en India, asistieron a la Virgen en el momento de su muerte. Una vez fallecida, depositaron su cadáver en un sepulcro y, en ese momento, fueron cegados por una luz celestial que les impidió ver cómo el cuerpo de María ascendía a los cielos. En cambio, santo Tomás fue transportado al lugar en ese mismo instante y fue testigo del prodigio. Alabó a la Virgen y esta, en agradecimiento, le arrojó su cíngulo. En esta ocasión, fueron sus compañeros quienes dudaron del apóstol incrédulo, que se vio obligado a mostrarles el cinturón y el sepulcro vacío. Este pasaje propició la inclusión del santo en numerosas escenas de la Asunción, donde aparece recibiendo el obsequio. En Sanchonuño se incluye este atributo del apóstol, el cinturón o cíngulo con el que fue amortajada la madre de Jesús, en la propia talla del patrón de la parroquia. En el retablo de Sanchonuño la imagen del apóstol, debe ser exenta y de bulto redondo porque había de ser sacada en procesión (lo hacía antiguamente el día 21 de diciembre), realizada por el tallista del taller. Ya hemos hablado en otra ocasión del agravio que el tiempo ha producido con el patrón, relegado a su altar sin su fiesta merecida y su procesión.

Durante la presentación de la aportación del significado del cinturón en la talla del santo, he percibido el sentimiento de incredulidad hacia nuestra propuesta. He tenido la sensación de que se sigue dando más pábulo y crédito a lo que nos cuentan desde fuera (ya sean aparejadores o profesores eméritos que se creen que sonamos la flauta por casualidad) que a lo que se cocina en casa. Por esta razón, me presento con una prueba irrefutable de lo que digo, como Tomás con su cíngulo: el cuadro del pintor Fernando Gallego, gran autor castellano del siglo XV, que representa una Asunción de la Virgen, con la entrega del cinturón al apóstol.
Espero con esta nueva colaboración, además de haber puesto el rigor que se merece y señalado el valor que tiene nuestro retablo, que cuando lo vean la próxima vez sepan apreciar la singularidad del mismo.
 
J. Ramón Criado Miguel.
 



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